lunes, 19 de septiembre de 2005

Willem Dafoe / Me dejo llevar por la aventura

Willem Dafoe
53º FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

WILLEM DAFOE

"Me dejo llevar por la aventura"
ROCÍO GARCÍA
San Sebastián, 19 SEP 2005

Por su audacia para alternar géneros cinematográficos, el actor Willem Dafoe (Wisconsin, 1955) recibió anoche de manos de la actriz Najwa Nimri el premio Donostia en el Festival de San Sebastián. Intérprete de títulos como Platoon, Spider-man, El paciente inglés, o La sombra del vampiro, Dafoe aprovechó su presencia en la capital donostiarra para presentar su último trabajo. Before it had a name, que cosechó algunos abucheos y risas en el pase de prensa, es un filme basado en un programa de radio norteamericano en el que Dafoe se estrena como guionista junto a su actual compañera, la italiana Giada Colagrande (Pescara, 1975), quien también interpreta y dirige la cinta. Before it had a name narra el encuentro entre una joven viuda italiana y el guardián de una enigmática vivienda. Desde un rincón, Colagrande presencia, complacida, las declaraciones a la prensa de Dafoe.

"No me considero un intérprete, no me gusta interpretar las cosas, sino vivirlas, serlas. Creo más en el hacer que en el mostrar" "Yo vi desde mi casa a la gente saltando desde las Torres Gemelas, pero creo que hoy Nueva York está más fuerte que nunca"
Pregunta. Todo el mundo le ve contento. ¿Está viviendo un momento especial en su vida?
Respuesta. Claro, es que me acabo de casar.
P. ¿También contribuye la película Before it had a name?
R. Estoy muy emocionado, porque es una película que ha sido difícil de hacer, está como naciendo y además es la primera vez que he colaborado en un guión.
P. ¿Cómo ha sido la colaboración con su mujer en el guión?
R. Yo tenía la historia en la cabeza, una serie de fragmentos o retazos. También conocía el programa de radio en el que está basada la idea. Le conté a Giada la historia y le pareció buena. Yo había visto su primera película -Aprimi il Cuore- y me había gustado. Al principio no sabíamos muy bien cómo iba a acabar la historia, qué iba a pasar, pero nos centramos más en la importancia de una serie de hechos que iban entrando en el guión, que en la historia misma. Ella escribía como directora mientras que yo lo hacía como actor. Ella tenía una idea muy clara de cómo quería rodar la película, alejada del aspecto más moderno del cine y centrada en los clásicos cinematográficos. Para entendernos, está más cercana a Ozu que a Tarantino.
P. Estrenarse como guionista, ¿implica una necesidad de ir más allá en su trabajo como actor?
R. Hago de un simple portero. No pensé tanto en el personaje como en la historia global. Cuando un actor escribe un guión es como escribir un vehículo para sí mismo y mi papel en el filme no era para nada un vehículo.
P. Interpretada, escrita y dirigida por su mujer, ¿no ha sido una experiencia demasiado intensa?
R. Sí que lo ha sido, pero también porque ha sido una producción muy pobre, totalmente fuera del sistema. Cuando haces una cosa así es porque realmente crees en lo que tienes entre manos, tanto desde el punto de vista económico como artístico. Todo me indicaba que parara, pero no lo hice. A algunas personas les gustará la película, otras la odiarán, pero yo estaba allí y sé cómo se hizo y sé cuáles han sido las dificultades. La verdad es que estoy muy satisfecho, porque ha sido una experiencia sincera, incluso aunque no tenga un horizonte comercial muy claro, lo cual puede pasar.
