Scarlett Johansson
GHOST IN THE SHELL
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La isla La Venada, en el archipiélago de Solentiname. CARLOS HERRERA |
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Solentiname |
A pesar de su ineludible vena cómica, Robin Williams prefiere combinar su carrera con papeles serios. Acaba de terminar de rodar, por ejemplo, un pequeño papel en el Hamlet de Kenneth Branagh. "La razón por la que me gusta hacer pequeños papeles de vez en cuando es porque no hay tanta presión sobre tu trabajo", dice. "Éste es tan pequeño que hasta Shakespeare diría hoy: 'no recordaba ese personaje', pero me gustó hacerlo". Lo que le entusiasma ahora es un papel que prepara para el próximo año: Sancho Panza, en el Don Quijote que piensa rodar junto a John Cleeves, dirigidos por Fred Schepisi (Plenty, La casa Rusia), que se está preparando. "El guión de Waldo Salt ha estado dando vueltas por 15 años y por fin se hará en 1997. Un gran papel para el que quiero prepararme bien. Seré un pequeño gordo", dice en español. "Será algo distinto. Me gusta cambiar de rumbo en mi carrera. Cuando todos esperan que vayas a hacer una cosa, sales con algo completamente distinto".
Una nueva biografía arroja luz sobre la figura de Silvina, brillante cuentista, amiga de Borges y esposa de Bioy Casares
Todo el mundo cultural de habla hispana conoce el nombre de Victoria Ocampo. Sabe de su trayectoria vital y literaria. De su amistad con grandes nombres de todas las latitudes de la cultura del siglo veinte. Conoce el nombre de la revista Sur, célebre por sus colaboradores y por el sello personal que aportaba su mentora y dueña. Pero no ocurre lo mismo con una de las seis hermanas Ocampo. Me refiero a Silvina Ocampo (1903-1993), una de las cuentistas más relevantes de la literatura argentina, además de la mujer de Adolfo Bioy Casares durante más de cincuenta años. (Compartió generación con otras conocidas escritoras argentinas: Silvia Bullrich, Beatriz Guido, Carmen Gándara y Marta Lynch). Las hermanas Ocampo fueron inmensamente ricas. Cuando una de ellas heredaba una vivienda, esa vivienda no era un piso sino una finca entera de seis o siete plantas. Sus viajes a Europa duraban meses. Su servicio ocupaba a varias personas siempre muy fieles. Sus segundas residencias eran casonas inmensas incrustadas en la Pampa o situadas a escasos metros del océano Atlántico. Siendo hijas de la oligarquía agroganadera argentina, no siempre les convino esa condición para que se las tratara sin prejuicios de clase o ideológicos: aun cuando fueron radicalmente antifascistas (además, claro, de feroces antiperonistas). La publicación de la biografía de Silvina Ocampo, La hermana menor, escrita por la periodista y escritora argentina Mariana Enríquez (1973), invita a reconsideraciones sobre la figura y obra de esta gran escritora, no siempre tratada con la justicia poética que se merecía.