Si hemos elegido un montaje para ilustrar el romance secreto entre Sammy Davis Jr. y Kim Novak es porque fue, efectivamente, secreto. No hay imágenes de los dos juntos. |
Sammy Davis Jr. y Kim Novak, el romance interracial que escandalizó a Hollywood y movilizó a la mafia
Cuando todo estaba prohibido para un hombre negro, él cometió la osadía definitiva: enamorarse de una gran estrella de cine... blanca. Novak ha vuelto a recordar recientemente su historia con Davis, que tendría ahora 95 años
EVA GÜIMIL
4 de marzo de 2021
“No me permitían ni acercarme a casa de Sammy”, acaba de recordar Kim Novak en una entrevista concedida al británico The Guardian. “Él ya había perdido un ojo en un accidente y Harry Cohn lo amenazó con arrancarle el otro. Estoy segura de que tenía amigos que lo harían”. Con estas palabras, Novak confirma parte de la leyenda y alimenta la fascinación que aún provoca una de las grandes historias de Hollywood: su romance con Sammy Davis Jr. ¿Por qué un enamoramiento entre un cantante y una actriz fue semejante bomba en 1957? Fácil: porque ella era blanca y él era negro. Entonces, el matrimonio entre personas de razas distintas era ilegal en la mitad de un país convulsionado por las tensiones raciales.
En el otoño de ese año, Dorothy Kilgallen contuvo el aliento de Hollywood desde su columna de chismes en el New York Journal-American: “¿Qué estrella de cine (K.N.) está saliendo en serio con qué artista de renombre (S.D.)?”. Nadie tuvo dudas sobre cuáles eran las restantes letras porque esas iniciales pertenecían a dos de las personalidades más populares de la industria.
El flechazo entre Sammy Davis Jr. (Harlem, 1925–Beverly Hills, 1990) y Kim Novak (Chicago, 1933) tuvo lugar durante una actuación del cantante en Chez Paree, el local de moda en Chicago. Él era el artista del momento y ella estaba a punto de rodar Vértigo. Tras verla y encapricharse de ella, Davis pidió a sus amigos comunes Janet Leigh y Tony Curtis que propiciasen un encuentro. El matrimonio organizó una fiesta en la que la atracción superó a la cautela y la noticia bomba llegó a los periódicos.
Davis sabía lo que era enfrentarse al racismo. El artista había recorrido el país formando un trío con su padre y su tío desde que apenas se sostenía en pie. Pero su padre había preferido protegerlo y le ocultaba la realidad que padecían como hombres negros. Cuando el pequeño Davis preguntaba por qué a pesar de tener suficiente dinero en el bolsillo se alojaban en pensiones de mala muerte, su padre no le decía que los negros no podían reservar una habitación en un hotel, sino que lo hacían para evitar los celos del resto de los artistas.
Pero en cuanto Davis abandonó aquella burbuja se estrelló con la realidad. En el ejército, al que llegó con 17 años, los soldados sureños con los que compartía barracón le obligaron a beber orina y le pegaron tantas palizas que su nariz quedó completamente deformada. “Todas las noches me acostaba y me preguntaba qué pasa con la piel que hace que la gente odie tanto”, escribió en Yes I Can: The Story of Sammy Davis, Jr. Sin embargo, cuando se subía al escenario esos mismos matones le aplaudían: ”Mi talento era el arma, el poder, la forma de luchar. Era la única forma en que podía esperar afectar el pensamiento de un hombre: desde entonces, en lo más profundo de mi corazón, alma y espíritu, supe que tenía que ser una estrella”.
Lo consiguió. Se convirtió en un cantante, humorista y actor tan versátil que recibió el apodo de Mister Showbusiness, pero eso no impedía que muchas noches escuchase insultos racistas tras unas actuaciones que sus seguidores negros no podían presenciar, en hoteles que le prohibían el alojamiento. Tras una de ellas, sufrió un grave accidente en su Cadillac. Cuando llegaron las ambulancias, rescataron a las dos mujeres blancas que viajaban en el coche, pero a él lo llevaron a un centro de caridad para indigentes donde languideció en una camilla hasta que alguien lo reconoció. Pudieron salvar su vida, pero perdió un ojo que sustituyó por otro de cristal.
Eso no mermó su extraño atractivo. En sus actuaciones se definía cómicamente como “bajito, feo, tuerto, negro y judío”, pero lo cierto es que era consciente de lo mucho que gustaba. “A Sammy le encantaba su aspecto, sabía que su rostro era feo, por eso trabajó su cuerpo. Se mantuvo en una forma fantástica y estaba siempre impecable”, recordó Burt Boyard en un artículo de Vanity Fair. Había mantenido infinidad de romances, muchos con mujeres blancas, pero siempre con una discreción de la que ahora carecía su historia con Novak. Él era consciente de los problemas que aquello podía acarrearle con el estudio que le daba trabajo y por eso, tras leer la columna de Kilgallen, llamó a Novak para disculparse. “¡No pertenezco al estudio!”, respondió ella. Y lo invitó a su casa a cenar.
Cohn, la primera piedra en el camino
Pero el dueño del estudio no pensaba lo mismo. Harry Cohn, apodado King Cohn, consideraba que Novak le pertenecía, al igual que casi todas las personas que trabajaban en Columbia Pictures, especialmente las mujeres. “Para un número significativo de estrellas su carrera en el cine comenzó con la explotación sexual en el sillón de casting de Harry Cohn, uno de los hombres más poderosos y brutales de Hollywood”, escribió Erin Blakemore.
