Alejandra Pizarnik |
25 diarios íntimos de los escritores más polémicos del siglo XX
Los diarios íntimos tienen la obligación de contar la verdad porque, en un principio, el único lector es quien lo escribe. Sin embargo, hay ocasiones en que esos escritos traspasan ese pacto personal y se hacen públicos.
A continuación un listado con veinticinco autores que decidieron narrar los acontecimientos que les marcaron, ofreciéndonos así su visión más personal e íntima de su forma de entender la vida.
A continuación un listado con veinticinco autores que decidieron narrar los acontecimientos que les marcaron, ofreciéndonos así su visión más personal e íntima de su forma de entender la vida.
Manuscrito de Franz Kafka |
1. Diarios, Alejandra Pizarnik. Desde que se suicidara en 1972, Alejandra Pizarnik ha ido adquiriendo poco a poco natrualeza de mito y perfil de leyenda. Autora de culto, venerada por varias generaciones de lectroes, Pizarnik se cuenta ya entre las escritoras latinoamericanas más importantes del siglo XX. Su poesía -íntegramente publicada por Lumen- ha cosechado numerosos adeptos incondicionales, ha creado escuela y la ha hecho mundialmente famosa. Ana Becciu, máxima especilista en la obra de la poeta argentina, ha llevado a cabo una selección de diarios originales a fin de publicar lo más esencial del pensamiento literario de la autora. En definitiva, estos Diarios constituyen una fascinante autobiografía, sin duda uno de los textos memorialísticos más importantes del pasado siglo.
2. Diarios, Fernando Pessoa. Estos diarios, de los que varias partes fueron escritas originalmente en inglés, proporcionan al lector una visión única de las inquietudes personales de Pessoa y de su forma de vida cotidiana en distintas etapas, de sus estrecheces materiales, de su formación humanística, filosófica y literaria, de sus intenciones vitales, y de la enorme madurez que demostraba desde muy temprana edad. De su recurrente sensación de aislamiento frente a familia, amigos y mujeres, retazos de sus comienzos como periodista, como poeta, y también como traductor en despachos mercantiles, de su método de trabajo literario, su apreciación sobre autores como Antero de Quental o Sá-Carneiro… Algunos de estos textos pertenecen a heterónimos menos conocidos como Charles-Robert Anon, Alexander Search o Fray Mauricio. Todo ello convive con páginas magistrales, textos a veces casi aforísticos, joyas que merecen figurar junto al resto de su obra y que sin duda harán las delicias de los admiradores de Pessoa.
3. Diarios (1910-1923), Franz Kafka. Franz Kafka, hijo de una acomodada familia de comerciantes, pertenecientes a la minoría judía de lengua alemana, nació en Praga, el 3 de julio de 1883, y murió, tuberculosos, el 3 de junio de 1924, en el sanatorio de kierling, cerca de Viena. Tras obtener, a los veintitrés años, el título de doctor en Derecho, ejerció hasta su muerte el monótono oficio de empleado de varias compañías de seguros. Aunque contrajo tres compromisos matrimoniales, no se casó nunca, y aunque de dicó su vida entera a la literatura, sólo consiguió publicar en vida unos pocos cuentos, dejando al morir una copiosa producción inédita. Gracias a su amigo y ejecutor testamentario Max Brod, que se negó a cumplir su última voluntad, -según la cual todos sus manuscritos debían ser destruidos-,se nos han conservado ocho volúmenes de novelas, cuentos y escritos autobiográficos, entre los que figuran obras tan excepcionales como El castillo, El proceso y Carta al padre.
