Pío Baroja Ilustración de Fernando Vicente |
BORGES TRADUCE A BAROJA
LA FEUILLE DE GINEBRA
Ana Gargatagli
Departamento de Filología Española Universitat Autònoma de Barcelona 1611 Revista de historia de la traducción No. 11 / 2017 |
1. La Gran Guerra
El primer ensayo de Jorge Luis Borges apareció el 20 de agosto de 1919 en el diario La Feuille. Journal d'idées et d'avant-garde de Ginebra. Aquel día de agosto dos crónicas compartían el espacio: una Chronique des lettres allemandes de Ivan Goll sobre el poeta alsaciano René Schickele y, simétricamente alineada, la Chronique des lettres espagnoles que contenía Trois nouveaux livres, referido a Pío Baroja, Azorín (José Martínez Ruiz) y un Ruiz Amado. Borges lo escribió en francés.
La fecha es singular. Pocas semanas antes se había firmado el discutido tratado de Versalles que signó la paz definitiva y las fronteras y los puertos de Europa estaban abarrotados con los miles de soldados que regresaban a casa. Trescientos mil soldados norteamericanos, los últimos de tres millones y medio, partieron del puerto de Brest en septiembre de 1919, casi al mismo tiempo que se liberaban a los prisioneros de guerra, que Gran Bretaña restituía la libertad de los objetores de conciencia encarcelados y unos meses después de que por París desfilaran, festejando la victoria, los ciegos, los mutilados, las tropas estadounidenses, belgas, checas, británicas, griegas, portuguesas, polacas y, por fin, las francesas porque en su territorio habían sucedido los combates más terribles y la mayor parte de las muertes. El peregrinar de hombres iba por campos y pueblos arrasados, por capitales donde hubo hambre, por ciudades en las que se habían hacinado los heridos y en cuyos alrededores se levantaban tumbas sin nombre para reunir a los muertos: los de la guerra y las victimas de un mal circunstancial y sucesivo, la epidemia de gripe que produjo tantas víctimas como la misma guerra.
Borges vivió los años del conflicto en Ginebra y los meses finales en Lugano, el Ticino, el cantón italiano de Suiza. De la Gran Guerra quedó una cartografía desolada de poemas, prosas, traducciones: «La lucha», un episodio en las trincheras en la batalla de Tannenberg; «Liberación», una imitación de Kafka; «Velut Canes», que atribuyó a Simón Jichlinski; «Trinchera», «Rusia», «Gesta maximalista», «Guardia Roja» inspirados en el expresionismo alemán (la única vanguardia cuya estética Borges practicó); la reseña de Romain Rolland de Clérambault; los artículos que dedicó a la vanguardia en lengua alemana «Lírica expresionista: síntesis», «Antología expresionista», «Lírica expresionista: Wilhelm Klemm», «Die Aktions-Lyric (1914-1916), Berlín», «Acerca del expresionismo», con traducciones de Kurt Heynicke, Wilhelm Klemm, Ernst Stadler, Johannes R. Becher, Werner Hahn, Alfred Vagts, August Stramm, Lothar Schereyer, Hermann Plagge.(1)
«Rusia», de Jorge Luis Borges, en Cuasimodo, 27 (diciembre 1921).
La lista comprende lo que fue el primer desafío poético de Borges: descifrar el expresionismo. En sus poemas expresionistas ve lo que no ha visto: las trincheras, los recuerdos imposibles, el empapelado de un cuarto, la curvatura de un brazo, ojos vacíos, la muerte. Cuando lee a los otros, en cambio, ve lo que casi nadie ha visto. Ordena, organiza. Arriba los antecedentes, Rilke y Trakl, abajo las definiciones exactas: el expresionismo es un arte subrayado. El expresionismo es una visión ciclópea. El expresionismo visualiza la realidad —una demencia dolorosa y absurda— de una manera nueva. La supera y la vence. El expresionismo es dostoievskiano y maximalista. Escribe un poema. Se lo atribuye a alguien. Finge una traducción. Reordena los antecedentes: ahora son Rilke, Trakl, Georg Heym y Ernst Stadler. Relaciona: Stadler, traductor de Francis Jammes (colaborador de La Feuille); Johannes Becher compañero de Liebknecht, muerto asesinado con Rosa Luxemburg unos meses atrás. Traduce, imagina un libro «Carteles apasionados» se lo atribuye a alguien, traduce un poema de ese libro, se divierte o sufre. Traduce e imita. Prueba. Entre las imágenes traducidas aparece su abuelo muerto en la batalla. Combina: aparecen Almafuerte, Anatole France, bélicos, lustrabotistas, predicando a favor de la guerra. Reordena y cambia los antecedentes: Karl Vollmoeller, Rilke, Hugo von Hofmannsthal. Redefine. El expresionismo es una discordia, una intromisión judaizante, bíblica. Traduce. San Agustín.(2)
Ese lugar de no europeo, situarse fuera del canon y observar —lo que esencialmente dirimió su escritura— podría decirse que está en el primer texto escrito, el artículo de La Feuille, donde lee y juzga la literatura española contemporánea, también desde fuera. Ese punto de vista le permite establecer un vínculo inesperado: entre el expresionismo y lo que comienza a entender como su tradición futura, su lengua, el castellano. Ese vínculo es, curiosamente, Baroja.
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2. Mallorca
La «Chronique des lettres espagnoles» fue pensada en un escenario muy diferente a la Europa de la postguerra como enfatiza la mención expresa, debajo de la firma, del lugar de la escritura: «Palma de Mallorque»: un lugar exótico en un país que había visto el conflicto de lejos.
La elección de la isla es muy conocida: «Fuimos a Mallorca porque era barata y hermosa y porque casi no había turistas con excepción de nosotros.» (Borges 1999, 38). Resumen que no contiene los visitantes antiguos de la isla —Rubén Darío, Unamuno, Azorín, Gertrude Stein, Alice B. Toklas, William Cook, Santiago Rusiñol, Joaquín Sorolla, Joaquim Mir— o las presencias argentinas: Ricardo Güiraldes que coincidió con los Borges en 1920, Adán Diehl, el «visionario» de Formentor; los pintores Cesáreo Bernaldo de Quirós, que fue amigo de Darío, Atilio Boveri o Francisco Bernareggi, todos ellos vinculados a Hermen Anglada Camarasa que regresó para vivir en Mallorca los años de la Gran Guerra desde París donde había tenido estrechos vínculos con escritores y artistas rioplatenses y había dado a Mallorca el prestigio del que entonces gozaba.
