domingo, 21 de septiembre de 2003

Isabelle Huppert / "No interpreto personajes, cuento estados mentales"


Isabelle Huppert

51º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

Isabelle Huppert: "No interpreto personajes, cuento estados mentales"

La actriz francesa recibe de manos de Claude Chabrol el Premio Donostia a su carrera


ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS
San Sebastián 21 SEP 2003

Isabelle Huppert (París, 1955) recibió ayer, de manos de su viejo amigo el director Claude Chabrol, el Premio Donostia. Menuda y seria, Huppert aseguraba poco antes de recibir el galardón que detrás de sus interpretaciones (casi siempre de mujeres duras, extremas y torturadas) está la búsqueda de "una verdad". "La realidad", dijo, "no es siempre agradable pero finalmente siempre sienta bien. Me interesa interpretar a mujeres que tienen dificultades para amar y vivir". Huppert añadió que su mejor película no exite. "Mi película favorita es la que nunca haré, ésa que siempre será un secreto para mi".

"El cine quizá no es la realidad. Pero sigue siendo la mejor forma de expresar las cosas"
"Como atriz he sido mi propio director, he buscado mi camino y mi forma de interpretar"

Durante la gala nocturna, la actriz, que dedicó su premio a Claude Chabrol, recordó que si el cine sirve para algo es para "abolir fronteras". Horas antes, con unas gafas semioscuras, una chaqueta azul marino y una camisa masculina que endurecía los rasgos de su cara pecosa, Isabelle Huppert respondía a las preguntas de los periodistas mirándose continuamente las manos, cruzando y descruzando los brazos. Arrancaba cada frase con titubeos, para rematarla con la rotundidad de un carácter fuerte.
Conocida por su facilidad para meterse en la piel de mujeres complejas y perversas, la actriz afirmó: "No interpreto personajes, yo cuento estados mentales". "Quizá", añadió, "el espectador sufre con mis personajes, yo, generalmente me divierto mucho. Procuro mantenerme alejada de lo que hago, busco las respuestas en mí misma pero siempre con mucho cuidado para no herir mis emociones y mi afectividad".
"Soy una actriz a la que no le gusta idealizar las cosas", añadió Huppert. "Si algo me une a Claude Chabrol, si por algo hemos hecho seis películas juntos, es porque ambos buscamos acercarnos lo más posible a la verdad con un enfoque poco romántico de la vida. El cine no es la realidad, pero sí es una manera de mirar a las cosas tal y como son". La actriz aseguró que el coste emocional de dar vida a mujeres como la dolorosa, retorcida y autodestructiva profesora de música de La pianista (la película de Michael Haneke que le valió a la actriz en 2001 el Premio a la mejor interpretación en Cannes) es "pequeño".
"Quizá ustedes no lo entienden pero a mi no pone nada triste interpretar a mujeres muy tristes", dijo. Sobre la mujer que recorre las calles de Viena en busca de un sexo que le aterra practicar añadió: "No sé si es una de las mejores interpretaciones del cine europeo, pero sí se que esa película es un ejemplo de lo que debe ser el cine europeo".
"El premio de Cannes fue muy importante para mi", continuó la actriz, "precisamente porque era un papel muy poco recomendable. Cuando un personaje así alcanza el corazón de la gente te das cuenta de que lo que haces todavía sirve para algo".
Desde El juez y el asesino, de Bertrand Tavernier, a Madame Bovary, La ceremonia o Gracias por el chocolate, de Chabrol, Huppert es una de las estrellas indiscutibles del cine francés. Al contrario que muchas de sus colegas del star system francés, apenas ha trabajado en Hollywood, y cuando lo ha hecho ha sido en películas atípicas. Amateur, de Hal Hartley y, sobre todo, La puerta del cielo,de Michael Cimino han marcado su carrera americana. "Ahora he terminado de rodar con David Rusell una comedia de la que prefiero no hablar hasta que no la vea. Existe un cine que se hace hoy en Los Ángeles que me interesa mucho. El cine que hace gente como Paul Thomas Anderson, un cine muy personal pero dentro del sistema de los grandes estudios".
"Los actores de hoy contamos con muchas ventajas", añadió la actriz, "el cine te permite jugar con muchas sutilezas y matices, hay mucha libertad para expresar los comportamientos más oscuros. Para mí el cine sigue siendo la mejor forma de expresar las cosas".
Huppert asegura que la mayoría de la veces acepta un papel sólo motivada por el director. "Reconozco mi culto al cine de autor. No sé, me dejo llevar por mi instinto. Los actores somos un material muy maleable, una actriz puede proyectarse de mil formas. Es muy difícil parecerse a alguien que uno no es pero el cine es un campo de exploración enorme".
Al preguntarle con qué películas se quedaría de toda su trayectoria, la actriz afirmó: "Me quedo con todas y con ninguna. Aunque la película que prefiero es esa que nunca ha hecho, esa película que me mueve a seguir buscando. Existe una película secreta con la que soñamos, esa película por la que sigo haciendo cine". "Creo que todavía no he hecho todo lo que he querido. Hay muchos personajes que me gustaría interpretar y que no he interpretado. Sé que algo se me escapa. De alguna manera, como actriz he sido mi propio director, me he buscado mi propio camino al elegir mis papeles y mi manera de interpretarlos".
Cuando un periodista le preguntó por el teatro recordándole su Medea de hace tres años en el Festival de Aviñón, la actriz se miró una vez más las manos. "¿El teatro? Bueno, no lo encuentro muy diferente al cine. Aunque quizá sí, sí hay algo en el teatro que no encuentro en cine. en el teatro hay una aventura muy particular, una emoción mayor, más fuerte. Quizá el cine es como un paseo, un paseo bastante tranquilo mientras el teatro es una caminata de alta montaña: el corazón late más fuerte, a más velocidad. Tengo recuerdos extraordinarios relacionados con el peligro del teatro".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 21 de septiembre de 2003

