Haruki Murakami Poster de T.A. |
Haruki Murakami
“Si mis libros encuentran lectores,
eso implica que el mundo es caótico”
Cada día, a las diez de la noche, Haruki Murakami apaga la luz y se queda dormido en un instante. A las cuatro de la mañana, se levanta para ir a correr por las calles de Tokio. Este japonés solitario y reservado es -nadie lo diría viéndole aquí, en La Pedrera de Gaudí, confundido entre la marabunta de turistas asiáticos- uno de los últimos ídolos literarios internacionales, con millones de lectores en todo el planeta. Sutil retratista del desamparo sentimental que nos rodea y explorador sin red de nuestros barrancos interiores, pocos escritores son capaces de provocar colas de jóvenes con un libro en las manos. Pero Murakami lo hace. Lo hemos visto recientemente en Santiago de Compostela o en Barcelona, ciudades que ha visitado para promocionar “After Dark”, su última novela publicada. Lo llaman el ‘David Lynch de la literatura’ y otros de sus títulos son “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”, “Tokio Blues” o “Kafka en la orilla”.
Xavi Ayén: “After Dark” sucede en una sola madrugada. ¿Hay algo del alma humana que no pueda verse a la luz del sol?
Haruki Murakami: Esta historia empieza a medianoche y acaba al amanecer. Lo decidí antes de ponerme a escribir: ‘Haruki -me dije-, vas a narrar una historia que suceda en una noche’. Antes nunca había escrito nada así, de manera que quería probar qué tipo de historia podía surgir a esas horas. Lo explico como si tuviera una cámara de vídeo doméstico, y empezase a rodar lo que ocurre en la ciudad. Es extraño, porque yo personalmente me voy a dormir muy temprano. De modo que no tengo la más remota idea de lo que ocurre durante la noche. Simplemente, me lo he imaginado. Sin embargo, después de haber acabado de escribir, fui al centro de Tokio, para asegurarme de no haber escrito nada erróneo y pude ver que lo escrito era cierto. Para mí fue demasiado: salí hasta medianoche, e incluso me metí en una de esas habitaciones de hotel para amantes, que se cobran por horas.
XA: Pero usted regentó un club de jazz, algo debe de saber de la noche.
HM: Cuando tenía veintipico años…
XA: era un pájaro nocturno…
HM: Efectivamente. Y en los 70 y 80, cuando era estudiante universitario, trabajaba de camarero en un restaurante italiano que cerraba de madrugada. Así pues, yo sabía lo que ocurría en la ciudad durante la noche… pero, claro, hace cuarenta años.
XA: En sus libros aparecen bastantes personajes con problemas mentales. ¿Siente algún tipo de afinidad con la gente que sufre estas enfermedades?
HM: Todo el mundo, más o menos, tiene algún tipo de problema mental. Usted y yo, por ejemplo. Todos tenemos nuestro propio tipo de problemas mentales, que a veces podemos mantener en un plano inconsciente, sin que aparezcan en la superficie. Pero todos somos extraños, todos estamos un poco locos. Esa es mi convicción profunda. Cuando hago aparecer a alguien con una enfermedad mental, no lo hago aparecer como algo insólito, un freakie, sino como algo genérico, muy extendido, propio de la naturaleza humana.
XA: Algunos de sus personajes duermen profundamente, otros no muy bien…
HM: Yo sí. Me duermo en cinco minutos. Dormir como un tronco tiene algo de belleza, ¿verdad? Es como entrar en mis dominios, me gusta mucho.
XA: ¿Cuándo decidió ser escritor?
HM: Me acuerdo perfectamente: el 1 de abril de 1978, a las 13.30 horas. Dicho así, parece la cosa más estúpida que existe, pero es que fue así. Una epifanía. Estaba mirando un partido de beisbol en el estadio Jingu de Tokio, con una cerveza en la mano y un sol abrasador. En el instante en que Dave Hilton hizo una jugada perfecta, supe, de repente, que iba a escribir una novela. Fue una sensación muy cálida, que todavía puedo sentir si la rememoro. Luego, volví a casa y me puse a escribir.
XA: En Tokio, parece a veces que todos los hombres lleven el mismo traje. ¿Usted nunca lleva traje?
