Triunfo Arciniegas Coronavirus mata hombre de 965 años
25 de junio de 2020
Según la revista Semana, un hombre de 965 años falleció a causa del coronavirus en La Playa, Norte de Santander. Padecía hipertensión y enfermedad cardiovascular, pero a semejante edad todo es posible.
Este hombre “bastante mayor” es parte de la cifra récord de muertos por coronavirus de las 24 horas de ayer en Colombia: 165.
Necesitamos más días sin IVA, definitivamente, para superar la cifra. No hay que desanimarse. El gobierno nacional manifiesta su total apoyo y, como bien se sabe, los imbéciles abundan. Nadie los obliga a salir corriendo a comprar, pero se mueren por un pinche electrodoméstico. Corren hasta por un ataúd si hay descuento. Hacen bien, por supuesto: lo van a necesitar más temprano que tarde. Viajarán felices al más allá con la certeza de que hicieron el negocio de su vida.
Colabore con una fiesta o métase de contrabando a una chiquiteca, haga patria, participe con entusiasmo o al menos mande un amigo. No sea renuente, no se ponga orgulloso, que se ve feo. Me muero de la vergüenza pero debo comunicarles que el País del Desangrado Corazón apenas cuenta con 2654 muertos por coronavirus. A bala o de hambre y otras cositas así son muchos más. No he terminado de hacer la suma porque a cada rato llegan nuevas cifras. De todos modos, señoras y señores, qué lejos estamos de los cincuenta y cinco mil angelitos de Brasil. Qué lejos estamos de Dios y los Estados Unidos.
Pero no nos vayamos por las ramas. Vamos al árbol. Este hombre de La Playa prácticamente era un inmortal, tal vez prófugo del cuento de Borges. Era soltero.
El coronavirus, aunque algunos no lo crean o lo nieguen, es poderoso. Contra este visitante invisible no valen las estampitas religiosas que enseña el pendejo que tienen como presidente los mexicanos ni la vulgar prepotencia del que tienen los gringos o la estupidez de ese otro que eligieron en Brasil y que se cuelga el tapabocas de la oreja.
El coronavirus llegó y tumbó al Matusalén en una playa sin mar. Lo tomó por descuido, seguramente, porque para llegar a tal edad se requiere astucia, no muchos pueden, lo agarró con los pantalones abajo, condenado coronavirus hijo de la chingada, traicionero, pérfido. Llegó, en todo caso, y le arrebató la dicha de cumplir su primer milenio.
Hubiera sido una fiesta muy bonita. No me la habría perdido por nada del mundo porque me queda cerca. Pero, en fin, qué pesar. Mis condolencias a los padres y abuelos del humilde Matusalén nortesantandereano.
Que en paz descanse.
Amén.
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