domingo, 14 de septiembre de 2003

Fernando Urribarri / El sabor de Cerisy

 

Paul Desjardins

El sabor de Cerisy

Fundados y autogestionados por los más prestigiosos intelectuales –de Sartre y Foucault a Barthes y Derrida– los coloquios de Cerisy cumplen cien años como la capital de la cultura europea. Entre el rigor de las bibliotecas y el fragor de la bodega, década tras década dieron nacimiento a corrientes teóricas y estéticas, instalaron y legitimaron temas, consagraron autores, fundaron grupos, iniciaron amistades decisivas y lanzaron modas que nunca adoptaron ni padecieron. Por eso, Fernando Urribarri (discípulo de Castoriadis, director del reciente coloquio dedicado al filósofo griego y único latinoamericano en dirigir una de las célebres “décadas” de Cerisy) ofrece una visita guiada por la historia de uno de los centros de la vida intelectual del siglo XX.


FERNANDO URRIBARRI
14 DE SEPTIEMBRE DE 2003


Cuando uno llega a Cerisy hay una sola cosa más impactante que el verde de las colinas normandas y la sobria majestuosidad del castillo. En el luminoso hall de entrada, las paredes de piedra están sencillamente decoradas con una colección de fotos blanco y negro en las que el Olimpo moderno de los pensadores nos saluda desde la documentada memoria de su paso por allí. Justamente allí donde uno está entrando. Donde la morosidad medieval del entorno deja lugar a un vertiginoso caleidoscopio que nos anuncia que estamos en uno de los centros de ese huracán que fue la historia intelectual del siglo XX.

sábado, 13 de septiembre de 2003

Antonio Machado en Collioure / Moral y melancolía



Antonio Machado en Collioure

Moral y melancolía


Manuel Vicent
13 de septiembre de 2003

Este verano visité el cementerio de Collioure, donde está enterrado Antonio Machado. Esa mañana, alrededor de su tumba, una excursión de escolares de un pueblo del Ampurdán atendía la explicación de su maestra y algunos niños dejaron después en el pequeño buzón instalado al pie de la cruz unas notas de sus cuadernos en las que habían expresado su emoción. También depositaron flores silvestres sobre la tumba que no impedían leer, grabado en la lápida, el último verso que escribió el poeta: Estos días azules y este sol de la infancia. Machado lo garabateó poco antes de morir, una tarde de febrero de 1939, en la humilde pensión de la familia Quintana que había acogido a este náufrago de la Guerra Civil, junto con su madre y su hermano José. El verso fue hallado en el bolsillo de su raída chaqueta.


