lunes, 28 de diciembre de 2020

A corazón abierto / El reencuentro íntimo de Elvira Lindo

 


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A CORAZÓN ABIERTO

El reencuentro íntimo de Elvira Lindo

Elvira Lindo revive en ‘A corazón abierto’ un pasado familiar repleto de tensiones en cuyo seno se alza con un protagonismo casi absoluto la figura del padre


Anna Caballé
6 de marzo de 2020

Elvira Lindo, a los nueve años.
Elvira Lindo, a los nueve años. ARCHIVO PERSONAL

La escritura autobiográfica comporta, por decirlo así, un esfuerzo de objetivación. Proporciona una especie de unidad de medida cuantitativa en relación a una vida humana y a la forma en que esta vida ha sido observada, analizada desde dentro de una posible verdad. He dicho medida cuantitativa, es decir que puede medirse, aunque la cantidad expuesta en la escritura no tiene por qué encajar, no puede encajar tampoco, con la cantidad de vida vivida. Pero cuando se lee un texto autobiográfico se supone, incluso se da por hecho, que todo lo relevante de una vida concreta está en lo que leemos, tanto en la sucesión de los hechos como en las transformaciones. En términos estructurales diríamos que un texto autobiográfico es un campo semánticamente unitario cuya lectura permite inferir el conjunto de fuerzas que han intervenido en una historia de vida. O se puede inferir, en el mejor de los casos. Los lectores de autobiografías y memorias españolas estamos acostumbrados a comprobar cómo esas líneas de fuerza que gravitan en toda vida humana nos han sido, a menudo, escamoteadas en beneficio de un relato estetizante, donde nada se resuelve más allá de estériles insinuaciones sin consecuencias. Hay muchos ejemplos de esa autobiografía cobardona, automutilada, poco dispuesta a abordar los conflictos vitales. Dicho esto, si un género ha madurado de forma excepcional en los últimos años ha sido este. Lejos quedan esos amagos de decir sin decir nada en concreto, los guiños escritos para cuatro conocedores que se divierten tantísimo con la técnica de los sobreentendidos. Ahora, por el contrario, hay una, varias, generaciones de escritores, de escritoras por supuesto, que adaptan la línea confesional más explorada en la literatura europea y anglosajona (Knausgård es, en mi opinión, el gran referente literario actual) a su propia realidad existencial, ofreciéndonos un panorama inédito: vidas que no caen de pie, pasados turbios, cargados de dramatismo o del desequilibrio de lo que creció alienadamente, como se pudo. La puerta de la razón biográfica, por decirlo en términos orteguianos, ha sido abierta y somos capaces de emplazarnos como sujetos reflexivos y enfrentarnos a un pasado inmediato, muy necesitado todavía de palabras. Por más que estas puedan ser vacilantes, sin ellas, sin su articulación, sin su emergencia, nuestra concepción del mundo no existiría.

El reencuentro íntimo de Elvira Lindo

A corazón abierto es la novela familiar escrita por Elvira Lindo con una clara voluntad de autoanálisis. No entiendo muy bien que se la etiquete de novela, sin más, porque no lo es. A no ser que cuando hablamos de novela se aspire a fagocitar todo el campo literario, tanto si le pertenece como si no. El concepto de novela familiar procede de Freud cuando en su artículo La novela familiar del neurótico analizaba la tendencia de niños y adolescentes a fantasear en relación a la propia familia: la sospecha del niño de ser adoptado, el deseo de tener otros padres idealizados en la mente infantil, la presencia de hermanos invisibles…El concepto freudiano triunfaría tanto desde un punto de vista creativo (Flaubert, Modiano, Lancaster,…) como intelectual (Marthe Robert, Blas Matamoro, Ángela Olalla), designando el andamiaje subjetivo y mítico que sustenta una historia de familia insuficientemente esclarecida. Es decir, donde pivotan elementos paternos o maternos sobre los cuales se han tejido secretos, sobreentendidos, leyendas familiares, mitos, desgarros… Una especie de literatura engrandecida que sirve para superar situaciones conflictivas, decepcionantes o abrumadoras y que, con los años, el adulto puede olvidar, o no (y de ahí nace la literatura que se enfrenta a los mitos infantiles con la voluntad de esclarecerlos). Mitos familiares que nacen en su mayoría de una herida y que no pueden sino dejar cicatrices a la larga. Elvira Lindo da la impresión de venir escribiendo este libro desde muy lejos, pese a ser una autora cuyo estilo se forjó en clave de humor a través de su personaje más popular, Manolito Gafotas. Pero su obra narrativa ha ido evolucionando en busca de una voz propia, madura y progresivamente comprometida. A corazón abierto es un título que juega con la realidad de la madre de la autora, intervenida “a corazón abierto” debido a una estenosis mitral, cuando su hija menor, la narradora, tenía nueve años. Y juega también con la voluntad de enfrentarse a una historia familiar difícil, condicionada por las consecuencias de aquella intervención en el seno de la familia Lindo. Por un lado, el alejamiento del padre, cuyo excéntrico carácter ha fascinado siempre a la escritora: son muchas las referencias paternas que pueden espigarse a lo largo de su obra; por el otro, la vulnerabilidad materna con su carga de victimismo, lágrimas e inseguridad proyectada especialmente en sus dos hijas. La escritora revive pues un pasado familiar repleto de incertidumbres y tensiones en cuyo seno se alza con un protagonismo casi absoluto la figura del padre. Se diría que toda la vida familiar giraba en torno a su personalidad y sus decisiones y en su configuración mental ancla la escritora sus propias raíces literarias, por ejemplo el escapismo del humor practicado en sus comienzos como escritora. Lindo ahonda tanto en el componente fantasmático de su figura, imagen viva de la dislocación, que consigue descargarlo de responsabilidad, descargándose a sí misma de culpa, de la agotadora obsesión por detener la desgracia de su madre y que marcaría su infancia. Para ello adopta una posición “en espejo” que le permite intuir, imaginar, comprender el origen del comportamiento de ambos progenitores, especialmente del padre, mucho antes de que este fundara una familia. También su padre tenía nueve años cuando… Y hay que seguir leyendo.

EL PAÍS

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