Palma era una ciudad portuaria, activa y próspera, con más de setenta mil habitantes, varios diarios: La Almudaina, Última Hora (al que Borges recordó en los relatos que escribió con Bioy) Correo de Mallorca, La Veu de Mallorca, revistas culturales como Baleares o satíricas como L'Ignorancia (a la que presenta en una carta a Maurice Abramowicz y a la que reprocha ciertas críticas en un artículo publicado en Última Hora), salas de exposiciones, centros culturales, hoteles, restaurantes y cafés, donde transcurría con calma el «generoso estilo de vida oral» recordado tantas veces. Se trataba, desde luego, de lo que se llamaría vida de provincias, pero en un escenario soleado y deslumbrante.
3. Divanes de Baudelaire
El artículo publicado en La Feuille parece excepcional por muchas razones. Aunque es un texto que prevé un uso político, inicia las indagaciones de Borges sobre la tradición literaria del castellano. A diferencia de los ensayos sobre literatura española que redactó más tarde en la Argentina, en los que predominaba la exaltación enorme (3) o, con sus propias palabras, un «estilo grandilocuente de tercera» (Borges 1999, 54) aquí se muestra el autor irónico y exacto del futuro. También a diferencia de casi todos sus escritos —con excepción de la Commedia de Dante— existe un testimonio de la lectura de Baroja e incluso del lugar físico donde esa lectura se produjo.
Le soir je vais au Cercle des Étrangers, qui n'a rien, absolument rien du commun avec ce que tu t'imagines, car les petits chevaux et les petites femmes y manquent totalement. Mais il y a en revanche une vaste salle de lecture, une fort belle bibliothèque, des fauteuils comme les divans de Baudelaire et tous les livres nouveaux. Je viens de dénicher un nouveau bouquin de Baroja. Vraiment splendide! Il y a une charge contre William James et le pragmatisme et puis des «Notes pour un assai de pyrrhonisme sur les idées actuelles». Je t'en parlerai après.(4)
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El lugar de las lecturas, el Círculo Mallorquín, actualmente la sede del Parlamento Balear, había sido remodelado en 1918, sólo un año antes de que Borges hiciera esa descripción, y tenía aquella atmósfera perfecta. Mullidos bergères à oreilles tapizados de terciopelo verde, mesas amplias, lámparas banker con tulipa también verde, boiseries, estanterías de madera noble cerradas por cristales. Estaban también los grandes salones de baile y las salas de juego en esa combinación ecléctica de vida cultural y sociabilidad burguesa de la que el escritor también participaba a su manera con «unas martingalas de ruleta» y el café para las discusiones (la «peña del café») y la escritura de cartas.(5) La biblioteca disponía —como refirieron Mario Verdaguer o Lorenç Villalonga, que recordó las excelentes colecciones de literatura francesa— de fondos completísimos de los que Borges menciona en sus cartas Voltaire, Montaigne, Zola, Taine, Quevedo, quizás Benvenutto Cellini, Lucrecio, una vida de Goethe, artículos del Gran Larousse de 1870, cuentos de Kipilng, San Juan de la Cruz, novelas de Baroja, sin duda Momentum catastrophicum (1919) o el volumen de Azorín, Entre España y Francia: (Páginas de un francófilo) (¿1916?).(6) Es bastante probable que no estuvieran ahí las exuberantes obras de Ramón Ruiz Amado (1861-1934), pedagogo conservador que vivía entonces en la Argentina, sin interés para compartir los anaqueles del Círculo Mallorquín, aunque interesante para cerrar la peculiar reseña.
4. La Feuille
La Feuille. Journal d´idées et d'avant-garde, dirigido Jean Debrit (1880-1956),(7) fue una prolongación del semanario ginebrino La Nation, también dirigido por Debrit y fundado:
por un grupo de ciudadanos suizos [...], cuyas simpatías conmovidas son tanto para el pueblo francés como para todos los pueblos víctimas inocentes de esta guerra, que consideran que se puede y se debe discutir sin odio, que las nociones de derecho y de la justicia no deberían monopolizarse [...]. La Nation no siente admiración por la política alemana ni por la de los Aliados; considera que la guerra es un crimen colectivo contra la humanidad del que todos, posiblemente en grados diferentes, son responsables.
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En agosto de 1917, se sumó La Feuille. Bulletin Quotidien de La Nation, anunciado con estas palabras:
Una Feuille que aparecerá todas las tardes, de sólo dos páginas, y que ofrecerá un resumen, con comentarios, de los principales acontecimientos políticos, militares y de otro tipo de las últimas 24 horas. Un resumen de los artículos más importantes de los mejores periódicos de Suiza y del extranjero y un dibujo de actualidad gracias al trazo del excelente artista belga, F. Masereel (8) ayudado por algunos colaboradores.
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En la presentación del primer número se recordaba el affaire Dreyffus y se hacía la pregunta: «¿Por qué La Feuille? Porque ese título es una bandera». En enero de 1918, la publicación cambió su nombre por La Feuille. Journal du matin y tenía una o dos hojas. A final de año, volvió a cambiar de título por el que se mantuvo hasta el final: La Feuille. Journal d'idées et d'avant-garde.
Portada de La Feuille (20 agosto 1919), con ilustración de Frans Masereel.
La publicación respaldó desde el comienzo la neutralidad de Suiza y tuvo una postura antibelicista defendida en editoriales, artículos e ilustraciones. A partir de 1918, La Feuille compartió las reflexiones de la izquierda y fue uno de los espacios de expresión del anarquismo en lengua francesa. Jean Salives,(9) el libertario francés que escribía con el pseudónimo de Claude Le Maguet, comenzó [el 15 de septiembre de 1917] una columna fija, Le Fouet, con un poema contra la guerra y el notabilísimo artista belga Frans Masereel participó en las ilustraciones hasta el fin de la publicación, que, con un formato más pequeño, sobrevivió hasta el 14 de agosto de 1920. Según una noticia del propio diario (9/2/1918), La Feuille estuvo prohibida en Francia y Alemania precisamente por su rigurosa neutralidad.
El semanario ginebrino La Nation había sido fundado para informar de forma imparcial a los lectores de lengua francesa de las vicisitudes de la Gran Guerra y para analizar sus causas. La orientación de izquierda de La Feuille determinó que, a fines de 1917, los dos medios se separaran.
