Lily King
FIEBRE II
12
21/2 (21 de febrero) Bankson volvió y luego se desplomó, como muerto, en el camino de las mujeres. Ahora está tendido en nuestra cama, con fiebre. Lo vamos mojando con agua y le damos aire con hojas de palma hasta que nos duelen las articulaciones. Tiembla, tirita y a veces tira el abanico al otro extremo de la habitación. No encuentro el termómetro por ninguna parte, pero creo que tiene mucha fiebre —o quizá lo parezca por su piel de inglés—. Sin la camisa, se le ve enrojecido pero con la piel de gallina. Sus pezones son como los de un niño después de un baño frío: dos bolitas minúsculas y duras en su largo torso. Duerme y duerme, y cuando abre los ojos parece que está perfectamente consciente, pero no lo está. Habla en kiona y a veces frases cortas en francés con un acento bastante bueno. Fen refunfuña lamentándose de que Bankson nos ha evitado todas estas semanas para luego presentarse aquí enfermo, diciendo que no quería importunar, pero el caso es que ahora lo tenemos en nuestra cama, delirando. Yo veo que sus quejas esconden preocupación. Sus palabras hirientes, sus gestos agresivos... son todo preocupación, no rabia. La enfermedad le asusta. Al fin y al cabo así es como murió su madre. Ahora veo que todas las veces que ha rondado alrededor de mi cama riñéndome, apremiándome para que me levantara, era miedo, no enfado. No cree realmente que yo sea tan débil. Simplemente le aterra que me muera. Yo le digo que la fiebre de B. desaparecerá en un día o dos y él me hace un repaso de toda la gente, blancos y nativos, que hemos conocido o de los que hemos oído hablar, que han muerto de un acceso de malaria. Ahora mismo está fuera de casa; le he enviado con Bani a buscar agua. Es difícil hacer que B. beba. Parece darle miedo la taza. La aparta a manotazos como el ventilador. Sé que tiene un poco de miedo a su madre, así que hace unos minutos le he levantado la cabeza y le he dicho en mi mejor tono de arpía británica: «Andrew, te habla tu madre. Vas a beberte esta agua», le he colocado la taza entre los labios y ha bebido.
24/2 Fen ha encontrado una carta de navegación kiona en la barca de B. Es una cosa de lo más misteriosa: un tejido de laminillas de bambú con pequeñas caracolas atadas en determinados lugares. Lo levantas contra el cielo nocturno y alineas las caracolas con las estrellas para calcular tu posición. Es un instrumento exquisito. Nunca he visto nada igual. Ojalá pudiéramos salir remando los tres esta noche, nos perdiéramos y pudiéramos usarlo para encontrar el camino de vuelta.
26/2 B. estaba bastante lúcido esta mañana, se ha disculpado profusamente y ha intentado levantarse de la cama, insistiendo en que debía dejarnos en paz. Pero le hemos vuelto a acostar y lleva durmiendo o delirando desde entonces.
27/2 Mientras yo estaba fuera Bankson ha sufrido algún tipo de ataque. Fen está agitado y exhausto, pero no me deja relevarlo, no quiere apartarse de su lado y no deja de hablar, convertido en una especie de Sherezade de efecto inverso, como si sus palabras pudieran mantener a B. con vida.
23/2 La fiebre no ha bajado. Lo estamos probando todo. Malun se presenta con sopas y elixires. Me enseña las plantas de las que están hechos, pero no me suenan de nada. Bankson sería capaz de identificarlas. Pero confío en Malun. Me tranquilizo en cuanto entra por la puerta. Me coge de la mano y me da de comer sus tallos de lirio al vapor, que sabe que me encantan. Nunca antes había tenido una amiga que se preocupara de mí en el terreno de trabajo. La verdad es que muy a menudo, en todas mis relaciones, yo soy la madre. Incluso con Helen. Hoy Malun ha traído al curandero, Gunat, que ha colocado amuletos —trocitos de hojas y pajitas— en las esquinas de la casa y que ha cantado una canción por la nariz. La Estentórea canción nasal insufrible, tal como la ha bautizado Fen. Si no te mata, nada te matará. A Gunat le preocupaba que la mosquitera estuviera reteniendo los espíritus malignos, pero Fen lo ha sacado de allí antes de que empezara a hacerla jirones.
No he podido darle a B. más que dos cucharadas del caldo que ha traído Malun. Fen tampoco. Pero al menos ha plantado cara. No ha salido huyendo, apuntándose a alguna expedición.
Se ha quedado aquí, insistiendo en que yo continuara con mis rondas de la tarde, cambiando las sábanas de B., poniéndole compresas frías en la frente y ayudándole con el orinal (una gran calabaza). Todos esos cuidados han borrado cualquier duda y me han convencido de que será un buen padre, si llega el día.
No he podido darle a B. más que dos cucharadas del caldo que ha traído Malun. Fen tampoco. Pero al menos ha plantado cara. No ha salido huyendo, apuntándose a alguna expedición.
Se ha quedado aquí, insistiendo en que yo continuara con mis rondas de la tarde, cambiando las sábanas de B., poniéndole compresas frías en la frente y ayudándole con el orinal (una gran calabaza). Todos esos cuidados han borrado cualquier duda y me han convencido de que será un buen padre, si llega el día.
24/2 Fen ha encontrado una carta de navegación kiona en la barca de B. Es una cosa de lo más misteriosa: un tejido de laminillas de bambú con pequeñas caracolas atadas en determinados lugares. Lo levantas contra el cielo nocturno y alineas las caracolas con las estrellas para calcular tu posición. Es un instrumento exquisito. Nunca he visto nada igual. Ojalá pudiéramos salir remando los tres esta noche, nos perdiéramos y pudiéramos usarlo para encontrar el camino de vuelta.
26/2 B. estaba bastante lúcido esta mañana, se ha disculpado profusamente y ha intentado levantarse de la cama, insistiendo en que debía dejarnos en paz. Pero le hemos vuelto a acostar y lleva durmiendo o delirando desde entonces.
27/2 Mientras yo estaba fuera Bankson ha sufrido algún tipo de ataque. Fen está agitado y exhausto, pero no me deja relevarlo, no quiere apartarse de su lado y no deja de hablar, convertido en una especie de Sherezade de efecto inverso, como si sus palabras pudieran mantener a B. con vida.
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