Tilda Swinton Alessandro Turi |
Las mil y una caras de Tilda Swinton
En su última película, ‘Suspiria’, interpreta a un hombre de 82 años. La actriz se siente más cómoda en la piel de personajes extraños que en la de estrella de cine
Tilda Swinton |
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En la nueva versión de la película Suspiria, dirigida por el italiano Luca Guadagnino (Call me by your name), hay 38 personajes femeninos y tres masculinos. Solo uno de esos hombres tiene un papel importante, es el Dr. Klemperer, un psicoanalista alemán de 82 años que dirige un poco el argumento buscando a una paciente desaparecida de una escuela de baile. Una de las 38 mujeres es Tilda Swinton, que interpreta a la profesora de la escuela, Madame Blanc. Según los títulos de crédito, al Dr. Klemperer lo encarnaba un actor novel Lutz Ebersdorf. Pero tras el estreno del filme en el Festival de Venecia, cuando el misterioso intérprete no apareció, las dudas comenzaron, ¿es en realidad Tilda Swinton?
La actriz lo negó, también Guadagnino. Lo negaron durante semanas, tachando el rumor incluso de fake news. Hasta que Tilda sucumbió ante la insistencia de The New York Times: en la enésima transformación de su prolongada carrera, la actriz más camaleónica confirmó que ella estaba detrás del hombre de 82 años, detrás de capas de maquillaje y prótesis (incluso genitales masculinos llevaba) que tardaba cuatro horas en ponerse cada día de rodaje. “La pregunta siempre era la incorrecta”, defendió ella. “Si alguien hubiera preguntado si yo era Lutz Ebersdorf, la respuesta habría sido un inequívoco sí”.
No es el primer hombre que Tilda Swinton interpreta, pues empezó haciéndolo en Orlando (1992). Tampoco es la primera vez que está casi irreconocible. Ha ocultado su andrógino perfil tras la anciana aristócrata de El gran hotel Budapest o el siniestro ministro de Snowpiercer. Incluso en los personajes aparentemente más convencionales ha sabido esconderse. Como cuando encarnó a la directora de una revista en Y de repente tú. O a la abogada de Michael Clayton, por la que ha ganado su único Oscar –y también fue la única vez que acudió a la gala de los premios de Hollywood–.
Swinton disfruta siendo irreconocible hasta en las producciones de moda para revistas. Para el objetivo del fotógrafo Tim Walker se ha transformado en la artista Leonora Carrignton, el poeta Edward James, David Bowie y esta misma semana lo hacía en la poetisa Edith Sitwell. “Como espectadora lo que me gusta del cine es la emoción de una cara humana real, fresca, que no arrastra el peso de la interpretación, que no distrae porque la reconoces de la atmósfera de otra película”, explicaba en una entrevista en la revista Hobo. Siempre ha dicho que no cree que “los actores deban salir en más de un filme”. Ella se habría bajado del oficio en sus obras de universidad sino fuera porque conoció a Derek Jarman, con quien debutó en el cine en Caravaggio (1986) e hizo seis películas más. Si su carrera se ha expandido más de 30 años es por culpa de sus amigos, justifica: Jarman, Jim Jarmusch, Wes Anderson, Bong Joon-ho, Luca Guadagnino (con quien ha trabajado desde la primera película del director y Suspiria es la cuarta)… “Ellos son los que me tientan, y mientas siga aceptando estas tentaciones, estoy comprometida a intentar encontrar nuevas formas”.
La actriz se considera un recipiente vacío que llena de todo lo que le exija el personaje. Es un trozo de arcilla que moldea con cada uno de sus directores amigos. Y, sin embargo, y a pesar de su inconfundible aspecto, esa capacidad de transformación y tendencia hacia lo raro en pantalla, es casi opuesta en su vida personal. La elegancia en las maneras de Swinton se rastrea en una familia aristócrata escocesa. Fue compañera de Diana de Gales en el colegio. Y aún vive en Escocia, en un castillo en los Highlands con sus dos hijos y su pareja, el pintor Sandro Kopp, alejada de todo foco y estrella, y ajena a su fama, a las redes sociales, a la admiración que despierta por todo el mundo. “Es tan sencillo como que vivo mi vida, hago mi trabajo, sola y con mis colegas, cuido de mi familia, quiero a mis amigos”, decía a la misma revista sobre su huida a considerarse una celebridad.
Como no es consciente ni quiere serlo de la imagen que proyecta en el mundo, de la forma que el público la ve, se siente más cómoda en la piel de personajes extravagantes que en la de estrella de cine que le impone la industria. Prefiere seguir inventándose imágenes y formas cada vez más extrañas para seguir escondiéndose. Como la de un actor octogenario debutando en el cine en el papel de un psicoanalista, un secreto ya descubierto muy a pesar de que Tilda Swinton tenía otro plan para este Lutz Ebersdorf, según contó a The New York Times: “Mi idea original era que Lutz moría durante el montaje y la película acababa con un ‘In Memoriam’ dedicado a él”.
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ResponderEliminarme gusto mucho, asi como la resistencia
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