Antonio Machado es un poeta moral que suena dentro de cada alma con diversos metales, limpios, sencillos, profundos. De su melancolía deriva su grandeza. Leí a Machado al salir de la adolescencia. Venía uno de las islas del tesoro, de las aventuras de Salgari, de las navegaciones de Simbad y de pronto me encontré con una tierra parda, con olivares, álamos y páramos sombríos, con negros encinares y la lluvia tras los cristales en una tarde desolada, con un viejo hospicio provinciano y también con una primavera que pasaba sobre los cerros cenicientos dejando sobre las hierbas olorosas diminutas margaritas blancas. Llevo asociada la experiencia melancólica del paisaje a la primera lectura de Antonio Machado. Ningún misterio de la selva virgen podía ser tan profundo como las tierras labrantías de Castilla con yelmos enterrados. El paisaje amasado con el alma fue la gran creación que nos legó este poeta.
Después vino el interés por conocer la vida de este adusto profesor de francés que iba arrastrando su soledad y una intensa raigambre moral por los institutos de Soria, de Baeza y de Segovia como un caballero desvencijado. Harto ya de admirar a héroes románticos, fatuos y falsamente arrojados, me encontré con este ejemplar humano, lleno de sabiduría popular, filósofo caminante, escéptico y ardiente conocedor de la gran sombra que Caín había cernido sobre la historia de España. Antonio Machado constituye la mejor vía de salida para aplacar las lecturas turbulentas de la primera juventud, de forma que la melancolía sedimente en el alma junto con las sensaciones de sobriedad, adustez y austeridad, convertidas en el eje moral de la persona.
Este verano había seguido la ruta del exilio de Machado desde el pueblo valenciano de Rocafort hasta llegar a Collioure. En medio del baño de sangre de una guerra civil que inundó España también había días azules y florecían los limoneros como en la infancia del poeta en un patio de Sevilla. El camino que le llevó a morir en aquel pueblecito de Francia, cerca de la frontera, lo recorrí recordando sus mejores poemas en algunas masías del Ampurdán donde paraba. Cuando llegué al cementerio de Collioure, el grupo de escolares alrededor de la tumba del poeta oía en medio de un absoluto silencio de pájaros a su maestra que leía en voz alta estos versos. Una tarde parda y fría de invierno. Los colegiales estudian. Monotonía de lluvia tras los cristales. Es la clase. En un cartel se representa a Caín fugitivo, y muerto a Abel, junto a una mancha de carmín. Pero ésta era una mañana de verano y caía un sol de fuego. Uno de los niños preguntó después a la maestra: ¿Era Caín el que se pintaba de rojo los labios? ¿O era Abel? La maestra le dijo que el carmín era de sangre.
Antes de depositar en el pequeño buzón de plástico mi tarjeta de visita volví a leer el verso grabado en la tumba. Estos días azules y este sol de la infancia. Todos los sueños de la vida, todas las patrias, todos los horizontes están incluidos en esas nueve palabras. En la tarjeta dejé escrito un pensamiento secreto en honor a este inmenso poeta que me ha acompañado desde la adolescencia. A medio camino entre la moral y la melancolía está la huella que Machado me dejó marcada.
Ahora releo esta edición inédita de Antonio Machado que recoge una antología de sus poemas extraída de sus obras completas en Espasa. Siguiendo un hilo conductor de su poesía más popular, hecha de proverbios, cantares, coplas, retratos, pensamientos de Abel Martín y sentencias de Juan de Mairena, he llegado de nuevo al alma del poeta reflejada toda entera en este libro. A través de sus soledades y galerías vuelvo a él como quien sorbe un licor profundo y puro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 13 de septiembre de 2003



martes, 9 de septiembre de 2003

Los Trintignant contra los Cantat


Marie Trintignant

Los Trintignant contra los Cantat

La historia entre Bertrand y Marie sigue siendo materia de especulación a partir de los datos de la instrucción judicial


