Un hombre dedica los mejores años de su vida a escribir una novela inmensa en la que sabe que ha abarcado el mundo; y cuando por fin la termina y la revisa agotadoramente y perfila más aún a cada uno de sus innumerables personajes, cuando ya la ve existir en una montaña de páginas mecanografiadas, ordenada en varias carpetas, dispuesta para ir a la imprenta y cobrar así un grado todavía mayor de realidad, una presencia irreversible, en este momento, como en una pesadilla, la novela le es arrebatada, y desaparece sin rastro, sin que él sepa si está sepultada en el cajón fúnebre de un archivo o si la han quemado, o la han hecho pulpa en una de esas máquinas que sirven para picar los documentos peligrosos.
La novela de Vasili Grossman describe, en el marco de un hecho histórico excepcional, la lucha de los soldados rusos contra el Ejército nazi a la vez que ellos y la población civil sufren bajo el estalinismo
Mario Vargas Llosa
21 de enero de 2023
He leído la novela de Vasili Grossman, Vida y destino, que tiene 1.100 páginas y cuyos personajes son varios cientos. Es una novela de la que se ha hablado mucho porque Vasili Grossman, que estuvo en Stalingrado, fue severamente reprimido por el Gobierno ruso, pues además de presentar un conjunto animado y aparentemente fidedigno de la guerra entre Rusia y las huestes de Hitler, presenta muchas escenas que dan cuenta de la ferocidad del Gobierno de Stalin y las angustias que debían vivir sus víctimas, que eran atormentadas en las oficinas de la Lubianka, y muchas de las cuales se pasaban diez o más años en Siberia, sin que sus familiares recibieran una carta o supieran incluso de su paradero.
Faulkner escribió una historia que resumía un momento de la civilización humana: su avance frente a la naturaleza, cuando los seres humanos dan el salto que, sin saberlo ni adivinarlo, conduciría a los rascacielos que ocultan el sol
MARIO VARGAS LLOSA
18 DE FEBRERO DE 2023
Finalizadas las fiestas de París, ya en Madrid, me encerré en mi casa para leer una vez más El oso de William Faulkner. Es un relato que debo haber leído diez veces o acaso más. De tiempo en tiempo necesito releerlo porque es uno de los más bellos que escribió su autor. No sé si él lo supo nunca, pero todas las selvas y pantanos y desiertos están reunidos en este rincón del Misisipi norteamericano: los desiertos de Arabia, los bosques lujuriosos de la Amazonía, todas las planicies que el ser humano atravesó a sangre y fuego, para construir sus ciudades.
Si crece el nacionalismo, más próximo al acto de fe que a la cultura democrática, destruirá otra vez el porvenir de España. Por eso hay que combatirlo sin complejos en nombre de la libertad
Hasta los diez años, la niñez fue un paraíso para Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura. Era, dice más de sesenta años después de aquel periodo de plenitud, “una especie de armonía dichosa”. “Todo aquello, sin duda, me llenó de reservas, de ternura, de delicadeza, de sensibilidad, pero no me preparó para enfrentarme a la cruda realidad. Por eso, cuando este enfrentamiento llegó fue mucho más traumático y cruel de lo que hubiera sido de haber tenido una infancia menos feliz”. El encuentro con la realidad marcó, a los diez años, el principio de su adolescencia
Mario Vargas Llosa, en febrero, en Málaga.LORENZO CARNERO
Viva Mario Vargas Llosa
Uno puede estar en desacuerdo con opiniones y declaraciones concretas del escritor peruano, pero expresó con elocuencia una idea esencial: el mismo estándar democrático debe regir para políticos de izquierda y de derecha, para Europa y América Latina
Daniel Gascón 20 de diciembre de 2023
Mario Vargas Llosa ha anunciado que deja el periodismo. Termina así una carrera que empezó hace más de 70 años, cuando comenzó a publicar en el periódico peruano La crónica. Hace unas semanas dijo que Le dedico mi silencio, su libro más reciente, era también su despedida de la novela.
