Creadores ante el coronavirus, la voz de la experiencia
Son pintores, cineastas, escritores, dramaturgos y actrices, nacidos en 1940 o antes, hablamos con Gonzalo Suárez, Antonio López, José Sanchís Sinisterra, Clara Janés, Eva Lootz, Luis Gordillo y Nuria Espert sobre cómo viven estos días de alarma y pandemia
Marta Ailoti24 de abril de 2020
Confinados, no solo el espacio, sino también el tiempo adquiere otro matiz. “Los días se deslizan unos tras otros demasiado rápido”, reflexiona el escritor y director de cine Gonzalo Suárez. Pasan, pero no acaban, mientras todo lo demás, la vida como la conocíamos, “ha quedado aparcada”, en palabras de Antonio López. Son tiempos extraños, para algunos más difíciles que para otros. A José Sanchis Sinisterra el teléfono le pilla en mitad de una clase online del máster que imparte en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Refugio o no, el trabajo es también parte de la rutina de estos creadores que como Clara Janés, Nuria Espert o Eva Lootz continúan con sus rutinas. Pintores, cineastas, escritores, dramaturgos y actores, nacidos en 1940 o antes, que nos cuentan cómo llevan estos días que ya empiezan a pesar. “No basta con vivir bien y ver crecer las flores –lamenta Luis Gordillo-. Estoy empezando a asfixiarme”.
Las rutinas, eso sí, varían de unos a otros. Cada uno, como todos, vive como puede la cuarentena. Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934), por ejemplo, acostumbra a pasear por el pasillo unos 5 o 6 kilómetros diarios. “Me lo conozco ya muy bien -bromea al otro lado del teléfono-, cada vez me parece un lugar más interesante y siempre espero que al tomar el recodo, me encuentre algo interesante, pero solo tengo que dar media vuelta y volver”. Después intenta escribir, aunque “sin mucha fortuna”. A las 8 se asoma a la ventana para aplaudir. Mientras tanto los días pasan pronto. “Estamos hablando hoy y ya es mañana. Y fue ayer. Se deslizan demasiado rápidamente para ser una especie de sin fin”. Para el veterano director de cine, que recibió el pasado mes de enero la Medalla de Oro de los Premios Forqué por su trayectoria, esta “es una historia sin historia”. Es por eso que se “resiste” a escribir de ello. “No me estimula mucho”.
Con más fortuna creativa lo vive la poeta Clara Janés (Barcelona, 1940) que aprovecha el confinamiento “con mucha invención y trabajo fecundo”. Acostumbrada a trabajar en su casa, la escritora ve en sus poemas algo más que un aliado contra la rutina de la cuarentena. “No se trata de refugio -matiza-, sino más bien de impulso creativo”.
«El confinamiento es un método muy triste porque te deja solo contigo mismo durante días y días. No creo que nadie tenga tanta vida interior como para aguantar eso». Nuria Espert
Como a ella, al pintor Antonio López (Tomelloso, 1936) vivir en estado de alarma apenas le ha trastocado su rutina. A sus 84 años el artista continúa infatigable. Por las mañanas trabaja en una escultura, un autorretrato de sí mismo de cuando tenía 6 meses. “Yo nací todavía en la República, en enero del 36, y me hicieron esa fotografía poco antes de empezar la guerra. Me parecía una imagen bonita. Lo empecé hace ya tiempo y ahora lo estoy siguiendo”, recuerda. Por las tardes dedica el tiempo a sus pinturas de flores y del interior de su vivienda. En lo único que ha interferido la pandemia es en sus temas urbanos, ya que ha tenido que aparcar algunos cuadros que iba a realizar estas semanas en Madrid, fuera de su casa. “Ya no puedo ir a ninguna exposición, a ningún museo, no puedo visitar a ningún amigo, tampoco me visitan a mí –reconoce-. Todo eso sí influye en la vida que llevas. Pero el día, la cantidad de horas que supone la tarea que haces durante la jornada, no ha cambiado”.
El artista es de la opinión de que para los pintores la vida sigue siendo la misma. “Te afecta porque alrededor de ti está pasando algo muy grave y sorprendente, pero yo hago la vida de siempre”, concluye. Coincide con él la pintora Eva Lootz (Viena, 1940), a quien la cuarentena le pilló, como decía Picasso sobre la inspiración, trabajando. “La línea de mi trabajo, que ha tenido mucho de investigación, ha girado todo este año sobre el origen de la colonialización y el pensamiento decolonial y está relacionado con la exposición que actualmente está teniendo lugar en el Patio Herreriano”, explica ella misma sobre esta muestra, El reverso de los monumentos y la agonía de las lenguas, que se inauguró el pasado mes de febrero, poco antes de decretar el estado de alarma.