P. ¿Cómo vive la entrega de un premio como el Donostia a toda una trayectoria cuando todavía está en la cumbre de su carrera?
R. Me siento orgulloso sobre todo por las razones que ha argumentado el festival, porque es realmente a lo que yo aspiro en mi profesión. Si he conseguido hacer eso y me lo reconocen... Es un espaldarazo a lo que a mí me gusta hacer, lo que se reconoce es la variedad y la cantidad de papeles que he hecho. Además, me encanta este festival, tan popular y tan internacional al mismo tiempo.
P. Desde Cristo hasta personajes diabólicos, su carrera está plagada de papeles muy diferentes. ¿Tiene que ver con su método de trabajo como intérprete?
R. No lo sé. Busco esos cambios, porque disfruto trabajando en diferentes formas. Me atrae la parte teatral del cine. Creo que tanta naturalidad está fastidiando las películas. La huida de esa naturalidad te lleva a buscar papeles muy distintos. También la naturalidad huye de mí. Me siento más como un bailarín o como un animal que como un actor. No me considero un intérprete, no me gusta interpretar las cosas, sino vivirlas, serlas. Creo más en el hacer que en el mostrar.
P. Rostro clave del cine independiente de EE UU, ¿cuál es, en su opinión, su situación actual?
R. Los grandes estudios han desembarcado con fuerza en el cine considerado de arte y ensayo. Han erosionado de alguna manera la línea divisoria entre el cine comercial y el independiente.
P. También ha trabajado en películas de gran presupuesto con importantes estudios de Hollywood. ¿Cree que un actor debe estar dispuesto a todo?
R. Eso es lo que yo busco, si puedo..., que no es fácil. De alguna manera soy como un niño, me dejo llevar por la aventura y el deseo de perderme... Para mí siempre ha sido duro encontrar trabajo, me llegan muchas cosas pero es una lucha constante, casi de supervivencia. Muchas veces tengo la sensación de que nadie está dispuesto a hacer lo que yo deseo.
P. El teatro ha sido un elemento fundamental en su formación profesional. ¿Qué lugar ocupa ahora en su carrera?
R. Del teatro me gusta la rutina y el hecho físico de estar cada día en el escenario, algo que se pierde en el cine. Cuando hago teatro me atrae la sensación de levantarme por la mañana y saber que lo que voy a hacer esa noche va a tener una repercusión concreta en ese momento. El cine tiene más que ver con el primer impulso, haces una escena por la mañana y no la vuelves a ver.
P. Vinculado desde siempre a Nueva York, ¿cómo ha cambiado la ciudad desde el 11-S?
R. Es una ciudad vital todavía, aunque ahora es quizá más una isla de lo que nunca ha sido. Fue un momento realmente dramático, yo vi desde mi casa ese día a la gente saltando desde las Torres Gemelas, pero creo que hoy la ciudad de Nueva York está más fuerte que nunca. El Gobierno ha utilizado el miedo provocado por el 11-S para consolidar su poder. ¿Cuándo va a desaparecer ese miedo? No lo sé. Lo que está claro es que ahora el bloque conservador de la derecha es muy poderoso.Vivimos tiempos oscuros pero ahí está la esperanza.

