Gene Wolfe
SOLDADO DE ZIDÓN
“Mi nombre es Latro. No debo olvidarlo. El médico dijo que todo se me olvidaba muy de prisa a causa de una herida que sufrí durante el combate. Le dio un nombre a mi enfermedad como si ésta fuera un hombre, pero no recuerdo cuál fue. Dijo que debo aprender a escribir lo mejor que pueda y de tal modo seré capaz de leer mis escritos cuando haya olvidado algo. Ésa es la razón de que me entregara el pergamino y el punzón hecho con el pesado metal que se usa para fabricar los proyectiles de las hondas”.
Esta es la presentación de nuestro protagonista, Latro, Lewpys o Lucius, en la primera entrega de sus andanzas, “Soldado de la niebla”. “Soldado de Sidón” es la tercera tras “Soldado de Areté”, aunque su lectura se puede seguir independiente de las primeras.
De la mano de Latro, Wolfe nos presenta el mundo antiguo, alrededor del 475 a.C. en pleno apogeo persa, desde un prisma completamente atípico. Añade un componente fantástico con las apariciones divinas; Latro lo olvida todo, pero ha adquirido un don, ve a los dioses y conversa con ellos. ¿Novela histórica?, ¿novela fantástica?, ¿novela mitológica?, algún aventajado habla de “novela de inmersión” por la narración a la que nos enfrentamos.
En “Soldado de Sidón”, Latro emprende un viaje a Egipto en busca de una cura para su amnesia parcial. Latro olvida casi todo cuando duerme: quién es, su nombre, con quién está, su origen, dónde está, qué hace allí…. Entre las pocas cosas que recuerda, está la escritura que le permite anotar en un pergamino los acontecimientos diarios destacados por él, siempre y cuando se lo recuerden o repare en la existencia de su pergamino. Éste será uno de sus pocos referentes que le ofrezcan algo de sentido a su desorientada vida.
En Egipto, el sátrapa persa encargará a Latro y sus compañeros una misión que les llevará a remontar el Nilo para recabar información de los pueblos al sur de Egipto, aquellos que están fuera del dominio persa. En un evocador crucero fluvial, recorremos un Egipto decadente, sombra de su grandeza pasada, que nos dirigirá a un interior desconocido, legendario.
La narración en primera persona de nuestro protagonista enfermo, se expresa como un hombre corriente en un lenguaje coloquial, se crea un texto atípico, turbio por momentos, irresistible para el lector. El alarde literario de Wolfe es indudable y lo solventa con una maestría sin engaños. Se oculta más de lo que se enseña, no nos encontramos con un texto digerido, lineal y obvio para el lector, éste tiene que ser compresivo con los vacíos del narrador, nosotros sabemos y entendemos más que el propio protagonista, conocemos parte de su pasado más reciente y recordamos a los otros personajes. Si a ello le unimos el realismos mágico que nos ofrecen las apariciones de la rica mitología egipcia, donde realidad y fantasía se mezclan, se obtiene otra joya literaria del autor.
Reconozco que Latro es uno de esos personajes literarios ante el que uno se rinde, algo que también sucede a sus ficticios compañeros de andanzas. El personaje despierta una simpatía fuera de lo común, nos ofrece momentos conmovedores de una sencillez pasmosa. Te apiadas de su desgracia, aprecias al ingenuo guerrero exento de prejuicios, su actuación viene marcada por su instinto básico, su gran naturalidad, una mentalidad tierna, sin complejos, como la inocencia de un niño, pero terrible en la lucha.
La virtus romana es innata a su naturaleza, poseedor de la areté griega. Latro repara en un consejo que le dan, intuye su intrínseco carácter: “Nadie puede ser bueno a no ser que sea valiente; y cualquier hombre que sea valiente es bueno por eso”.
Latro, un mercenario que desconoce su pasado, su ayer, que le cuesta entender su presente, no tiene un ahora coherente. Su comportamiento hacia los demás es dubitativo, sin referentes, tan solo lo que le dicen y lee, está perdido ante ellos, desconoce sus motivaciones y sus ambiciones, su primera impresión y su intuición señalan su comportamiento. Estamos ante un personaje arrebatador.
Lo dicho, con “Soldado de Sidón”, el archilaureado Gene Wolfe rescata a Latro, la esencia del personaje se mantiene en una historia más lineal, más franca que las dos primeras entregas, sin los grandes saltos que presentan éstas. Los dioses egipcios son tan inescrutables como los griegos, pero no son tan manipuladores como éstos.
A pesar de preferir el escenario griego al egipcio y la existencia, desde mi punto de vista, de una mayor magia narrativa en las dos primeras apariciones de las aventuras de este soldado, de nuevo se nos presenta una joya literaria, cuya puntuación rebajo debido a la edición de la Factoría de Ideas. Presenta unos bocetos atractivos al inicio de cada capítulo (le hubiese añadido un mapa) pero aparecen unos errores de imprenta lamentables, fruto de labores de corrección y revisión algo desorientadas, parece que no entienden el relato de Latro y su mal. Bien merecería una corrección del texto en próximas reediciones.
También sería buen momento de rescatar y reeditar las dos primeras entregas en castellano, hoy en día descatalogadas, como se ha hecho en inglés con la aparición de “Latro in de Mist” que recopila los dos primeros libros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario