Paul Bowles |
En defensa de Paul Bowles ante las acusaciones de Mohammed Mrabet
Rodrigo Rey Rosa responde a Mohammed Mrabet, quien la semana pasada acusó a Paul Bowles en una presentación celebrada en Madrid de no pagarle "un franco" por sus libros conjuntos y le calificó de "hijo de la gran puta"
Rodrigo Rey Rosa28 de noviembre de 2019
Como heredero literario de Paul Bowles me entristece leer las acusaciones de Mohammed Mrabet, que no tienen ningún fundamento, publicadas el viernes pasado en este diario.
Viví varios años en Marruecos, entre 1980 y 1994, y fui testigo de la amistad y la prolífica colaboración entre Mohammed Mrabet y Paul Bowles. Sé que Bowles estaba orgulloso de ser una especie de transmisor de historias y de música de Marruecos a Occidente. Como muchos sabrán, Bowles grabó y tradujo el trabajo de varios narradores marroquíes además de Mrabet, como Ahmed Yacoubi, Driss ben Hamed Charhadi, Choukri y Abdeslam Boulaich (Five Eyes, Black Sparrow Press, Santa Barbara, 1979), y es responsable de la colección de música tradicional marroquí Music of Morocco (The Library of Congress, 1959). Algunas narraciones de Bowles tienen el influjo de la tradición oral marroquí, pero decir que Bowles «robó» sus historias a Mrabet o a Choukri es incurrir en una difamación.
La afirmación de Mrabet de no haber recibido ningún pago por los libros traducidos por Bowles es falsa. No sólo recibió dinero en concepto de adelanto por la publicación de estos libros; también recibió generosas ayudas económicas de Bowles en varias ocasiones, hasta que la amistad entre ellos duró.
Desde 1991 el agente literario Roberto de Hollanda ha tenido el control del trabajo de Mrabet, como también lo tuvo del de Mohammed Choukri y del mío propio en cierto momento. Al señor De Hollanda le consta que en efecto Mrabet sí se benefició económicamente, además de literariamente, de su amistad con Bowles.
Guardo en mis archivos los acuerdos por los cuales Bowles cedió, bajo los auspicios del señor De Hollanda; los derechos de sus traducciones al inglés de los cuentos publicados hasta esa fecha por Mohammed Choukri, por Mohammed Mrabet y por mí. (Por la suma de 1 dirham, Bowles cedía a sus amigos los derechos de las traducciones de sus libros al inglés). El trabajo de traductor de Bowles no fue hecho, como lo prueba este gesto de generosidad hacia los sujetos cuyas narraciones traducía, con ánimo de lucro.
Y en cuanto a mí mismo se refiere, puedo agregar que en 1985, al recibir el contrato de la legendaria City Lights (San Francisco, California) para mi primer libro de cuentos, sugerí a Bowles que aceptara el pago del 2 por ciento de regalías por su traducción al inglés -lo que era normal para cualquier traductor de ficción en ese momento, como señalaban los editores-. Cortésmente, Bowles declinó.
Estoy a cargo desde hace más de 15 años del legado literario de Paul Bowles, y desde el inicio de mi función las solicitudes de publicación para los libros de Mohammed Mrabet, que no han sido muchas, se dirigieron, a través de The Wylie Agency, a Roberto de Hollanda. (Como Mrabet es analfabeto y por tanto no existe ningún registro escrito de sus narraciones, sus obras, en su traducción al inglés, estuvieron registradas durante mucho tiempo a nombre de quien las transcribió y tradujo: Paul Bowles). Pero desde hace años todos los títulos de los libros de Mohammed Mrabet están registrados bajo su propio nombre en la Oficina de Derechos de Autor de los Estados Unidos.
Por qué Mohammed Mrabet se empeña en difamar el nombre de Bowles es algo que me resulta muy difícil de entender. Dado que Bowles tradujo unos 12 volúmenes de las historias de Mrabet entre finales de los años 60 y principios de los 90, Mrabet, en lugar de sentirse agradecido, tal vez imagina que las ventas de estos libros deberían haberle hecho un hombre rico. Pero la verdad es que, aunque sus libros fueron publicados por editoriales prestigiosas y comentados en algunas de las mejores revistas literarias, no eran precisamente best-sellers.
No creo que Bowles estuviera interesado en absoluto en el dinero que las ventas de estos libros podrían generar. Admiraba mucho el talento de Mrabet como inventor de historias y le gustaba ayudar a dar a conocer estas historias al público de habla inglesa y al mundo en general. Lo cual hizo. Y creo que habría continuado haciendo este trabajo, que él consideraba importante, aun sabiendo que un día su amigo marroquí lo acusaría de malignidad o mala fe.
Rodrigo Rey Rosa es escritor, Premio Nacional de Literatura 2004 y responsable del legado literario de Paul Bowles.
EL MUNDO
No hay comentarios:
Publicar un comentario