Nos queda por recordar que, desde el 31 de diciembre de 1917, La Nation y La Feuille se separan por completo. No haremos aquí un encendido elogio de M. Debrit, nuestro antiguo redactor jefe. Todos quienes leen La Feuille saben con qué profundidad de miras, con qué coraje indomable, con qué convicción defiende la causa que cree justa; es uno de los raros periodistas dignos de ese nombre que tenemos todavía en la Suisse romande. Pero las tendencias algo extremistas que lo llevan a juzgar con indulgencia las teorías de Karl Marx, a nuestros ojos nefastas, produjeron necesariamente entre nosotros una separación.
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Fundada como publicación de carácter político, La Feuille reunió colaboradores y colaboraciones que testimoniaban, en oposición al clima de general beligerancia, posturas pacifistas, desde las de Romain Rolland a las más complejas del «internacionalismo proletario». Los artículos literarios comenzaron (6/2/1918) con la inclusión de una reseña de Henri Guilbeaux (10) sobre Stefan Zweig y continuaron con una sección estable, Notre page littéraire, coordinada por André Lemoine. La sección pasó a llamarse La littérature desde 1920, con contenidos que continuaron hasta el fin: poemas, novelas publicadas como folletín y las notas, más esporádicas, dedicadas a las literaturas extranjeras. La publicación que contiene el artículo de Borges, como se menciona arriba, estaba dedicada a la literatura española y a la literatura alsaciana en alemán, artículo que firmaba Ivan Goll (11) pseudónimo del franco-alemán Isaac Lang (1891-1950), crítico y poeta de las vanguardias. La página de la literatura extranjera tuvo otros colaboradores singulares, como Herbert Read, que se ocupó de «La jeune littérature anglaise».
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5. Traduciendo a Baroja
El artículo de «Chronique» traduce fragmentos de tres obras diferentes de Pío Baroja: una frase de «Santa austeridad» (El tablado de Arlequín, 1903), un párrafo de Juventud, Egolatría (1917) y algunos fragmentos de Momentum catastrophicum (1919) que entonces incluía «Los mitos de los aliadófilos (Notas para un ensayo de pirronismo sobre las ideas actuales».
Borges dedicó gran parte de su escritura al periodismo cultural (todos sus textos, salvo poquísimas excepciones, aparecieron primero en diarios y revistas) donde, más que divulgar, revelaba lo que le resultaba fascinante. Con la excepción de William Shakespeare y quizás algunos autores latinos, Borges tradujo todo lo que citaba. En el mecanismo revelación/divulgación, la traducción fue instrumento esencial. Permitía entender, imitar, difundir. Fue el caso de Baroja. Lo recordó en numerosas cartas, en artículos («Anatomía de mi “Ultra”», 1921), en prólogos (Índice de la nueva poesía americana, 1926), y por fin en su autobiografía, cincuenta años más tarde.
¿Por qué Baroja? El escritor vasco representaba la tradición que recorría entonces Europa: iconoclasta, nihilista, vinculada a un pensamiento en el que convivían nietzscheanos y anarquistas, dependiente de autores que Borges había leído muy intensamente como Schopenhauer o Johann Kaspar Schmidt (Max Stirner), (12) divulgado en las primeras décadas del siglo XX por las prensas expresionistas. Corrientes de pensamiento —igualmente presentes en el modernismo inglés, en The Egoist (1914-1919)— que impregnaron las vanguardias europeas produciendo sentimientos simultáneos de desolación, escepticismo y una cáustica exaltación después de la guerra del 14.
Borges presenta a Baroja como «auteur d'une longue et remarquable série de romans réalistes [...], écrivain mordant, sceptique et vigoureux», sin revelar que algunas de esas novelas, protagonizadas por las almas dolidas o desencantadas de pobres, trabajadores, anarquistas, tenían escenarios de bohemia oscura, sucia y tan fascinante como los Caprichos de Goya o los cuadros del expresionismo.
¿Hasta qué punto lo emocionaba ese mundo o ese clima de época que sus escritos de entonces de modo impreciso representaban? Existen diversos testimonios: el propio texto publicado en La Feuille, los poemas que escribió —«Rusia», «Gesta maximalista», «Guardia Roja»; la traducción del poema «Rusia» en una publicación anarquista húngara, la publicación del mismo poema y también «Guardia Roja» en Cuasimodo, otra publicación anarquista de Buenos Aires; el fragmento de una carta escrita antes de terminar la guerra: «Yo empiezo a creer más y más en la posibilidad de una revolución en Alemania. No sé si el pueblo alemán está listo para ello. Sin embargo, algunos acontecimientos recientes, la tentativa de sublevación de la Flota, los motines en Berlín y el magnífico ejemplo de la Revolución Rusa me dan esperanza».(13)
Y, por fin, lo que Borges le refiere a Norman Thomas di Giovanni, en muy citado párrafo:
En España escribí dos libros. Uno se llamaba —ahora me pregunto por qué— Los naipes del tahúr. Eran ensayos políticos y literarios (yo era todavía anarquista, librepensador y pacifista) escritos bajo la influencia de Pío Baroja. Pretendían ser duros e implacables, pero la verdad es que eran bastante mansos. Usaba palabras como «idiotas», «rameras», «embusteros». Como no encontré editor, destruí el manuscrito al regresar a Buenos Aires. El otro libro se titulaba Los salmos rojos o Los ritmos rojos. Era una colección de poemas en verso libre —unos veinte en total— que elogiaban la Revolución rusa, la hermandad del hombre y el pacifismo. Tres o cuatro llegaron a aparecer en revistas: «Épica bolchevique»,(14) «Trinchera», «Rusia». Destruí ese libro en España, la víspera de nuestra partida. Ya estaba preparado para regresar al país. (Borges 1999, 59-60)
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Aunque no existe ningún indicio material de que esos libros se escribieran y se destruyeran (Borges publicaba todo lo que escribía), se puede creer en el recuerdo de Baroja y en la descripción «yo era todavía anarquista, librepensador y pacifista». Palabras que enumeran las corrientes de pensamiento que tuvieron a Ginebra como escenario privilegiado y de las que La Feuille fue representante. Borges recordó muchas veces a Baroja; nunca mencionó este texto.