En 1983 publicó Things to Come and Go: Three Stories. En 1978 publicó su primera colección de cuentos, Blue in Chicago. Ese mismo año ganó una beca Guggenheim. Su primer libro, las memorias W-3 , se publicó en 1974.
Bette Howland, quien encontró el sueño americano entre los abandonados
Las "Historias de vidas diferentes" son cuentos de locura ordinaria. Incluido el del autor, el grande olvidado de la literatura estadounidense con Lucia Berlin
Gian Paolo Serino
Olvidada durante años por editores y lectores estadounidenses, finalmente ha sido redescubierta Bette Howland (1937-2017), una escritora que tiene en común el olvido y la grandeza de la escritura con Lucia Berlin: en Italia acaban de publicar Historias de vidas diferentes (Sem. 408 páginas, 19 euros, traducida por Tiziana Lo Porto). Once historias que son rasguños en el cristal de la vida, fragmentos de existencias al límite de nuestra locura ordinaria: radiografías de una sociedad donde "la solución al aislamiento es más aislamiento", donde los interiores domésticos se convierten a menudo en infiernos de vidas amuebladas por un El sueño americano reducido a harapos.
Bette Howland: parientes y fósforos en la oscuridad
Nouvelles de la estadounidense Bette Howland.
Familias y el anecdotario de su pasado recorren los sutiles relatos de la autora de S-3.
Diego de Angelis
28 de enero de 2024
“En la familia de mi padre todos se parecían; todos eran idénticos a la rama de su madre. Abarbanel era su apellido de soltera, y así les dice mi madre hasta el día de hoy: ‘Los Abarbanel, esa banda de cotorras escandalosas’”. Así comienza la primera de las tres nouvelles que componen Cosas que vienen y van, de la estadounidense Bette Howland, cuya obra fue rescatada del infausto olvido hace apenas unos años gracias a S-3, su extraordinario debut en la década del 70.
Cuando comencé a escribir esta columna hace dos años, inicialmente me limité a comentar solo títulos que estaban fuera de circulación. Pero durante el año pasado, a medida que las editoriales siguen aumentando sus esfuerzos por resucitar clásicos perdidos, comencé a incluir artículos sobre libros previamente olvidados que han sido redescubiertos y reempaquetados para una nueva generación. Hay muchas historias de éxito: el triunfo inesperado de la edición Vintage Classics de Stoner de John Williams, un libro que vendió menos de dos mil copias cuando se publicó por primera vez en 1965 antes de quedar rápidamente fuera de circulación, pero que como reimpresión se convirtió en el Libro del Año de Waterstones en 2013; o el estrellato literario póstumo inesperado de Lucia Berlin en 2015 después de que su selección de cuentos, A Manual for Cleaning Women(editado por Stephen Emerson para Farrar, Straus and Giroux), se convirtiera en un éxito de ventas del New York Times . Pero no hay historia más interesante de abandono y redescubrimiento que la de Bette Howland.
la mirada sobria y cargada de dolor de Bette Howland
Recuperados los relatos de la escritora estadounidense, a medio camino entre la crónica de costumbres, el relato autobiográfico y el ensayo personal
DANIEL GASCÓN
20 JUN 2024 - 22:30 COT
Bette Howland (Chicago, 1937-Tulsa, 2017) publicó tres libros en un decenio: la novela autobiográfica El pabellón 3 (1974, editado en castellano por Tránsito en 2017), que partía de su internamiento en una planta psiquiátrica, la colección de cuentos Blue in Chicago (1978), y las tres novelas cortas reunidas en Things to Come and Go (1983). Obtuvo las becas Guggenheim y McArthur, pero su carrera y su existencia fueron erráticas. En 1999 publicó la nouvelle ‘Mar en calma y feliz viaje’ en una revista. Era una escritora olvidada hasta que Brigid Hughes, la directora de la revista Public Space,encontró una de sus obras en una librería de viejo en 2015. Hughes buscó a la escritora, que para entonces vivía en Tulsa con su hijo y padecía demencia y esclerosis múltiple. Encontró un centenar de cartas de un amigo de toda la vida de Howland y amante ocasional, Saul Bellow (Howland se intentó suicidar en casa del autor de Herzog).Hughes ha recuperado la obra de Howland: reeditando El pabellón 3 primero y después, en 2019, la antología Mar en calma y feliz viaje.