HM: No, jamás. En mi país es difícil ser un individuo. La gente te juzga en base al grupo, la oficina o la empresa a la que perteneces. Si trabajas en Sony, Mitsubishi o en la banca, y has estudiado en la Universidad de Tokio, te miran con admiración y dicen: ‘Es un gran hombre’, ‘una persona de prestigio’. Si no perteneces a ninguno de esos grupos, si no trabajas en un despacho u oficina, puedes ser una persona de talento, muy inteligente, pero eres un don nadie, un cero a la izquierda. Eso es lo que me sucedió a mí, después de graduarme en la universidad. Yo no quería trabajar en una gran corporación o en un despacho. Así que monté mi propio club de jazz, y lo gestioné durante siete años. Y luego me convertí en novelista. Pero seguía siendo un perfecto don nadie, no pertenecía a ningún grupo reconocido, me sentía muy inseguro. Quería ser yo mismo, pero eso, en Japón, no es algo fácil, de manera que abandoné mi país, en el que me sentía extranjero. Sencillamente me fui. Pero ahora las cosas están cambiando.
XA: ¿Qué recuerdos tiene de esos siete años en el club de jazz?
HM: Yo era muy feliz. Se llamaba Peter Cat. Escuchaba música desde la mañana a la noche, y era totalmente libre. La libertad es algo muy importante para mí. No lo es tanto para muchos japoneses, sin embargo. Otras personas prefieren la armonía, el trabajar muy duramente… La armonía es lo más importante en Japón. Pero, para mí, la libertad.
XA: ¿Dónde huyó?
HM: Viví en una pequeña isla griega, donde escribí ‘Tokio Blues’.
XA: Le gustan las islas, porque usted ha tenido casa también en la misma isla donde se rodó la serie ‘LOST’.
HM: Sí. Me gusta mucho esa serie, no me sentí influido por ella, como algunos dicen, pero sí hay similitudes con mis historias: esas personas que se van al otro lado y buscan un camino de vuelta.
XA: En “After Dark”, el chico músico es hijo único, como usted; tiene una especial relación con los gatos, como usted… ¿Qué otras características comparten?
HM: ¿Es hijo único? Ya no me acordaba… No leo mis propios libros y olvido muchos detalles. Algunos hechos reflejan mi propia personalidad, mi mentalidad, pero es un personaje de ficción, tiene 20 años. A lo mejor es idéntico a mí, en el fondo, quién sabe.
XA: Tenemos dos historias, una realista y otra surreal, onírica. ¿Qué pretendía expresar con este contraste?
HM:La realidad y la subrealidad están siempre juntas.
XA: ¿Qué quiere decir?
HM: Para mí son lo mismo, no se pueden distinguir, suceden a la vez. Cuando
escribo, visito el aspecto oscuro de las cosas. Aquí la noche es como una metáfora, escribo sobre la noche urbana porque estoy escribiendo sobre la oscuridad que encuentro en mi mente. En este proceso, realidad y subrealidad van dela mano, no se contradicen. No puede uno saber qué es correcto y qué no, qué es real y qué surreal, no se puede distinguir nada. No sé si me creerá, pero no podría asegurar que esta conversación que mantenemos sea real.
XA: Pero aquí hay dos historias, una real y otra no, que se unen al final, cuando las dos hermanas se abrazan.
HM: Son hermanas, pero a la vez son una única personalidad, dividida en dos. Piénselo de esta otra manera: son la misma persona, dividida en dos, y ambas personalidades experimentan su propia vida. Cuando llega la mañana, se unen de nuevo.
XA: Cada una de las dos hermanas siente nostalgia de la otra. ¿Tiene que ver con alguna frustración suya por no tener una relación fraternal?
HM: Una de las razones por las que escribo novelas es porque busco en ellas mi alter ego. Busco a la persona que habría podido ser. Esta historia es mi propio viaje en busca de mi alter ego. Es una novela corta, de apariencia sencilla, pero en realidad es una historia muy compleja. Esas hermanas del libro vuelven a unirse, pero dentro de mí las dos personalidades que tengo nunca se unen, mantienen vidas paralelas. Los novelistas somos esquizofrénicos, de algún modo. Esto es peligroso, profundizar en tu mente es bueno, pero al topar con su aspecto oscuro hay que tener cuidado. Pero si quiero una buena historia, tengo que zambullirme en la oscuridad de mi mente, agarrar mi propia historia y regresar, volver. Los que tienen trastornos mentales de gravedad no pueden volver, pero yo sí que puedo. Por eso soy optimista, porque siempre vuelvo a ver la claridad. Y en cada libro consigo adentrarme un poco más en el fondo del pozo.
XA: Pero entra tanto en ese pozo que a veces hace daño…
HM: El viaje del alma humana es un proceso en el que el ser humano experimenta cosas extrañas, un viaje donde la sensación de irrealidad se va acrecentando. Para mí, el realismo es describir minuciosamente lo irreales y alejadas de la cotidianeidad que son las cosas de la mente humana.
XA: Pero a veces al lector, por ejemplo en “Kafka en la orilla”, le cuesta leerle, por las escenas de gran violencia que incluye, que casi salpican. ¿Qué importancia le da a la violencia en su obra?
