sábado, 19 de diciembre de 2020

Querido señor / Carta de Françoise Sagan a Jean-Paul Sartre

Françoise Sagan

Françoise Sagan
CARTA A JEAN-PAUL SARTRE

Querido Señor:

Digo Querido Señor pensando en la interpretación infantil de la palabra, según el diccionario: “Un hombre, cualquiera que sea [la definición]”. No voy a decirle “Querido Jean–Paul Sartre” porque es demasiado periodístico, “Querido Maestro”, porque sé que lo detesta, ni “Querido Colega” porque pesa demasiado.

Hace años que quería escribirle esta carta, casi treinta. De hecho, desde que empecé a leerle, y sobre todo, desde hace diez o doce años, cuando la admiración, a fuerza de sentirme ridícula se volvió suficientemente rara, como para felicitarme, casi, por esa misma ridiculez. Quizás yo misma he envejecido, o he rejuvenecido lo suficiente, como para reírme hoy de aquel sentido del ridículo del que usted, ni ahora ni nunca, se ha preocupado.

Lo único que deseaba, es que recibiera esta carta el 21 de junio. día fasto para la Francia que vio nacer, con algunos lustros de intervalo, a usted, a mí, y más recientemente, a Platini (1); tres excelentes personas, llevadas en triunfo o pisoteadas salvajemente –usted y yo, gracias a Dios, sólo metafóricamente–, por excesos de honor, o por indignidades que no se explican. Pero los veranos son cortos, agitados y se acaban. He terminado por renunciar a esta oda de aniversario, y sin embargo, necesitaba decir lo que voy a decirle y que justifica un título tan sentimental.

En 1950 empecé a leerlo todo, y después, Dios o la Literatura, saben cuánto he amado o admirado a algunos escritores, especialmente entre los vivos, de Francia, u otros. Después conocí a algunos y también seguí la carrera de otros, y aunque aún hay muchos a los que admiro como escritores, usted es el único al que sin duda sigo admirando como hombre. 

Todo lo que me había prometido a los quince años, edad inteligente y severa, sin ambiciones precisas y, por tanto, sin condiciones; todas aquellas promesas usted las ha mantenido escribiendo los libros más inteligentes y más honestos de su generación. Incluso ha escrito el libro más deslumbrante de talento de la Literatura Francesa: Les MotsLas Palabras. (2)

Al mismo tiempo, se lanzaba siempre, sin presunción, en socorro de los débiles y los humildes y creía en la gente, en las causas y en otras generalidades. Se equivocó a veces, como todo el mundo, pero (y esto, al contrario que todo el mundo) siempre lo ha reconocido y ha rehusado obstinadamente todos los laureles morales y los ingresos materiales ofrecidos a su gloria, rehusando, incluso, el no obstante, tan deseado premio Nobel, a pesar de que carecía de todo y habiendo sufrido tres atentados con plástico a causa de la Guerra de Argelia. 

Aun encontrándose en la calle, sin pestañear, impuso a los directores de teatro a las mujeres que le parecían mejores para los papeles, aunque no fueran forzosamente las que querían ellos, demostrando así gloriosamente, que para usted, el amor podía ser por el contrario “El brillante luto de la gloria”. 

Resumiendo, usted ha amado, escrito, compartido, entregado, todo lo que tenía para dar y que era lo más importante, al mismo tiempo que rehusaba todo lo que se le ofrecía y que significaba ser importante.

Ha sido usted tanto hombre como escritor, sin pretender jamás que el talento del segundo justificarlas debilidades del primero, ni que sólo la felicidad de crear le autorizara a despreciar o a ignorar a los más próximos, ni a los demás, a todos los demás. Tampoco ha sostenido que el hecho de equivocarse con talento y buena fe, legitimara el error; de hecho, usted jamás se ha refugiado tras la famosa fragilidad del escritor; ese arma de doble filo que es el talento, a usted nunca le ha llevado al narcisismo, que es, por otra parte, uno de los tres únicos roles reservados a los escritores de nuestra época, junto con los de “petit maître” y “grand valet”. Bien al contrario, con esta arma, supuestamente de doble filo, lejos de dejarse endurecer entre delicias y clamores, como tantos otros, usted ha intentado que en su mano fuera ligera, eficaz y ágil, como usted deseaba y como se sirvió de ella, para ponerla a disposición de las víctimas, de las verdaderas a sus ojos; de aquellos que no saben, ni escribir, ni explicarse, ni luchar, ni aún lamentarse.

Sin acusar ante la justicia, porque no quería juzgar a nadie; sin hablar de honor, porque no deseaba recibir honras; sin evocar incluso, la generosidad, porque ignoraba que usted era la generosidad misma; usted ha sido el único hombre de justicia, de honor y de generosidad de nuestra época, trabajando sin descanso; dando todo a los demás; viviendo, tanto sin lujo, como sin austeridad, sin tabúes y sin fiesta, excepto la ensordecedora de la escritura. Haciendo el amor y entregándolo; seduciendo, pero siempre dispuesto a ser seducido. Superando a sus amigos en todos sus límites; con su ímpetu, rapidez, inteligencia y brillantez, pero volviéndose siempre hacia ellos para ocultarlo, porque siempre ha preferido ser utilizado o manejado, antes que ser indiferente y, al fin, frecuentemente decepcionado sin remisión. ¡Qué vida ejemplar, para un hombre que jamás quiso ser un ejemplo!

Y aquí está ahora, privado de la vista e incapaz de escribir, según dicen, y seguramente, tan desgraciado a veces, como se puede llegar a ser. Quizá entonces, le alegre saber que por dondequiera que he viajado durante veinte años; Japón, américa, Noruega, París o Provincias, he visto hombres y mujeres de todas las edades, que hablaban de usted con la misma admiración, la misma confianza y la misma gratitud que yo misma le he confiado ahora.

En este siglo, declaradamente loco, inhumano y corrupto, usted fue, y sigue siendo, inteligente, tierno e incorruptible. Gracias por todo.

Françoise Sagan

1 Se refiere a Michel Platini, entonces famoso futbolista nacido, precisamente, el día 21 de junio de 1955.

2 Les Mots/Las Palabras es una autobiografía de Sartre publicada por Gallimar
d en 1964. Apareció primero en Les Temps modernes, n° 209, de octubre y en el n° 210, de noviembre de 1963. Se trata de su infancia entre los 9 y los 14 años y se divide en dos partes: Lire y Écrire/Leer y Escribir






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