Shakira y Rihanna se acarician en la cama en su último "videoclip"
El video de la canción Can´t Remember to Forget You es un derroche de sensualidad
MADRIDEFE vie ene 31 2014 14:24
Las palabras faltan para definir el video del tema Can't remember to forget you que interpretan a dúo Rihanna y Shakira. Movimientos de caderas, imágenes de playas paradisiacas, sábanas de raso y una cama compartida por las dos cantantes completan este derroche de sensualidad y química.
Cuando el "single" adelanto del próximo trabajo de Shakira vio la luz a mediados de este mes de enero ya se especulaba sobre el contenido del video que ilustraría esa historia de amor frustrado que es parte de Can't remember to forget you (No me acuerdo de olvidarte).
Se esperaba que el erotismo fuese ingrediente ineludible en el video, pero las imágenes superan todas las expectativas. Una dulce e inocente Shakira, que baila sobre unas sábanas de raso blanco, se transforma en una provocativa mujer cuyo ajustado "body" negro deja poco lugar a la imaginación.
En otro fotograma del video se la ve surgiendo de unas aguas tocadas por una luz roja. Le acompaña en este video una elegante Rihanna, que aparece vestida con un sobrio diseño negro de cuello alto que deja sus largas piernas al descubierto.
El momento más álgido llega cuando ambas juegan tumbadas en una cama y se acarician. La sensualidad de las caderas más famosas del panorama musical, las de Shakira, se mezcla con el exotismo de Rihanna en este dueto ganador que fusiona en Can't remember to forget you ritmos reggae, ska y pop.
La de Barranquilla aporta el matiz más "rock" con una escena en la que toca su inseparable guitarra. El tema formará parte del próximo trabajo de Shakira, que previsiblemente verá la luz en marzo.
En esta colaboración con Rihanna se conjugan dos estilos muy diferentes de artista (y de mujer) que, sin embargo, logran un cóctel explosivo más comprensible después de ver el video, un trabajo que adelantó Shakira en su cuenta oficial de Twitter.
Ambas son tan espectaculares que podrían haberse eclipsado la una a la otra con este dueto, pero lo cierto es que las dos brillan con luz propia en este adelanto tan espectacular que se sitúo en el número uno de la aplicación "iTunes" en decenas de países en muy pocos días.
Shakira, ganadora de dos Grammy y ocho Grammy latino, comentó, antes del estreno del Párrafo Subtítulo tema, que Rihanna le parecía "la mujer más sexy del planeta", y que había aprovechado para aprender de ella "algunos pasos de baile".
Escribo unas palabras y al mismo ya dicen otra cosa significan una intención distinta son ya dóciles al Carbono 14 Criptogramas de un pueblo remotísimo que busca la escritura en tinieblas.
El tremendismo de la realidad, Su incurable tendencia Al melodrama y a lo absurdo. La realidad es psicópata: Jamás se compadece de sus víctimas. Hace trampa al jugar con la esperanza. Todo lo escribe mal con letras chuecas. Llenas de errores de sintaxis. Ignora el ritmo, el tono, la armonía. Confunde los papeles asignados. Olvida lo que dijo en la otra página. Debería entrar en un taller literario, Aprender cuando menos rudimentos De verosimilitud, coherencia y orden. Sin embargo posee en alto grado Una virtud artística suprema: No se repite nunca, Siempre es nueva, Siempre nos deja con la boca abierta.
José Emilio Pacheco Como la lluvia Editorial Visor, colección Palabra de honor Madrid, 2009
Entrecruzados caen, se aglomeran y un segundo después se han dispersado. Caen y dejan caer a la caída. Inmateriales astros intangibles; infinitos, planetas en desplome.
Paloma
Xalapa, México, 2012
Fotografía de Triunfo Arciniegas
José Emilio Pacheco
Alta traición
No amo mi patria. Su fulgor abstracto es inasible. Pero (aunque suene mal) daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques de pinos, fortalezas, una ciudad deshecha, gris, monstruosa, varias figuras de su historia, montañas -y tres o cuatro ríos.
En la veintena, Tomi Ungerer (Estrasburgo, 1931) se mudó a Nueva York en 1956 –le fascinaba la cultura estadounidense- con 60 dólares en el bolsillo y “un baúl lleno de dibujos y manuscritos”. Sus trabajos no tardaron en aparecer en cabeceras como Esquire, Life, Harper’s Bazaar, The Village Voice, The New York Times y tan solo un año después de su desembarco publicaba el libro para niños The Mellops go Flying. En el siguiente lustro terminaría la saga de los Mellops y firmaría cuatro títulos más, todos ellos protagonizados por personajes improbables para la época: Críctor –una boa constrictor–, Adelaida –una cangura voladora–, Emil –un pulpo–, Rufus –un murciélago– o Los tres bandidos –a los que una niña huérfana mete en vereda–.