HM: Todas las culturas son violentas. Todas las naciones, todos los pueblos deben superar su propia historia de crueldad, sus hitos de salvajismo. Existen distintos tipos de prohibiciones a la hora de expresar esta violencia inherente al ser humano. En la cultura japonesa contemporánea, sin embargo, la expresión de la violencia no está prohibida, ni a nivel mental ni legal ni social. Personalmente, a mí no me gusta describir hechos violentos, es algo que odio…
XA: Pues la escena de los gatos de “Kafka en la orilla”….
HM: …ah, sí, y aquella otra en que se desuella a un hombre vivo, sí. Odio escribir ese tipo de cosas. Pero sentí que en ese libro tenía que hacerlo, porque la historia precisaba violencia, esas escenas sangrientas. Simplemente es una puerta de entrada al otro lado, al lado oscuro. Tiene uno que abandonar su yo normal para poder pasar al otro lado. La violencia, el sexo, los trastornos mentales, son eso, una especie de llave para cruzar la puerta. Usted vive una vida normal, en este mundo, pero tienes que abandonarlo si necesitas ir al otro lado, y necesitas llaves.
XA: Los personajes se refieren, en un momento, a esos filmes de Godard en que los personajes se pasan la película hablando. A veces sucede en sus libros, repletos de diálogos.
HM: Nunca he tenido ninguna dificultad para escribir un diálogo, es algo facilísimo para mí. En esta novela, por eso, primero escribí los diálogos y luego las otras partes, de modo que todo tiene la textura de un rodaje de película. Disfruto mucho escribiéndolos, me imagino dos o tres personas y lo que dicen, es algo natural.
XA: ¿Le tienta escribir para el cine?
HM: No. Yo quiero escribir solo, no colaborar con otras personas, no sirvo para eso, para trabajar con los demás.
XA: Sobre la película “Norwegian Wood”, la adaptación de “Tokio Blues”, ¿no controla nada?
HM: No, nada. Me pagaron y pueden hacer la película que les dé la gana.
XA: ¿Por qué conecta tanto con los jóvenes?
HM: No tengo ni la más remota idea. Yo soy un hombre que escribe solo, y que hablo de gente que está sola, igual que yo, gente que es libre pero que no pertenecen a ningún grupo. Y muchos jóvenes japoneses anhelan esa libertad, pero no saben cómo conseguirla.
XA: ¿Puede ser también porque las relaciones sentimentales en sus novelas tienen mucho que ver con lo que se encuentran los jóvenes en su mundo?
HM: Hace treinta años, cuando empecé a escribir, la manera de relacionarse era casi igual. Entonces, mis lectores ya eran gente joven. Ahora, tres décadas después, siguen siendo de la misma franja de edad, de los 20 a los 30 y pocos años, ese es el segmento generacional principal de mis lectores. ¡Igual que antes! En otras palabras, mis lectores son siempre jóvenes, y no sé por qué. Yo tengo 60 años, ¡no sé nada sobre la juventud de hoy en día! No he hecho ninguna investigación de mercado, simplemente escribo la historia que me gustaría escribir. Pero tengo una teoría: mis libros son apreciados por las personas que viven en una situación de caos, por ejemplo se vendieron muy bien en Rusia después del colapso de la URSS y en Alemania justo tras la caída del muro de Berlín, en EEUU justo después del 11-S, y en Japón después del colapso económico de 1995, y tras el atentado con gas sarín en el metro. Las personas, después de una situación caótica, aprecian mis libros. Tal vez España esté pasando por una crisis. Si la sociedad vive una situación estable, mis libros no son tan apreciados.
XA: Entonces, estamos en un buen momento mundial para su obra…
HM: Bueno y malo a al vez. Si mis libros encuentran lectores, eso implica que el mundo es caótico.
XA: Corre cada día, hace varios maratones al año, y ahora ha publicado en inglés un libro sobre correr.
HM: Escribo sobre correr, porque es una actividad muy parecida a la de escribir una novela, son dos actividades de larga distancia. Para escribir hay que entrenarse, prepararse, no sirve cualquiera, eso del escritor borracho es un mito, hay que tener una fortaleza física y psicológica. Cuando corres, además, te suceden cosas curiosas.
XA: ¿Cómo qué?
HM: Hace veinte años, corriendo en el Central Park de Nueva York, me encontré a John Irving -uno de los escritores que más admiro- en pantalón corto, corriendo también. Todos los escritores deberían correr. Uno va perdiendo vitalidad a lo largo de la vida y su prosa se resiente. A los 33 años decidí ser fuerte y sano porque, ¿sabe? si no tienes demasiado talento, como yo creía entonces de mí, sólo la fortaleza y la vida sana te permiten exceler en la creación. Si eres un genio, como Mozart, o Pushkin, puedes llevar cualquier tipo de vida y escribir, pero si no, hay que correr, amigo.
