lunes, 14 de noviembre de 2022

Diane Kruger / «Hay mucha desesperación y soledad en Los Ángeles»


Diane Kruger

Diane Kruger: «Hay mucha desesperación y soledad en Los Ángeles»

Desde niña sabía que lo único que quería era estar en permanente movimiento. Lo consiguió. La actriz alemana empezó su carrera en París antes de triunfar en Hollywood. Ahora vuelve a sus orígenes. Mucho más sabia, eso sí.

En cuanto Diane Kruger (Algermissen, Alemania, 46 años) aparece al otro lado de la pantalla en su casa parisina y conecta el audio, se oye de fondo la voz de Nova, la hija de cuatro años que tiene con el actor Norman Reedus (conocido sobre todo por su papel protagonista en Walking Dead). A Nova le ha dedicado su primer libro de cuentos, A Name from the Sky, y aparecerá al final de la conversación para sentarse en el regazo de Kruger y explicar con vocecilla tímida que durante el rodaje en Barcelona de la última película de su madre, Marlowe (dirigida por el reputado Neil Jordan), aprendió a contar en castellano hasta 10. Kruger, quien tiene en el horizonte un biopic sobre Marlene Dietrich producido por ella misma, imprime una sorprendente cotidianidad a toda la entrevista. Cuando la periodista le comenta que John Banville, el autor de la versión de Marlowe que protagoniza y estrena en diciembre, tiene cierta fijación con que le den el Nobel, expresa su perplejidad: “A mí jamás me han obsesionado los premios. Estoy obsesionada con trabajar, eso sí. Con actuar. Uno no juzga la calidad de su propio trabajo a través de los premios, sino cuando te elige y te da su aprobación un gran director”. A la actriz, que antes de tener una carrera internacional fue una estrella en Francia y que ha compartido plató con Brad Pitt en varias ocasiones (de Troya a Malditos bastardos), esta vez le ha tocado lidiar con veteranos como Jessica Lange, quien hace de su madre, o Liam Neeson, quien interpreta al detective al que intenta seducir.

¿Qué aprendió de ellos?  

Con Liam Neeson ya había trabajado en 2011 cuando yo todavía era muy principiante. Recuerdo que era un tipo muy tranquilo, amable y paciente, que estaba en todo momento atento a que el resto del equipo estuviéramos a gusto. El hombre que me he encontrado ahora es exactamente igual, soy yo quien ha cambiado. En cuanto a Jessica Lange, me intimidaba muchísimo. Hay algo en ella que te hace verla como la femme fatale primigenia. No puedes no sentir su presencia. Si estuvieses en una habitación con 100 supermodelos y Jessica Lange entrase por la puerta no podrías dejar de mirarla. Es un gusto trabajar con actores tan experimentados porque hacen su trabajo y te incluyen, pero también esperan que sepas resolver con oficio y profesionalidad.

¿Ha cambiado con la edad lo que valora de su trabajo y de su propia carrera?  

Cuando decidí que quería dedicarme al cine fue porque quería una vida muy dinámica que me permitiera cambiar constantemente. Siempre me preocupó la posibilidad de quedarme atrapada en una situación y después arrepentirme de no haber intentado cambiarla. Y creo, de hecho, que esa es la razón por la que he tenido hijos tan tarde: porque no he parado de moverme de aquí para allá, empujada por esa sensación que siempre me ha perseguido, de que había tenido mucha suerte de que este mundo me aceptara y que cada película podía ser la última. Ahora disfruto mucho más, estoy más presente cuando ruedo, ya no tengo miedo ni estoy tan preocupada por lo que piensen los demás de mí.

Vestido bordado y zapatos de DOLCE & GABBANA ALTA MODA. FOTO: ALICE ROSETI

Vestido de GIORGIO ARMANI PRIVÉ y zapatos de SAINT LAURENT. FOTO: ALICE ROSETI

¿Neil Jordan es uno de esos directores de la vieja escuela que resuelve los problemas con accesos de ira?  

No. Jamás lo vi enfadarse. Diría más bien que tiene una especie de trastorno límite de la personalidad. Si te da una orden, nunca sabes bien qué quiere decir y le preguntas y se queda pensando, como si sonara un saxofón en su cabeza, instrumento que toca, por cierto. Es un tipo muy extravagante.

En una ocasión dijo que trabajar con directoras es “muy complicado”. ¿Lo mantiene?  

Lo mantengo. Nada ha cambiado. Me sigue encantando trabajar con directoras y sigue siendo muy diferente a trabajar con directores, pero muy divertido.

Dijo esa frase justo antes del Me Too, ¿no ha cambiado nada?  

Es muy duro ser director, tanto si eres un hombre como si eres una mujer, aunque en este último caso creo que es muchísimo más duro porque durante mucho tiempo los estudios pensaban que una mujer no podía soportar la presión que conlleva ese rol. Todo eso está cambiando poco a poco. De hecho, en esta última en la que he participado me sorprendió mucho ver a chicas con las grúas o en los equipos de iluminación, que son trabajos que exigen llevar grandes pesos y hacer mucho esfuerzo físico. De pronto ya no había un tipo diciendo: “Oh, déjame que te lo lleve yo”.

En esa misma entrevista también dijo que tenía ciertos métodos para cautivar a los directores que con las directoras no funcionaban. ¿Ha cambiado también con la edad cómo y cuánto intenta agradar? 

