Carlos Ruiz Zafón Foto de Ilustración de Triunfo Arciniegas |
La Barcelona del dragón de Carlos Ruiz Zafón
El escritor creó una leyenda universal para su ciudad: la del Cementerio de los Libros Olvidados, un santuario literario y de la memoria inspirado en la librería Canuda. Sus escenarios reales e imaginarios construyen una Barcelona modernista, gótica y misteriosa
Vanessa Graell
Barcelona, 19 de junio de 2020
En el armario de Carlos Ruiz Zafón predominaban las camisas de dragones. A veces sólo era un dibujo discreto, otras una estampa casi tribal: garras y cresta en rojo sobre negro. Y si la camiseta era lisa, solía ponerse un pin en la solapa. El dragón siempre fue su fetiche, su talismán. Llegó a coleccionar más de 500 figuras. Cuando firmaba libros, si tenía tiempo, dibujaba un pequeño dragoncito. Su Barcelona es la del dragón: la del Modernismo, la de los callejones medievales, la de la niebla gótica, la del misterio.
Barcelona está llena de dragones, literalmente. Desde la iconografía en piedra de Sant Jordi en el casco antiguo hasta Antoni Gaudí, que repartió unos cuantos por la ciudad, como la puerta de hierro forjado de los pabellones Güell en Pedralbes: un dragón con las fauces abiertas que custodia la entrada al Jardín de las Hespérides (y uno de los favoritos del escritor, por cierto). Zafón creó una nueva leyenda literaria para la ciudad: la del Cementerio de los Libros Olvidados.
"Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados. Desgranaban los primeros días del verano de 1945 y caminábamos por las calles de una Barcelona atrapada bajo cielos de ceniza y un sol de vapor que se derramaba sobre la Rambla de Santa Mónica en una guirnalda de cobre líquido", escribe al principio de La sombra del viento.
Escondido en algún lugar de Barcelona, el Cementerio de los Libros Olvidados fue real para muchos: la desaparecida y laberíntica librería Cervantes-Canuda, con su sótano que albergaba más de 200.000 volúmenes de todas las épocas. A dos pasos de la Rambla, la Canuda, con todos sus libros de segunda mano y rarezas, sirvió de inspiración para su santuario donde los libros nunca mueren. Hoy, es una tienda de Mango.
A Zafón , el Corriere della Sera le bautizó como "el Dickens de Barcelona". Escribió su ciudad desde la montaña del Tibidabo hasta los callejones del Barri Gòtic. Y lo hizo casi a la manera de Gaudí, desde la fantasía, con un trencadís literario de diferentes piezas espacio-temporales, escenarios reales que cruzan varias épocas, de la Revolución Industrial a la posguerra, con paradas en el Modernismo, los años 20 y, por fin, los 50 con la sombra de la Guerra Civil y las cárceles franquistas. Su tetralogía El Cementerio de los Libros Olvidados abarca más de 2.500 páginas en las que recorre la geografía física e imaginaria de Barcelona. A veces cuesta distinguir qué es real, como el Museo de las Lágrimas, que imagina en En El laberinto de los espíritus: un pabellón de la Exposición Universal de 1888 que se salvó del derribo en la Ciutadella (¿y por qué no?).
DE BARES CON ZAFÓN
En su Barccelona se mezclan las mansiones de la avenida Tibidabo, el castillo de Montjuïc, las callejuelas de Ciutat Vella (la calle de la Palla, el pasaje del Arc del Teatre, Joaquim Costa...), la plaza Real, la sombrerería Obach en el antiguo Call judío (en la novela la rebautiza como sombrerería Fortuny, donde crece su misterioso escritor Julián Carax) o la plaza Sant Felip Neri (junto a la Catedral, se tuerce a la derecha por una callejuela y se llega a uno de los oasis de la ciudad, con su fuente y sus árboles, con los restos de metralla de la Guerra Civil aún grabados sobre la piedra de la iglesia)... Pero a Zafón también se le puede encontrar con sus personajes desayunando en el decimonónico El Gran Cafè de la calle Aviñón, en el bar La Bombeta de la Barceloneta o en el modernista Els Quatre Gats (la fantasía catalana del parisino Le Chat Noir).
DE OTROS MUNDOS
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