jueves, 29 de septiembre de 2022

Tumbas / Raúl Gómez Jattin



Raúl Gómez Jattin
31 de mayo de 1945 -22 de mayo de 1997
Cementerio de Cereté, Colombia


Raúl Gómez Jattin 

Una visita a su tumba

Por Diana Estrella Castilla 



“Yo tengo para ti mi buen amigo
un corazón de mango del Sinú”.
Raúl Gómez Jattin

En el cementerio de Cereté, justo al pie de un roble que parece tocar el cielo, reposan los restos de Raúl Gómez Jattin, uno de los poetas más leídos en Latinoamérica. El próximo 22 de mayo se cumplirán 15 años de la muerte del autor cordobés, quien partió de este mundo tras ser arrollado por una buseta en inmediaciones de la escultura India Catalina, en Cartagena, el 22 de mayo de 1997.

Allá, al final de este cementerio, está el polvillo de un hombre que fue incomprendido en su tiempo. “¡Loco!”, le decían, y él seguía adelante con su caminar desbocado, su vozarrón intimidante y su humanidad amenazante. En aquellos años fue el poeta Raúl y quiso tragarse el mundo, ahora, aquí en este cementerio, ya no es Raúl, ya no es el poeta, ya no es el hombre que se reía solo, ya no es el gran escritor del Sinú. Ahora, aquí bajo esta lápida y entre las raíces del roble, es simplemente, un muerto. O un recuerdo, podríamos decir. O quizá una imagen. ¿Qué tal mejor un verso?

Oh Dios
tú que no existes
eres afortunado
de no tener que cuidar 
todo el género humano, 
en cambio yo
muero cada día
con el dolor del loco
que destruyen los otros
con el mendigo muero
con el enamorado triste 
sufro
con la mujer confinada
en un bar musical 
lloro
y vuelvo a estar solo
a comer el agrio pan del exilio
entre tanta gente que a veces
amo.


Raúl Gómez Jattin nació el 31 de mayo de 1945 en Cartagena, y muy pequeño sus padres se lo trajeron a vivir aquí a Cereté, en donde permanecen sus restos. Sus padres fueron Joaquín Pablo Gómez Reynero y Lola Jattin, nacida en Colombia, pero de padre libanés y madre siria. Empezó a estudiar derecho en la Universidad Externado de Colombia, en Bogotá, pero rápidamente abandonó esa carrera por el teatro, arte que estaba en auge a finales de los años 60, para dedicarse, ¡por fin!, a escribir poesía y a vivir.

En los años 70 regresó a Cereté y fue profesor de bachillerato. Leía y escribía. Analizaba su propia vida, y luego de sus lecturas filosóficas y poéticas, después de hablar con autores clásicos a través de sus obras, Raúl asumía largas jornadas de introspección, de diálogos consigo mismo, en los que se preguntaba por las razones de la vida, por las razones de la muerte. Sus temas.
Fueron pasando los años y Raúl iba siendo cada vez más incomprendido. Hablaba de los griegos, de los mejores poetas del mundo, de los libros que le marcaban sin que nadie le prestara mucha atención. No tenía auditorio, no hallaba público por ninguna parte, como público tampoco tiene su tumba esta mañana de mayo en que llego a visitarla.

La única persona que está por aquí es José de la Cruz Muriel Quintana, el celador del camposanto, quien limpia su tumba porque dentro de poco algunas personas vendrán a este lugar, harán una pequeña tertulia para recordar al poeta y leerán algunos de sus versos.
—Esta es la tumba más famosa y a la vez la más humilde —dice José de la Cruz Muriel mientras corta unas ramas con una tijera—. Durante todo el año, aquí viene gente, principalmente en época de vacaciones, cachacos que van para Coveñas o Cartagena y que entran al cementerio a conocer la tumba de Raúl.

Lo que acaba de decir el celador confirma que el poeta del Sinú fue más valorado en otras tierras que en la suya. Es más, hay gente en Cereté que no tiene ni idea de quién fue Gómez Jattin. Lástima, pues no saben que es un poeta muy estudiado en universidades colombianas y latinoamericanas, que el gran periodista y escritor mexicano Carlos Monsiváis, escribió un emotivo prólogo para uno de sus libros, que lo han traducido al inglés, al francés, al italiano y al portugués, que fue ovacionado en los festivales de poesía nacionales e internacionales y que —y esto es quizás lo más importante— amó a Cereté como a su poesía.