4. Diario, André Gide. En la estela de los grandes diarios íntimos del siglo XIX -Stendhal, Vigny, Delacroix-, el Diario de André Gide, que muchos consideran su obra más importante, es la clave de la transformación del género. Crónica puntillosa y nunca conformista de los avatares de nuestro tiempo, por sus páginas desfilan aventuras eróticas, viajes, odiseas intelectuales, guerras
5. El diario de Ana Frank, Ana Frank. Tras la invasión de Holanda, los Frank, comerciantes judíos alemanes emigrados a Amsterdam en 1933, se ocultaron de la Gestapo en una buhardilla anexa al edificio donde el padre de Ana tenía sus oficinas. Eran ocho personas y permanecieron recluidas desde junio de 1942 hasta agosto de 1944, fecha en que fueron detenidos y enviados a campos de concentración. En ese lugar y en las más precarias condiciones, Ana, a la sazón una niña de trece años, escribió su estremecedor Diario: un testimonio único en su género sobre el horror y la barbarie nazi, y sobre los sentimientos y experiencias de la propia Ana y sus acompañantes. Ana murió en el campo de Bergen-Belsen en marzo de 1945. Su Diario nunca morirá.
6. Diarios amorosos, Anaïs Nin. Pocos escritos exploran la vida amorosa de una mujer con tanto detalle y sutileza como estos diarios no censurados de Anaïs Nin. En ellos se abordan abiertamente los aspectos físicos y psicológicos de esta autora que buscó actuar con plena libertad desde sus deseos sexuales y emocionales. En Incesto (1932-1934) aparecen por primera vez todos los fragmentos omitidos en publicaciones anteriores de sus diarios. Destaca la decisiva transgresión que supuso el incesto con su padre, y que subyace en la mente de una mujer en apariencia tan libre de ataduras y prejuicios. En Fuego (1934-1937), Anaïs Nin prosigue el apasionante relato de su vida. Esta vez la acción transcurre entre París y Nueva York, y aborda sus ya conocidas relaciones con Henry Miller y el psicoanalista Otto Rank. También escribe en estos diarios sobre la guerra civil española, Rafael Alberti, Alejo Carpentier o Constantin Brancusi.
7. El cuaderno gris, Joan Pla. Al abrir El cuaderno gris es mucho lo que puede asombrar al lector: una conversación cazada al vuelo en un café; una sentencia (casi un aforismo) oída o pronunciada como por casualidad, capaz de condensar el sentimiento de toda una época; la sucinta y emotiva descripción de un paisaje; descarnados apuntes de crítica literaria; un afilado juicio político, hilvanado en medio de consideraciones sobre el tiempo, la higiene, la salud, las mujeres o la gastronomía… Todo esto y mucho más contiene el dietario que Josep Pla (Palafrugell, 1897-Llofriu, 1981) escribió entre marzo de 1918 y noviembre de 1919, siendo un joven estudiante de Derecho al que el cierre de la universidad, a causa de la Gran Guerra, obliga a interrumpir sus estudios en Barcelona y regresar a su pueblo natal, donde se entretiene, con constancia de grafómano, en escribir sus impresiones sobre el día a día en un cuaderno gris. Observador minucioso, Pla proyectará a posteriori sobre sus apuntes de juventud, laboriosamente reelaborados, toda una vida de corresponsal —El cuaderno gris acaba justo antes de que el joven Pla parta hacia París, el primero de sus destinos en el extranjero—, ya sea en Francia tras el fin de la guerra, en Roma durante el despunte del fascismo o en el Madrid de la Segunda República. Tras un período retirado de la vida pública, en los años cincuenta retoma los viajes porel mundo a instancias de Josep Vergés, histórico editor de Pla en Destino, quien también le convencerá para editar su obra completa, 46 volúmenes que se abrirán en 1966 precisamente con este libro.
8. Diario de invierno, Paul Auster. Auster vuelve la mirada sobre sí mismo y parte de la llegada de las primeras señales de la vejez para rememorar episodios de su vida. Y así, se suceden las historias: un accidente infantil mientras jugaba al béisbol, el descubrimiento del sexo, las masturbaciones adolescentes y la primera experiencia sexual con una prostituta, la rememoración de sus padres, un accidente de coche en el que su mujer resulta herida, una presentación en Arles acompañado por su admirado Jean-Louis Trintignant, la estancia en París, una larga lista comentada de las 21 habitaciones en las que ha vivido a lo largo de su vida hasta llegar a su actual residencia en Park Slope, sus ataques de pánico, los viajes, los paseos, la presencia de la nieve, el paso y la herida del tiempo… En definitiva, un magistral autorretrato.