Aumenta el interés literario por los trastornos psiquiátricos, abordados aquí por cuatro autores en primera persona. Susanna Kaysen, Shulamith Firestone y Bette Howland describen con crudeza sus internamientos, mientras que Marcos Obregón conecta sus problemas con los intereses lucrativos de las farmacéuticas
Francisco García Pavón, visto por Fernando Vicente
ESCRITORES OLVIDADOS
El escritor que llevó la novela negra a la España vacía
El centenario de Francisco García Pavón reaviva el debate sobre un referente del cuento y de la literatura policial. Ganó el premio de la Crítica y el Nadal y dirigió la editorial Taurus, pero sus miles de lectores han desaparecido
Cristian Segura
27 de septiembre de 2019
Sonia García Soubriet guarda una carpeta con fotografías en blanco y negro de su padre, el escritor Francisco García Pavón (Tomelloso, 1919-Madrid, 1989). En una imagen, García Pavón posa sonriendo frente a la tumba familiar, en el cementerio de Tomelloso, el mismo nicho en el que fue enterrado en 1989. “A mi padre le atraía mucho la muerte”, comenta su hija. En la obra de García Pavón hay una constante aproximación a la muerte, como reflejan estas líneas de Las hermanas coloradas: “Hechas partijas de nuestros papeles, enseres y trajes, desmontado el nicho para otros vecinos y rota la lápida, lo que fue nuestra vida y presencia, nuestra palabra y dengue, quedaban tan fuera de la realidad, tan aire, como antes de haber nacido”. García Pavón ganó hace 50 años el Premio Nadal con esa novela. También en 2019, este mes, se ha conmemorado el centenario de su nacimiento, una efeméride que pocos recuerdan más allá de su Tomelloso natal.
Las Cuestas del Hermano Diego son unas suaves colinas coronadas por un encinar. El terreno está infestado de conejos y por doquier se ven vainas de cartuchos de caza. Las vías del tren entre Manzanares y Alcázar de San Juan surcan los campos de labranza de este espacio manchego; a lo lejos se oye el tráfico de los camiones que circulan por la autovía de los Viñedos. En las Cuestas del Hermano Diego residió un casillero de los ferrocarriles que saqueaba y degollaba a los meloneros de la zona. El caso, real, dio pie a la primera novela de Plinio, jefe de la Policía Municipal de Tomelloso, y de su ayudante, el veterinario don Lotario. Plinio fue el primer personaje del género negro español y, con él, García Pavón alcanzó la fama. Pero García Pavón también fue doctor en Filosofía, director de la editorial Taurus entre 1960 y 1969, director de la Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, ganador el Premio Nacional de la Crítica y referente de las tertulias del Café Gijón. Pese a su ascendente, sus libros están descatalogados, excepto por una reedición institucional de la obra completa a cargo de la editorial Cuarto Centenario, un producto difícilmente asequible para el gran público. “A España le faltan muchas cosas para tener arreglo; una de ellas, que García Pavón esté en las librerías”, escribió en 2016 el periodista Enric González.