viernes, 16 de septiembre de 2005

Sussana Clarke / Juego de manos


Sussana Clarke

Susanna Clarke
JUEGO DE MANOS

Justo Navarro
16 de septiembre de 2005

Es hora de magia, y Susanna Clarke viene a añadir al mundo de Harry Potter y J. K. Rowling un mundo más histórico, exactamente en el tiempo de las guerras napoleónicas y los poetas románticos, Inglaterra y Europa entre 1806 y 1817. Éste es el tiempo de Jonathan Strange y el señor Norrell, novelón de casi 800 páginas, que arranca en York, en un club de magos modernos, es decir, puramente teóricos, dedicados al estudio de por qué la magia es hoy imposible, hasta que un caballero de Yorkshire, el señor Norrell, los desafía presentándose como mago verdadero, práctico. Y, un día de 1807, lo demuestra: las estatuas de la catedral de York hablan, el follaje esculpido se agita y los dragones de piedra vuelan. A Londres llegan Norrell y su fama, y las mejores familias quisieran ver al fenómeno hacer ilusionismo de salón en sus casas. Pero Norrell, que ambiciona devolver su esplendor a la magia británica y contribuir al triunfo sobre Napoleón, busca infructuosamente que el Gobierno acepte su colaboración mágica, en principio poco respetable desde un punto de vista convencional. Precisamente entonces, uno de los ministros, arruinado, va a casarse con una riquísima heredera que se muere en vísperas de la boda. Aliándose fatalmente con criaturas perniciosas, Norrell la revive, y la chica resplandece en los bailes, donde las señoritas resucitadas tienen mucho éxito. Esta magia parece tan posible como la novela de Susanna Clarke, que consigue encantar al lector para que acepte lo que la cuentista le va contando. Entonces, para que se cumpla una profecía, se presenta en la fiesta un nuevo mago, mucho más joven que Norrell, un discípulo, Jonathan Strange. Ya son dos para servir a la patria. Mientras la novia de ultratumba baila, Norrell se dedica al bloqueo de los puertos franceses con buques de guerra hechos de lluvia. Y pronto Strange combatirá a las órdenes de Lord Wellington, contra el francés, en España y Portugal. Prosiguiendo su avance por caminos prodigiosos, el mago construye en la incivilizada península Ibérica de 1810 carreteras inglesas que aparecen una hora antes de que marche el primer regimiento inglés y desaparecen una hora después del paso del último soldado. La magia, como la medicina, adelanta mucho en las guerras. Gracias a Strange, especialista en el desplazamiento estratégico de plazas fuertes, Pamplona se encuentra hoy diez millas al sur de donde estaba antes de que el mago pasara por allí. También tiene su utilidad la magia en el interrogatorio de prisioneros. Norrell le saca información a una sirena, mascarón de proa de un barco francés, y Strange se las entiende con los cadáveres de unos napolitanos napoleónicos. Goya pintó en Madrid a estos muertos vivientes en compañía de Strange, que pronto estará en Waterloo, donde cenará con Wellington en un comedor lleno de sillas vacías que se han quedado esperando a los caídos en la batalla. Y, porque la guerra enseña a pensar y actuar con independencia, Strange romperá inmediatamente con su maestro Norrell, y la historia se convertirá en un drama de rivalidad entre maestros y discípulos, entre amigos, que mantienen además hondas discrepancias sobre los efectos de la tradición en su arte, y son azuzados sin fin por caprichosos seres sobrenaturales.


JONATHAN STRANGE Y EL SEÑOR NORRELL
Susanne Clarke
Traducción de Ana María de la Fuente
Salamandra. Barcelona, 2005
795 páginas. 23,20 euros


Muere la mujer de Strange, o eso parece, y el mago se ve en Venecia, y allí coincidirá con Lord Byron, según las cartas del poeta que cita Susanna Clarke en sus notas a pie de página sobre libros y biografías de magos e individuos más o menos anodinos tocados por la magia en algún momento de su vida. Los estados de encantamiento son imprevisiblemente ricos en peripecias, y hay saltos de nivel de realidad como en un videojuego cuya pantalla fueran los espejos de cualquier casa, y yo diría que las aventuras de Strange y Norrell continuarán en el futuro. El juego de Clarke, muy bien traducido por Ana María de la Fuente, suma tres nostalgias: la nostalgia de las viejas creencias, la nostalgia de los viejos tiempos razonables y románticos, y la nostalgia de la gran literatura decimonónica.



viernes, 9 de septiembre de 2005

Almudena Grandes / "Las novelas deben tener una coherencia aritmética"

 

Almudena Grandes


Almudena Grandes

"Las novelas deben tener una coherencia aritmética"



Winston Manrique Sabogal
9 de septiembre de 2005

Una estantería poblada de mujeres gordas en mil poses escolta la mesa en la que Almudena Grandes da rienda suelta a su segunda pasión, escribir. Ya lleva seis novelas y dos libros de cuentos en 16 años. Estaciones de paso (Tusquets) es su más reciente colección de relatos en los que ha vuelto a su edén literario, la adolescencia. Ha ido al centro de ese laberinto de búsquedas, descubrimientos, confusiones y deseos donde se prefigura lo que será cada uno. Pero ese afán de contar de la autora madrileña sólo es superado por su pasión de leer. Uno de sus sitios favoritos para hacerlo es ese vanidoso sillón rojo que está en un rincón del estudio de su casa en Madrid. El otro es la cama.


