Gloria Grahame y Humphrey Bogart, en un fotograma de la adaptación cinematográfica de ’En un lugar solitario’, dirigida por Nicholas Ray.
Crítica de 'En un lugar solitario': pionera visita a la mente del asesino
Dorothy B. Hughes rompió con todos los estereotipos de género y le dio voz a un asesino en serie en 1947
Queen of noir / The mysteries of Dorothy B. Hughes
Marta Marne
4 de enero de 2020
1929 está considerado como el pistoletazo de salida del género negro con la publicación de ‘Cosecha Roja’ de Dashiell Hammett. Pero no fue hasta los años 40 cuando se consolidó, en parte debido al éxito de las adaptaciones a la gran pantalla de un buen puñado de obras de ficción. Ese fue el caso de ‘En un lugar solitario’ de Dorothy B. Hughes, que alcanzó la fama gracias a la adaptación de Nicholas Ray de 1950 con Humphrey Bogart y Gloria Grahame. Una película brillante que poco tiene que ver con la historia original de Hughes.
Dix Steele es un ex piloto de aviones de combate de la II Guerra Mundial. Ha luchado como un héroe, algo que sirve de bien poco a su vuelta. Los Ángeles no representa ya al país del sueño americano que él conocía, y no hay demasiadas formas de ganarse la vida. Estamos ante una historia que profundiza en el trauma que anida en quienes sobreviven a una contienda de estas dimensiones. El regreso a casa, la carencia de ingresos, la escasez de empleo. Y más aún en un momento en el que la construcción de la masculinidad estaba ligada de un modo tan profundo a ese papel de sostenedor de la economía familiar. Dix sobrevive debido a las donaciones de su tío Fergus, pero esa dependencia le resulta exasperante.
Por suerte tiene a su antiguo compañero Brub en Santa Mónica. Se ha casado con Sylvia y es inspector de policía. Esta amistad resulta muy ventajosa para Steele, ya que les hace creer que está escribiendo una novela criminal, al estilo de Chandler, Hammett y Gardner. Necesita información sobre cómo se lleva a cabo la investigación de un crimen, qué pistas son las que les guían hacia un sospechoso u otro. En esos momentos Brub está al frente de la búsqueda del culpable de una serie de asesinatos a mujeres por la zona, algo que a Dix le viene como anillo al dedo para poder obtener material de primera mano. Y de paso, para estar al tanto de cuánto sabe la policía. Porque el responsable de esos crímenes es el propio Dix.
Décadas antes de la concepción del término ‘serial killer’ y algunos años antes del afamado ‘El asesino dentro de mí’ de Jim Thompson, Hughes ya se había introducido en la mente de un criminal en serie. A través de una falsa narración en tercera persona, Dix narra sus frustraciones y motivaciones con su propia voz. Su odio hacia las mujeres, ese no soportar someterse a su mirada escrutadora. Siente que pueden ver la oscuridad de su alma, y eso es algo que le aterra.
Todo cambia con la aparición de Laurel en escena, una vecina que le hace perder la cabeza. Hughes invierte por completo los roles de género que habían sido habituales hasta ese momento. Es él quien depende de ella, quien aguarda cada noche sentado junto al teléfono desesperado por verla. Trata de convencerse que es al revés, que es ella quien no puede vivir sin él. Las dudas incesantes del personaje, el miedo a que Laurel no le necesite tanto como él la necesita a ella, la espera constante, están narrados de un modo magistral por Hughes, que retuerce la psique del protagonista hasta romperlo.
Aquellos que aún creen que en los albores del género negro las únicas historias que una escritora tenía capacidad de contar eran aquellas ambientadas en la campiña inglesa con protagonistas de la alta sociedad, deberían echarle un vistazo a esta novela. Ha permanecido inédita en castellano (no así en catalán) hasta 2019. Y quedan aún muchas por descubrir.
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