Por fortuna, su vida no se ha visto muy afectada de momento. “El hecho de que mis apuntes/diarios/dibujos sean de formato DIN A 4, debido a que los hago en un espacio reducido, fácil de calentar, y no en mi estudio, diría que es una minucia”, arguye Lootz. Como la artista, Luis Gordillo (Sevilla, 1934) también se considera afortunado. “Tengo una buena casa y estudio, jardín, buen trabajo y a Pilar, mi mujer, al lado. Pero me angustia la cantidad de gente que lo va a pasar tétrico”. Para el artista, el primer mes ha ido mejor que el segundo. “He seguido haciendo lo que hacía antes, es decir, pintar casi todo el día. No es que me refugie en el trabajo, es que no sé hacer otra cosa”.
“El teatro es presencia”
José Sanchis Sinisterra (Valencia, 1940) se encontraba de viaje en Cuba cuando empezó la pandemia. Fueron sus hijas las que le adelantaron el billete de vuelta. Como está en el grupo de máximo riesgo lleva sin salir de casa desde que volvió. Allí vive solo y no ha vuelto a pisar ni el descansillo de la escalera. Eso sí, trabajo no le ha faltado. El dramaturgo ha cambiado una rutina por otra para poder mantener todos sus proyectos. “La enorme ventaja es que para mí leer, escribir, estudiar o investigar es algo apasionante que me fascina y no es trabajo, tiene un componente de placer, de estímulo, que justamente me sirve un poco de antídoto contra el peligro de la depresión o la melancolía”, reconoce.
«No sé ni cuándo ni cómo, pero pienso que cuando volvamos a la normalidad volveremos a ser tan estúpidos o tan listos como éramos el día anterior». Gonzalo Suárez
Ocupado plenamente en el mantenimiento del Nuevo Teatro Fronterizo, además del máster que imparte en la UAM de Guion series y dramaturgias y un taller en la Escuela de Escritores que comienza ahora, comparte que dentro de este confinamiento extremo intenta poner un poco de orden en su oficio. “Me siento con el compromiso de mantener el NTF a pesar de que al no tener ningún tipo de subvención institucional dependemos de los talleres, cursos, encuentros o lecturas que organizamos. Pero son presenciales y ahí es cuando aparece ya el fantasma de hasta cuándo vamos a poder resistir”. Además, el cambio del marco físico al virtual le ha supuesto una complicación añadida al dramaturgo, que vive sin móvil ni redes sociales. “El problema –advierte- es que el teatro es presencia, es sobre todo gente que se reúne para dar forma a cosas que son compartidas. Entonces, yo que soy del siglo pasado, me siento como muy forzado en ese territorio. A pesar de todo, lo he hecho”.
Su compañera de profesión, la actriz Nuria Espert (Hospitalet de Llobregat, 1935) se une al sentir general de que estos son días complicados y tristes. “Esto nos ha caído como una bomba atómica sobre un mundo ya muy conflictivo, ya muy empobrecido –analiza-, como si ya antes el mundo estuviera en un momento feo, cada vez más grosero y más materialista. Con el coronavirus todo se ha vuelto, en el mejor de los casos, gris y en muchos otros, negro”.
La intérprete, que se encontraba en plena gira del Romancero gitano cuando todo estalló, comparte que en condiciones normales suele buscar los ratos solitarios para descansar de un trabajo que le ha acostumbrado a estar rodeada de gente todo el tiempo. “Ahora he descubierto que, un mes y medio más tarde, no estoy tan contenta con la soledad –medio bromea-. El confinamiento es un método muy triste porque te aísla de toda la gente que quieres, te deja solo contigo mismo durante días y días. No creo que nadie tenga tanta vida interior como para aguantar eso sin hacerse daño”.
Ella, como otros muchos, se ha refugiado en su oficio como una fuente de felicidad inagotable. “Naturalmente sigo con mis libros, con mis obras de teatro y con la poesía que siempre me acompaña –explica-, pero ni por un segundo he pensado en qué voy a hacer después”. El después es, de hecho, la gran incertidumbre para todos. Aunque Espert tiene claro que lo primero serán los compromisos acordados de su gira, que tuvo que acortarse a la mitad por la emergencia sanitaria. “Cuando todo esto acabe, los ánimos estarán más arriba, espero que todos nos pongamos a la reconstrucción con mucha ilusión, con muchas ganas. En eso sí confío”.
La ficción y la realidad
Pero, ¿la realidad ha superado a la ficción como se dice? Ya en 1974, Antonio López pintó una imagen que hoy tal vez nos sea familiar. La Gran Vía de Madrid completamente vacía. El propio pintor confiesa que lo hizo sin ninguna intención. Al menos, no de manera consciente. Por aquel entonces, madrugaba, era verano y había pocos coches, recuerda. Todo lo que se movía fuera de su pintura decidió dejarlo al margen del cuadro. “Trabajé y sigo trabajando sobre las cosas quietas –analiza ahora-. Que estén quietas es lo que me permite representarlas. Quedaban fuera las nubes, las personas, los coches, todo. Llegó un momento en que ese aire fantasmal que adquiría la pintura me pareció interesante y la dejé así”.
