The Sunset Limited
Los personajes de Cormac McCarthy
no dan respiro
Por Pablo Chacón
En "The Sunset Limited", el escritor y dramaturgo estadounidense Cormac McCarthy, pone en acto una obra de cámara donde dos personajes discuten sobre el valor de la vida, la opción por la muerte, la soledad y la miseria económica y espiritual de la sociedad contemporánea, en un espacio acaso claustrofóbico si se atienden los antecedentes narrativos del autor de "Todos los hermosos caballos".
El volumen, publicado por Random House Mondadori, también conoce una adaptación cinematográfica protagonizada por Tommy Lee Jones y Samuel L. Jackson (dirigida por el propio Jones y con guión de McCarthy): la pieza transcurre en un ambiente, exceptuando un breve cameo al comienzo, cuando el ex presidiario (Jackson) evita el suicidio de un profesor de filosofía (Jones), al borde de las vías del subterráneo.
McCarthy, acaso el heredero más notorio de William Faulkner, nació en 1933 en Rhode Island, y pasó la mayor parte de su niñez en Knoxville, Tennessee, donde están ambientadas sus primeras cuatro novelas.
Publicó, entre otros libros, "El guardián del vergel", "La oscuridad exterior", "Hijo de Dios", "Suttree", "Meridiano de sangre", y la trilogía que lo lanzó a la fama (y al ostracismo mediático): "Todos los hermosos caballos", "En la frontera" y "Ciudades de la llanura"; también es autor de "No es país para viejos" y "La carretera".
"The Sunset…" es un diálogo sobre las razones por las cuales el ex presidiario (convertido al evangelismo) le da refugio a un profesor de filosofía desesperado, culto, escéptico y nihilista. El negro compone un personaje casi elemental pero con tanta calle (y tanta cárcel) que las cosas de las que disfruta, mínimas, operan como un don divino, incluido un optimismo a todas luces reñido con su experiencia.
Jackson ha dicho sobre sí mismo y la película que comenzó su carrera como actor "porque me gustaba ir a los cines el sábado y ver a Bela Lugosi y a los monstruos. A Lon Chaney y los Tres Chiflados. Así que me agrada también hacer esas cosas, me gusta entretener. Este tipo de materiales es como comida para un actor (…) pero también me gusta hacer cosas en las cuales no tengo que pensar".
Es que la obra de McCarthy no da respiro: el profesor acepta discutir sobre la salvación divina a cambio de interponer objeciones existenciales e históricas que obligan a su interlocutor a aguzar el ingenio para devolver algo de esperanza no sólo a su flamante amigo sino también a sí mismo, que como ex adicto a las drogas duras y asesino, necesita de un sostén casi irrompible para no caer en la misma desesperación del otro.
El "Blanco", el profesor, podría pensarse un alter ego de McCarthy (quien se salvó de una capitulación definitiva gracias a huir de su casa y a la escritura), demuele uno por uno los argumentos "religiosos" del "Negro" mientras se toman una botella de vodka o algo parecido.
En la superficie de su desesperación, la edad, las limitaciones con las mujeres, el desinterés político en un país racista (como cualquier otro) y la seguridad de un camino que conduce, tranquilamente, a un geriátrico y después a la muerte.
El departamento del ex preso está frío, afuera cae la nieve. Los dos hombres se reconocen, ¿se confiesan?: "Negro: ni hijos ni nada, profesor. No tengo a nadie. Toda mi familia murió. Tenía dos hijos varones. Hace años que murieron".
"Bueno, de hecho casi toda la gente que he conocido lleva años muerta. Quizá le convendría tenerlo en cuenta. A lo mejor soy un riesgo para su salud".
El anfitrión se ríe a carcajadas. El profesor no concibe al suicidio una cobardía sino una liberación. En ese punto (y a pesar del dogma cristiano) coinciden: el sacrificio del cuerpo tal vez implica la libertad del alma, pero mientras el Negro soporta en el valle de lágrimas, el Blanco parece haber llegado al hastío final. La tensión sube y baja, pero no cede al sentimentalismo.
En este caso, la cosa no funciona. La pulsión de muerte ha tomado al profesor y no lo suelta. Sin consuelo (el amor no es un consuelo; si lo es, no sería amor), sin interés por el mundo, ni los discursos ni por quienes los enuncian, plantados en un meridiano que no puede durar, asoma el amanecer por la ventana cuando el ex suicida toma su campera, se despide y se va del departamento.
El sonido de fondo que cierra "The Sunset Limited" es el de un subterráneo en movimiento.
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