Desde luego. Por ejemplo, nunca he sido una persona a la que se le den bien las fiestas ni el networking. Hay muchos actores que saben cómo moverse, hacer contactos, conocen a todo el mundo… yo soy malísima con eso. Siempre me olvido de los nombres, no reconozco a la gente y me pongo muy nerviosa porque tampoco quiero parecer maleducada. Así que ya no lo intento tanto como antes.

Top, pantalón, capa, tocado de plumas y zapatos, todo de VALENTINO ALTA COSTURA. FOTO: ALICE ROSETI

Antes de ser actriz fue modelo, etapa que ha definido como muy “formativa”. ¿A qué se refería con eso?  

Fue una época maravillosa y me trajo adonde estoy hoy. Me permitió mudarme a París primero y después a Nueva York. Gracias a eso hablo alemán, francés e inglés; pero es un oficio que pasado un tiempo me aburrió. Sigo amando la moda, de hecho, esta mañana fui al desfile de Chanel, pero por lo mismo que te he dicho antes, no se me daban bien las bambalinas y no me gustaba el petardeo. Simplemente, era incapaz de jugar ese juego.

Pero el mundo de la interpretación también es muy exigente en el sentido social, ¿qué encontraba ahí más estimulante?  

Hacer una película es algo muy íntimo, tanto que algunos podrían pensar que es una actividad narcisista de tanta introspección que haces. Es una profesión en la que cuanto más vulnerable te muestres, mejor te reciben. De hecho, eso es lo que sientes en un plató: que se forma una comunidad de gente que comparte algo muy íntimo.

¿Fue duro el salto desde Europa hasta Los Ángeles?  

Cuando llegué fue increíble. El tiempo fabuloso, la grandeza de todo… Recuerdo las verjas de Universal Studios abriéndose por primera vez ante mí y pasar frente a los sets gigantes y pensar que era exactamente lo que había soñado que sería ser actriz. Pensé: “Dios, lo estoy viviendo”. Eso duró una buena temporada, pero después me di cuenta de que absolutamente todo el mundo trabajaba en la misma industria, todo el mundo habla de lo mismo, todos tienen miedo de perder el trabajo. Es un negocio voraz que siempre está buscando a la siguiente estrella, más joven, más guapa, más sexy, más alta. Todo el mundo está en búsqueda perpetua. Hay muchísima desesperación y soledad en Los Ángeles. Y cuando vi que ya no quería formar parte de eso me mudé a Nueva York, que es donde vivo, menos ahora que estamos pasando un año en París.

Vestido de FENDI COUTURE. FOTO: ALICE ROSETI

Vestido con capa y guantes de BALENCIAGA COUTURE. FOTO: ALICE ROSETI

En Marlowe su personaje mantiene una relación complicada con su madre. ¿Se parece a la suya con su propia progenitora? 

Bueno, yo nací en un pueblo muy pequeño y mis padres se divorciaron por una situación muy compleja que se daba en mi casa [su padre era alcohólico]. Con 13 años me fui a Londres a estudiar ballet y con 15, a París a ser modelo. Cuando miro atrás me doy cuenta de que mi madre me hizo el mayor regalo que se le puede hacer a una hija: la confianza. No sé si yo dejaría a mi propia hija marcharse sola a París en esas condiciones: no hablaba francés, no había móviles, no existían los ordenadores como los entendemos ahora. Así que durante muchos años no hicimos nada juntas. Pero entonces nació mi hija y mi padrastro falleció y justo ahí fue cuando mi madre volvió a mi vida para ser una abuela maravillosa que me ayuda a poder seguir adelante con mi carrera y a que Nova no tenga que quedarse con niñeras. Haber tenido yo mi propia descendencia me ha ayudado a comprender mucho mejor nuestra relación: no sabía que mi madre me quería incondicionalmente hasta que he comprobado cómo quiero yo a mi hija.

Ahora que está viviendo en Europa, donde hay una situación geopolítica tan complicada, ¿no tiene miedo?  

Tengo miedo por eso y por el cambio climático. En general, nunca había sentido tanta ansiedad, hasta el punto de que algunas noches me quita el sueño porque pienso en el futuro de mi hija. Pero esa fue una de las razones por las que nos mudamos a París temporalmente. Nueva York es terriblemente hostil ahora mismo. Hay una violencia horrible.

¿Y qué hay del mito de que los parisinos son bordes?  

Quizá es una falsa sensación de seguridad y vivo en una burbuja, pero me siento genial aquí y mi pareja también. Y lo de que los parisinos son bordes es un mito absolutamente [risas].

Jersey de cuello vuelto, pantalón, capa y zapatos, todo de VALENTINO ALTA COSTURA. FOTO: ALICE ROSETI

Vestido de @giorgioarmani
Zapatos de @ysl
Fotografía: @alicerosatistudio
Estilismo: @mrfabioimmediato
Maquillaje:@miwookim
Peluquería: @perrinerougemonthair
Manicura: @alexfeller
Diseño de set: Manon Simomot
Producción: @anissapayne y Courtney Walker @nm_productions_
Producción local: @candice_error404
Asistentes de fotografía: Giulia Baroni y Giacomo Arrigo
Atrezo: @bl.melin
Asistente de producción local: @ribikezu

EL PAÍS



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