“Todo modifica todo. Siempre. Esta vez seguramente algo más. Aunque no soy de los que piensan que esto nos va a convertir en ángeles”. Luis Gordillo
En el fondo, tercia Suárez, teníamos que haber concedido más credibilidad a la ciencia ficción y a las novelas distópicas. “De hecho yo siempre he pensado que estábamos más cerca de la realidad en la ficción que cuando tratábamos de describir nuestro mundo desde una perspectiva más acomodaticia”, apunta el director de cine. Sin embargo, reflexiona, hoy puede que nuestras historias den un vuelco hacia una búsqueda de la cotidianidad perdida. “Ahora puede que nos lo tomemos más en serio pero estamos deseosos de esa normalidad –aventura-. Eso lo decía Millás, que ahora que siempre había escrito tratando de salir de la visión realista estaba deseando ver a sus nietos”.
Eso será cuándo la normalidad regrese, y ¿mientras tanto? ¿Qué pasa con la actividad cultural? “Han quedado los libros y la televisión, pero hay que esperar a que la cultura se vuelva a convertir en eso que ha sido siempre –lamenta Espert-, el lugar de las ideas, el conocimiento y el espectáculo que uno ve sentado en un teatro con gente alrededor que está sintiendo lo mismo que uno siente. Todo eso ha desaparecido, pero volverá. Volverá con muchísimo esfuerzo y supongo que con muchísima generosidad”.
¿Y después?
Testigos de otras épocas, otros miedos y otros conflictos, muchos de ellos se muestran escépticos sobre si esta experiencia nos cambiará en algo. “No sé ni cuándo ni cómo, pero pienso que cuando volvamos a la normalidad volveremos inmediatamente a ser tan estúpidos o tan listos como éramos el día anterior”, afirma Suárez. Tragedias, recuerdan tanto él como Antonio López, “las hemos vividos peores. Una guerra civil, una posguerra, las dos guerras mundiales…” Eso sí, matiza el artista, lo que tiene esta pandemia es su carácter de inesperada. “Nos han educado en un mundo muy confortable en el que nunca iba a pasar algo así de malo”. Pero ha pasado.
Aunque, de algún modo, “todo modifica todo –sostiene Luis Gordillo -. Siempre. Esta vez seguramente algo más. Aunque no soy de los que piensan que esto va a ser una revolución que nos va a convertir en ángeles”. Tampoco lo cree Eva Lootz para quien la pandemia no ha hecho otra cosa que acrecentar otros problemas. “La crisis del Coronavirus ha acelerado una transformación en la que como sociedad ya estábamos inmersos, aquella en la que el cuerpo y la subjetividad contemporánea es controlada a través de un conjunto de dispositivos biotecnológicos y digitales”, argumenta la pintora. Algo en lo que coincide Sanchis Sinisterra que solo tiene ordenador y teléfono, “con eso me protejo suficientemente de una sociabilidad yo creo que banal, estúpida, que en realidad es una herramienta del mercado para hacernos consumir más”.
No obstante, el dramaturgo, trata de mostrarse optimista y es de los que prefiere confiar en que existirá un cambio en las personas, aunque sea pequeño. “Sería trágico que esta catástrofe no provocara ningún cambio, ninguna transformación, que nuevamente el mercado y los estímulos de la modernidad nos hagan volver al tipo de cultura consumista feroz que llevábamos teniendo las últimas décadas”.
«El teatro es presencia, es sobre todo gente que se reúne para dar forma a cosas que son compartidas, y yo me siento muy forzado en este otro territorio online”. Sanchis Sinisterra
Clara Janés se muestra también positiva. Para la poeta y académica todo está cambiando pero por suerte estamos más conectados con los demás que nunca. “LLegan mensajes desde Amércia, Japón, el resto de Europa o cualquier parte insospechada, podemos hablar con los seres queridos que no tenemos al lado, y no digamos los amigos. Si no podemos colaborar por no ser médicos o asistentes, podemos afirmar la vida”, desea. Una vida que Antonio López pone en cuestionamiento. El artista es de la opinión de que tal vez sea este un buen momento para replantearnos algunas cosas. “Nos hemos movido demasiado durante muchos años, bastantes. Yo creo que la vida que se ha llevado es una vida que encierra muchos inconvenientes. Este, por ejemplo. Yo no soy un entendido de todo lo que pasa, pero pienso que un poco de austeridad, de calma, silencio y un poco de soledad no viene mal”.
Mientras tanto, el tiempo pasa y la incertidumbre de no saber cuándo o cómo también pesa. “Después del primer mes que lo he llevado bastante bien, las cosas se me están poniendo en formato agrio –reconoce Luis Gordillo-. Estoy empezando a asfixiarme. Ni siquiera puedo salir a tocar las palmas ni a cantar, por la noche…”.
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