Samanta Schweblin |
Samanta Schweblin opera en sus cuentos un riguroso mecanismo de relojería narrativa
La escritora argentina residente en Berlín, reconocida esta semana con el premio José Donoso por la Universidad de Talca (Chile), maneja con maestría un registro que combina humor, sentimiento y agudas observaciones, aún desde una aparente ingenuidad
Biografía
Patricio Zunini10 de septiembre de 2022
“La literatura”, dice María Negroni, “es la continuación de la infancia por otros medios”. Habría que asumir el alcance completo de la frase sin dejar de lado el carácter revolucionario, sobre todo porque es un parafraseo del teórico de la guerra Claus von Clausewitz. La mirada infantil —lo sabe Negroni, lo sabía Silvina Ocampo— tiene la capacidad de enrarecer el universo de lo cotidiano. De subvertirlo.
Samanta Schweblin es una de las escritoras que mejor logra articular la voz de los niños para extrañar el clima de sus cuentos. Ahí está, por ejemplo, “Un hombre sin suerte” —relato que ganó el Premio Juan Rulfo—, en el que una nena de ocho años cuenta con naturalidad una trama que, para cualquier lector, desde el principio tiene la forma del abuso.
“Yo creo que hay cosas que uno escribe sobre el papel”, decía Schweblin en una entrevista de hace algunos años, “pero también hay cosas que debería poder programar en la cabeza del lector: ciertos descubrimientos, ciertos silencios, ciertas modulaciones. Para que eso suceda en la cabeza del lector, ese espacio tiene que estar creado en el texto. Un texto es una pista de indicaciones para hacer determinado recorrido sentimental”.
Es sabido que escribe con los cuentos con lentitud y durante meses. Publicó su primer libro en 2002 y se tomó siete años para el siguiente. No diré que son bombas de relojería —primero, porque es caer en una imagen común y luego porque la potencia que tienen está en que no todos explotan a final; a veces sucede al principio, a veces nunca llega—, pero sí que, como decía Borges de los clásicos, transmiten la sensación de que cada palabra ocupa el lugar que le corresponde.
La carrera de Samanta Schweblin está acompañada de premios y distinciones. En veinte años recibió más de una docena. Además del Rulfo, el premio del Fondo Nacional de las Artes por El núcleo del disturbio, el Ribera del Duero por Siete casas vacías y el Shirley Jackson a la mejor novela corta por Distancia de rescate. En 2017, esa misma novela fue nominada al International Booker Prize, que finalmente ganó David Grossman —nada menos—. Hace pocas horas, Schweblin recibió el premio José Donoso a la trayectoria.
En BajaLibros se puede leer por 50 pesos argentinos -o 20 soles, en el sitio peruano- el cuento “Papá Noel duerme en casa”, que originalmente apareció en el volumen Pájaros en la boca. Así comienza: “La navidad en que Papá Noel pasó la noche en casa fue la última vez que estuvimos todos juntos, después de esa noche papá y mamá terminaron de pelearse, aunque no creo que Papá Noel haya tenido nada que ver con eso”.
Con una mezcla de ingenuidad y humor, el cuento tiene un notable trasfondo de violencia familiar que el narrador —un nenito— relata sin subrayar, pero sin hacer concesiones tampoco.
Un buen ejercicio es leer en tándem el cuento de Schweblin junto con “Mañana”, el de Claudia Piñeiro, en el que una mujer descubre en las fiestas que ya no desea a su marido. Ninguna de las dos hace literatura de género y, sin embargo, ambas ponen de manifiesto el infierno en el que se puede convertir una familia.
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