La mala calidad de la serie de televisión basada en sus novelas, con guion de Garci, acabó por condenar al escritor
La plaza de España de Tomelloso era el eje del mundo de García Pavón. Ahí está el Ayuntamiento, desde donde Plinio oteaba el quehacer del pueblo; la comisaría está a su lado, en el edificio donde García Pavón fundó la biblioteca municipal en 1950. “A través de las ventanas de la biblioteca le veías charlando con dos jóvenes, Félix Grande y Eladio Cabañero, uno vestido de albañil, el otro de lechero”, cuenta José Luis Albiñana, 91 años, periodista local jubilado. Los poetas Grande y Cabañero fueron sus discípulos. Albiñana evoca los nombres y anécdotas de autores que visitaron Tomelloso con García Pavón: Camilo José Cela, Gerardo Diego, Paco Umbral, Antonio Gala o Josep Pla. El autor ampurdanés estuvo en el Casino de San Fernando acompañado por Josep Vergés, editor de Destino. Tras el fallecimiento de García Pavón, Vergés envió una carta a la viuda, Maribel Soubriet, en la que elogiaba a su marido como “el mejor de los escritores que tuve en Destino”.
En la plaza de España se encuentra precisamente el San Fernando, el centro de información del escritor. De allí salía con los datos necesarios para construir sus relatos, como fue con el caso del asesino de los meloneros, relatado por su amigo Luis Torres. Su hija, Rocío Torres, es la directora de la biblioteca municipal y la creadora de una Ruta García Pavón que ofrece el Ayuntamiento. Torres muestra el tresillo en el que se sentaba García Pavón, aparcado en la planta superior de un casino desangelado, lejos del bullicio de antaño. La ruta temática empieza en la biblioteca y termina en el cementerio. Todavía hay un cartel que indica la ubicación del antiguo depósito de cadáveres, donde transcurre la acción en El reinado de Witiza: “Por la puerta abierta de la sala del Depósito, salía la pobre luz que velaba al muerto. Esta escena así, quieta, como una fotografía oscura, quedaría durante toda la vida en la memoria de los que allí estaban”.
Vecinas de Tomelloso junto a las estatuas de Plinio y don Lotario.B. P.
El Ayuntamiento ha remozado este verano la plaza y ha instalado frente al Casino de San Fernando una escultura de Plinio y don Lotario. Las dos estatuas guardan semejanza con los actores Antonio Casal y Alfonso del Real, que les dieron vida en la serie de televisión Plinio, estrenada por TVE en 1972. “Fue una película policiaca con gente de boina, algo muy difícil de hacer. Hicimos casi como el antitelefilme policiaco. Se rodaba en los pueblos, es decir, no teníamos el paisaje neoyorquino”. Son palabras de José Luis Garci, guionista de la serie de Plinio, recogidas en la biografía de García Pavón que publicó en 2005 José Belmonte, profesor de la Universidad de Murcia. Belmonte cree que la serie acabó por condenar a García Pavón porque la producción, además de ser de mala calidad, proyectó una imagen bondadosa de la policía en un momento en el que el franquismo era más cuestionado que nunca. “La generación del cincuenta está maldita porque la generación posterior se los comió”, dice Belmonte, “los que los sucedieron querían romper con el franquismo y con una forma de narrar, sobre todo con ese costumbrismo de Delibes o de García Pavón. La Transición los entierra”. Belmonte debía impartir este septiembre un curso de la Universidad de Castilla-La Mancha dedicado a García Pavón, pero este fue cancelado porque solo se matriculó un alumno.
A Sonia García Soubriet, escritora como su padre, todavía le duele que Vázquez Montalbán viera a García Pavón como un autor menor, “que dijera que no era autor de literatura negra sino de costumbrismo manchego”. “Llegada la democracia, había la necesidad de un cambio generacional, de una España moderna, y se produce la ruptura con la generación de la posguerra, pero con mi padre fue peor”, opina García Soubriet, “porque un policía era protagonista de sus novelas, por el ruralismo de Tomelloso y también porque decían que no se implicó contra el franquismo”.