RESPUESTA. Para una escritora de novelas largas como yo, el cuento corto siempre me ha resultado odioso porque no lo domino bien, mientras que en este formato, que son como novelas cortas, estoy más a gusto. Y escribirlos entre novelas me sirven para desengancharme de ellas y los personajes. Me da un nuevo aliento. Mi primera fase como escritora tiene un carácter testimonial muy fuerte. Mi anterior libro de cuentos, Modelos de mujer, forma parte de esa tendencia que da vueltas a los conflictos de las mujeres más o menos de mi edad o generación en un momento histórico concreto. Esa veta se acabó y empecé otra más amplia.


P. ¿Y como lectora qué le gusta?


R. Me interesa más un libro emocionante, y la osadía de un escritor primerizo y torpe que los encajes de bolillos donde nunca pasa nada. La crítica contemporánea valora poco eso, se centra en el argumento y el estilo, no hay consideraciones sobre la estructura o el perfil de los personajes. La audacia y la ambición son consustanciales del trabajo del novelista.


P. ¿Cuál fue el primer libro que le impactó?


R. La Odisea; bueno, una versión infantil-juvenil que me regaló mi abuelo paterno en la primera comunión, tendría unos 8 años. Mi abuelo es el modelo de todos los abuelos de mis libros, un reflejo del amor que yo le tenía. Con él sentí por primera vez que alguien creía en mí. Yo era una niña muy gorda, lo cual en principio no es muy bueno para andar por la vida siendo niño, y un poco acomplejada, que mostraba poco interés por las cosas. En la primera comunión me regaló esa Odisea. Me sentí un poco decepcionada, y tardé en leerla dos o tres años, fue una fascinación absoluta y una identificación con el personaje.


P. Surgió la lectora consciente.


R. Y sufrí muchísimo. Me identifiqué con Ulises porque es una historia injusta con el pobre hombre que lo único que quiere es volver a su casa. Lloré con su venganza. Sentí que él me estaba vengando a mí también. Es una metáfora del ser humano, un héroe con ausencia de grandeza con quien uno se puede identificar. Ulises es cualquiera que haya estado solo alguna vez y que haya sido tratado arbitrariamente, que no haya tenido suerte, en ese sentido, cuando mata a los pretendientes de Penélope es como una venganza colectiva. Además, la Odisea es la primera novela de la historia como la entendemos hoy.


P. ¿Le gustó la Iliada?, lo digo porque Alessandro Baricco la ha revitalizado en otra versión.


R. La original no me emocionó tanto. Sería una novela excesivamente coral. Una de las normas de la novela son las puertas que se abren y se cierran. Yo tengo una relación obsesiva con la estructura de lo que escribo. Las narraciones, sobre todo las novelas largas, deben tener una coherencia incluso aritmética. Capaz de que si la novela fuera una suma o una resta tendría que dar cero o cien, pero nunca 37 con 94. Es importante que cuando se abra una puerta sea por algo. Si yo escribiera una versión de la Iliada la centraría en Héctor. Es un personaje inconmensurable.


P. ¿Algún libro clave en su vida?


R. Mujercitas, de Louise May Alcott. Yo quería ser escritora, pero no sabía cómo, quién. Los niños eligen una vocación por emulación, y yo no tenía a ninguna escritora a mano. Cuando leí la novela dije: "¡Yo quiero ser una escritora como Jo March!". Fue revelador.


P. Más que escribir parece que lo que le gusta es contar historias.


R. Primero escribí y luego me pregunté por qué escribía. Porque había llorado con Ulises, porque me gustaba leer más que ninguna otra cosa en el mundo, porque no hay nada que me dé tanta felicidad y vida como los libros. Siempre he querido escribir más por emulación, o por envidia, que es más fuerte. He sido una niña muy fantasiosa y tiendo a hablar sola, me hablo a mí misma. Es que tengo gran capacidad para vivir las historias ajenas y las mías.