9. Diarios completos, Sylvia Plath. Esta edición de los Diarios completos de Sylvia Plath incrementa en dos tercios el material de los anteriormente publicados en Estados Unidos en 1982 y en España en 1996. Entre los nuevos pasajes, se cuentan dos cuadernos que su viudo y albacea, Ted Hughes, había prohibido hacer públicos hasta 2013. Editados por Karen V. Kukil a partir de los 23 manuscritos custodiados por el Smith College, cubren desde sus años de estudiante universitaria hasta 1962, un año antes de su muerte, incluyen algunos dibujos y poesías, y son en conjunto el documento definitivo sobre la vida y obra de una de las poetas icónicas del siglo XX. Plath, apenas con 18 años, creía, como leemos ya en las primeras páginas, que, al «convertir en escritura una parte de mi vida, mis emociones, mis sentimientos más íntimos, la estoy justificando»; pero esta idea de que escribir la vida es «un trampolín, una técnica» para «organizar de forma provisional mi pequeño y patético caos personal» acaba resultándole sospechosa, un principio «falso y provinciano»
«y eso es lo que me resulta muy difícil de afrontar». Con una lucidez extraordinaria, estos diarios no solo retratan una intimidad personal siempre en conflicto con los valores domésticos sino que son una valiosísima reflexión sobre el arte, el sentido, las satisfacciones y las trampas de escribir.
10. Diarios (1056-1985), Jaime Gil de Biedma. Poco antes de morir, Jaime Gil de Biedma dejó lista la versión íntegra de su diario de juventud, que se publicó en 1991 con el título de Retrato del artista en 1956, al que en esta edición, prologada y anotada por Andreu Jaume, se le añaden otros tres que escribió años más tarde y que habrían permanecido inéditos hasta ahora. El primero cubre un periodo comprendido entre 1959 y 1965, una época decisiva en su vida y en la que alcanzó la madurez poética. El segundo es un diario de 1978, momento en que el poeta, después de abandonar casi la poesía a finales de los años sesenta, intentó volver a escribir. Y el último es un breve dietario que Gil de Biedma llevó en una clínica de París, en octubre de 1985, cuando fue ingresado para recibir tratamiento contra la enfermedad que acabaría con su vida, en enero de 1990.
En conjunto, este libro conforma una espléndida autobiografía intelectual y moral, desde el despertar de su vocación literaria en 1956, su primer viaje a Filipinas, la consolidación de su perfil sentimental y poético, hasta la lenta y laboriosa composición de sus mejores poemas y de sus ensayos, el agotamiento de la vena lírica y el avistamiento de la muerte. A lo largo de estas páginas vemos cómo uno de los grandes poetas europeos del siglo XX escribe, ama, trabaja como alto ejecutivo de una empresa, y hace lo suyo por vivir en «,este país de todos los demonios»,. Si antes apreciábamos solo una parte del retrato, ahora la obra está completa.
11. Adiós a casi todo, Salvador Pániker. El quinto de los dietarios de Salvador Pániker abarca los años que van del 2004 al 2010 y, como en volúmenes anteriores, en él da cuenta de su vida más íntima, de la realidad del momento social y de su pensamiento filosófico. Con su sabiduría elegante, estos textos no esquivan esa devastación llamada vejez, con sus preguntas y, si cabe, algunas respuestas.
En las páginas de los diarios de Paniker, el lector encontrará una paideia cada vez más elaborada, una propuesta «musical» para afrontar la parte final de la vida y para hacer más llevadera la convivencia con el sufrimiento, otra de las preocupaciones más acuciantes del Pániker maduro.
12. Renacida. Diarios tempranos: 1947-1964, Susan Sontag. Renacida nos cuenta, desde la vivencia, los primeros años formativos de quien se convertiría en una de las intelectuales más influyentes del siglo XX. En estos extractos, cuidadosamente escogidos, Sontag revela el curso de sus pensamientos, sus lecturas abundantes, sus vulnerabilidades y su vida como estudiante adolescente en Berkeley, donde descubre su sexualidad, se casa y, a los 18 años, tiene a David, su único hijo. Las características propias de la escritura de Sontag, su compromiso intelectual y su intolerancia frente a la mediocridad, unidas a su faceta más íntima: llena de inseguridades y vulnerabilidad.