6. Escribir en francés
La «Chronique des lettres espagnoles» se inicia con un movimiento de enunciados que contienen los tópicos clásicos de Prosper Merimée: «Dans cette terre morne d´Espagne, dans ce pays de gaité factice où les jours se trainent las et accablés sous le splendeur du soleil radieux et monotone, les écrivains sincères se sont toujours montrés sceptiques ou tristes». A estas palabras le siguen santos, procesiones y corridas de toros. Contemplando este triste espectáculo y sin poder hacer nada, aparece Baroja. Es imposible que el destinatario —lector suizo de lengua francesa, lector pacifista, probablemente ateo, anticlerical o agnóstico, partidario de la revolución social, libertario o socialista— no quiera saber lo que sigue. La captatio benevolentiae no puede ser más perfecta. También los fragmentos elegidos, una enumeración que Borges transforma y traduce como un eficaz tricolon: «L'Espagne est le pays du minimum [...] minimum de vice, minimum de travail et minimum de intelligence».(15) Una breve historia, también modificada para que resulte más persuasiva, que describe la ignorancia de un escritor popular entonces (Felipe Trigo) que supone que Milán es un puerto de mar y que termina con esta reflexión: «Toutes ses idées sont à l'hauteur de sa géographie» (Baroja, 280),(16) un excelente chiste en cualquier «generoso estilo de vida oral». Por último, algunos párrafos de Momentum Catastrophicum, único libro que podía responder al título del artículo de La Feuille: Tres nuevos libros..., porque era el único publicado en 1919.
Esos fragmentos —bastante fieles a la prosa de Baroja— muestran los razonamientos sobre el pragmatismo presente como discurso filosófico-político en las muchas encrucijadas de la postguerra: hasta qué punto los gobiernos podían elegir lo que convenía a sus intereses sin quedar mal.
A continuación, los siete párrafos siguientes están dedicados a una cuestión que interesa al presente, que preocupaba a Baroja, que no preocupó en absoluto a Rubén Darío y a Domingo Faustino Sarmiento (17) y que no sabemos si preocupaba a Borges: la independencia de Cataluña y del País Vasco. Aquí los argumentos se forman con frases de Baroja traducidas libremente, aunque la elisión de una oración produce un contrasentido singular quizás por una errata de La Feuille o por una corrección de Maurice Abramowicz.
La versión del periódico dice: «Si on voulait transformer notre pays en une Florence des Médicis o une Weimar de Goethe, je mettrai toutes mes forces dans la lutte, je m'y opposerai toujours».
El original más extenso era también más claro:
Si se quisiera hacer de Vasconia una Florencia del tiempo de los Médicis o una Weimar del tiempo de Goethe, nosotros los chapelaundis pondríamos nuestro entusiasmo y nuestras fuerzas; ahora si se quiere hacer de nuestro país un Paraguay del tiempo de los jesuitas o una Andorra todos lucharemos contra ese oprobio como podamos. (Baroja 1919, 62)
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La eliminación de «un Paraguay del tiempo de los jesuitas» (no se mencionaba a Andorra) produce un contrasentido: «pondría todas mis fuerzas en la lucha; yo me opondría siempre».
Borges reproduce por fin, más parafraseando que traduciendo, el final del razonamiento:
Il est temps, mes amis, que notre Espagne soit autre chose qu'un pays d’ ancêtres [...] il nous faut mépriser la vie défensive [...] et si les mesquins qui veulent que l'Espagne se morcelle sont en majorité, et bien, qu’ elle se morcelle que chacun s'en aille de son côté, mais faisons les adieux plutôt avec des sourires qu'avec des menaces si [...] la patrie et les temples s'écroulent ne pleurons sur eux; et pensons au contraire que nous en bâtirons de bien plus beaux.(18)
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La parte dedicada a Baroja termina con el segundo ensayo que formaba parte del libro: «Los mitos de los aliadófilos (Notas para un ensayo de pirronismo sobre las ideas actuales» del que reproduce con alegría comentarios nada halagueños dedicados a Thomas Woodrow Wilson:(19) «Marc Aurèle de la grande République des trusts et des machines à coudre, l’unique, l'apôtre, l'arbitre des affaires, la fleur de l'arrivisme...(20)
En este caso, Borges reorganiza la oración y adelanta «el apóstol» que está al final de la enumeración porque queda mejor para la cadencia de la prosa. Y no incluye lo que sigue a «máquinas de coser», las conquistas y los asuntos oscuros que según el escritor vasco competía atribuir al entonces presidente y al país norteamericano.
En el extremo opuesto a la agudeza de Baroja, Borges deplora el anacronismo ingenuo de Azorín, por otra parte, gran amigo de Baroja. Comenta los artículos que José Martínez Ruiz escribió como corresponsal del diario madrileño ABC en 1914 y 1915 reunidos en el volumen Entre España y Francia. Páginas de un francófilo, publicado en 1916 o 1917, todavía no terminada la guerra. Borges observa que Azorín, en lugar de arriesgarse a criticar la Alemania contemporánea, se escuda en las opiniones antiguas de autores españoles clásicos. Por eso describe, irónicamente, el libro como «tímido y retrospectivo», parafrasea en tono sarcástico que el escritor valenciano busque en escritores como Saavedra Fajardo (del que traduce unas palabras: «la bonne foi et la candeur de leurs aïeux») (21) o después Cadalso, las explicaciones de la dureza o crueldad que atribuye a Alemania. No olvida recordar que el libro de Azorín está escrito por un «artiste et qu'on y trouve nombre de renseignements intéressants sur de vieux écrivains de Castille.» Opinión burlona pero también muy verdadera: Diego de Saavedra Fajardo fue un prosista extraordinario con el que Borges especialmente intimó.
Obligado por las costumbres retóricas que solicitan hablar de tres cosas, aparece un último libro. El autor, el catalán Ramón Ruiz Amado (1861-1834), abogado, jesuita, pedagogo, historiador aficionado (su Compendio de historia universal se editó varias veces desde 1901) y director de la editorial Librería Religiosa de Barcelona, colaboró con la Catholic Encyclopedia, con la enciclopedia Espasa y escribió más de un centenar de obras, firmadas a menudo con pseudónimos. No parece estar entre ellas la Apologie du christianisme que se menciona en el artículo. El libro (Apología del cristianismo visto desde el punto de vista de las costumbres y de la civilización, Barcelona, Juan Gili, 1905-1906) es un voluminoso estudio en alemán de Albert Maria Weiss (1844-1925) en diez tomos traducidos por Dionisio Fierro Gasca, Eugenio González Mir, Norberto Font y Sagué, Modesto Hernández Villaescusa y Emilio Rodríguez Villelga, personas que al parecer existieron. Y tampoco puede estar citando la traducción de veinticuatro tomos de otro Weiss (Johann Baptist, 1820-1899), una Historia universal (Barcelona, La Educación, 1927-1933) que coordinó Ruiz Amado ni existe nada en su amplísima bibliografía que coincida con las referencias que ofrece Borges.