Mientras José de la Cruz barre los alrededores de la lápida, hace un pequeño alto y dice:
—Yo nunca he leído nada de Raúl, pero sí sé que fue un hombre grande, muy importante. Dicen que se volvió loco, que dizque la por culpa de la droga… usted sabe que la gente habla mucha vaina, ¡vaya uno a saber!
Sí, Raúl consumió drogas, pero su locura se debió más a su insatisfacción con el mundo que al efecto de los alucinógenos, según dijeron los siquiatras que lo atendieron.


¿De profesión?
Loco
¿De vocación?
Lerdo
¿De ambición?
Terco
¿De formación?
Ángel
Y ni aun así
pudo contrarrestar
el cabrilleo de los ojos de Jorge
¿De fornicación?
Lento

Una de las personas que más conoce sobre la vida y la obra del poeta es Lena Reza García, quien fue, hasta enero de este año, la directora del Centro Cultural Raúl Gómez Jattin de Cereté. Fue su amiga y admiradora.
— Raúl quiso mucho al Sinú, a Córdoba. Cartagena puede decir que él nació allá, y claro que sí, por las circunstancias de la vida nació en Cartagena, pero su poesía habla del Sinú, de la tierra, de su hamaca, del mango, del níspero, del río, allí está Raúl. Allá nació y allá murió, pero su vida, el espacio de tiempo que le sobrevive en la poesía está en el Sinú, en su tierra —dijo Reza García, en la sala de su casa sentada en una mecedora.

La gestora cultural, a propósito del 15 aniversario de la muerte del poeta, trae a la conversación una expresión del artista plástico bogotano Antonio Caro:
—Antonio, en una entrevista dijo que el mayor latifundista del Sinú había sido Raúl Gómez Jattin, porque el Sinú le pertenecía a él.

Desde el punto de vista literario, bien es sabido que Raúl Gómez Jattin fue un autor que se gozaba las libertades poéticas. Para él —dicen los críticos— no había prescripciones gramaticales en la rigurosidad o manejo a la hora de organizar una estrofa. Lena Reza dice que “era muy libre en la creación del verso, rompió con esas ataduras que tenían algunos poetas, no solo de Colombia sino de otros lugares”.



—Fue un poeta muy riguroso en lo conceptual, en sus ideas, pero también hablaba de la libertad que debía tener el poeta para expresarse. En Raúl encontramos un poeta muy natural que utilizaba la cotidianidad, no se rebuscaba términos, sino que dentro de la misma cotidianidad podía encontrar el lenguaje preciso. Para él era muy importante lo que la palabra pudiera hacer sentir al lector. Utilizaba un lenguaje muy sensible, de mucha sensualidad, y un lenguaje que no desperdiciaba términos —explica Lena Reza García, quien prepara actividades culturales para conmemorar, el próximo 22 de mayo, los 15 años de la desaparición del hombre que dijo“Descifro mi dolor con la poesía/ y el resultado es especialmente doloroso/ voces que anuncian: ahí vienen tus angustias/ voces quebradas: pasaron ya tus días/”.

Raúl era un trashumante, un hechizado, un existencialista que sufría la realidad, una realidad que a la vez le daba la materia prima para elevar al carácter de poesía a las palabras comunes y corrientes que todos, a diario, usamos.

El celador vuelve a hacer su aporte:
—Yo conocí a Raúl, él era grande y fuerte como este roble que nació aquí al lado de su tumba.
Y a propósito del árbol, que es el mejor punto de referencia para llegar a la tumba del poeta, Lena Reza cuenta su historia:
—Vimos que el roble fue creciendo sin explicación alguna. Ese árbol  nació allí para quedarse, simboliza la fuerza de Raúl, ese Raúl erguido, ese Raúl que se levantaba entre las sombras y podía salir adelante, ese era Raúl, fuerte. Muchos dicen que quitemos el árbol, pero el roble se tiene que quedar, si lo quitan es sin darnos cuenta. El árbol de mango que está en la plazoleta del Centro Cultural, sí fue planeado a propósito para Raúl.

Soy un dios en mi pueblo y mi valle
No porque me adoren Sino porque yo lo hago
Porque me inclino ante quien me regala
unas granadillas o una sonrisa de su heredad
O porque voy donde sus habitantes recios
A mendigar una moneda o una camisa y me la dan
Porque vigilo el cielo con ojos de gavilán
y lo nombro en mis versos Porque soy solo
Porque dormí siete meses en una mecedora
y cinco en las aceras de una ciudad
Porque a la riqueza miro de perfil
mas no con odio Porque amo a quien ama…

De El Dios que adora.