P. Por ejemplo, de su paraíso literario que es la adolescencia, mientras en otros es la infancia.


R. Disiento del concepto de infancia como paraíso perdido, es una idealización. ¡La infancia es la edad de la perplejidad! Disiento también de que la adolescencia sea la época amarga y terrible. La verdad es que los adolescentes son conquistadores, de sus vidas, de su entorno. Tienen que esforzarse pero acaban adquiriendo la comprensión del mundo. Son supervivientes. Siempre me han gustado esos personajes. Los adolescentes tienen la ventaja de que están en la encrucijada clásica de que ya no son niños pero todavía no tienen la capacidad de manipular lo que les sucede, están debutando en la vida. Tienen episodios reveladores que los obligan a buscar recursos para enfrentarse a su futuro. Y sin duda es también la etapa de aprender de los errores.


P. ¿Cómo fue su adolescencia?


R. No tuve una adolescencia ni una infancia demasiado brillantes. Si me dijeran a qué edad me gustaría volver, diría que a los 20 años, ¡y mejor todavía a los 30! Es verdad que nada se echa tanto en falta como lo que no se ha vivido. Nada se pierde tanto como lo que no se ha tenido. Estos cuentos tienen algo autobiográfico.


P. En sus historias siempre hay algo característico de la adolescencia, ese despertar a la atracción, al deseo, a la sexualidad, al erotismo.


R. Y de manera distinta en estos cuentos. Un violinista afronta el sexo de manera más descarnada. Una chica vive una situación más sensual. Y en otro lo que cambia su vida es ver a una mujer desnuda, para él es la luz, la felicidad. Creo que lo que funciona en estos relatos es que esos fogonazos de sexualidad son conocimiento. Quería ligar ese descubrimiento de los jóvenes más a la emoción que a la excitación. Es un libro que surge en Los aires difíciles, donde escribí sobre adultos que recuerdan su niñez; ahí surgió la idea de estos cuentos de adolescentes que es cuando empieza la vida de verdad. Jamás escribiré historias de gente deprimida, ni de mujeres que bordan junto a la ventana, ¡me interesan mujeres que se levanten y abran la puerta! Me interesa más la voluntad que la compasión.


P. En los últimos años los escritores han participado mucho en la vida cívica. ¿Los escucha la gente?


R. Pues no lo sé. Menos que a los actores, como se ha visto. Cuando la gente se manifiesta, un escritor, un actor o cualquier creador lo que hace es servir de altavoz porque su trabajo lo facilita. Pero no creo que un intelectual tenga que ir por delante de la sociedad civil sino detrás.


Y ahora Almudena Grandes vive el tiempo de hablar de sus cuentos. De sus etapas lectoras: la novela del XIX, su gran obsesión, el boom latinoamericano y los españoles del medio siglo que tanto admira. De cómo se ha enganchado a los libros sobre la República, la Guerra Civil, la División Azul y los exiliados mientras se documenta sobre su próxima novela. De cómo gracias al fútbol y a que no sabía dibujar, empezó a escribir. Los domingos iban a la casa del abuelo paterno para que padre e hijo vieran el fútbol, mientras los niños eran desterrados al comedor para que dibujaran. Pero a ella no se le daba bien, así es que un día le dieron una hoja y un lápiz. Escribió un cuento. Siempre el mismo. Trabajó para guías de viajes hasta que en 1989 debutó con Las edades de Lulú.


BIBLIOGRAFÍA

Castillos de

cartón (2003).

Los aires difíciles (2002).

Atlas de geografía humana (1998).

Modelos de mujer (1996), relatos.

Malena es un nombre de tango (1994).

Te llamaré viernes (1991).

Las edades de Lulú (1989),

Premio La Sonrisa Vertical.

Todos los libros

están editados en Tusquets.


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