PERLAS LITERARIAS CONTRA LA DEPRESIÓN
Por Raquel Villaécija
El gran referente de la literatura fantástica desveló en su trilogía de largo recorrido el poder destructivo que puede llegar a tener un pequeño objeto. En apariencia insignificante, el anillo de poder de Tolkien es la representación del mal, el rostro de la ambición, agua que calma la sed de poder. El maquiavélico objeto dorado es la corona del rey, el símbolo de la ambición ciega y de la codicia humana. El lado oscuro del hombre.
Si Tolkien se sirvió de la épica para esculpir su extensa y elogiada obra, a John Steinbeck le bastaron 100 páginas para culminar la suya. Su relato es más sencillo y terrenal aunque encierra la misma moraleja. Es la historia de la perla más hermosa del mundo. Su brillo de doble filo ciega a un humilde pescador, como a todos el anillo de poder. “Esta perla se ha convertido en mi alma, si me deshago de ella, perderé también mi alma”, señala el ya transformado protagonista al final del relato. Lo bello al final destila un eco siniestro y destructor que lleva a la fatalidad.
La novela corta ha sido a menudo un género infravalorado. También los relatos sencillos quedan a veces sepultados por la pirotecnia estilística de las prosas más complejas. Pero en plena crisis, la mundial y la del libro, es necesario recatar del mar literario las perlas pequeñas que deslumbran. El Principito, El viejo y el mar, La perla o Relato de un náufrago son breves relatos de moraleja inmortal, historias imprescindibles, tomos concisos, redondos, casi perfectos.
Año tras año, cada día del libro se venden miles de ejemplares de estas novelas sencillas, universales y atemporales, cuyo mensaje trasciende el momento en el que fueron escritas, porque sus enseñanzas no han envejecido. El mar es protagonista en tres de estas historias. Sus héroes, antihéroes, se transforman entre olas, a excepción del Principito.
La perla bella y fea
El érase una vez de Steinbeck comienza como un bello cuento, aunque sin final feliz. Steinbeck forma parte de los grandes autores americanos, de los imprescindibles de la literatura. Tuvo mil vidas, se empapó de la calle antes de empuñar las letras. Retrató con humanidad al proletariado de la América rural. Sacudió conciencias.
La Perla es una crítica a las injusticias sociales, a la avaricia. La perla más bella del mundo se revela al final como la más fea y acaba haciendo desgraciado al pescador, que no puede esquivar el influjo del anillo y evitar el desenlace que le ha sido dado. El trasfondo del texto no es amable pero Steinbeck lo expone como si fuera un cuento. Su poliedro tiene muchos prismas. Certero en pocas páginas, el relato es real, hondo, sencillo de trazo y complejo de fondo. Su perla es profundidad lírica y humana, sensibilidad, moraleja de belleza formal.
El viejo contra la bestia
El héroe cansado de Ernest Hemingway también trazó su destino fatal en el mar. A su viejo pescador lo que le hechizó no fue una joya sino un pez grande, el que iba a solucionar sus penurias y le iba a devolver la gloria perdida. El pescado se convierte en su obsesión y aunque consigue capturarlo, al final su trofeo se queda en la raspa. Los tiburones devoran el tesoro del viejo obcecado en recuperar el respeto a base de grandezas. Sus esfuerzos no sirven de nada. El anillo se le resbala del dedo. Sin embargo, en sus redes tropieza con un trofeo inesperado, el de los valores que su hazaña le devuelve.
El viejo y el mar es la historia del duelo entre pescador y presa. Del hombre y la bestia. Un viaje introspectivo. El viejo se pierde, se busca y se encuentra. Está escrito de manera sencilla, sin barroquismos literarios: un viejo y su bote, el mar y un pez. Un tesoro engañoso y una debilidad compartida. La perseverancia, también la avaricia, resumidas en 140 páginas. No hacen falta más anzuelos. Pica el lector. Su estilo directo, claro, sencillo y breve le dio el Nobel de Literatura. William Faulkner dijo que con esta obra Hemingway había descubierto a Dios.
Relato de un náufrago
La literatura latinoamericana también ha dejado brevedades inmortales que nos retratan. Esta vez en positivo, el Relato de un náufrago de Gabriel García Márquez habla de la capacidad de supervivencia, de la resistencia humana. El héroe de la trama en este caso es Luis Alejandro Velasco. Sobrevivió diez días en el mar, sin comida ni agua después de que su barco naufragara. “Completamente agotado me incliné sobre la borda y tomé varios sorbos de agua de mar. Ahora sé qué es conveniente para el organismo, pero entonces lo ignoraba”, dijo el superviviente.
La pluma de Márquez mantiene al lector en vilo, lo mece en su oleaje de prosa, lo deja asomado a la borda, casi como queriendo rescatar al desdichado. Para escribirla entrevistó al protagonista de la historia varias veces. Reportaje, pero también novela, su relato es obra maestra del periodismo literario.
La épica del piloto
En su travesía planetaria uno de los grandes héroes de la literatura diagnostica los males del mundo. Con su certera inocencia infantil El Principito del piloto Antoine de Saint-Exupéry desnuda las debilidades del hombre. Hoy sus lecciones siguen vigentes y muchos tratan de rescatar sus valores. Salió de su mundo y en su periplo planetario se topó con los defectos del alma humana. El pequeño libro, traducido a 180 lenguas, es un bofetón que golpea con caricia, un espejo en el que mirarse y ver lo más feo. El hombre es avaro e ignora que lo valioso no se paga con dinero. Pregunta por el cuánto en lugar de por el qué. Es ambicioso, ciego que no sabe ver que el tesoro está en la simplicidad de las cosas y que todas nuestras acciones tienen consecuencias. Todas estas son las lecciones del príncipe viajero.
En su errancia el héroe de Saint-Exupéry se topa con un hombre de negocios, el Gollum que nunca ha olido una flor, que nunca ha contemplado una estrella. El Principito le pregunta al avaro qué hace con todas las estrellas que posee:
—Nada, solo las poseo — responde el financiero.
—¿Y para qué te sirve poseer las estrellas?
—Me sirve para ser más rico. Para comprar más estrellas si alguien las encuentra.
—¿Pero cómo se pueden poseer las estrellas?
—¿Y para qué te sirve poseer las estrellas?
—Me sirve para ser más rico. Para comprar más estrellas si alguien las encuentra.
—¿Pero cómo se pueden poseer las estrellas?
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