Anne Carson: revelaciones desde una sala de montaje
Breve conversación con la excepcional poeta canadiense, autora de Eros, el dulce-amargo, Charlas breves y Red Doc>, que visitará Buenos Aires y Santiago de Chile.
Martin Serra Bradford
01/10/2018 - 20:36
De la línea del horizonte despunta una poeta –sea Emily Dickinson, Marianne Moore, Elizabeth Bishop, Ingeborg Bachmann, la propia Pizarnik– y los poetas hombres se quedan mirando boquiabiertos, bovinamente pasmados, como ante un violento fenómeno natural que ha volado el techo de sus casas. Algo similar ocurre con la mejor poesía de Anne Carson.
A la canadiense la naturaleza se le impone –“truenos en un cielo claro quiere decir que los dioses están prestando atención”– y quizá busca contagiarse de su fuerza como lo hace entre los antiguos esta profesora de literatura clásica, traductora de Safo y Eurípides. En sus investigaciones poéticas (que incluyen ensayos como Eros, el dulce-amargo) Carson invierte los roles de La odisea: sale de exploración como Ulises, y Homero y los griegos son su Penélope, que la esperan y a los que regresa igual que a un oráculo.
En Eros Carson sostiene que “lo que el lector quiere de la lectura y el amante quiere del amor son experiencias de parecido propósito”. Es natural, en este sentido, que en su último libro traducido, Red Doc> (Bajolaluna), suerte de continuación de su novela en verso Autobiografía de Rojo, al contrario de lo que sucede en sus poemas de aspecto más tradicional, sea el lector el que decida el tempo de la secuencia. ¿Es un riesgo que la autora asume deliberadamente o una invitación? “En estos, mis años más maduros, intento volverme más tolerante hacia el derecho del lector de navegar su propia corriente”, responde Carson.
Algunas lecturas, de hecho, puntúan el paso de Red Doc>: “Te conté que terminé de leer a Proust / oh sí/ siete años / puedes alcanzarme esos fósforos ahí detrás tuyo/ leyéndolo todos los días/ gracias / fue como tener un inconsciente más”.
Puede haber algo inevitablemente pretencioso en el desparpajo de un formato anómalo –las columnas de texto avanzan estrechas, centradas en la página– y tal vez otros sitios sean más hospitalarios para empezar con Carson –Charlas breves (Zindo & Gafuri) o El ensayo de cristal (Cuadro de Tiza)– pero es difícil desatenderla un segundo cuando es tan hábil para maquinar falsos aforismos y tallar pequeños cristales con las astillas de las biografías de artistas o de personajes de literaturas íntimamente extranjeras.
Buscadora de oro en el lejano oeste de las formas, dio de casualidad con el diseño: “Un día reformateé accidentalmente el documento y cuando leí el texto de esta manera vi que ciertas palabras y frases se podían editar, eliminar. Me encanta eliminar. La economía me energiza”, confiesa.
El silencio parece actuar en sus páginas como un autorregulador –ha elogiado el silencio en las piezas de Harold Pinter– y acaso su uso frecuente de ese viejo amigo invisible –la elipsis– sea otro modo de ofrecerle más margen al lector. “Tal vez, como Gordon Matta Clark, me gustaría cortar la casa en dos y ver qué nuevos ángulos o profundidades o superficies aparecen. O ver cómo vivir en media casa”, arriesga quien sospecha de “la presunción de una respuesta”.
De una coquetería seca, en persona y en la página, Carson sabe incitar un desconcierto inteligible –“cazando juntos el suspiro y yo, un deporte de reyes”– o transcribir un momento encantado: “A la hora del crepúsculo los jardines de hotel son un lugar en el que a las leyes que gobiernan la materia se las pone del revés”.
Su consola de montaje, de paso, es diestra para mantener una voz reconocible a lo largo de los más variados formatos y a pesar del mestizaje de géneros, para discurrir sobre la diferencia que plantea una sola sílaba (entre “vender” y “venderse”, por ejemplo), para lanzar suaves revelaciones botánicas o sembrar bellas distracciones: “Las oraciones son estratégicas. Te excusan”.
El epígrafe que abre el telón de Red Doc> es de Samuel Beckett: “Vuelve a intentarlo. Vuelve a fracasar. Fracasa mejor”. Es un inciso que rige para los dos, autora y lector. Si se le pregunta por las debilidades de las que es consciente, Carson replica: “Tacañería”. Si se le pregunta por qué debilidad cree que consiguió convertir en virtud, dice: “Carezco de virtudes”. También en su obra obsequia salidas cómicas.
Red Doc>, Anne Carson. Trad. Verónica Zondek. Bajolaluna, 280 págs.
Charlas breves, Anne Carson. Trad. de Ezequiel Zaidenwerg. Zindo & Gafuri, 75 págs.
Eros, el dulce-amargo, Anne Carson. Trad. de Mirta Rosenberg y Silvina López Medin. Fiordo, 264 págs.
El ensayo de cristal, Anne Carson. Trad. Soledad Marambio. Cuadro de Tiza. 48 págs.
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