Winston Manrique Sabogal
EL NIDO LITERARIO
DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
El País, 27 de junio de 2012
Admiro las obras acabadas, como todo el mundo. Aquellas obras completas y buenas y por las que el autor alcanza su esplendor o se siente verdaderamente contento. Pero debo decir que siento especial cariño, debilidad, curiosidad y seducción por las primeras creaciones de los artistas. Es más, reconozco que algunas me gustan más que las obras que los han consagrado. Como los bocetos de los pintores, por ejemplo. Y en el caso de los escritores que admiro, me seducen y me suelen gustar más sus primeros textos, sus primeros relatos o libros. En ellos siento, realmente, el primer soplo de inspiración que habrá de extenderse por el resto de su creación. Esos escritos que son el embrión de su literatura; el nido donde se condensa lo que habrá de ser y duerme invisible el aplauso futuro. El destello del big bang creativo.
Todo esto es para decir que lo que más me gusta de Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927) son sus primeros cuentos. Con todas las sombras de influencias, con todas las imperfecciones que puedan tener, con todas las dudas que se puedan detectar, pero con una inigualable ilusión, misterio y ganas de abrirse paso en la literatura. De la alegre ansiedad de contar. De ser testigo de la pasión aún asilvestrada. Ver, sentir y recorrer con él los primeros pasos de su exploración, acompañarlo en la búsqueda de su voz, seguirlo en los tanteos de sus caminos literarios y sorprenderme con los hallazgos dispersos como guacas entre sus frases.
Ahora con la edición de la antología Todos los cuentos (Mondadori), que coincide con los 65 años de su primer relato, La tercera resignación, es buen momento para recordar que tal vez antes que novelista, García Márquez es un genial cuentista. Porque sus artículos periodísticos y sus novelas son puro relato. En todas se escucha el eco de un cuento, de un caribeño que quiere hablar, que quiere contar, que quiere compartir una historia.
Este volumen incluye 41 relatos procedentes de cuatro libros: Ojos de perro azul, Los funerales de la mamá grande, La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada y Doce cuentos peregrinos. Un volumen que permite ver la evolución del Nobel colombiano.
Los tres primeros libros de cuentos los leí por primera vez en un volumen en Colombia titulado, también, Todos los cuentos, editado por Oveja Negra: una portada blanca ilustrada con un cuadro pequeño de Javier Bustos en el que se ve un tren saliendo de una bananera y entrando en un pueblo. Lo leí hace unos veinte años después de haber disfrutado de varias de sus novelas:El amor en los tiempos del cólera, Cien años de soledad y El otoño del patriarca, y dos nouvelles: El coronel no tiene quien le escriba y Crónica de una muerte anunciada. Y fue cuando su literatura me hechizó de verdad. Fue descubrir un mundo y empezar a descifrarlo y comprenderlo, empezar a conquistarlo.
Voy a recomendar varios cuentos de esa primerísima etapa, es decir, de los tres primeros libros de relatos con algún pasaje y/o comentario: Empiezo con el primero de todos, por lo que significa:
La tercera resignación (1947): "Allí estaba otra vez ese ruido. Aquel ruido frío, cortante, vertical, que ya tanto conocía; pero que ahora se le presentaba agudo y doloroso, como si de un día a otro se hubiera desacostumbrado a él", así comienza el cuento, así empieza su recorrido por la literatura universal.
Eva está dentro de su gato (1950): "De pronto notó que se le había derrumbado su belleza", es la primera oración del relato.
Ojos de perro azul (1950): "Entonces me miró. Yo creía que me miraba por primera vez. Pero luego, cuando dio la vuelta por detrás del velador y yo seguía sintiendo sobre el hombro, a mis espaldas, su resbaladiza y oleosa mirada, comprendí que era yo quien la miraba por primera vez".
Alguien desordena estas rosas (1952), el que más me gusta de todos por tantas cosas que otro día comentaré. Transcribo el final: "Este día habrá una transformación en todo esto, porque yo tendré que salir otra vez de la casa para avisar a alguien que la mujer de las rosas, la que vive sola en la casa arruinada, está necesitando cuatro hombres que la conduzcan a la colina. Entonces quedaré definitivamente solo en el cuarto. Pero en cambio ella estará satisfecha. Porque ese día sabrá que no era el viento invisible lo que todos los domingos llegaba a su altar y le desordenaba las rosas"
Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo (1955), es la primera aparición de Macondo.
La siesta del martes (1962) es el primero de Los funerales de la mamá grande y ya se nota el afinamiento y la claridad de su voz futura. Bonito y comovedor. Hacia al mitad el relato dice: "La puerta del fondo se abrió y esta vez apareció el sacerdote limpiando los lentes con un pañuelo. Sólo cuando se los puso pareció evidente que era hermano de la mujer que había abierto la puerta.
-¿Qué se les ofrece?- preguntó.
- Las llaves del cementerio -dijo la mujer.
La niña etaba sentada con las flores en el regazo y los pies cruzados bajo el escaño. El sacerdote la miró, después miró a la mujer y después, a través de la red metálica de la ventana, el cielo brillante y sin nubes.
-Con este calor -dijo- Han podido esperar a que baje el sol.
La mujer movió la cabeza en silencio".
La viuda de Montiel (1962): "-El mundo está mal hecho- sollozó.
Quienes la visitaron por esos días tuvieron motivos para pensar que había perdido el juicio. Pero nunca fue más lúcida que entonces. Desde antes de qu eempezara la matanza política ella pasaba las lúgubres mañanas de octubre frente a la ventana de su cuarto, compadeciendo a los muertos y pensando que si Dios no huniera descansado el domingo habría tenido tiempo de termianr el mundo".
Quienes la visitaron por esos días tuvieron motivos para pensar que había perdido el juicio. Pero nunca fue más lúcida que entonces. Desde antes de qu eempezara la matanza política ella pasaba las lúgubres mañanas de octubre frente a la ventana de su cuarto, compadeciendo a los muertos y pensando que si Dios no huniera descansado el domingo habría tenido tiempo de termianr el mundo".
El ahogado más hermoso del mundo (1968), solo reproduzco su final: "Miren allá, donde el viento es ahora tan manso que se queda a dormir debajo de las camas; allá, donde el sol brilla tanto que no saben hacia dónde girar los girasoles; sí, allá, es el pueblo de Esteban".
Y parafraseando este final, diría que yo miro los 41 cuentos de García Márquez y no sé muy bien con cual de ellos quedarme. Porque de ahí procede toda su obra, es su nido literario. Carmen Ballcells, su amiga y agente literaria, ha dicha que le encanta Muerte constante más allá del amor (1970) y yo me inclinó por Alguien desordena estas rosas por lo que creo ver allí y después por La siesta del martes y El ahogado más hermoso del mundo.
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