La única publicación que figura de 1919 fue un folleto llamado Catecismo patriótico que podría ser una reproducción o una reescritura de La educación del patriotismo, discurso tremendo pronunciado en el Congreso Pedagógico Nacional de la Argentina de 1910, en Buenos Aires, donde vivía. Habla de un nacionalismo profético, no de Voltaire. ¿Dónde Ruiz Amado se refirió a Voltaire? Es muy probable que hablase de Voltaire en alguna parte.(22)
Podría pensarse, sin embargo, que Ruiz Amado fue sólo una cita, el placer de cerrar un artículo con un comentario ateo y jacobino: «Il est bien curieux de constater que dans un pays où seuls quelques érudits connaissent le dictionnaire philosophique, ce pauvre Arouet continue à être l’épouvantail, la bête noir des pieuses gens».
Expuestos los sucesivos argumentos del artículo, no sería difícil llegar a la conclusión de que lo gobierna el caos o la necesidad de no hablar sólo de Baroja. No sabemos quién le pidió este artículo a Borges ni cuál su propósito. Los archivos de Jean Debrit, el director de La Feuille, en Ginebra no guardan informaciones sobre esta época ni tampoco se conserva ni se ha publicado la correspondencia entre Maurice Abramowicz sobre los preliminares de esta escritura. ¿Alguien sugirió a Borges que desestimara las obras literarias de Baroja y Azorín y se ocupara de los artículos políticos? ¿Alguien sugirió que hablar sólo de Baroja no era suficiente y que añadiera a otros autores? ¿Alguien sugirió que un panorama de varias obras estaba bien porque la literatura española no era muy conocida y era un mejor modo de presentarla?
El texto de Borges no puede responder estas preguntas. Tampoco existen otros testimonios para contestarlas. Los libros que comenta son estrictamente políticos. No podía ser de otro modo. La Gran Guerra fue terrible. De sus miserias nació un mundo diferente. Cómo no hablar de eso. Desapareció el imperio alemán, el imperio ruso, el imperio austro-húngaro y el imperio turco, triunfó la revolución rusa, fracasó la revolución alemana y en el horizonte de los movimientos sociales aparecía un enemigo nuevo: el fascismo, resto inesperado del conflicto.
En ese contexto debe leerse esta pieza oratoria que parece dirigida a un foro imaginario. Un horizonte de viejas y nuevas naciones (por eso la mención de los debates sobre Cataluña y el País Vasco). Un debate que seguía, acalorado y trágico en la prensa que Borges leía con avidez. Un griterío entre los muertos que nadie lograba acallar.
Azorín representaba una de las opiniones vigentes entre los bienpensantes: francófilo y dispuesto a convencer a los españoles, germanófilos al parecer, de la maldad teutona expuesta por los irrefutables clásicos. Baroja representaba lo contrario, escribiendo contra Azorín, la condena por igual, calma e irreverente, de germanófilos y aliadófilos.(23) Borges no fue francófilo y más bien compartía estos escepticismos —la dispositio y el tono de la Chronique des lettres espagnoles favorecen a Baroja— y también sospechaba del pseudopacifismo, del pacifismo de los «grandes hombres» como Romain Rolland, del nacionalismo herido de Francia, de Estados Unidos, del nacionalismo alemán. Y además no sospechaba de Baroja.(24) Baroja nunca mentía.
7. Epílogo. Ediciones y adiciones al texto
A. Después de permanecer más de cincuenta años en la oscuridad, el artículo de La Feuille fue recuperado por Michel Berveiller, autor de un volumen ahora poco citado pero muy útil y minucioso: Le cosmopolitisme de Jorge Luis Borges aparecido en 1973. El punto de partida de esta investigación fue un artículo de René Étiemble: «Un homme à tuer: Jorge Luis Borges», que se publicó en Les Temps Modernes en 1952.(25) Texto también olvidado pero decididamente influyente para establecer en Francia el atributo de «cosmopolita» como definición del escritor argentino. Sin embargo, de las dos acepciones que tiene la palabra «cosmopolita»: hombre abierto a todas las culturas; individuo sin patria. Étiemble elogió en Borges lo primero, mientras Berveiller intentó justificar lo segundo.
Buscando probar esa hipótesis investigó, quizás por primera vez, la vida ginebrina del escritor y reprodujo en su tesis doctoral la crónica de La Feuille, incluida en el apartado final «Début littéraire en français» del capítulo «Les origines familiales et l'éducation» y donde se dice:
Terminada la guerra, los Borges decidieron visitar España. Se encaminaron haciendo pequeñas etapas, deteniéndose algunos días en Nîmes (que se convertirá en la cuna del ficticio Pierre Menard), después en Bayonne, después en Barcelona, por fin en Palma de Mallorca donde permanecieron en dos ocasiones alrededor de diez meses. Desde allá, Borges mantuvo una correspondencia literaria con los amigos ginebrinos, entre ellos cierto Abramowicz, a los que enviaba el informe completo de sus últimas lecturas. Abramowicz juzgó una de estas cartas tan interesante que se habría ocupado él mismo de hacerla publicar en el suplemento literario del diario ginebrino La Feuille.
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Este recorrido que propone Berveiller tiene el encanto de lo ficticio: Bayonne es, como se sabe, la entrada a España por el País Vasco, supone un desvío notable de la ruta mediterránea y no recuerdo ninguna fuente que mencione la presencia de Borges en esa ciudad. En cambio, sí estuvo Pierre Menard y desde allí, el 30 de septiembre de 1934, escribió la conocida carta al narrador del relato de Borges en la que explicaba sus propósitos respecto del Quijote de Cervantes. El resto del viaje corresponde a las conjeturas más usuales.
Berveiller juzga que el texto tiene «fuerza, mordacidad y está escrito en una lengua irreprochable» por lo que deplora que semejante trilingüe (aunque se pueda entender que permaneciera fiel a su lengua materna) no hubiera elegido escribir en francés al menos parte de su obra.
