Charles Dickens |
Lo que los testamentos ilustres esconden
El Gobierno británico permite consultar online 41 millones de testamentos, entre ellos los de Charles Dickens, Winston Churchill, John Maynard Keynes o la princesa Diana
Patricia Tubella
Londres, 29 de diciembre de 2014
Londres, 29 de diciembre de 2014
El novelista Charles Dickens pudo disfrutar en vida tanto de la fama como de unas desahogadas finanzas, pero a la hora de su muerte tuvo un entierro discreto, reducido al ámbito familiar y ajeno a cualquier ostentación. Así lo había dispuesto en un testamento escrito de su puño y letra, que desde el pasado fin de semana es accesible para los usuarios de Internet, al igual que los del político Winston Churchill, el economista John Maynard Keynes o la princesa Diana, entre 41 millones de documentos más donde se recogen las últimas voluntades de personas que murieron en Inglaterra y Gales a partir de 1858.
Testamentos como el del escritor George Orwell, en el que insistía que sus notas, manuscritos y recortes de prensa fueran preservados tras su muerte (1950), o el de Keynes, reclamando en cambio la destrucción de los textos no publicados antes de su fallecimiento (1946), aparecen en versión resumida en una nueva base de datos elaborada por el Gobierno británico. Consultarlos sólo requiere insertar el nombre del personaje y la fecha de su muerte. O abonar 10 libras (algo más de 12 euros) para quienes deseen obtener una copia digital del texto íntegro.
En realidad, cualquier ciudadano tenía ya la potestad de reclamar ese tipo de información, pero el proceso resultaba farragoso y precisaba identificar previamente el documento en cuestión entre millones. La administración ha decidido utilizar las herramientas digitales para facilitar el acceso al público inglés y galés (Escocia e Irlanda del Norte administran sus propias competencias en ese terreno), ante la creciente demanda de historiadores amateur y de tantas personas que quieren indagar en la singladura de su propia familia.
Charles Dickens dejó 1.000 libras a la joven actriz Nelly Ternan, con la que se rumoreaba que mantenía un romance
Sólo tecleando el nombre de Charles Dickens y la fecha de su deceso (9 de junio, 1870) el internauta puede revivir las especulaciones de la época sobre su romance con la joven actriz Nelly Ternan, a quien acabó legando en su testamento 1.000 libras, entonces toda una fortuna. O el papel que jugó en la vida del novelista su cuñada y finalmente compañera Georgina Hogarth, beneficiaria de 8.000 libras.
Al primer ministro británico más célebre del siglo XX, y también premio Nobel de Literatura, Winston Churchill, los asuntos de dinero no le fueron mal, tal y como confirman las 304.044 libras que dejó a sus familiares y que, traducidas al valor actual, superarían los cinco millones de libras (unos 6,3 millones de euros). En el caso de Diana de Gales, fallecida en un accidente en París en 1997, justo un año y tres días después de su divorcio del príncipe Carlos, el grueso de una herencia valorada entonces en unos 21 millones de libras acabó pasando a manos de sus dos hijos, los príncipes Guillermo y Enrique de Inglaterra.
La madre y los amigos del matemático Alan Turing, cuya gesta al descifrar los códigos del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial evoca estos días la película Descifrando Enigma, fueron los destinatarios de las magras posesiones que dejó atrás tras su supuesto suicidio en 1952, ingiriendo una manzana inyectada con cianuro.
Una existencia mucho menos traumática sugiere el testamento de A. A. Milne (1882-1956), quien legó los derechos de las historias del osito Winnie the Pooh a su club favorito de Londres y a la escuela de Westminster en la que estudió. Otra creadora inglesa del imaginario infantil, Beatrix Potter, firmó un testamento que aparece como fiel reflejo de su trayectoria literaria y personal: legó los derechos de autor de sus historias, entre las que sobresalen las de Peter Rabbit, a la editorial Frederick Warne & Trust, que gestionaba su prometido Norman Warne hasta su muerte por leucemia en 1905; las ilustraciones que acompañaban esos cuentos, con su evocación de la campiña inglesa y su resolución en que la maquinaria del progreso no perturbara ese idílico perfil, están en posesión del Patrimonio Inglés (National Trust) desde la muerte de Potter, en 1943.
La inserción en la red de esos testamentos que en muchos casos recogen el legado de toda una vida no nació tanto del apetito por conocer más sobre personajes famosos, como de la necesidad de muchas familias de encarar su pasado. Su génesis está en una base de datos creada hace un año para que los allegados de 260.000 soldados británicos que prestaron servicio en el último siglo y medio conocieran sus últimas voluntades: hasta la fecha, más de 2 millones de personas han recurrido a ella.
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