Fotografía de Daido Moriyama |
Daido Moriyama: la fotografía como memoria
Una exposición recorre la obra de este nombre clave de la fotografía japonesa, ganador del Premio Hasselblad 2019
Gloria Crespo Maclennan
15 de noviembre de 2019
Desde hace más de dos décadas la jornada comienza para Daido Morima (Osaka, Japón, 1938) con el mismo ritual: fotografiar una reproducción de la que se considera la primera fotografía de la historia, Vista desde la ventana de Le Gras. La imagen, tomada por Joseph Nicéphore Niépce un día de verano de 1826 desde la ventana de su granero de Saint- Loup- de-Varennes, cuelga encima de la cama del fotógrafo japonés y supone para él “una amable y cotidiana forma de recordar el origen y la esencia de la fotografía, también la existencia de la sombra y de la luz”. Más tarde —salvo en excepcionales y contados momentos de su vida—, el autor cogerá de nuevo su cámara y saldrá a la calle; a fotografiar la vida.
Fotografía de Daido Moriyama |
Como un flâneur sin rumbo fijo, únicamente delimitado por las condiciones del lugar en el que se halle en ese preciso momento, y con el instinto de un perro callejero, cuyo olfato le lleva a descubrir aquello que ni siquiera ha tenido tiempo de reconocer, el artista japonés ha ido desgranando un universo muy particular que configura su radical lenguaje artístico. Una obra donde no existe jerarquía a la hora de elegir sus motivos. Tan subjetiva como objetiva. Donde la áspera y cruda realidad de lo cotidiano, aparece poblada por seres que parecen habitar un mundo que se muestra ilusorio así como real, víctimas de la alienación y del caos urbano. Así, su obsesivo afán por escudriñar el mundo, y dejar constancia de ello como si de un diario se tratase, le ha valido el prestigioso Premio Internacional de Fotografía de la Fundación Hasselblad 2019, fallado el pasado mes de marzo. “De forma constante he caminado durante 55 años. Camino, encuentro, disparo”, diría el artista tras conocer el galardón.
“Tomo fotografías, pero realmente no lo considero un arte. A veces me gusta hacer serigrafías. Busco distintas formas de expresión. No solo que la gente vea mis copias. También me gusta ver mis fotos impresas en camisetas”, señala el autor en un vídeo grabado para la fundación, donde queda reflejada la influencia de su pasado como diseñador gráfico. En 1960 comenzó a trabajar como asistente del fotógrafo Takeji Iwamiya, sería entonces cuando descubrió la obra del estadounidense William Klein, cuya influencia junto con los escritos de Jack Kerouac, James Baldwin y el teatro experimental de Shūji Terayama, queda evidenciada en su obra. Un año después, pasaría a ser el ayudante del fotógrafo Eikoh Hosoe, exintegrante del grupo VIVO, quien por entonces preparaba su famosa serie Ordalía de Rosas en colaboración con el escritor Yukio Mishima. Su primer monográfico, Japan Theatre Photo Album (1968), obtuvo un gran reconocimiento dentro de la comunidad fotográfica, a esto seguiría una serie de libros que figuran como referencias del fotolibro. Son cerca de 300 las publicaciones del autor, estimulado por su deseo de “crear un collage del mundo”. Su colaboración con la revista Provoke contribuiría a consolidar el radical lenguaje fotográfico de la publicación, destacada por el distintivo estilo de sus imágenes, are-bure-boke (grano, barrido, desenfoque), y su innovador diseño; una dura y crítica mirada al Japón de la posguerra, de corta vida, pero profunda influencia.
La influencia de Andy Warhol y su concepto de la serialización son también fundamentales en la obra del artista japonés. Es precisamente en el concepto de copiar o duplicar, donde el autor observa gran parte de la esencia de la fotografía. “Para mí es importante el concepto de que la cámara existe en el mundo como una copiadora. Me permite copiar el mundo. Y eso es sorprendente para mí. Es algo que no se puede hacer con otros formatos. Obviamente existen las cámaras de cine. Pero la cámara fotográfica es la única que congela el tiempo. Puedes parar al mundo entero y recordar y documentar ese momento”, señala el autor.
Resulta difícil adivinar a qué determinado periodo de su vida pertenecen las imágenes de Moriyama. Tal vez se deba a la creencia del fotógrafo de que una vez que estas se exhiben dejan de pertenecer al autor. Dependerán de la memoria del espectador o de sus sentimientos, que lo observará desde sus propias vivencias.
“La razón que originó la fotografía fue debido a que Niépce pensó: 'Debe haber alguna forma de capturar las imágenes exactas que vemos con los ojos y dentro de nuestras mentes'. ¿Existe alguna forma de capturar a los miembros de nuestras familias, a nuestros seres amados o a los buenos amigos? ¿Qué decir de las muchas cosas con las que nos encontramos en nuestra vida diaria, o del paisaje que vemos en este mismo momento? Este innegable anhelo humano fue el impulso que engendró la fotografía. Así, mi teoría más simple: 'Las fotografías son memoria”, escribe Moriyama en 2013. A sus 81 años, sigue pensando que “tomar una fotografía es un acto de memorizar intencionadamente un momento determinado en el túnel del tiempo eterno”.
Daido Moriyama: A Diary . Hasselblad Award 2019. Hasselblad Center. Göteborg. Hasta el 9 de febrero de 2020.
Daido Moriyama: A Diary. Verlag der Buchhanlung Walther König. 45 euros.
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