B. En la década siguiente, en 1987, Daniel Mayer publicó un excelente dossier con informaciones y fotos sobre la vida escolar de Borges, fragmentos de cartas a Maurice Abramowicz, manuscritos del autor, entre ellos un poema y el final de la versión de «Trois nouveaux livres» que Borges mandó a su amigo de Ginebra. El conjunto de documentos, entre ellos su propio artículo «Sérieux comme un tigre», reconstruye de forma verosímil los estudios interrumpidos de Borges en el Collège Calvin y reproduce fotos y calificaciones escolares. Fue la primera vez que estos documentos se publicaban y, desde entonces, son la única fuente conocida de la vida académica del autor en Ginebra.
Al reproducir completa y con notas la versión «original» (impresa por Écriture, la revista de Lausanne donde se publicó el dossier) de «Trois nouveaux livres» se pueden conocer variantes introducidas por Abramowicz antes de que el texto fuera publicado por el periódico. La reconstrucción de Daniel Mayer de la biografía del amigo ginebrino ilustra muy bien la génesis de esta prosa, aunque no se reproduce la correspondencia entre ambos sobre esta colaboración. No se aclara, por ejemplo, quién le propuso a Borges, que era un chico entonces, publicar en un medio como La Feuille. Sobre todo porque Maurice Abramowicz era todavía más joven. Ninguno de los dos llegaba a los veinte años.
Entre la versión que reproduce y anota Daniel Mayer y el texto publicado debió mediar algún retoque tipográfico por parte La Feuille: faltan comillas, se unen o se separan párrafos. También hay algunas erratas.
NOTAS
(1) Para no duplicar la información los textos que se mencionan están descriptos en la bibliografía.
(2) Con la excepción de los necesarios nexos, se citan fragmentos de los poemas expresionistas de Borges y de los ensayos dedicados a ese movimiento de vanguardia mencionados en la nota anterior.
(3) Leonor Acevedo de Borges menciona el uso que hace su hijo de la palabra «enorme», asignado a todo tipo de experiencias y personas. En una carta a Fanny Haslam, Segovia, 21 de abril de 1921 (la fecha debe ser un error): Postales para una biografía, Buenos Aires, Emecé, 2013.
(4) Carta de Jorge Luis Borges a Maurice Abramowicz del 12 de junio de 1919. Fotocopia del original.
(5) Siguiendo las costumbres de la época, Borges escribe desde el Círculo Mallorquín en papel con membrete de la institución a varios corresponsales. entre ellos, el sevillano Adriano del Valle con quien mantuvo una amistad de pocos años que comenzó siendo familiar porque incluye los saludos de su padre, madre, hermana y abuela y terminó en el distanciamiento cuando Del Valle se inclinó por el fascismo [Biblioteca Nacional de España: MSS/22279].
(6) El libro de José Martínez Ruiz (Azorín) figura editado en Barcelona por Bloud y Gay en 1916 o 1917. El escritor valenciano —cuya precisión en castellano Josep Plá atribuía justamente a que era valenciano— tuvo muchos lectores en América en los tiempos en que se leía a los autores españoles como parte de un canon común. Cuando Borges y Bioy se conocen y comentan que escritores admiran, Bioy dijo: «A Gabriel Miró, a Azorín, a James Joyce».
(7) Jean Debrit (1880-1958), periodista suizo, estudió letras, comenzó a colaborar en el Journal de Genève que dirigía su padre, Marc Debrit, y fundó ABC, el primer diario ilustrado suizo. Dirigió La Feuille (1917-1920) de Ginebra, después L’Art libre (1919-1922) de Bruselas y, según las informaciones de Bianco: 100 ans de presse anarchiste, continuó con Europe (1923-1939).
(8) Frans Masereel (1889-1972), grabador, ilustrador y pintor belga. Fue un artista libertario, pacifista, antimilitarista cuyas obras muestran los desastres de la guerra. Fue autor de una obra originalísima y se lo considera el precursor de la novela gráfica. Vivió en Ginebra durante la guerra del 14, donde trabajó como traductor voluntario del Comité Internacional de la Cruz Roja. Gracias a su amistad con Henri Guilbeaux, colaboró como ilustrador de diarios y revistas pacifistas como Demain de Guilbeaux, las Tablettes de Claude Le Maguet y, desde el 28 de agosto de 1917 (hasta el fin), de La Feuille. Perseguido por los nazis, intentó viajar a América pero al no conseguir los visados se refugió en la Aquitania, donde después vivió los años últimos de su vida. Entre sus obras destaca Mon Livre d'heures (1919) y las ilustraciones tempranas de obras de Thomas Mann, Émile Zola, Stefan Zweig, o las posteriores de Baudelaire, Verhaeren, Maeterlinck, Kipling, Blaise Cendrars, Pierre Jean Jouve y Romain Rolland, al que admiró y compartió las convicciones pacifistas.
(9) Claude Le Maguet (1887-1979), pseudónimo de Jean (o Jean-Baptiste) Salives, fue un militante francés de vida azarosa, anarco-sindicalista, pacifista, tipógrafo y escritor. Dirigió y participó en Les Tablettes, La Feuille, Liberté de Louis Lecoin, Cahiers de l'humanisme libertaire.
(10) Henri Guilbeaux (1884-1938), escritor francés pacifista, periodista literario, anarquista, después comunista. Colaboró con La Bataille syndicaliste, La Guerre sociale, L’Effort libre, L'Assiette au beurre. Dirigió la revista Demain y escribió ensayos sobre Jules Laforgue y una Anthologie des lyriques allemands depuis Nietzsche prologada por Émile Verhaeren. En Suiza trató con Lenin (de hecho, se lo consideró el futuro Lenin francés) y después de complejas acusaciones de espionaje y alta traición fue expulsado a Moscú, donde vivió hasta 1932. Se instaló después en Berlín y gracias a gestiones de sus amigos, entre ellos Romain Rolland, pudo regresar a Francia, donde murió psicológicamente muy abatido.
(11) Pseudónimo de Isaac Lang (1891-1950), poeta, dramaturgo, crítico y traductor franco-alemán. Trilingüe alemán, inglés y francés, participó en Berlín del movimiento expresionista y en Zurich y París de las actividades del dadaísmo y el surrealismo. Autor de numerosas obras y artículos, muchos de ellos reproducidos en España. Existe una cuidada bibliografía de Andreas Kramer y Robert Vilain, Yvan Goll: a bibliography of the primary works, Oxford-Berna-Berlín, Peter Lang, 2006.