“Fue el primero con coraje para sacudirse los complejos y convertir a un policía español en héroe”, dice Lorenzo Silva
Fernando Valls, profesor de Literatura en la Universidad Autónoma de Barcelona, cree que García Pavón brilló sobre todo con el relato breve, pero que ni en este género se le ha hecho justicia: “Es un autor fundamental en la historia del relato breve de España, pero no existe una antología de sus cuentos. Como novelista es menor que Carmen Martín Gaite, los Goytisolo o Delibes, pero si hacemos una historia de la novela policiaca española, no puedes prescindir de él; y lo mismo con el relato breve”. Valls subraya que García Pavón “no era franquista ni era costumbrista, porque trascendía el costumbrismo. Pero esta es la imagen que tienen los que no lo han leído, y es injusto”.
Eduardo Mendoza admite a este diario que nunca ha leído nada de García Pavón. Sus nombres coinciden en varios estudios sobre la novela negra española. A modo de ejemplo, en la más reciente tesis doctoral sobre la materia, presentada este 2019 en la Universidad de Murcia, Encina Isabel López asegura: “No será hasta el fin del régimen franquista cuando se puede hablar con solvencia de novelas policiacas ideadas y escritas por autores españoles. Francisco García Pavón, Vázquez Montalbán y Eduardo Mendoza serán los pioneros y los que sentarán las bases del género en nuestras letras”. La tesis de López se centra en la obra de Lorenzo Silva y Alicia Giménez Bartlett. Silva ha sido un acérrimo defensor de García Pavón, a quien considera “el primero que tuvo el coraje de sacudirse los complejos” de convertir a un policía español en héroe. Giménez Bartlett opina que García Pavón “es un autor olvidado, quizás es víctima de que lo metieran en el saco de una época que se quiso olvidar”. Giménez Bartlett valora que García Pavón “no era un facha, pero eludía los problemas políticos. Seguramente se impuso una autocensura para que sus novelas fueran un divertimento”.
García Pavón se consideraba un liberal, y así lo definieron amigos suyos como Umbral o el crítico Rafael Conte. Sus relatos reconstruyen la alegría de la familia por el advenimiento de la República, recuperan de las sombras a combatientes antifascistas o recrean las lecciones progresistas del abuelo Luis, fundador del Casino Liberal de Tomelloso. Belmonte recuerda cómo en los años noventa tuvo que pelear para que el municipio tuviera un instituto que llevara el nombre de García Pavón: “Muchos padres no lo querían porque para ellos era politizar la enseñanza, porque Pavón y su familia eran recordados como activos republicanos”.
Obras completas. Francisco García Pavón. Cuarto Centenario, 2019. Cuatro volúmenes. 3.374 páginas. 87 euros.
Cuando España se vaciaba
En la carpeta de los García Soubriet hay otra foto en blanco y negro, de un homenaje a su padre en 1981 presidido por el alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván y Vázquez Montalbán. "Mi padre era amigo de Tierno, le ayudó y le publicó en Taurus", recuerda Javier, otro hijo de García Pavón. El capítulo de Taurus duele especialmente a la familia: Jesús Aguirre maniobró hasta conseguir el cargo de García Pavón; luego, los fundadores de Taurus rebajarían su trascendencia recordándolo como un editor menor de espíritu regional. Manuel Vicent, en el libro Aguirre, el magnífico, afirma que el futuro duque de Alba "tomó por asalto el mando absoluto de la editorial" mientras los partidarios de Pavón reaccionaban distribuyendo octavillas en el Café Gijón acusando de homosexual a su rival.