13. La conciencia uncida a la carne, Susan Sontag. El segundo de los tres volúmenes de los diarios de Susan Sontag arranca donde acaba Renacida, a mediados de los años sesenta. Estos diarios trazan y documentan la evolución de Sontag de principiante en el mundo artístico e intelectual de Nueva York a influyente crítica mundialmente reconocida con la publicación de Contra la interpretación en 1966. La conciencia uncida a la carne sigue a Sontag durante los turbulentos años de la década de los sesenta -sus viajes a Hanoi en el punto álgido de la guerra de Vietnam y a Suecia para rodar largometrajes-, hasta los años ochenta y el inicio de la era Reagan. Este libro es un registro de incalculable valor de los mecanismos internos, emocionales, espirituales e intelectuales de una de las pensadoras más incisivas y analíticas del siglo XX en pleno apogeo de sus facultades, además de una ventana al despertar político y moral del individuo.
22. Diarios (1925-1930), Virginia Woolf. Este volumen abarca íntegramente el período de tiempo comprendido entre 1925 y 1930. Virginia Woolf alcanzó entonces su plena madurez como escritora, consiguió una posición segura y respetada en el mundo de las letras y participó de una agitada vida social. Pese a todo, día a día siguió consignando la impresión que le causaban escritores como W. B. Yeats, H. G. Wells o Thomas Hardy, su amor por Vita Sackville-West y el de Ethel Smith por ella, sus lecturas, sus empeños, las franjas más inaprensibles de su intimidad.
Virginia Woolf |
A Virginia Woolf le gustaba fumar puros, jugar a los bolos y escribir a máquina. Era feminista y era pacifista, y una vez que le ofrecieron un doctorado honoris causa lo rechazó con tajante elegancia. Comparaba la felicidad de escribir impulsada por el entusiasmo de la inspiración y la perseverancia del trabajo con el ronquido de un Rolls Royce lanzado a cien kilómetros por hora; con la fuerza de las hélices de un avión. Un día estaba escribiendo en su diario y al levantar la cabeza vio por la ventana de su casa de campo un zepelín que navegaba silenciosamente en la noche, con una guirnalda de luces en la barquilla; paseando por el campo con su marido, Leonard Woolf, una mañana de primavera, vio en un prado, entre ovejas y vacas, un aeroplano de fuselaje plateado y alas azules.
Cuando la abatía la negrura de la depresión podía pasarse semanas encerrada en su dormitorio, mirando al techo, deseando morir; pero muchas más veces disfrutaba golosamente de la vida, del amor conyugal y tal vez del amor de aquella mujer a la que estaba tan unida, Vita Sackville-West, de la cercanía de sus amigos, de los paseos entre las multitudes de Londres o las caminatas solitarias por el campo; de verlo todo y apreciarlo todo; y sobre todo de la literatura, de escribir y leer, de recibir la intuición, la primera imagen de una novela y dejarse llevar por ella hasta encontrar su forma; y de escribir en su diario sobre la felicidad y la obsesión y la incertidumbre de escribir y sobre cualquier cosa que se le pasara por la imaginación y sobre cada impresión que le alertara los sentidos, sobre una visita a Thomas Hardy o un encuentro a la orilla del Támesis con George Bernard Shaw o sobre un perro que la miraba mientras trabajaba o sobre aquel aeroplano que ella y Leonard vieron un día brillando al sol en medio del campo como una prodigiosa libélula.