OCTAVI MARTI
París 9 SEP 2003

Era inevitable. El abogado de la familia Trintignant, Georges Kiejman, se manifestó ayer indignado por el tipo de apoyo que la familia de Bertrand Cantat -el cantante que causó la muerte de Marie Trintignant, en Vilnius, en el transcurso de la noche del 26 al 27 de julio- ha querido transmitir al detenido en la capital lituana al estimar que la fiesta organizada allí por los padres y la hermana del líder del grupo Noir Désir "es un ultraje para quienes viven sumergidos en una pena inconsolable, un gesto indecente".
Para Kiejman, es "inmoral la confusión de papeles" y se niega a que se hable de Cantat también como de una "víctima". Para Jean-Louis Trintignant, actor y padre de Marie, "Bertrand no asume lo que ha hecho". Ni Jean-Louis ni Nadine, la madre y realizadora del filme cuyo rodaje en Vilnius protagonizaba Marie, han querido manifestarse tras la ceremonia de adiós.

Marie Trintignant

La trágica historia de amor entre Bertrand y Marie es hoy materia de especulación en todos los semanarios. Los datos filtrados a partir de la instrucción judicial permiten conocer unos pocos hechos, pero éstos siguen siendo difícilmente comprensibles. La noche del sábado 26 de julio, Bertrand y Marie apenas participan de la fiesta de fin de rodaje organizada en honor de Lambert Wilson, otro intérprete. Él le reprocha el haber estado esperándola todo el día y prefiere estar a solas con ella. O casi a solas, porque antes hacen una visita a Andreus Leliuga, un técnico lituano que malas lenguas presentan como el suministrador de "sustancia ilícitas" para todo el equipo de rodaje.
Leliuga es testigo de un primer enfrentamiento entre Bertrand y Marie. "Se encolerizó sin razón aparente. La cogió del brazo con brusquedad y ella tropezó y se golpeó en la cabeza". Para Kiejman el problema radica en que "la quería sólo para él, separarla de todo lo que la rodeaba, de su oficio y de sus amigos". Luego, en la habitación del hotel, Bertrand dice haberla abofeteado dos o tres veces después de que ella le "hubiese agredido".
Según parece, Bertrand, que había abandonado a su esposa Kristina Rady en diciembre, tres meses después del nacimiento de su segunda criatura, creía "haber destruido su familia sin recibir nada a cambio, pues Marie seguía relacionándose conmigo cuando a él le exigía una fidelidad absoluta", dice Samuel Benchetrit, director y anterior compañero sentimental de Marie. Es más, un mensaje enviado el 26 de julio por Samuel a Marie estaría en el origen de la pérdida de control de Bertrand Cantat.
Entre la una y las tres de la noche Bertrand y Marie discuten, él la pega y la deja inconsciente. Dice no haber comprendido el alcance de las lesiones. La autopsia habla de "de explosión de los huesos de la nariz por aplastamiento" y de "lesiones cerebrales debidas a sacudidas múltiples y violentas". Mientras Marie agoniza, Bertrand llama a Samuel en París. Más tarde despertará a Vincent Trintignant, hermano de Marie y ayudante de realización, alojado en el mismo hotel. "Subí a la habitación. Vi que Marie tenía un moretón en el ojo". Dos horas más tarde, a las siete de la mañana, Vincent ve que Marie tiene sangre en la boca. "Hasta entonces no comprendí que Bertrand tenía miedo de lo que había hecho". La hemorragia interna es ya irreparable y a pesar de tres intervenciones médicas Marie muere el 1 de agosto en París.
En prisión en Vilnius, hospitalizado algunos días y tras una tentativa de suicidio, Bertrand Cantat recibe ahora el respaldo de sus familiares y de Noir Désir. Será juzgado en Lituania. Nadie sabe aún si por "asesinato" -entre 5 y 15 años de cárcel- o si por "crimen pasional"-entre uno y seis años.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 9 de septiembre de 2003



lunes, 1 de septiembre de 2003

Harold Pinter / Por el camino de Proust




Marcel Proust

Pinter: Por el camino de Proust


1 de septiembre de 2003
En 1971, Pinter hizo la adaptación cinematográfica de En busca del tiempo perdido. La editorial Gallimard acaba de publicar el guión original.