jueves, 24 de diciembre de 2020

Orlando Figes / "Europa corre el riesgo de convertirse en una extensión turística de Asia"

 


El historiador británico, autor de 'Los europeos'.
El historiador británico, autor de 'Los europeos'. PHIL FISK

Orlando Figes: "Europa corre el riesgo de convertirse en una extensión turística de Asia, un lugar donde venir a ver edificios viejos"

El historiador británico reconstruye en 'Los europeos' (Ed. Taurus), y a través de un triángulo amoroso, el nacimiento de la cultura europea a finales del siglo XIX. Una identidad común que ahora ve amenazada: "Sentimos vergüenza de la palabra 'civilización'", señala

José María Robles
9 de junio de 2020

Salmón escalfado con bechamel, jamón ahumado con frutas, codornices gratinadas, perdices à la régence, crema de alubias, quesos, postres y vinos franceses. Con tan suculento menú se celebró el nacimiento de Europa, o al menos del proyecto que desde finales del siglo XIX -y a pesar de dos guerras mundiales- conecta culturalmente a las viejas naciones del continente. El banquete lo dispuso el barón James de Rothschild para celebrar la apertura de la línea de ferrocarril París-Bruselas, que permitió enlazar Francia, los Países Bajos, Reino Unido y los territorios de habla alemana con la alta velocidad de la época (sin risas: 30 kilómetros por hora). Una inauguración que el propio Rothschild y las autoridades francesas y belgas ya visualizaron entonces como la oportunidad para forjar una identidad común, con la confianza de que el chucuchú de la locomotora de vapor propiciaría el tránsito de personas a gran escala, el intercambio de ideas y la multiplicación del volumen comercial.

Aquel sábado el 13 de junio de 1846 es el punto de partida de Los europeos (Ed. Taurus), la nueva y portensosa investigación del historiador Orlando Figes, que se asoma al periodo clave en el nacimiento de la cultura europea justo en el momento en el que Europa se descompone como receptáculo de las ilusiones de millones de ciudadanos. «El nacionalismo nos ha hecho perder mucha de la confianza que teníamos como europeos», confirma el autor. «No hablo de la superioridad económica o militar sobre el resto del mundo, sino de la confianza en un conjunto de valores que hacían de Europa un espacio abierto», añade por videollamada desde el salón de su casa este profesor de Historia del Birkbeck College de la Universidad de Londres y experto en Rusia, sobre la que ha escrito varios best sellers internacionales.

Aquí, como se comprueba desde las primeras páginas, Figes (Londres, 60 años) huye de la aridez enciclopédica y del desapasionamiento del ensayo para ofrecer una reconstrucción histórica con la vida desbordante de una novela. Porque Los europeos es el relato protagonizado por el triángulo amoroso formado por Pauline Viardot-García (1821-1910), de origen español y una de las cantantes de ópera más famosas del mundo, además de compositora y profesora de canto; Louis Viardot (1800-1883), su marido y representante, gran experto en arte y autor de las primeras guías de grandes museos del mundo (El Prado, entre otros); e Iván Turguéniev (1818-1883), el primer gran literato ruso en convertirse en una celebridad al otro lado del Volga... y más que probable padre de alguno de los hijos de la pareja.

Junto al trío, que vivió durante décadas un desconcertante affaire, aparece la galaxia de compositores, pintores y escritores con la que se relacionaron en la geografía comprendida entre Cádiz y San Petersburgo y Londres y Nápoles: Delacroix, Chopin, Flaubert, Dickens, Dostoievski, Beethoven, Chaikovski y un etcétera interminable.

Figes recompone a lo largo de ocho capítulos sus peripecias profesionales, sus vidas viajeras y cosmopolitas y sus respectivos campos de actuación profesional (literatura, música y arte) para estudiar a fondo casi todo lo que fue relevante en la segunda parte del XIX. Por ejemplo, la revolución de la comunicación de masas y del transporte, la invención de la impresión litográfica y la fotografía, la popularización del turismo o la consolidación del sistema de libre mercado.