Ungerer creció en la Alemania de Hitler y en los sesenta fue muy activo políticamente, pero en el origen de ese exilio no están los legendarios carteles que creó defendiendo los derechos civiles y rechazando la guerra de Vietman -al tiempo que acumulaba elogios entre la prensa especializada en literatura infantil-, sino sus dibujos y libros eróticos como Fornicon o el kamasutra batracio The joy of frogs.
En pleno éxito de crítica y ventas, Ungerer asistió a un congreso literario en el que, además de celebrar su talento, le preguntaron por su obra erótica... Ahí empezó la pesadilla. Sus libros empezaron a desaparecer de las estanterías de librerías y bibliotecas. Su fama crecía imparable en Europa y Japón, pero Estados Unidos no le perdonaba sus pervesiones ilustradas. El propio Ungerer habla sobre el episodio en el documental -financiado gracias a Kickstarter- La historia de Tomi Ungerer(que se puede ver en Canal Plus Extra y Yomvi).
En 2008 la exquisita editorial Phaidon se propuso reivindicar a un autor fundamental en la literatura infantil -según Maurice Sendak, Ungerer era "un genio"- con la reedición en inglés de casi la totalidad de su bibliografía (en Estados Unidos seguía descatalogada).
En español la obra de Ungerer está repartida en varias editoriales -Anaya, Lóguez, Ekaré, Libros del Zorro Rojo- y Kalandraka acaba de recuperar Adelaida, la historia de la cangura voladora a la que no le importa ser diferente.
Adelaida de Tomi Ungerer está editado por Kalandraka. La historia de Tomi Ungerertodavía puede verse en Canal Plus Extra y está disponible en Yomvi.
Desde que hace casi sesenta años, a los 16, empezó su actividad literaria, José Emilio Pacheco no paró de escribir, editar, traducir, ni dejó de producir ensayo, poesía, novela, cuentos. Tampoco dejó de leerlo todo.
No tendría él más 22 o 23 años, en los primeros sesenta del siglo pasado, cuando lo conocí -yo de estudiante, unos años menor- en el décimo piso de la rectoría de la Universidad Autónoma de México, donde ya escribía para la Revista de la Universidad, de la que era secretario de redacción, brillantes crónicas literarias derivadas de sus acuciosas lecturas de lo más actual o lo más trascendente de la literatura nacional e internacional. Eran la primera expresión de la que sería su columna Inventario, que publicó en la revista Proceso hasta la víspera de su muerte. Y ésta fue precisamente un texto dedicado a la muerte del poeta argentino Juan Gelman.
Y entre su muerte y la de Gelman, parecerían quedar ilustradas sus tajantes afirmaciones hechas hace unos años al poeta Hernán Bravo Varela sobre la fugacidad y la devastación del paso del tiempo, que está en el centro de la poética: “Estamos aquí porque desaparecieron los que estaban antes. Nos vamos para que otros ocupen nuestro lugar”. O, más coloquial o proféticamente, al saber de la muerte de otro allegado, Pacheco respondía que en ese momento no pensaba : “Qué alivio, me salvé, al menos por ahora no fui yo”. "Al contrario, decía, tengo la certeza de ser el próximo en la lista”.
La de él fue una vida dedicada palmo a palmo a la literatura. Autor de uno de los más altos legados de las letras mexicanas, su obra --que incluye todos los géneros-- es una obra abierta. En efecto, si en vida del escritor, su obra se mantuvo abierta a la re escritura a que la sometió hasta su último aliento, esa obra también ha estado y permanecerá abierta a las lecturas más diversas de generaciones de lectores del mundo hispano.
Por ejemplo, su novela Las batallas en el desierto ha conectado por décadas con los lectores de todas las latitudes del libro en español. Desde los contemporáneos de José Emilio, como yo, hasta nuestros hijos y ahora nuestros nietos, nos hemos encontrado en sus atmósferas, no importa si lo leemos en la capital mexicana o en Madrid, en Monterrey o en Barcelona. Una lectora española le señaló conexiones con la serie de tele de su país Cuéntame como pasó.
