Alex Colville |
Louise Glück
EL LÍMITE
Una y otra vez, una y otra vez, ato
mi corazón a la cabecera de la cama
mientras mis acolchonados lamentos
se endurecen contra su mano. Está aburrido,
me doy cuenta. ¿Acaso no me trago sus engaños,
no pongo sus flores en agua? Lo miro cortar los trozos de carne
sobre el encaje de mamá,
distribuir magras porciones piadosamente… Puedo sentir sus muslos
contra mí por amor a los niños.
¿La recompensa? Por las mañanas, destrozada
por esta casa, lo miro tostar su pan
y probar su café, evadiéndose.
Las sobras son mi desayuno.
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