sábado, 29 de octubre de 2016

Tilda Swinton / “No hay nada mejor que llevar la contraria”


Tilda Swinton, en el estreno de 'Doctor Strange', en Hollywood. 

Tilda Swinton: “No hay nada mejor que llevar la contraria”

La musa andrógina se convierte ahora en la nueva heroína de Marvel

Rocío Ayuso

Los Angeles, 29 de octubre de 2016

 

Su padre, Sir John Swinton, la llamaba “la contra” porque siempre llevaba la contraria. Tilda Swinton nunca se lo tomó a mal. Es más, lo tiene a gala. Para ella no hay nada mejor que “llevar la contraria en compañía de contrarios”, mantener siempre la mente abierta a lo que puede venir. De hecho, una de las figuras más conocidas del cine independiente se ha pasado al lado oscuro de la fuerza cinematográfica para formar parte del universo Marvel con Doctor Strange [estrenada en España el pasado viernes]. “Lo que deberíamos estar celebrando es que una producción así contrate a una mujer por encima de los 21 años y sin necesidad de ponerse en bikini”, se ríe en referencia a su debut en el mundo de los superhéroes. Lo hace porque, además, interpreta el papel de El anciano, alguien con la sabiduría suprema y que en los cómics originales corresponde a un hombre venerable y de origen asiático. Hay quienes han querido buscar la polémica en este cambio de sexo y raza pero Swinton, tan contestataria como optimista, solo ve lo mejor de esta transformación en una industria demasiado llena de hombres. “Que conste que también creo en los hombres y en su lado humano, pero cuantas más mujeres trabajen a su lado, mejor, ya que representarán la demografía en la que vivimos”, añade.

Su linaje la llevaba a ser cuando menos dama de alta cuna, como lo demostró su amistad con su compañera de colegio Lady Diana Spencer. Ella, sin embargo, prefirió cambiar de aires y estudiar Literatura en Cambridge. “Todos saben que soy actriz, si es que lo soy, por defecto, porque siempre quise ser escritora. Pero cuando dejé de escribir me puse a actuar”, admite. Si pone en duda que sea actriz, a pesar de una larga filmografía y el Oscar que ganó en 2008 con Michael Clayton, es porque para Swinton cuando se trata de la interpretación todo es un juego. “Un juego entre amigos”, describe. De ahí que le guste tanto cambiar de look, disfrazarse, jugar. “Es lo que me hace seguir aquí, el viaje mágico y misterioso que es la interpretación”, explica. Un viaje en el que el director Derek Jarman la invitó a tomar parte y no hubo vuelta atrás. Junto a Sally Potter jugó a hacer Orlando (1992) mostrando lo que era la fluidez sexual a una generación que todavía no había acuñado ese término. Los cineastas John Maybury, Wes Anderson, Spike Jonze, Jim Jarmusch o su amigo de la infancia, Luca Guadagnino, entre otros, vinieron después también a jugar con ella. Muchos de ellos son y fueron además su inspiración, la fuente de su sabiduría, sus ancianos. “Jarman seguro. David Bowie, que nos dejó muy pronto. Mi amigo [el novelista y crítico de arte] John Berger”, enumera. Pero, sobre todo, su abuela Mariora Beatrice Evelyn Rochfort Alers-Hankey. Una mujer que como dice Swinton sabía vivir y se lo enseñó a ella.

Activista del colectivo LGTB

Swinton no solo sabe vivir o llevar la contraria. Desde hace mucho tiempo que sabe ser ella misma sin que la defina el sexo. Madre de dos hijos adolescentes fruto de su relación con el escritor John Byrne, ella es la musa andrógina, una figura etérea, casi de otro mundo que apoya sus ideas en un cuerpo de alabastro y una altura escultural. Defensora de los derechos del colectivo de homosexuales, lesbianas y transexuales, lo que realmente defiende es el derecho a ser, sin más bagaje ni etiquetas, quien uno quiera. “Me parece que hacer una película que defiende que seas quien eres sin ego y sin miedo a una generación de adolescentes es lo más radical que he podido hacer hasta la fecha”, resume.

ELEGANCIA Y EXCENTRICIDAD

Como dice Vogue, nadie viste un traje como Tilda. Su mezcla de elegancia y excentricidad viene ayudada por los mejores modistos pero también por su deseo de contar historias, como escritora, delante de las cámaras o con su cuerpo. Para la entrevista llegó envuelta en un conjunto de chaqueta y pantalón de Palais “una pequeña casa francesa que hace trajes maravillosos”, explica. Con su residencia en los bosques de Escocia, París es su refugio intelectual y de la moda. “Es mi tesoro. Por su belleza y por mis amigos”, añade de la ciudad. Ahora Charlotte Rampling es una de esas amistades, tras trabajar juntas para Olivier Saillard, director del Palais Galliera o el museo de la moda.

EL PAÍS

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