Anne Carson
Pero una dedicatoria es apropiada sólo cuando se hace ante testigos: es una rendición hecha necesariamente en público, como la entrega de estandartes en las batallas
Sabes que hace años estuve casada y cuando mi marido se fue [se llevó mis cuadernos.
Cuadernos con espiral de alambre.
Conoces ese verbo frío furtivo: escribir. Le gustaba escribir, le [disgustaba tener que empezar solo con una idea.Usaba mis comienzos con propósitos diversos.
Por ejemplo, en [un bolsillo encontré una carta (para su amante de entonces) empezada con una frase que yo había copiado de Homero: [εντροπαλιζομένη, como dice Homero que se alejó Andrómaca cuando se separó de Héctor: "volviéndose a cada paso" bajó de la torre de Troya y se fue por calles de piedra hasta la casa [de su leal esposo y allí con las mujeres entonó un lamento por el hombre vivo en su [mansión.
Leal a nada mi marido. Entonces, ¿por qué lo amé desde mi juventud hasta [la madurez y la sentencia de divorcio llegó por correo?
La belleza. No es ningún secreto. No me avergüenza decir que [lo amé por su belleza.
Como volvería a amarlo si lo tuviera cerca. La belleza convence. Sabes que la belleza [hace posible el sexo.
La belleza hace el sexo sexo.
Tú mejor que nadie entiendes esto… calla, pasemos al orden natural.
Otras especies, que no son venenosas, suelen tener [coloraciones y dibujos similares a los de las especies venenosas.
La imitación que una especie venenosa hace de otra no [venenosa se llama mimetismo.
Mi marido no era mimético.
Mencionarás, claro, los juegos de guerra.
Te lo conté muchas veces protestando porque se quedaban aquí toda la noche con los tableros abiertos y alfombras y lamparitas y cigarrillos [como la carpa de Napoleón, supongo, ¿quién podía dormir?
Mirándolo bien mi marido era un [hombre que sabía más de la batalla de Borodino que del cuerpo de su mujer, ¡mucho más! Las tensiones [trepaban por las paredes y se vertían en el cielorraso, a veces jugaban del viernes por la noche sin parar hasta el lunes [por la mañana. él Y sus pálidos amigos iracundos Sudaban muchísimo. Comían carne de los países del juego.
Los celos fueron una parte nada desdeñable de mi relación con la batalla [de Borodino.
Lo detesto.
¿De veras?
Por qué pasar la noche jugando.
El tiempo es real.
Es un juego.
Es un juego real.
¿Es una cita?
Ven aquí.
No.
Necesito tocarte.
No.
Sí.
Aquella noche hicimos el amor "de verdad", algo que aún no [habíamos hecho pese a que llevábamos seis meses casados.
Gran misterio. Ninguno sabía dónde colocar su pierna y [todavía hoy no estoy segura de que lo hiciéramos bien.
Parecía contento. Eres como Venecia, me dijo, sublime.
Temprano al día siguiente redacté una conferencia ("Sobre la defloración") que luego me robó y publicó en una revistita bimestral.
Esto era, por encima de todo, una interacción típica entre [nosotros.
O debería decir ideal.
Ninguno de los dos había visto nunca Venecia.
Anne Carson
La belleza del marido
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