(12) Johann Kaspar Schmidt (1806-1856), filósofo alemán considerado unos de los precursores del existencialismo y del anarquismo individualista. Schmidt (Stirner fue un apodo escolar por la frente ancha) estudió con Hegel en Berlín, participó de la tertulia Die Freien (Los Libres) con Bruno Bauer, Ludwig Buhl, Arnold Ruge y Friedrich Engels. Fue autor de El único y la propiedad (1844), inmediatamente prohibido, traducido en 1901 por la editorial Sempere de Valencia y la España Moderna de Madrid (en los ejemplares que se conservan en la Biblioteca Nacional de España o en la Biblioteca de Catalunya no constan los traductores, aunque la bibliografía, en general, atribuye estas primeras traducciones a Pedro Dorado Moreno o a Pedro González-Blanco). La filosofía de Stirner produjo debates intensos, influjos o comentarios en Karl Marx, Georg Simmel, Martin Buber, Friedrich Nietzsche, Fédor Dostoievski, Rudolph Steiner, Albert Camus, Emil Cioran, Jacques Lacan; también en el expresionismo, dadaísmo y surrealismo. Y en Borges. En el pensamiento de Stirner, la religión, el Estado, el nacionalismo, el liberalismo, el socialismo, el comunismo, el humanismo e incluso la libertad y la verdad son concebidas como supersticiones.
(13) Debo la información de la traducción al húngaro de «Rusia» a Emilio Quintana. La revista Cuasimodo puede consultarse ahora en línea, gracias a la excelente página América lee, dirigida por Horacio Tarcus, de la Universidad de San Martín, Buenos Aires, Argentina. El corresponsal de la carta es Roberto Godel. Esta correspondencia no está publicada. Se conoce de forma fragmentaria. Algunas cartas se reprodujeron La Nación de Buenos Aires, el 9 de junio de 1996, como homenaje a Borges. El fragmento que se reproduce está tomado de esta versión.
(14) Se trata de «Gesta maximalista».
(15) El texto de Baroja decía: «Somos el pueblo del mínimum, mínimum de inteligencia, mínimum de pasiones, mínimum de alimentación, mínimum de todo» (Baroja 1909?, 112).
(16) En la versión original, los interlocutores son cuatro: el pintor y amigo Darío de Regoyos, un periodista de América de cuyo nombre no se informa, Felipe Trigo y Baroja. El diálogo de disparates geográficos y antropológicos se da entre Trigo y el periodista. Cuando salen del café, La Maison Dorée de la calle Alcalá, Baroja comenta que Trigo se vanagloria de ser un experto en psicología femenina. —¿Y la conoce?—pregunta Regoyos. Baroja contesta:— ¡Qué va a conocer! Es un pobre hombre. Está en lo demás a la altura de su geografía (Baroja 1917, 280).
(17) Sarmiento, presidente de la Argentina (1868-1874), prosista admirado por Borges —sabía párrafos de sus obras de memoria— viajó a España en 1846 y al llegar a Barcelona dijo: «Por fin fuera de España». Varias cartas contienen sus razonamientos a favor de la independencia de Cataluña. Rubén Darío, de cuya música Borges jamás abjuraría, describe con exaltación e informaciones muy precisas los deseos de independencia de la sociedad catalana y su fisonomía económica y literaria. Estuvo en 1899 cuando La Nación de Buenos Aires lo envió a España en una de las muchas manifestaciones americanas a favor de la antigua patria caída en desgracia. Baroja era muy escéptico respecto de Cataluña, en cambio, confesaba que: «para los chapelaundis sería hermoso como ensayo hacer de la zona del Bidasoa española y francesa un pequeño país limpio, agradable, sin moscas, sin frailes y sin carabineros».
(18) Los párrafos originales de Baroja decían: «Es hora, amigos míos, de que los españoles y los vascos no seamos sólo de un país de antepasados, sino que pretendamos también ser de un país de presente y de porvenir. Es hora de que seamos verdaderos chapelaundis, de que tengamos amplitud bastante para despreciar la vida defensiva y para no pedir la casilla estrecha y segura. Y si las gentes mezquinas que necesitan que España se disgregue están en mayoría que se disgregue, que se separen las regiones unas de otras y se vaya cada cual por su lado, pero hagamos más bien la despedida general con una sonrisa que con una amenaza. Al fin y al cabo por esto no se ha de hundir el mundo, ni la tierra de España ha de desaparecer en los mares. Si las patrias y los templos se derrumban no lloremos sobre ellos, pensemos que se levantarán otros mejores y que al fin y al cabo la patria del hombre es el mundo y el mejor templo la naturaleza» (Baroja 1919, 70-71).
(19) Borges, en una carta a Maurice Abramowicz menciona a Wilson en una disyuntiva que, con estructura muy parecida, atribuyó también a su padre. «Comme Johannes Becher dit quelque part: “Il y a deux mondes. L’un d’eux se nomme: K. Akademieprofessoren, jeunes filles à marier, Vaterlandsverein, culture latine, Alsacia-Lorena, sport, respectabilité, gendarme, bordel, 5 %, Angelita, Wilson. Mais l’ autre: un arbre, une prière, das Gartenhaus des Freundes, nuit caressante, Verlaine, Garfias, cafés à Madrid, Nachhausekehr im Morgen, Beethoven, le rythme tremblant des réverbères, Maurice Claude... Zwei Welten”». Carta desde Valldemosa del 20 de agosto de 1920. Fotocopia del original.
(20) «Este Marco Aurelio de la gran República de los trusts y las máquinas de coser [...] el único, el árbitro de la política, la flor del arribismo, es un apóstol» (Baroja 1919 84-85).
(21) No resulta fácil encontrar la posible fuente de esta traducción. Quizás sea la frase: «la calidez y generoso trato de sus antepasados» (Diego de Saavedra Fajardo 1988, 577).
(22) Es imposible no añadir que Ruiz Amado tenía un linaje peculiar. Se llamaba, en realidad, Ramón Ruiz de Contreras. Nombre que quiso olvidar porque era el hermano mayor de Luis Ruiz de Contreras (1863-1953), traductor de «franceses pecaminosos o irritantes» (Guy de Maupassant, Madame D´Aulnoy, Émile Zola, Edmond de Goncourt), crítico teatral y fundador de la Revista Nueva, donde colaboraban Baroja y Azorín. También Unamuno, Clarín, otros escritores del 98 y Leopoldo Lugones. Según las descripciones de la revista los colaboradores no se llevaban bien entre ellos. Tampoco con Luis Ruiz de Contreras. Cuentan sus biógrafos que sentía un inmenso desdén por su hermano Ramón Ruiz Amado, antipatía que difundía sin parar en líbelos y memorias.