Escribía el diario en volúmenes de páginas en blanco encuadernados por su marido en la editorial que habían fundado los dos, la Hogarth Press. Cada año empezaba un tomo distinto. Había llenado veintisiete cuando se quitó la vida el 28 de marzo de 1941, internándose en un río con los bolsillos llenos de piedras para que su cuerpo no flotara. En los últimos tiempos sus anotaciones se habían ido haciendo más secas, mucho más cortas. El miedo a la locura se correspondía con el colapso del mundo. Hitler se había apoderado de Europa entera y cada noche las bombas de la aviación alemana asolaban uno tras otro los barrios de Londres. La casa en la que Leonard y ella vivían estaba en ruinas. Virginia Woolf volvía a Londres desde su refugio en el campo y encontraba reducidas a escombros las calles que hasta hacía muy poco tiempo fueron los lugares usuales por los que se movía. Leonard era judío: si como era probable los alemanes invadían Inglaterra Virginia y él se matarían juntos.
Sándor Márai |
15. Lo que no quise decir, Sandor Márai.«No dejaré que los dos primeros capítulos de Confesiones de un burgués III lleguen al público extranjero. No quiero que lean esta triste confesión, esta acusación entre húngaros. En húngaro, para los húngaros, sí… Pero que los extranjeros no lo sepan.» Una entrada del diario de Márai de 1949 permitió confirmar a los especialistas del museo Petófi de Budapest lo que ya sospecharon cuando, entre el material del legado literario recibido en 1997, encontraron unos capítulos inéditos que, por deseo del propio Sándor Márai, se habían excluido de la tercera parte de Confesiones de un burgués, editada en Toronto en 1971 con el título ¡Tierra, tierra! Así, estos textos inéditos constituyen una parte crucial de la autobiografía de Márai puesto que giran en torno a dos fechas capitales: el 12 de marzo de 1938, cuando la Alemania nazi se anexionó Austria, y el 31 de agosto de 1948, cuando el gran autor húngaro, acompañado de su esposa y su hijo, abandonó su país, entonces ya un satélite de la Unión Soviética. «En aquellos diez años dejó de existir toda una forma de vida y toda una cultura», escribe. Combinando la confesión íntima con el análisis histórico, Sándor Márai evoca ese período crucial para Hungría y sondea una sociedad que se debate entre el deseo de independencia y los sueños de grandeza nacional, y que acabaría al servicio de la Alemania nazi. Este libro, una verdadera denuncia del fascismo y la barbarie, descubre a un humanista comprometido, un hombre consecuente que desea para su país una vía alternativa a la del estado totalitario. Obra de profunda integridad intelectual, Lo que no quise decir es el testimonio excepcional de uno de los grandes escritores europeos de siglo XX.
16. Diario de Sintra, S. Spender, W.H. Auden y C. Iserwood. En 1935, W. H. Auden, Christopher Isherwood y Stephen Spender, los tres escritores ingleses más importantes de su generación llegan a Sintra, antigua capital de Portugal. Su idea es alquilar una casa grande donde poder vivir todos juntos para siempre. En la localidad lusa se dedican a escribir y a conversar, y mantienen un diario común de diciembre de 1935 a agosto de 1936 en el cual todos son responsables de contar historias y anotar sus observaciones. La guerra está de fondo, muy cerca: en julio de 1936 estalla la guerra civil española, prueba general de la Segunda Guerra Mundial. La política y los sentimientos se funden y chocan mientras vuelcan en el diario inspiraciones que luego se trasladarían a sus obras. Son páginas rescatadas del olvido: Matthew Spender, hijo de Stephen, se ha hecho cargo de la edición y el resultado es un texto en el que el lector podrá vivir en primera persona los destinos de algunas personalidades excepcionales de la cultura del siglo xx.
Sintra evocaba grandes figuras literarias como el libertino William Beckford, que compró aquí una villa y creó un jardín, o Byron, que en Sintra escribió parte de Las peregrinaciones de Childe Harold… todos ellos contribuyeron a hacer de la ciudad un sinónimo de libertad, un lugar mítico con tintes nostálgicos.
Los tres intelectuales huyen de una Inglaterra homófoba (donde el delito de homosexualidad no se abolió hasta 1967) y encuentran en Sintra un espacio ideal para vivir libremente. El diario refleja ese deseo de encontrar un lugar fuera del mundo mientras Europa se desmorona.
