lunes, 19 de septiembre de 2022

Nueve motivos por los que Javier Marías merece el Nobel de Literatura


Javier Marías
Ilustración de Pablo García



Nueve motivos por los que Javier Marías merece el Nobel de Literatura

El autor de 'Tu rostro mañana' figura este año más alto que nunca en las apuestas del galardón sueco, pero todo parece indicar que se quedará sin él


Alberto Olmos
10 de agosto de 2020

Alguien en Twitter pedía el Nobel para Javier Marías y estuve a punto de contestarle que ya lo tenía. Pensé un poco, sin embargo, y me di cuenta de que en realidad el autor de 'Berta Isla' no ha recibido nunca 10 millones de coronas suecas; es decir, cierta forma de prestigio. Mi confusión partía de matemáticas simples: Javier Marías tiene más prestigio que toda la literatura sueca junta, ¿cómo no va a tener ya el premio Nobel? Hay que entender que si Suecia me da a mí el Nobel, Suecia me da prestigio; si se lo da a Marías, lo recibe.

No sabe uno los motivos por los que la Academia de los premios Nobel se equivoca tanto. Tampoco sé si en otras categorías los premios tienen también permiso para hacer el ridículo. Podían haberle dado el Nobel de Química a Bob Dylan, por ejemplo. Como no parece que el premio Nobel vaya a desaparecer, ni que la prensa cultural vaya a ignorarlo —cosas ambas que serían de lo más saludable para una concepción de la cultura mínimamente aseada—, me veo impelido a entrar en el juego de motivaciones para destacar a unos escritores sobre otros, siendo que Javier Marías, Laszlo Krasznahorkai, Marilynne Robinson o Amélie Nothomb merecen el Nobel simplemente porque no lo necesitan.

1. No lo necesita

Creo que el Nobel de literatura debe ser obvio, confirmatorio. Premiar autores al azar, de modo que un escritor sin lectores ni traducción siquiera al español o al francés —pero sí al sueco— sea premio Nobel y alguien como Philip Roth o Cartarescu no, cuando llevan décadas acumulando reconocimiento con sus libros, es como dar el Balón de Oro a jugadores de fútbol de la Segunda División. Queda bonito, sí. Hay grandes jugadores en Segunda División, sí. Pero no van a pasar a Primera por mucho que les des el Balón de Oro.

2. Dar las gracias

En ese sentido, creo que el premio Nobel (que, no nos engañemos, los autores efectivamente desean con toda su alma) puede plantearse como una muestra de gratitud hacia una obra que, sin duda alguna, ha construido mitos universales, generado debates, hecho reír o llorar o, en cualquier caso, abierto conversaciones. Stephen King me parece mucho más premiable que la premiada Olga Tocarczuk: nunca más oirán hablar de ella. También Michel Houellebecq merece el Nobel por todos los buenos ratos que nos ha hecho pasar.


3. La calidad

Sería toda una experiencia conocer por dentro las deliberaciones del premio Nobel de Literatura, qué dicen, qué argumentan, cómo van descartando, cómo votan. A lo mejor hasta hablan de literatura en alguna ocasión, de metáforas, de construcción de personajes. La prosa de Javier Marías es una de las más poderosas en español, y de las más influyentes. Representa, casi de manera terminal, esa concepción de la literatura como artificio intelectual o escultura de significados. Cuando lees una página de Marías, el lenguaje toma cuerpo abrumadoramente. La frase larga, casi anatema en las prosas jóvenes de hoy, consigue al cabo llegar más allá; más allá de lo que dice, de lo que crees que dice: toca la complejidad del mundo, de tu representación del mundo.

4. Por fastidiar

Pero parece que en el Nobel el pasaporte del escritor, y ahora también su raza, su sexo, su orientación política y el currículo de manifestaciones y manifiestos que pueda presentar, importan más que si ha escrito algo que vaya a sobrevivirnos. Si Marías recibiera el Nobel, en España iba a molestar mucho. De hecho, ningún premio Nobel español ha dejado contento a los españoles: siempre nos premian mal. El propio Marías no daba crédito cuando lo consiguió Camilo José Cela. Ver a Marías recibir el Nobel apetece mucho ya solo por todo lo que le vamos a criticar.

5. La autoficción

Hay más motivos estrictamente literarios para destacar en Suecia la obra de Marías. Uno principal es que su novela 'Todas las almas' fue pionera de lo que hoy llamamos autoficción. Aunque pueden rastrearse ecos de esta estrategia de manipulación de los lectores hasta los confines de la historia de la literatura, 'Todas las almas' representa íntegramente el primer caso español de confusión exitosa de autobiografía y ficción. Es de 1989.

6. Salvar Europa, salvar a Shakespeare

Que le den el Nobel por fin a un español en el siglo XXI es un motivo que quizá puedan aducir desde Vox, pero a mí me importa poco. Sin embargo, sí me agrada la idea de premiar en Marías a la vieja Europa, ahora que empieza lo malo, ahora que la batalla de mañana nos hará pensar en lo peor, entre el corazón blanco y la negra espalda, con Shakespeare sabiéndolo todo desde hace cuatro siglos.

7. Por los títulos

Nadie ha titulado mejor que Javier Marías en todo el mundo: 'Corazón tan blanco', 'Mañana en la batalla piensa en mí', 'Cuando fui mortal', 'Tu rostro mañana'. 'Veneno y sombra y adiós'.

8. Por gruñón

En un planeta donde la simpatía, la flexibilidad moral y la conveniencia política rigen las estrategias sociales de casi todos los individuos, debemos valorar —mismamente, con el Nobel— a esas personas únicas que son capaces de vivir siempre en sentido contrario a la comodidad de callar y acatar y darse por vencidas. Marías se ha peleado con todo lo que no debía uno pelearse como escritor, y siempre sin dejar de escribir largas obras esmeradas. El modelo de autor actual es exactamente el contrario: escribir poco, adular mucho y mendigar becas y residencias.

Y 9. Que a lo mejor lo rechaza

Es ciencia ficción pensar que Javier Marías, telefoneado este jueves desde Estocolmo para ser enterado de su inmortalidad en la Wikipedia, colgará el teléfono después de rechazar el premio. No lo hizo Peter Handke. Pero alguien que ha rechazado el Premio Nacional (2012) puede haberle cogido el gusto al desplante, y albergar aún un juvenil prurito revolucionario. Solo dos autores rechazaron el Nobel: Boris Pasternak y Jean-Paul Sartre. Como dijo Marías al renunciar al humilde galardón nacional, uno tiene que evaluar en qué casilla del tablero se queda, si con los premiados o con los no premiados, o con los premiados en falso. Un hombre rebelde es un hombre que dice no, estableció Camus; y un escritor rebelde es un escritor que hace a todo el mundo saber que se puede decir no.





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