(23) Baroja escribía con indiferencia sobre los franceses, como por ejemplo: «He solido ir a pasar temporadas a París, no para conocer la ciudad, que viéndola una vez basta, [...] sino para conocer la España emigrada, que tiene tipos interesantes» (Baroja 1917, 254) y contra el disimulado nacionalismo de los francófilos porque si en los libros de cierto teórico del pangermanismo «se sustituyera la palabra Alemania por la de Francia, se podía creer que estaba escrito por algún nacionalista de la Action Française» (161). También condenó a Estados Unidos como se lee en la segunda parte de Momentum.
(24)En 1956, cuando la noticia su muerte llegó a la Argentina envuelta en los oropeles del nacionalismo español triunfante —del que el escritor vasco fue una usada víctima— Borges y Bioy releen el primer capítulo de El árbol de la ciencia. Es una escena memorable (Bioy 2015, 254) en la que hay que imaginar lo que no está: la vacuidad de los elogios de la prensa, las obviedades, los comentarios de los entendidos de última hora. También está eludida la emoción. Uno de los dos habrá dicho: «Hoy murió Baroja», otro habrá propuesto leer el libro. No necesitaban compartir otros recuerdos: Borges había leído todos los grandes libros de Baroja; Bioy probablemente también. Hablan entonces de lo que no les gusta. Que escribía contra toda la literatura española… que dijo que Unamuno era un deshonesto porque atacaba a Goethe pero elogiaba al presidente Pérez. Los dos saben que ese Pérez era Domingo Faustino Sarmiento porque cuando preguntaban a Unamuno por el mejor escritor español, sistemáticamente contestaba: «Sarmiento». Los dos saben que Unamuno era idéntico a Baroja. Bioy anota que Borges recuerda que cuando leyó por primera vez El árbol de la ciencia le gustó enormemente. Está otra vez en 1919.
(25) Núm. 83, IX, 1952, 512-526. Recogido después en Littérature dégagée (1942-1953), París, Gallimard, 1953, pp. 120-141.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
AZORÍN (José Martínez Ruiz), Entre España y Francia (Páginas de un francófilo), Bloud y Gay, 1916 o 1917.
BAROJA, P., Momentum Catastrophicum, Rafael Caro Reggio, 1919.
—— El tablado de Arlequín, F. Sempere y Compañía, 1909?.
—— Juventud, egolatría, Rafael Caro Reggio, 1917.
BERVEILLER, Michel, Le cosmopolitisme de Jorge Luis Borges, Didier, 1973.
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BORGES, J. L., «Chronique des lettres espagnoles. Trois nouveaux livres», La Feuille, 20 de agosto de 1919, 6.
— y Norman Thomas di GIOVANNI, Autobiografía 1899–1970, traducción de Marcial Souto y Norman Thomas di Giovanni, El Ateneo, 1999.
—— «Acerca del expresionismo», en Inquisiciones, Proa, 1925, 146-152. Versiones de Alfred Vagts, Werner Hahn, Guillermo (sic) Klemm, Alfred Vagts. Antes en Inicial 3, 12 de 1923, 15-17 (con variantes).
—— «Antología expresionista», Cervantes, octubre de 1920, 100-112. Versiones de Ernst Stadler, Johannes R. Becher, Kurt Heynicke, Alfred Vagts, Wilhelm Klemm, August Stramm, Lothar Schreyer.
—— «Die Aktions-Lyric (1914-1916)», Berlín», Ultra, 16 (20 de octubre de 1921).
—— «Gesta maximalista», Ultra, 3 (20 febrero de 1921).
—— «Guardia roja», Ultra, 5 (17 de marzo de 1921); Cuasimodo, diciembre 1921, 14v.
—— «Lírica austríaca de hoy. Velut canes». Firmado como Simón Jichlinski, Grecia, 42 (20 de marzo de 1920), 11.
—— «Lírica expresionista: síntesis», versiones de Kurt Heynicke, Wilhelm Klemm, Grecia, 47 (1 de agosto de 1920), 10-11.
—— «Lírica expresionista: Wilhelm Klemm, Grecia, 50 (1 de noviembre de 1920), 10-11.
—— «Romain Rolland, Clérambault, París, 1920», Ultra, 27 (enero de 1921).
—— «Rusia», Grecia, 48 (1 de septiembre de 1920), 7 (como prosa); (las siguientes como poema): Cosmópolis, noviembre de 1920, 485-486; Cuasimodo, diciembre 1921, 14; Índice de la nueva poesía americana, El Inca, 1926, 36-37. Existe una versión autógrafa antigua del poema publicada en el volumen de homenaje de L´Herne, 1964. En lugar de Kremlin, allí dice Kreml. Las versiones de Grecia, Cosmópolis e Índice repiten esa lección y deben tener la misma fuente. En la versión de Cuasimodo figura Kremlin y debió ser corregida por Borges porque tiene diversas variantes.
—— «Trinchera», Grecia, 43, (1 de junio de 1920), 6.
—— «Wilhelm Klemm, La batalla del Marne», Lysandro Z. D. Galtier, La traducción literaria. Antología del poema traducido, Ediciones Culturales Argentinas, 1965, Vol II, 397.
—— Índice de la nueva poesía americana, prólogo de Alberto Hidalgo, Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges, Sociedad de publicaciones El Inca, 1926, 14-18.
—— «Herwarth Walden: "Cubismo, expresionismo, futurismo"», Proa, 1 (agosto de 1924), 22-23.
—— «Parábolas: La lucha. Liberación», Gran Guignol (Sevilla), 1 (febrero 1920), 9.
MAYER, D., Dossier: «Sérieux comme un tigre», Écriture, 28 (1987), 11-38.
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Bases de datos consultadas
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Le Maitron en ligne. Dictionnaire biographique. Mouvement ouvrier et mouvement social. Disponible en <http://maitron-en-ligne.univ-paris1.fr> [Consultado: 10 de septiembre de 2017.]
Le Catalogue général des éditions et collections anarchistes francophones (Cgécaf). Disponible en <https://cgecaf.com> [Consultado: 10 de septiembre de 2017.]
Centre International de Recherches sur l'Anarchisme (CIRA). Disponible en <http://www.cira.ch> [Consultado: 10 de septiembre de 2017.]
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