17. Nueva York, el deseo y la quimera, Alfonso Armada. En Nueva York, el deseo y la quimera encontramos un evocador relato sobre esta ciudad que el autor recompone a lo largo de los años que vive en ella. Uno de los episodios que relata es el tristemente famoso 11 de septiembre, y que el autor describe de forma sobrecogedora. Además el autor compone una bella historia de la ciudad de Nueva York desde su fundación, de las masas de inmigrantes que la van componiendo a lo largo de su historia, de sus lugares preferidos, etc… y añade los fragmentos más importantes de un diario de los años que pasa en Nueva York. El estilo periodístico con que está tratado hace que sea muy ágil y ameno, y en momentos estremecedor.
18. Dietario voluble, Enrique Vila-Matas. Este libro abarca los tres últimos años (2005-2008) del cuaderno de notas personal de Enrique Vila-Matas. Combina los comentarios sobre libros leídos con la experiencia y la memoria personal, va proponiendo la desaparición de ciertas fronteras narrativas, donde las diferencias entre ficción y ensayo son cada vez menos relevantes y, a la vez, va abriendo camino para la autobiografía amplia, siempre a la búsqueda de que lo real sea el espacio idóneo para acomodar lo imaginario. Compuesto en parte por notas que pasaron del cuaderno del escritor a la edición dominical de El País de Cataluña, pero también por fragmentos inéditos, y por notas que han sido escritas para completar esta edición, Dietario voluble es, ante todo, un tapiz que se dispara en muchas direcciones.
19. El dolor, Marguerite Duras. «El dolor» está escrito en los últimos días de la ocupación alemana y los primeros de la liberación. Los verdugos que se transforman en víctimas, las víctimas que se transforman en verdugos, es el turbulento fondo de esta crónica. El angustioso diario de la autora mientras espera el retorno de su marido, al que ya no ama, de un campo de concentración y su extraña relación con un agente de la Gestapo al que entregará a la Resistencia forman algunas de las dramáticas situaciones de este libro. Marguerite Duras dejó un gran testimonio sobre el conflicto moral y político de la justicia en una época de vencedores y vencidos.
20. El tejado de vidrio, Andrés Trapiello. El tejado de vidrio es la tercera entrega de esta novela en marcha que su autor ha titulado Salón de pasos perdidos, en la que pasa de todo, menos, como ya se ha declarado en otro lugar, interesantes asesinatos en sórdidos hoteles. Lo único que se mata aquí es el tiempo que va pasando de una manera amena y sin tropiezos, como uno de aquellos viajes que se hacían antiguamente en diligencia. Estamos hablando, pues, de la vida, conjugada en todos sus tiempos, modos y personas: el humor, el relato, la suposición, el guiño, la poesía, una cierta mordacidad confiada a la ternura, las hipocondrías e ilusiones y todo lo que hace de la palabra contradicción la más humana de todas. Una de estas contradicciones, no la más menuda, es ver cómo este extraordinario Salón se ha ido llenando de lectores. Cada vez más numerosos, cada vez más solitarios y quizá por culpa de páginas como éstas, cada vez más orgullosos de serlo.
21. Diario íntimo, Miguel de Unamuno. La aparición de este DIARIO ÍNTIMO en 1970 supuso una renovación de los estudios unamunianos motivada por la nueva luz que arrojaron sobre la figura del gran escritor bilbaíno. Formado por cinco cuadernos de diferente tamaño y número de páginas, en ellos Miguel de Unamuno (1864-1936) vertió, abandonado a su espontaneidad y sin la expectativa de juicios ajenos, los sentimientos, dudas, esperanzas y temores suscitados por la profunda crisis espiritual que en los últimos años del pasado siglo cambió el rumbo de su vida y de su concepción del mundo.
22. Diarios (1945-1969), Virginia Woolf. En las páginas de este diario, el distinguido historiador de las religiones retrata a sus amistades, intelectuales y artistas de todo el mundo: Teilhard de Chardin, Henri Michaux, Georges Bataille, Georges Dumézil, Henry Corbin, Ionesco, Brancusi, Cioran, Papini, Jung, Borges, Benedetto Croce, Jünger, y muchos más. Los recuerdos rumanos, la tristeza, la alegría y la nostalgia transforman el diario en la historia apasionante de un hombre, y en un documento de proyección internacional. Este diario de un filósofo es también el de un poeta cuya fuerza espiritual y confianza en el poder creativo del espíritu irradian en todas sus páginas.
