viernes, 15 de mayo de 2020

Muere Juan Genovés, el defensor del arte como abrazo

Juan Genovés y El abrazo


Muere Juan Genovés, el defensor del arte como abrazo

El artista, que falleció en Madrid a dos semanas de cumplir 90 años, es el autor de la obra más simbólica y representativa de la reconciliación española durante la Transición


Angeles García
Madrid, 15 de mayo de 2020

Hay pocas obras de arte capaces de identificarse con el espíritu de una época como El abrazo, pintado por Juan Genovés en 1976. Realizado por encargo de la Junta Democrática, se llegaron a distribuir más de 500.000 ejemplares para exigir la liberación de los presos políticos y es el cuadro que representa en el mundo el espíritu de la Transición española. Genovés murió a la 1.30 del viernes en el hospital de La Zarzuela, donde había sido ingresado unas semana antes por dolencias que nada tenían que ver con el coronavirus y sí con su edad.

El 31 de mayo hubiera cumplido 90 años. Su esposa, Adela Parrondo, sus hijos (Pablo, Silvia y Ana) y sus dos nietos pudieron despedirse de él siguiendo los protocolos de seguridad por la pandemia. Su ayudante desde hace 16 años, Leonardo Villela, cuenta que la víspera de la muerte pidió papel y lápices para dibujar en la cama. En su estudio estuvo trabajando hasta los primeros días de mayo en una pintura de gran formato repleta de esos pequeños personajes que conformaban sus multitudes anónimas siempre presentes en la extensa obra que empezó durante la posguerra en su Valencia natal cuando se integró en colectivos como Los Siete (1949), Parpallós (1956) y Hondo (1960).

Autor de una obra combativa y solidaria, vinculado al Partido Comunista hasta finales de los 70, su salto al ámbito internacional se produjo en 1964 gracias al contrato que suscribió con la galería Marlborough, la misma firma que siguió representándole a lo largo de su vida y con los que deja pendiente una exposición con su obra reciente. Ese año, Genovés participaba junto a otros artistas españoles en la bienal de Venecia. El valenciano aportaba una pintura en la que se veía una multitud en la que se reflejaba el miedo que se vivía en la dictadura. “Yo era un muerto de hambre sin galerista”, contaba en una entrevista con EL PAÍS. “Frank Lloyd, copropietario de Marlborough, me preguntó si quería trabajar para ellos. Me dijo que llevaba a Lucien Freud, Moore, Francis Bacon… Ahora es una galería muy importante. Entonces era la mejor del mundo”.

De ser un artista entregado a la resistencia y de reflejar las calamidades de un tiempo dominado por el miedo al encarcelamiento y las exposiciones clausuradas, pasó a relacionarse y mantener amistad con Marcel Duchamp, Francis Bacon o Mark Rothko. Siempre solidario, no desaprovechó la oportunidad de que numerosos colegas españoles pasaran a formar parte de la cantera de Marlborough. En esa etapa de reconocimiento internacional le llegó el encargo de El abrazo por parte de la Junta Democrática. “Llegaron a imprimirse 500.000 carteles”, recordaba en la misma entrevista, “y no había una casa de gente progresista que no tuviera una reproducción. Ahora está en el Congreso, que es un sitio perfecto porque el cuadro es de todos los españoles, no mío. Y lo tengo tan claro que los derechos de reproducción los cedí a Amnistía Internacional”. El original de El abrazo se expone ahora en el Reina Sofía, y en el Congreso hay una réplica.

Entre obra y obra, Genovés se ocupó de muchos asuntos destinados a defender los derechos de los artistas. Uno de los más conocidos fue la creación de Vegap, la entidad que gestiona los derechos visuales en España. La fundó junto a siete amigos en 1990 y seguía siendo miembro del consejo de administración. En un comunicado difundido ayer la entidad reconocía: “Los artistas visuales tenemos mucho que agradecer a Juan Genovés. Un artista completo, con la auténtica nobleza de quien defiende la dignidad del ser humano ante todo”.

Otro de sus grandes empeños fue el lograr reconocimiento para el mundo de la cultura. Se enfurecía por la inexistencia de una ley de mecenazgo decente y por la desidia estatal ante la importancia del conocimiento: “No se enseña a mirar porque no se quiere que la gente aprenda a pensar. Consideran que Cultura es un objeto decorativo, de lujo, cuando es algo tan necesario como el comer. Nadie hace nada. Hay montones de edificios públicos abandonados que podrían ser usados por los artistas, porque la mayor parte de ellos no tiene ni donde desarrollar su obra. Mi hijo [el fotógrafo Pablo Genovés] decía hace poco que España necesita un Plan Marshall para la cultura. Totalmente de acuerdo”.

Uno de sus últimos actos públicos fue el pasado mes de otoño para presentar Resistencia, un libro editado por La Fábrica en el que se recogen sus obras más políticas y combativas. Allí, junto al historiador Mariano Navarro y el artista Fernando Sánchez Castillo, leyó el prólogo introductor del libro y se quejó de que a la lucha contra la dictadura franquista se le llamara oposición al antiguo régimen, “un necio artilugio lingüístico astuto en componendas y arreglillos para ir tirando dentro de acuerdos tan engañosos como los Pactos de la Moncloa y la Constitución del 78. Bajo la amenaza y el ruido de espadas de los militares sobre nuestras cabezas, se hizo lo que se pudo y poco más”


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