sábado, 31 de octubre de 2020

Paul Auster / “Creo que todos los escritores nos sentimos un poco Dios”

Paul Auster


Paul Auster: “Creo que todos los escritores nos sentimos un poco Dios”

El escritor estadounidense presenta en Madrid 4321, su primera novela en siete años


Maribel Yarín Yarza
5 de septiembre de 2017

El escritor estadounidense Paul Auster, ayer en Madrid.
El escritor estadounidense Paul Auster, ayer en Madrid. INMA FLORES

Paul Auster (Newark, Nueva Jersey, 1947) no se esconde. Siempre ha jugado a ser Dios con la vida de sus personajes, ha creado y quitado vidas a su antojo, alterado plácidas existencias con sus juegos de azar. Pero en los últimos años lo ha hecho con más intensidad que nunca en 4321 (Seix Barral), su primera novela en siete años, que en realidad son cuatro: las cuatro vidas posibles que se ha inventado para su protagonista, Archibald Isaac Ferguson, nacido como él en 1947 en su misma ciudad, y como él descendiente de una familia de inmigrantes judíos centroeuropeos. “No soy Archie, esta no es una novela autobiográfica comparte mi tiempo y mi geografía, pero no es yo”, dijo ayer el escritor.

Vestido de traje negro y camisa gris y recibido como una estrella por decenas de periodistas tan interesados en su obra como en sus críticas opiniones sobre la presidencia de Donald Trump, Auster recaló en Madrid dentro de la gira europea de promoción del libro que inició a principios de agosto y que le tiene exhausto. La crítica lo ha celebrado como la mejor de sus 17 ficciones. Lo sea o no, sí es el trabajo más ambicioso y lo es por el inconformismo congénito que anima al autor. “Siempre trato de olvidar lo que he hecho anteriormente, repensarlo, reexaminar mis pensamientos sobre lo que es la escritura y su función, y retarme a mí mismo con nuevas aproximaciones a la novela, el trabajo biográfico o incluso el ensayo”.

Dedicada a su mujer, la también escritora Siri Hustvedt, 4321 no es solo la novela más extensa de su trayectoria —960 páginas— es también en la que ha dejado mayor margen a la improvisación —“escribí el libro a ciegas, bailando a través de las frases, sin saber qué era lo siguiente que iba a suceder”— y la de arquitectura más compleja de cuantas ha escrito. Con un personaje central desdoblado en cuatro, el autor de La trilogía de Nueva YorkMr. Vértigo y Leviatán plantea una historia sobre el desarrollo humano hasta la entrada en la edad adulta en la que lleva hasta el límite su obsesión sobre la fuerza de lo inesperado en la construcción de la identidad. “Yo no me considero un novelista del azar. Lo inesperado forma parte de la vida. No hay en mis libros una interpretación mística o teológica, cuento historias en las que intento representar el mundo como lo entiendo”, explicó Auster.

"Yo no me considero un novelista del azar. Lo inesperado forma parte de la vida"

No por repetidos pueden obviarse dos sucesos de su biografía que explican por qué el autor vuelve una y otra vez sobre lo mismo. El primero ocurrió el verano de sus 14 años, cuando le pilló una traicionera tormenta de rayos que acabó con la vida de uno de sus compañeros de campamento. “Ese día me di cuenta de que a cualquiera le puede pasar cualquier cosa en cualquier momento”. El otro, es la muerte de su padre a los 66 años mientras hacía el amor.

4321, traducida por Benito Gómez Ibáñez, tiene otros ingredientes habituales de las novelas del Príncipe de Asturias 2006. Para empezar su característico humor —“la vida es trágica y cómica a la vez, somos personas ridículas, con perdón”, justifica— y también su pasión por los deportes. “Cuando era joven eran lo más importante de mi vida. Sobre todo el béisbol, pero también el baloncesto, el fútbol americano y el tenis. A los 16 pensé en convertirme en jugador profesional pero luego muy rápidamente empecé a leer buenos libros, me enamoraba una y otra vez de chicas diferentes, salía a fumar y a beber y todas esas cosas deliciosas que hacen los adultos y me di cuenta de que había cosas mucho más interesantes que jugar al béisbol”.

La otra constante de su vida y obra es su conciencia política y social, también patente en 4321 por lo que encierra de viaje por el siglo XX estadounidense. John Fitzgerald Kennedy, Martin Luther King, el movimiento por los derechos civiles... el libro está plagado de hechos históricos que, vistos los recientes incidentes de Charlottesville, hacen pensar que las cosas no han cambiado tanto en América. “La nueva Administración está alentando la división racial”.

El Auster combativo

La gira promocional no ha acabado con el Auster más combativo. El escritor, que se niega a visitar países como China o la Turquía que encarcela periodistas, reparte abundante leña en su propio país. “Donald Trump no es solo una amenaza para EE UU, es una amenaza para el mundo, un maniático y un psicópata” que lidera una nación que nació con vocación “integradora e inclusiva” pero que se fundó, a su juicio, en “dos crímenes”: el genocidio indio y la esclavitud. “América nunca ha abordado estos asuntos. Lo importante es que ahora los periodistas presten atención e informen de lo que está pasando, la poesía y la ficción vendrán después. Pero ahora tenemos que prestar atención y no permitir que sucedan las cosas que ocurrieron en los años treinta”.

Escritor, guionista y director de cine, Auster empezó a escribir con 12 años, antes incluso de descubrir el béisbol. Estudió literatura francesa, italiana e inglesa en la Universidad de Columbia (Nueva York), vivió en París, trabajó en un petrolero y en 1976 publicó con escaso éxito su primera novela, Jugada de presiónLa invención de la soledad (1982), escrita tras la muerte de su padre, le dio la fama. Y también el impulso para seguir adelante en una gran aventura: la de jugar a ser Dios.

"NO TENGO MÓVIL NI ORDENADOR, NO LOS QUIERO"

Paul Auster es un hombre analógico, que vive convencido de que la “hiperconectividad está aislando a las personas”. Tiene casi tanta fobia al universo digital como a parecerse a los demás. “Cuando fui a Columbia a los 18 años tenía ideas radicales de todo, quería distinguirme del resto, nunca tomé drogas y todos mis amigos lo hicieron. Unos murieron, otros estropearon sus vidas por completo. Era una especie de contrariador de todo y me sigo sintiendo de esa manera”, explicó ayer. “No quiero escribir libros que suenen a obras escritas por otra persona y entonces he decidido que no voy a formar parte del mundo digital. Así que no tengo un móvil y no tengo tampoco un ordenador, simplemente no los quiero. Yo era feliz antes. No los necesito”.

El escritor hizo gala de su inquina a las nuevas tecnologías en el Espacio Fundación Telefónica, donde hoy mantendrá una charla con la periodista Marta Fernández (19.00) sobre su monumental 4321, que —¡sí!— ha escrito a mano y luego transcrito con su vieja Olympia.



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