Patti Smith, una mujer llamada caballo
La cantante estadounidense llega a Barcelona para interpretar su disco 'Horses'
Rafa Cervera
27 de mayo de 2015
Horses llegó a las tiendas de discos a finales de 1975, y con él, uno de los cambios más profundos para la música pop del siglo pasado. Aquel álbum condensaba algo que hasta entonces solo sabían los observadores del rock alternativo neoyorquino, la semilla de la renovación del rock & roll, que en su aburguesamiento se había apartado de las premisas vitales que le dieron carta de naturaleza. Un regreso a las raíces en forma de álbum, firmado por una artista que posaba desafiante en su portada como ninguna otra mujer del rock lo había hecho antes.
Aquella imagen de Robert Mapplethorpe, tomada durante un momento mágico de luz natural, mostraba a una Patti Smith convertida en la encarnación femenina de Rimbaud, sosteniendo con chulería la americana sobre hombro, como su admirado Sinatra. La Patti Smith que en los primeros compases de Gloria, afirmaba que Cristo no había muerto por sus pecados. La misma que en pleno subidón de ego, le había vacilado al mismísimo Dylan cuando este fue a verla actuar a un club de Nueva York. Esa Patti que escupía versos y los mezclaba con un rock & roll que era hijo bastardo del de Velvet Underground y los Stones, de Morrison y Hendrix, del doo-wop y del garaje rock.
Horses fue la punta de lanza de un fenómeno callejero que también contaba con Ramones, Richard Hell, Television y Blondie para hacerle una transfusión de juventud al rock. Una declaración de principios que respondía a los dictados artísticos de una mujer. Porque hasta que Patti Smith llegó a escena, las figuras femeninas del pop, salvo honrosas excepciones como Janis Joplin, trabajaban según las reglas del patriarcado. Patti no. Incrustó su visión de mujer en la cultura rock y subvirtió el poder de los iconos masculinos –Dylan, Jagger, Richards- absorbiéndolo para crear algo nuevo.
Su música imprimía un afán de libertad patente en la citada Gloria y su blasfemo prólogo, pero también hablando del deseo entre hembras en esa misma letra y en la de Redondo Beach; cantándole al nacimiento de su hermana pequeña en Kimberly; soñando con encontrar un billete ganador de la lotería ajeno y extraviado en Free Money. Además, estaba Birdland, ensoñación sobre la muerte de Wilhelm Reich cuyo fondo musical hacía referencia al jazz de Coltrane. Y, en el centro neurálgico del álbum, Land, una extensa pieza creada bajo un trance poético y eléctrico, dirigido –como el resto del disco- por la mano experimentadora del productor John Cale.
Llamado a ser uno de esos debuts discográficos que dejan su marca en la historia, Horses fue también un álbum complicado de superar para Patti Smith y su banda, formada entonces por Lenny Kaye, Richard Sohl, Ivan Kral y Jay Dee Daugherty. Sin este disco seguramente el punk no habría sido lo mismo, y Michael Stipe y Morrissey, tampoco. Su fuerza e inventiva abrieron una nueva dimensión para el rock & roll, haciendo realidad lo que Rimbaud profetizó siglos antes, cuando afirmó que las mujeres serían las poetas del futuro.
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