—Raúl su poesía la vivió, sí, la caminó, la sufrió, la disfrutó. Él fue consciente de que era un gran poeta y que lo criticaran lo afectaba al máximo —afirma Lena Reza, quien además agrega—: Raúl me enseñó a valorar y a conocer mucho más el arte en todas las manifestaciones, no solo en la poesía, el arte en las cosas cotidianas, en la gastronomía, a observar un paisaje, a contemplar el río. Él era uno de los seres más sensibles que yo he conocido. Le aprendí mucho el afecto por la naturaleza casi virgen, por el arte en general. Raúl decía que para ser poeta se necesitaba conocer mucho de pintura, de música, de todas las manifestaciones del arte porque todas ellas concluían allí, en la poesía.


Conjuro

Los habitantes de mi aldea
dicen que soy un hombre
despreciable y peligroso
Y no andan muy equivocados
Despreciable y peligroso
Eso ha hecho de mí la poesía y el amor
Señores habitantes
Tranquilos
que solo a mí
suelo hacer daño

En Cereté, a Raúl la gente le huía al considerarlo loco. No lo entendía y quizá no sea culpa de la gente, sino de la educación, o tal vez el poeta se había adelantado en el tiempo como un designio de esos de la poesía que a veces los seres humanos no conocemos. Así como él mismo lo narra en su poema Conjuro, así era la situación. A propósito, su amiga cuenta la anécdota de cómo lo conoció:
En el año 1986, a las once de la mañana yo estaba sentada justo aquí, en esta mecedora leyendo a Antonio Machado. Y escucho a mis sobrinos y vecinos gritar: “¡Ahí viene el loco!”, como se le conocía en el pueblo, aún no había sido visible su poesía, reconocían al hombre, al loco, pero no al poeta. Me asusté al imaginarme la reacción de él, salí a la puerta, los niños entraron y cuando salgo me encuentro con ese cuerpo descomunal y lo que hace es darme un fuerte abrazo, como si fuéramos los mejores amigos. Lo conduje hasta acá, se sentó y me dijo: “Vengo por acá a hablar con usted”, y cuando ve el libro, dijo: “¡Oh!, está leyendo a Antonio Machado”, y empieza a cantar un poema de Machado al que le puso música Jean Manuel Serrat, Retratos, y se empieza a mecer y a cantar. Ahí empezó la amistad con él. Desde ese momento Raúl no salió más de mi casa ni de mi corazón, ahí se quedó. Aprendimos a convivir con esos altos y bajos en su vida, de que hoy estaba bien y mañana mal. Si pasaba una semana y Raúl no venía enseguida uno se timbraba, pensábamos que estaba mal, en la droga y efectivamente, al poco rato había que enviarlo a una clínica.


Los poetas amor mio son para leerlos
 Léelos más no hagas caso a lo que hagan en sus vidas
 De Los poetas- Amor mio

Y así fue Raúl, el autor de los libros Poemas (1981), Retratos (1980-89), Amanecer en el valle del Sinú (1983-89), Del amor (1982-87), Esplendor de la mariposa (1993) y Los poetas, amor mío (póstumo, 2000). Así fue hasta que aquella madrugada de 1997 una buseta, mientras él caminaba la Avenida Pedro de Heredia semidesnudo, lo mandó al silencio definitivo, un silencio parecido al de esta mañana aquí frente a su tumba, silencio que de vez en cuando interrumpe José de la Cruz.

¿Pero la muerte de Raúl fue un accidente o un suicidio? La pregunta se la hace mucha gente. Lena Reza responde:
—Estoy completamente convencida que fue un accidente, porque Raúl llegó a reconocerse como poeta, aspiraba a que todo el mundo lo reconociera como tal si se encontraban con él, estaba orgulloso de lo que era, de sus ancestros árabes, del Sinú. Raúl pensaba siempre que el que caminaba era el poeta, la gente tenía que reconocerlo y el taxista tenía que parar para que pasara él. Se quiso mucho Raúl. Para mí sigue siendo un accidente.

Aquí, al fondo del cementerio, está el poeta en la tierra, junto a su padre, al lado del roble que creció sin explicación alguna, rodeado de plantas y entre rejas blancas.








Crónica publicada el 21 de mayo de 2012 en El Espectador

Crónica publicada el 27 de mayo de 2012 en El Meridiano de Córdoba



DIANAESTRELLACASTILLA


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