Belmonte recalca que la literatura de García Pavón es actual como ejercicio de memoria histórica. También puede ser actual como visión precursora de lo que hoy llamamos la España vacía: "Intuyó que la única manera de luchar contra la pérdida de la identidad de los pueblos es amasarse con su lenguaje, con sus costumbres, con sus personajes", dijo sobre su obra el escritor José Luis Castillo-Puche. En Las hermanas coloradas, García Pavón observaba la despoblación en un viaje en el bus de línea a Madrid: "Los pueblos, aligerados por la emigración masiva, soportaban la soledad tristona del que ve pasar a muchos y a ninguno quedarse. Caserones abandonados entre señales de tráfico y carteles publicitarios. Bares para camioneros, surtidores de gasolina. Sentadas en las puertas, las viejas veían pasar los camiones y tractores con cara de no comprender nada".
En el domicilio de Sonia García Soubriet en Madrid cuelga un retrato de García Pavón que pintó Antonio López García. El pintor, originario de Tomelloso, tenía 15 años cuando acabó el encargo, en 1951. En segundo plano, en el óleo, pueden identificarse rostros difuminados: eran pruebas que hizo López para representar a García Pavón en diferentes etapas de su vida, explica su hija. López se cansó y lo dejó tal cual, como si fueran espectros.
Henrietta Garnett tenía cuarenta y un años cuando se publicó su primera y última novela, Family Skeletons , en 1986. Sabía que su debut, un trágico romance gótico que giraba en torno a una compleja constelación de secretos familiares, se enfrentaría a un grado inusual de escrutinio público: Henrietta pertenecía a la realeza literaria inglesa, descendiente directa del Grupo Bloomsbury por ambos lados de su árbol genealógico. Su padre era el novelista David “Bunny” Garnett, autor de Lady into Fox (1922), ganadora del premio James Tait Black Memorial, un libro tan apreciado que figuraba en el programa de estudios de la escuela secundaria británica cuando su hija era una adolescente a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. La madre de Henrietta era Angelica Garnett, de soltera Bell, hija de la hermana de Virginia Woolf, la pintora Vanessa Bell. “Había estado posponiendo la posibilidad de publicar algo”, confesó Henrietta cuando un entrevistador le preguntó sobre sus parientes famosos, “porque no podía evitar pensar que, hiciera lo que hiciera, nunca sería tan bueno como nada de lo que ellos habían logrado”. Family Skeletons es una creación extraña y singular: melodramática en la trama pero elegante en el tono, escrita en una prosa fría y fluida que es completamente propia de Henrietta. La novela no se parece en nada a la ficción de Bunny o Woolf; sin embargo, la historia contiene más rastros psicológicos del legado de su familia, es decir, de los dramas personales singularmente inquietantes que moldearon las vidas de quienes la criaron y la percepción pública del Grupo Bloomsbury.
“¿Qué quieres ser cuando seas mayor?”, le preguntó Virginia Woolf una vez a un niño llamado Dinky en los jardines del castillo de Sissinghurst, el hogar de la amante de Woolf, Vita Sackville-West. “Un escritor”, respondió Dinky. Como en un cuento de hadas, el deseo del niño se hizo realidad: Dinky, que nació con el nombre de Gordon Langley Hall, hijo del chófer de Sackville-West, se convirtió en autor de veinte libros, entre ellos She-Crab Soup (1993), una novela gótica sureña de alto nivel sobre las aventuras románticas de una rica bella sureña, una historia tan notable como la propia vida del autor. Para entonces, la ex Dinky había pasado por una serie de dramáticas reinvenciones personales, habiéndose transformado de la hija ilegítima de británicos de clase trabajadora a una escritora culta expatriada que vivía en Charleston, Carolina del Sur. Y en 1968, a la edad de cuarenta y seis años, cambió de nombre y se rebautizó como Dawn. Ella era, como escribió Simmons (que finalmente adoptó el apellido de su marido) en sus memorias, “un Orlando de la vida real”.
Re-Covered: No tan silencioso… Hijastras de la guerra
En su nueva columna mensual Re-Covered , Lucy Scholes exhuma los libros descatalogados y olvidados que no deberían estarlo.
