sábado, 26 de diciembre de 2020

Jordi Amat / El hijo del chofer / Los ángulos muertos


Los 50 mejores libros de 2020

Jordi Amat

EL HIJO DEL CHOFER

Los ángulos muertos

Jordi Amat explora los territorios ocultos del periodismo y el poder político, cultural y económico en Cataluña a partir de la figura de Alfons Quintà y sus turbios manejos


Lluís Bassets
20 de noviembre de 2020

Aquel año de 2016, alrededor de medio centenar de mujeres fueron asesinadas en España por sus maridos o parejas. Tuvo una especial repercusión el caso que nos ocupa. El asesino, que se quitó la vida después de matar a su esposa, era Alfons Quintà, un periodista de larga trayectoria, delegado en Barcelona del diario EL PAÍS desde 1976 hasta 1982, primer director de TV3 y probablemente el profesional mejor informado y más influyente durante los años de la Transición y de la instalación del autogobierno.

Si alguien ha meditado sobre el significado de los sucesos es el historiador francés Ivan Jablonka, autor de Laëtitia o el fin de los hombres, una narración sobre la violación y asesinato de una joven de 18 años que conmovió a la opinión pública y suscitó un duro enfrentamiento sobre el tratamiento judicial de los delincuentes sexuales entre el presidente de la República, Nicolas Sarkozy, y la judicatura. “Para comprender un suceso como objeto histórico”, ha escrito Jablonka, “hace falta mirar hacia la sociedad, la familia, el niño, la condición de las mujeres, la cultura de masas, las formas de la violencia, los medios de comunicación, la justicia, la política…”.

Eso es lo que ha hecho Jordi Amat, animado por la idea “ética y política” de escritores como Jablonka, que están “ensayando una nueva forma de moralizar la prosa de no-ficción”. Su exploración pertenece a un género en el que se dan la mano la literatura narrativa, la indagación histórica y el periodismo, al estilo de El adversario, de Emmanuel Carrère, o A sangre fría, de Truman Capote. Su hipótesis es “que aquel hombre maligno, a causa precisamente de su final y de la reacción que luego se produjo, podía revelar disfunciones de nuestro país, ya que algunos momentos de su vida parecían entrecruzados con los poderes y los intereses de la política, la banca y el periodismo”.

El final puede dar sentido a una entera biografía. Sucede con los santos, los mártires y los criminales. Pero hace falta un historiador que sea capaz de narrar esta vida bajo el foco de su desaparición. Quintà fue un asediador sexual legendario que no habría pasado inadvertido en tiempos del Me Too. Fue también un periodista imbatible por sus fuentes, origen de sus noticias exclusivas: el libro se abre con la muerte de Josep Pla, el año 1981, narrada en El PAÍS con la precisión de un testigo directo. Y fue, sobre todo, un periodista que entendió el comercio del poder y supo traficar con la información para obtener más poder, con frecuencia mediante la amenaza y el chantaje.

La explicación de una vida busca continuidades y causalidades, pero tropieza con ángulos muertos, esos espacios próximos fuera de la visión en el retrovisor o, en lenguaje militar, del alcance de la artillería propia. Quintà redactó la entrada correspondiente a “ángulo muerto” para la Gran Enciclopèdia Catalana, empresa financiada por Jordi Pujol de la que fue despedido tras un movimiento huelguístico. Será casualidad, pero la reconstrucción de su vida da con los más destacados ángulos muertos de la historia reciente de Cataluña.

El más personal es la turbia relación de Quintà con su progenitor, especie de secretario y a la vez chófer de Josep Pla. El padre, al que detestaba, le dio acceso al entorno más íntimo del escritor, pronto convertido en su ídolo. Todo sale de esta herida primigenia, a la vez gloria y desgracia. Redonda, sin fisuras, la brillante interpretación biográfica de Amat ilumina otros dos ángulos muertos del poder catalán, esenciales para entender la historia de nuestros últimos 70 años.

El primero corresponde a la corte literaria de Llofriu, el Camelot de Pla, donde se reúne y conspira la élite económica y cultural del país. El otro es la construcción de la Catalunya pujolista a partir del caso Banca Catalana, jugada maestra de Pujol en la que Quintà es uno de los protagonistas: primero, como el primer periodista que denuncia en EL PAÍS las dificultades que atraviesa el banco y la incompatibilidad entre la presidencia de la Generalitat y la tarea de banquero; y luego, como el director de TV3 que contribuye a que la quiebra y la querella de la Fiscalía se giren contra el Gobierno socialista e incluso contra el propio diario en el que había trabajado.

El 30 de mayo de 1984 fue el momento estelar de esta sombría biografía. Convergència i Unió había ganado las elecciones por segunda vez. La Fiscalía había presentado la querella por el caso Banca Catalana. Quintà controlaba directamente todas las informaciones de TV3 que afectaban al caso. Y Pujol pronunció desde el balcón de la Generalitat dos frases cuyo eco no se ha apagado: “El Gobierno central ha hecho una jugada indigna. A partir de ahora, de ética y de moral hablaremos nosotros, no ellos”. Fue un momento fundacional, sobre todo de la impunidad que permitió todo lo que vino luego, en corrupción y en huida política hacia adelante.

Hay otro ángulo muerto que concierne al oficio de periodista. Ryszard Kapuscinski creía que los cínicos no servían para este oficio, pero la vida de Quintà demuestra lo contrario. Gracias a que es una mala persona, consigue ser imbatible en la pelea por las noticias. El retrato es tenebroso. Lo es todo el libro: empieza con un muerto y termina con dos. En el país donde siempre hay que quedar bien, todos quedamos mal, muy mal. Amat ha hecho un buen servicio a la verdad, y también al país.

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