Su trabajo periodístico solía rebasar los lindes tradicionales de ‘lo cultural’. Hace ya más de 40 años, como jefe de redacción de La Cultura en México, el suplemento que dirigía Fernando Benítez en la revistaSiempre, me pidió una colaboración sobre el ataque de un grupo paramilitar a una manifestación estudiantil, el jueves de Corpus de 1971. Y la revisión que hizo de este y otros textos dedicados a aquel episodio me dejaron en claro que había leído hasta la ultima crónica de las secciones policiales sobre el hecho.
Hace pocas semanas lo saludé en el acto por los 70 años de El Colegio Nacional, donde leyó un discurso a la vez sólido y emocionado. Me pidió que le enviara copias de las reediciones de su obra, tanto del Fondo de Cultura Económica de México, como de la filial española. Seguro pensaba reescribirlas para los nuevos lectores que seguirán leyendo sus nuevas ediciones.
* José Carreño Carlón, es director general del Fondo de Cultura Económica
Pacheco, junto a la reina Sofía, el día de la entrega del premio Cervantes en 2010. / ULY MARTÍN
Quienes contemplamos la escritura desde la atalaya de la edad sabemos muy bien que una cosa es la creación literaria y otra el mundo literario. Sin embargo, a veces, como un milagro que da alegría, ambas visiones se funden intensamente y entonces nuestro gozo es mucho, abandonamos el pesimismo y damos por bien utilizada la vida que plenamente hemos dedicado a la literatura. Ésta es la primera idea que me viene a la cabeza cuando me comunican la muerte del poeta mexicano José Emilio Pacheco, pues esa fusión ideal entre obra y vida se dio durante mi último encuentro con este poeta en la Feria del Libro de Guadalajara de 2011, en México, cuando él presentó la edición de mi Obra poética completa.
Confluyeron muchas sintonías vivenciales en aquel acto, pero sobre todo la de ver la gran sala llena de público, que yo pensaba que se debía, claro, a la presencia de José Emilio y no a mi libro. Nada nuevo, por otra parte, si tenemos en cuenta el respeto y el fervor que en América se tienen hacia la poesía y los poetas. Poesía y vida, por tanto, en plenitud, fundidas, como debe ser, y aunque él hubiese llegado a la sala sentado en una silla de ruedas, señal de que su salud no iba bien. Pero enseguida se puso de pie y la presencia de su esposa Cristina, muy popular periodista y escritora, y de su hija Laura Emilia afervoraron el ambiente.
La segunda idea que viene a mi cabeza, tras su muerte, es más sustancial y menos personal. Me refiero a que a la poesía de José Emilio Pacheco le estuvo destinada la difícil tarea (y el don) de abrir nuevos caminos en la rica “selva” de la poesía latinoamericana del siglo XX, repleta de grandes maestros, y no pocos de ellos de México (López Velarde, Gorostiza, Efraín Huerta, Paz, Sabines, por citar sólo las corrientes más fértiles). ¿Cómo abrir, pues, nuevos caminos después de ellos?
Lo cierto es que la poesía en español que nos llega de América sigue siendo llamativa y de un alto “voltaje” expresivo, incluso la de los más jóvenes; pero a Pacheco le tocó abordar el reto de vivificarla en la encrucijada de la década de los 50, en un libro como Los elementos de la noche o, luego, con El reposo del fuego. Su arte poética descrita ya en aquel tiempo en solo dos versos (“Tenemos una sola cosa que describir:/este mundo)” recuerda la sentencia del poeta sufí, aquella de que el mundo es una realidad absoluta y no local o sectaria.
De ahí la carga intelectual, culta, que ya entonces aportó a sus poemas, el anecdotario universalista de éstos, pero también ese lenguaje enriquecido, tan propio de aquellos países, que tiene siempre presente a la naturaleza como maestra (en su caso con la presencia notable y sabia de los animales). La suya es, sobre todo, una poesía burilada, de ejemplar concisión, pero no hay que olvidar esa riqueza verbal, nacida del ingenio no de la mera retórica, que al final expresará incluso mediante el poema en prosa (La arena errante).
“Escribir es tarea de Sísifo. No hay obras acabadas, sólo obras abandonadas”, escribió en una nota que él puso a uno de sus libros (Tarde o temprano, Fondo de Cultura Económica, 2004); volumen que él me regaló durante una de sus varias estancias en Salamanca, ciudad donde era y es muy querido. Su poesía, pues, como un gran reto superado. Impecable, concreta, tallada con la materia de las palabras duraderas. Esas que nunca se olvidan, pues nos hacen sentir y pensar. Y siempre con la emoción contenida, inteligente.
Cuatro poemas:
Tacubaya, 1949, (de Irás y no volverás).
Fin de siglo (de Desde entonces, II).
Las dos primeras estrofas y la última del poema 'Caín', (de Miro la tierra).