Lucy Scholes
29 de marzo de 2019
Cuando se publicó en 1929, Sin novedad en el frente , del veterano alemán de la Primera Guerra Mundial Erich Maria Remarque, se convirtió en un éxito de ventas internacional. El relato negro y brutal de la vida en las trincheras tocó la fibra sensible de los lectores que todavía se recuperaban de las secuelas de la Gran Guerra. Con la esperanza de sacar provecho de parte del éxito de Remarque, al año siguiente Albert E. Marriott, un emprendedor editor con sede en Londres que era nuevo en la escena, se acercó a la escritora y periodista infantil Evadne Price y le preguntó si estaría dispuesta a escribir una respuesta en forma de parodia sobre las mujeres en la guerra. Tenía en mente un título —“Todo pintoresco en el frente occidental”— y un seudónimo para ella, Erica Remarks. Price tenía talento para el pastiche —era la autora de una popular serie de cuentos para niñas que imitaban los exitosos libros Just William de Richmal Crompton— pero no tenía intención de tomar a la ligera un tema tan serio. En lugar de ello, se ofreció a escribir un relato realista de la experiencia de una mujer en Flandes.
Salman Rushdie, en el Festival de Literatura de Cheltenham (Reino Unido), en 2015.DAVID LEVENSON
Lo que debemos a Salman Rushdie
El escritor ha reivindicado el valor de la literatura y el juego, y ha explicado que la libertad de expresión es la libertad de la que dependen todas las demás
Daniel Gascón 17 de agosto de 2022
La persecución a Salman Rushdie tiene algo antiguo y algo moderno. La parte aparentemente antigua es la prevalencia de la visión religiosa sobre la ley de los hombres: un dictador teocrático senil condenó a muerte a un ciudadano de un país extranjero por haber escrito una obra de ficción. La fetua no solo atacaba la libertad de expresión sino también el Estado de derecho y la soberanía nacional. La parte tristemente moderna es que inicia una serie de persecuciones a escritores y artistas que habrían ultrajado al islam: están el caso Rushdie, el asesinato de Theo Van Gogh y las amenazas a Ayaan Hirsi Ali, las caricaturas del Jyllands-Posten, la masacre de Charlie Hebdo. En su momento, algunos vacilaron o culparon al escritor: no hay que ofender los sentimientos de los musulmanes, Rushdie sabía a lo que se exponía. La segunda objeción justifica que nadie critique a un matón y carga la responsabilidad sobre la víctima. La primera ha sido asumida de manera general y su contenido se ha ampliado a otras identidades, todas dispuestas a sentirse ofendidas y a exigir el silencio del agresor con distintos grados de violencia. El caso Rushdie anticipó que el respeto o la prudencia serían los disfraces de la cobardía. Las editoriales y los periódicos occidentales han internalizado la censura. David Rieff ha especulado sobre los cambios que exigirían a Los versos satánicos los “lectores de sensibilidad” que contratan muchas editoriales anglosajonas. Hay un paternalismo perverso en ese supuesto respeto: se considera que los representantes legítimos de una comunidad son las voces más extremas e intolerantes y se silencia a los disidentes. Rushdie nos ha recordado que los debates sobre la libertad de expresión suelen empezar como debates sobre la blasfemia. Se ha negado a ser un prisionero del edicto: escribiendo libros espléndidos, viviendo su vida sin que lo domine el miedo. Ha reivindicado el valor de la literatura y el juego, y ha explicado que la libertad de expresión es la libertad de la que dependen todas las demás: somos un animal del lenguaje y cercenar el lenguaje es amputar una parte de lo que somos como especie. “Conservas las libertades por las que luchas; pierdes las libertades que descuidas. La libertad es algo que alguien siempre te está intentando quitar. Y, si no la defiendes, la pierdes”, ha escrito. Lo sagrado no es lo que se dice sino la posibilidad de la conversación. La voz de Rushdie no podrá ser silenciada: entre otras cosas, porque dice las cosas riendo.