23. Nueva York. Ida y vuelta, Henry Miller. Henry Miller llegó tarde al grupo de expatriados de los años 1920, entre los cuales escritores como Hemingway o Fitzgerald irrumpieron brillantemente en el firmamento literario. Para cuando Miller se trasladó a París, a instancias de su esposa June, América estaba entrando en la Gran Depresión y la sombra de Hitler comenzaba a moverse a través de Europa. Poco tiempo después, Miller conocía e iniciaba una larga relación con Anaïs Nin, a la que sigue hasta Nueva York en 1935. El viaje y las experiencias vividas lo llevan a escribir ese mismo año este Nueva York. Ida y vuelta. Más diario que novela, y escrita desde el yo y la subjetividad propia del autor, esta obra es una larga y divertida carta que Miller dirige a su íntimo amigo Alfred Perlès, una carta llena de impresiones vivas y reflexiones escandalosas, en la que se incluye también un ameno fresco de su viaje, conformando así un retrato tan cómico como genial del autor y de su lugar de nacimiento. En este volumen se añade la también carta del autor Vía Dieppe-Newhaven, donde nos narra un malogrado viaje a Londres desde París.
24. Diarios (1847-1894), Leon Tolstoi. «El conde Lev Nikoláievich Tolstói—dice Selma Ancira—era del todo impredecible. Un día se encontraba en medio de una batalla en Crimea y al siguiente aparecía segando el heno con los campesinos. Otro día nos enterábamos de que estaba aprendiendo el oficio de zapatero y días más tarde de que estaba estudiando griego clásico para leer a Homero. Había momentos en los que nos sorprendía con el minucioso examen de conciencia al que se sometía, mientras en otros lo veíamos perder su hacienda por deudas de juego. Era una personalidad llena de contradicciones, desmesurada y seductora, cuya vida había quedado registrada en un diario.» El presente volumen es una selección amplia y significativa de los diarios que Lev Tolstói escribió entre 1847 y 1894. Poco dado a concesiones, Tolstói se nos presenta en ellos en su más íntima humanidad, en la lucha que mantuvo consigo mismo y con su entorno, en la búsqueda incesante de su plenitud como hombre y como escritor. 25. El oficio de vivir, Cesare Pavese.
Producto de su ahínco por desentrañar los más hondos secretos de una vida que desde muy joven se le hizo muy cuesta arriba, redacta uno de los textos autobiográficos más imponentes de la historia de la literatura, El oficio de vivir (Il mestiere di vivere), que podemos leer, disfrutar y estudiar en español a través de la laudable traducción de Ángel Crespo en Seix Barral, que se corresponde con la primera edición original en italiano, publicada originariamente en 1990 en la editorial Einaudi.
El oficio de vivir abarca un amplio arco temporal: desde el 6 de octubre de 1935 (cuando Pavese sobrepasaba apenas los 27 años y comenzaba a ser plenamente consciente no sólo de su vocación artística, sino de la radicalidad de algunos de los problemas existenciales que llevaba arrastrando durante algunos años) hasta el 18 de agosto de 1950, nueve días antes de quitarse la vida. Tres lustros, por tanto, en los que asistimos como privilegiados espectadores al taller de trabajo de Pavese, en el que no faltarán las –escasas– alegrías o –insuficientes– satisfacciones, tampoco los –amargos y numerosos– sinsabores, las –constantes– angustias y el –omnipresente– terror sobre la veleidad de cuanto existe. Si bien Pavese realiza todo tipo de digresiones (a modo de ensayo, de breves e incipientes investigaciones) sobre muy diversos temas, son los avatares de su vida personal y más íntima los que sin duda cobran más relevancia a lo largo de El oficio de vivir. (Carlos Javier González Serrano)
Valencia, 18 dic. (Àngels S. Amorós, Quelibroleo)
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