XA: Pero hay muchos ‘artistas malditos’…
HM: Estoy convencido de que los artistas que llevan una vida malsana se queman mucho más rápidamente. Los héroes de mi juventud eran Jimi Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin… todos murieron jóvenes. Jimi Hendrix era bueno, pero no lo suficiente por culpa de las drogas. Trabajar en algo artístico es una actividad insana, que el creador debe compensar con una vida equilibrada y deportiva. Buscar historias en el interior de uno y contarlas es muy peligroso, y correr cada día me advierte del peligro.
AX: Pero ¿por qué es tan peligroso?
-Cuando desarrollas una historia, te enfrentas a un veneno que anida en tu interior. Sin ese veneno, tu historia será aburrida, insípida como un pescado hervido. Es como el fugu, ese pez globo cuyo veneno resulta letal, pero que, si se ha limpiado bien, es un plato sabrosísimo. Mis historias están localizadas en la parte más peligrosa de la conciencia, siento el veneno en mi mente y ofrezco de él una buena dosis al lector, porque tanto él como yo tenemos unos organismos fuertes.
-¿Qué más le aporta correr?
-Optimismo. Seguridad. Cuando uno acaba una maratón, tiene la certeza de que, al ponerse a escribir, va a llegar al final de la línea y, después, de la página. Palabra a palabra, metro a metro. Corriendo, he aprendido cuánto puedo exigirme a mí mismo, mucho más de lo que pensaba al principio. He aprendido cuándo puedo permitirme una pausa y cuándo esa pausa está empezando a ser demasiado larga.
-¿Su mayor proeza como atleta?
-En 1995 corrí una carrera de 100 kilómetros. Tardé 11 horas y 42 minutos. Para mí, fue una experiencia religiosa.
-¿En qué sentido?
-A los 55 kilómetros, estaba destrozado, mis piernas no querían obedecerme, era como si dos caballos me estuvieran arrastrando a otro lado. Pero, a los 75 km, empecé a correr de un modo fluido, desapareció el dolor. Había traspasado una barrera. Me sentí profundamente feliz. Crucé la línea de meta eufórico, podría haber seguido corriendo toda mi vida.
-Ha acabado otra novela, ¿verdad?
-Se titula ’1Q84′, es un guiño al ’1984′ de George Orwell, un libro que me fascinó en mi juventud. Siempre he estado contra el Sistema, como Orwell. Pero él escribió ’1984′ en 1948, cuando ese año 1984 era el futuro. Ahora, en el 2009, 1984 es el pasado, y yo he escrito ’1Q84′ como una novela que vuelve atrás, no a un pasado real, sino de ficción. La ‘Q’ es de ‘question’, ‘pregunta’.
-¿Comparte la voluntad de crítica política de Orwell?
-No, yo no soy un escritor político, solamente escribo de temas personales. Me interesan las posibilidades. Si uno no ha hecho algo a los 20 años, y decidió hacer otras cosas, uno ya es una persona distinta de lo que hubiera sido. Si hubiera hecho algo distinto se encontraría en otro lugar. La novela se basa en esos presupuestos: ¿qué hubiera ocurrido en 1984 si…? Es un pasado muchísimo más oscuro que el verdadero. Es una historia de amor entre chico y chica a los que les han cambiado el pasado y ya no saben lo que es real y lo que no.
-¿Nos perdemos mucho de usted en las traducciones que nos llegan del japonés?
-Ustedes conocen a autores como Mishima o Kawabata, autores que aprovechan toda la belleza del idioma japonés, que lo utilizan en todo su esplendor, de una manera maravillosamente ambigua. Ellos sí son dificilísimos de traducir. Pero, en cambio, yo utilizo el idioma como una mera herramienta, sólo quiero contar mis historias. En ese sentido, es menos difícil traducir mis obras. Mi lenguaje no es ambiguo. Mis historias sí lo son mucho, pero no mis palabras. Lo importante es el flujo de la historia, no es correcto adornar las frases con elementos superfluos e impedir que la historia fluya con naturalidad. Me gustan las descripciones simples, claras y precisas. Como la ropa que visto, clara y natural, sin adornos.
-Pero sus personajes sí visten de marca.
-Algunos. No puedes evitar, si describes la realidad, decir que comen Dunkin Donuts y que visten de Armani y de Comme des Garçons.
-Usted traduce a autores ingleses. Tal vez por eso nos resulta más cercano…
-No sé. Mis dos biblias, desde luego, son ‘El gran Gatsby’ de Scott Fitzgerald y ‘Un largo adiós’ de Raymond Chandler.
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