Gene Wolfe
PUERTAS
Llosef
25 de junio de 2014
“¿Habría fuego en el purgatorio? No, el fuego era en el infierno.” (p. 105)
Fui avanzando en la lectura de Puertas (There Are Doors, 1988) como entre bloques de hielo, los mismos por los que escala el protagonista de la novela cuando debe acercarse a la playa que se extiende frente al hotel de la extraña ciudad donde se hospeda en su deseo de contemplar un mar que no pertenece a este mundo. Gene Wolfe comenzó tal que ésta fuera una de sus obras más asequibles tras el evidente esfuerzo de la monumental (por excelsa, no por su número de páginas) pentalogía El Libro del Sol Nuevo (1981-1987), pero no. Después de unos primeros capítulos en los que pareciera que nos movemos por tierras familiares, o cuando menos comprensibles, enseguida abordamos puertos complejos y enrevesados donde la potencia de las imágenes sugeridas por Wolfe nos impactan y desconciertan por igual. Da la sensación de que nos permitiera aferrarnos a un evanescente hilo argumental para arrastrarnos a una vorágine que no deja de avanzar paralela a la que padece el protagonista, el señor Green. Nos ciega e hipnotiza y seguimos adelante confusos y fascinados, sin saber bien hacia dónde nos dirigimos pero consiguiendo que esto nos dé igual. Sólo debemos disfrutar (y sufrir) el viaje.
Puertas parece ser un libro muy odiado por los aficionados a la fantasía, lo que hace que le tenga más cariño del que ya por sí le iba profesando según lo leía. Ojo, que entiendo este rechazo generalizado: no es una lectura fácil. Pero yo me lo he pasado de escándalo con esta rareza excepcional de un escritor al que admiro profundamente. En esta ocasión narrando una búsqueda desesperada a través de universos paralelos a los cuales se puede acceder, como se nos indica en el título, a través de puertas dimensionales que, no sé todavía si para bien o para mal, son difíciles de localizar, tratándose más de suerte o casualidad que de una certera posibiladad el poder atravesarlas. Como es lo normal tratándose de Wolfe, el texto está atravesado y enriquecido por multitud de referencias de todo tipo. No es la locura referencial e inabarcable que encontramos en la saga del Sol Nuevo, pero estamos nadando entre las aguas de una realidad tan irreal como la que nos mostrara en ésta. Sin su grandeza: el Sol Nuevo es, a mi gusto, una de las más poéticas, sorprendentes y mayestáticas obras maestras que nos ha dejado la fantasía (y no sólo de la fantasía, quienes la hayan leído lo saben). La de más difícil acceso, pero sin duda una de las más gratificantes y poderosas del género.
Quizá la referencia más evidente en Puertas sea la que se hace a la novela El castillo (Das Schloß, 1926), la genial novela que Franz Kafka dejara inconclusa a su muerte. De manera directa, encontrando el protagonista un ejemplar en alemán del mismo y con la aparición de un personaje llamado Klamm, siendo estas dos quizá las más superficiales. Una tercera y más profunda es que tal vez (y disculpad mi imprecisión, pero tratándose de Wolfe siempre existe el temor de quedarse uno corto en las interpretaciones) pudiera ser Green un moderno agrimensor K. perdido en un mundo que no entiende en el cual busca incansable a una persona que se nos antoja inalcanzable. Aquí se trata de una joven con la que Green, en el mundo “normal”, el que conocemos o identificamos como nuestro, estaba manteniendo una relación. Justo acababa de conocerla cuando, al atravesar una de las puertas del título que llevan a ese otro universo paralelo o quizá imaginado, la perdió. Una de esas puertas que desde el magnífico relato de H. G. Wells La puerta en el muro (The Door in the Wall, 1911), los amantes del género fantástico conocemos tan bien.
No se trata, claro está, solamente de que Green pase por un portal a otra realidad, otro mundo o universo paralelo como hemos indicado, ni tan siquiera a muchos o a una sucesión de ellos. Esto sería lo normal o lo que cabría esperar de un relato de este tipo. Y lo normal o lo cómodo es enemigo de la obra de Wolfe. La sensación en algunos tramos de la novela es que llega un momento en que cada vez que los ojos de Green miran o se detienen en algo, lo que éste ve se asemejara a flashes o imágenes de aquello que observa, pero de forma enloquecida, alterado por su mente, sin orden aparente ni lógica conocida alguna. Todo se transforma en un carrusel continuo de visiones que en tres frases nos lleva a atisbar universos que otros autores desarrollarían y nos detallarían en varios tomos. Tal es así que nuestro protagonista cree estar soñando todo el tiempo, pues piensa que estas visiones y alucinaciones forman parte de fugaces sueños. El lector duda: Green, tanto en el mundo conocido como en el otro, acaba dando con sus huesos en sendas instituciones para enfermos mentales. Hay un conseguido tono de vigilia, de fantasmagórico duermevela que me ha parecido subyugante y maravilloso.
Algunas otras referencias. Una podría ser que la muñeca viva que lleva Green en un bolsillo durante casi toda la novela, Tina, consista en una broma privada (o no) con el episodio 6 de la temporada 5 de la serie The Twilight Zone (1959-1964), Living Doll (1963, dirigido por Richard C. Sarafian y con guión de Charles Beaumont), cuya coprotagonista, una muñeca llamada Talky Tina, se enfrentaba a un atormentado Telly Savalas mientras aquélla le espetaba una aterradora e inolvidable frase: “My name is Talky Tina and I’m going to kill you.” Otra: hacia el final de la novela se nos desvela el nombre completo de Green: Adam K. Green. No hay sorpresas en reconocer en él esa kafkiana K. Otra más: a Antinea, la mujer fatal por experiencia, como nos diera a conocer Pierre Benoit en su fantástica novela La Atlántida (L’Atlantide, 1919). Por último, Wolfe incluye un cuento que ignoro si es de su autoría o se trata de una adaptación: el de Jacob y Joseph en la Selva Negra. Pero por muchas obras ajenas que se traigan a colación, vengan a propósito o no, lo que de verdad importa es la novela de Wolfe en sí misma. Y Wolfe, cuando menos lo esperábamos, cierra y deja clara su historia en el desenlace de la novela (sí, lo habitual en otros aquí también es sorprendente). Todas las explicaciones se nos aparecen diáfanas, con emoción y transparencia, y si bien no alcanza las cotas de maestría absoluta de su Sol Nuevo sí que acaba resultando una novela excelente digna de su autor.
WOLFE, Gene. Puertas. Ilustración de portada de Michael Whelan; traducción de Celia Filipetto. Barcelona: Martínez Roca, 1994. 282 p. Gran Fantasy. ISBN 84-270-1826-6.
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