miércoles, 20 de mayo de 2015

Josefina Licitra / Aire

Josefina Licitra

AIRE

Después de dos meses puedo decirme a mí misma que esto ocurrió. Que el pasto verde y liso, el manto afelpado del que salían árboles derechos existió. Que yo vi ese cuatriciclo blanco circulando por senderos con olor a nada y que me enfrenté, también, a la mujer del cuatriciclo: una señora de cabello recto y anteojos oscuros que decía, con gélida amabilidad, «suba». Decía «suba» como si la muerte fuera ella. Como si ella fuera la condensación de ese espanto que nos empujaba a todos a caminar por el parque, bajo el sol ciego y caliente, entre las flores de perfección sombría.
Es cierto que hubo una sala limpia y fría en la que todo era blanco. Todos los colores se habían desprendido de sí mismos y el lugar era la sala de los desvanecimientos. A un costado había café. El café que tomábamos para tener algo que hacer con nuestras manos, con nuestro frío, con esa sensación de caída libre en el estómago.
Es verdad que hubo un párroco y es cierto que lo echamos. Le dijimos «gracias», le explicamos qué pensábamos de dios.
Existió el cajón.
Al fondo, en el centro de la escena: eso.
Nunca vi nada tan triste y terrorífico, nada tan indignante, nada tan sin remedio.
Lloré frente al féretro quién sabe cuánto tiempo. Éramos muchos. El silencio de una misa. Mi tía se hamacaba en un baile sincopado, íntimo y conmovedor. Veinte minutos meciéndose mi tía, hasta que mi padre se acercó, la envolvió con los brazos y le dijo «Ya está. Vamos». Ya no queda nada.
Me acerqué a eso. Besé la madera porque no fui capaz de abrirlo todo y besar a un muerto. El dolor no estaba en mí. Yo era el dolor.
Nos fuimos.
Ahora, cuando lo extraño mucho y son tantas las veces que lo extraño, cierro los ojos y pienso que toco su mejilla flácida y rasposa. Cierro los ojos y pienso en sus dientes inquietos. Cierro los ojos y pienso que su mano está en mi frente. Su mano fresca y seca, la brisa de playa de su mano. Y entonces me digo que es así, que la muerte es esto. Sentir que mi Nonno me acaricia desde el aire.


SEÑORITA LI



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