«Me llamaron la atención las cartas entre Pauline e Iván, y luego me interesó la red de conexiones que establecieron en toda Europa y la excelencia de ambos, figuras internacionales, para ser embajadores de la cultura española y rusa», explica el autor sobre un trabajo en el que ha invertido siete años y que surgió de la simple curiosidad.

Al menos en origen. Porque también es cierto que el impulso definitivo se lo dio en gran medida del proceso del Brexit. Poco después de que las urnas certificaran el deseo de un 51,9% de los británicos de abandonar la Unión Europea, Figes, cuya madre huyó de la Alemania nazi en 1939, decidió reclamar la ciudadanía alemana. «Espero que el libro sirva como un recordatorio de la potencia de unión que tiene la civilización europea, y que las naciones del continente corren gran riesgo al ignorar», expone en los agradecimientos de Los europeos.

¿Cree que los lectores de 2020 percibirán la época germinal que ha investigado con más nostalgia que admiración? «Quizá haya una cierta nostalgia, un anhelo de reconexión», admite el historiador, que además advierte: «Europa corre el riesgo de convertirse en una extensión geográfica de Asia, un lugar donde los turistas vienen a ver edificios viejos. Ser un mercado no es suficiente, es necesaria una identidad política. Odio la palabra herencia, pero creo que la civilización es una parte importante de esa identidad política. Parte del problema de nuestra pérdida de confianza como europeos es que nos sentimos un poco avergonzados de la palabra 'civilización', ya que está asociada al imperialismo y la historia del hombre blanco. Sin embargo, los judíos que se educaron en Rusia encontraron una vía de escape leyendo clásicos de la civilización europea. Eso los llevó de [ser] una pequeña a [convertirse en] una gran cultura».

La crítica de su país ha calificado Los europeos como un libro «oportuno», aunque es cierto que las buenas previsiones del editor de Figes han resultado fallidas. «Pensó que el libro podría ser un éxito, pero resultó que no, lo cual es un poco decepcionante. Los británicos han estado tan obsesionados con el Brexit durante tanto tiempo, que cualquier libro sobre Europa les asquea», señala el autor de El baile de Natacha (2006) y Crimea. La primera gran guerra (2013). «El Brexit es una gran tragedia y Gran Bretaña será mucho más pobre en todos los sentidos. Eso sí, puedes sacar a Gran Bretaña de Europa, pero no a Europa de Gran Bretaña. Todo el mundo que tiene un título universitario aquí siente afinidad con Europa, ha viajado y trabajado en Europa, la comida ha mejorado gracias a Europa...».

Además de las fronteras levantadas entre países europeos por la irrupción de gobiernos populistas y reforzadas por la crisis migratoria en el mar Mediterráneo, un virus ha venido a erigir otras fronteras que parecían a prueba de contingencias políticas. «Ha sido un desastre. Supongo que la velocidad con la que se desarrollaron los acontecimiento lo explica todo, pero ha demostrado la erosión de las instituciones internacionales», comenta a propósito del impacto del coronavirus en las medidas de contención adoptadas en solitario por Italia, España y otros vecinos. «Las pandemias son, por definición, problemas globales, y necesitan estrategias globales para combatirlos. No todos podemos ser como Nueva Zelanda y simplemente cerrar las fronteras, estamos demasiado cerca el uno del otro. La pandemia ha puesto de manifiesto uno de los muchos peligros del nacionalismo y el aislamiento, que plantean las fronteras como una solución a los problemas de la globalización».

En Los europeosque en lo que se refiere a España ofrece un retrato entre lo exótico y lo menesteroso, Figes incluye una cita de Edmund Burke de 1796: «Ningún europeo puede ser enteramente un exiliado en ninguna parte de Europa». ¿Seguirá siendo así en los próximos años? «Me gustaria pensar que sí. Hay algo que conecta a los europeos, esos valores, la sensación de una historia compartida debido a la guerra, la herencia de Grecia y Roma, las cuatro libertades [recogidas en el Tratado de Roma], que realmente son hijas del siglo XIX. Sigo creyendo que hay algo especial en Europa».

EL MUNDO

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