Vivir para escribir… en secreto
Esteban Carlos Mejía
29 de febrero de 2020
Casi te mueres, pendejo, solloza mi amiga Isabel Barragán, roja de ira. Fue sin querer queriendo, me defiendo. ¡Cómo no, moñito!, se emborrasca aún más. ¡Huérfano abominable!, y luego suelta un sartal de improperios al estilacho de Vicky Dávila mientras abre su bolso Louis Vuitton y saca un librote, 600 páginas o más: Lo que fue presente, en Alfaguara, noviembre de 2019.
Aprovecho para hacerme, ahora sí, el pendejo: ¿Qué es eso? Condesciende a mirarme: Esto —y me ventila la cara con las hojas de papel— es el mejor libro de Héctor Abad Faciolince. Es una recopilación parcial de sus diarios entre 1985 y 2006, escritos sólo para sus ojos, lo cual hace que al ser publicados revelen honestidad, modestia, franqueza o fugacidad.
Isabel sigue brava conmigo. No lo vuelvo a hacer, le juro, a manera de expiación. ¡Negligente!, grita y descarga nuevas injurias. Cuando se calma dice que Lo que fue presente es una montaña rusa: sube y baja de pensamientos, emociones, recuerdos, diatribas contra sí mismo, lugares comunes, tópicos, exaltaciones. Le pregunto si habla de literatura. Todo el tiempo. Paso a paso, va dilucidando su conflicto existencial: ¿vivir o escribir? Raspones, chichones, pestañas quemadas, dolores de parto: el aprendizaje de la escritura.
Me señala algunas entradas de los diarios. Héctor es más o menos obsesivo alrededor del sexo, el olvido, los hijos, la familia, la literatura, la literatura, la literatura, dice Isabel. No se contiene para desahogarse, añade. Saber que no va a ser leído por nadie más que él le permite expresarse con sinceridad y soltura. Habla de sus amantes más amadas: la dulce y recia Irene, la insufrible Margaret, la escultural y celosísima Eugenia. Y otras más, muchas más, porque pa mujeriego pocos le ganan a este abad. Vea, pues, suspiro. ¿Envidia o caridad?, me estruja Isabel. Peace and love, suplico yo, de corazón. Ella sigue: Héctor es un católico incapaz de ser feliz, según una anotación de diciembre de 1999. Su catolicismo aparece y reaparece con culpas, arrepentimientos, misticismos de claustro de cartujos, pecados o miedos. Por ejemplo, me encantan sus preocupaciones genitales, sexuales, eróticas, seguidas casi de inmediato por oscuros reproches y arrebatos de pusilanimidad. Porque estos diarios descubren la feroz ciclotimia de un escritor en ebullición, de la euforia más eufórica al vacío más vacío, dice ella.
Casi nunca te he visto tan entusiasmada con un libro, digo, no sin imprudencia. ¿Algún problema? Para nada. Como sugerí ahora, Lo que fue presente parece un popurrí, dice ella. Viajes por el mundo. El dolor por el asesinato del padre adorado, el doctor Héctor Abad Gómez, defensor de los derechos humanos a ultranza. La amistad y los amigos: Alberto Aguirre, Carlos Gaviria, Mauricio García Villegas. Los libros y sus autores, desde Laurence Sterne hasta Jorge Manrique. La mamá y las hermanas. Son textos llenos de espontaneidad y displicencia, concluye Isabel mientras cierra el libro. Pero no faltará quien diga que Héctor es un exhibicionista…, digo. Exhibicionista, sí, y también valiente. Sin tapujos ni dobleces, el alma al desnudo. Deberías leerlo, gran pendejo, a ver si recuperas el gusto por la vida. Amén, digo yo con humildad, no soy católico, pero sí antioqueño.
Rabito. “Hay amistades tan firmes que no parecen desvanecerse con el tiempo y la distancia” Héctor Abad Faciolince. Lo que fue presente, noviembre de 2019.
Rabillo. ¿Nos perdonamos o qué, Ettore?
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