Cohn era famoso por el control absoluto que ejercía sobre unas actrices que modelaba hasta la obsesión. Él fue el responsable de haber transformado a la tímida Margarita Cansino en la explosiva Rita Hayworth. En connivencia con su marido, la presionó para que se cambiara el nombre, se tiñera el pelo y se sometiera a un dolorosísimo tratamiento de electrólisis para modificar su cabello. Rita se convirtió en la estrella más deseada de la pantalla y Cohn consideraba que eso le daba derecho a acostarse con ella. Cuando Rita se negó y se alejó de él, enloqueció.
Entonces, conoció a Marilyn Pauline Novak, una modelo del medio oeste que había llegado a Hollywood tras una gira por el país promocionando frigoríficos. Vio en ella a la sucesora de Hayworth y quiso repetir el mismo proceso. Cambió su nombre, su color de pelo, su cuerpo y su estilo y, para evitar que escapara de sus garras, la instaló en el Studio Club, un dormitorio con toque de queda donde podía tenerla vigilada. Allí no se permitían hombres. Pero ahora había entrado uno. Y era negro.
Davis y Novak eran conscientes del riesgo que corrían, pero eso hizo que la relación fuera más emocionante. “Ella no había pensado en mí más de lo que yo había pensado en ella, hasta que se prohibió”, escribió Davis. “Luego nos convertimos en conspiradores, unidos por lo único que teníamos en común: el desafío”.
Para ocultarse de la prensa acudían por separado y camuflados a casas que les prestaban, pero el Chicago Sun-Times descubrió que Davis había volado a la casa de Novak para conocer a sus padres y difundieron el rumor de que habían sacado una licencia de matrimonio. “Kim Novak está a punto de comprometerse con Sammy Davis Jr. y Hollywood está horrorizado”, informó The London Daily Mirror.
La mafia (y otra mujer) entra en juego
Con el periódico en las manos, Cohn bramó. El poderoso empresario, que tenía como referente a Benito Mussolini y era célebre por despedir a sus empleados en Nochebuena, sufrió un infarto. La noticia no afectaba solo al buen nombre de su empresa, también a la mujer que deseaba. Según el libro de Tim Adler Hollywood y la Mafia, Cohn llamó a un gánster de su agenda –por aquel entonces, quien era alguien en Hollywood tenía un gánster en su agenda– y le pidió que matara a “ese puto negro cabrón”. Arthur Silber Jr., amigo y biógrafo de Davis, afirmó que el mafioso Mickey Cohen le transmitió la amenaza al padre de Davis: “Dijeron que le romperían las dos piernas, le sacarían el otro ojo y lo enterrarían en un agujero si no se casaba con una mujer negra inmediatamente”.
Davis estaba aterrado. Trataron de desactivar la amenaza recurriendo al todopoderoso Sam Giancana, pero también hay honor entre mafiosos. “Podemos protegerte aquí, en Chicago, o cuando estés en Las Vegas”, le dijo. “Pero no podemos hacer nada en Hollywood”. El cantante se sentó en la cama y comenzó a hojear su agenda. Cuando su amigo Silber le preguntó qué hacía, Davis respondió: “Estoy buscando a alguien con quien casarme”.
La elegida fue Loray White, una actriz con la que había tenido algunas citas y compartido un par de espectáculos. Le ofreció 25.000 dólares por ser su esposa durante un año. La boda se celebró el 10 de enero de 1958 con Harry Belafonte y Donald O’Connor como testigos. De vuelta a su suite, Davis recibió una llamada de Giancana: “Mickey dice que la presión ha disminuido. Puedes relajarte”. Según Silber, esa noche Davis se emborrachó e intentó estrangular a White en el camino a su suite de bodas. Probablemente fuese la única vez que la tocó. Cuando volvió a verlo horas más tarde, se lo encontró con una pistola en la cabeza. “¿Por qué no me dejan vivir mi vida?”, sollozó.
Tras la boda, Davis siguió viendo a Novak, pero la relación se terminó poco después. El escándalo y el matrimonio habían aumentado su popularidad: no solo era una estrella, también era parte del del rat pack, la pandilla más envidiada del entretenimiento y capitaneada por Sinatra, los Ocean’s Eleven originales. Como Graham Marsh, autor de The Rat Pack, declaró a Toni García en EL PAÍS: “Esos tíos eran lo más; eran elegantes, divertidos, tenían toneladas de talento. No solo eso; supieron encontrar la manera de rentabilizarlo todo sin renunciar a su esencia”.
Un par de años después del divorcio, Davis se enamoró de otra actriz, la sueca May Britt. El cantante no tardó en pedirle matrimonio y ella, ajena al racismo rampante de Estados Unidos, aceptó. Eso significó el fin de una carrera que nunca llegó a despegar. Tras la boda, Fox canceló su contrato, pero no le importó: “Amaba a Sammy y tuve la oportunidad de casarme con el hombre que amaba”, declaró.
El infierno del racismo
La pareja vivió un infierno. Hubo amenazas de bomba en los teatros donde Davis actuó por todo el país. En Washington, el Partido Nazi de Estados Unidos hizo un piquete con carteles donde se leía “Vuelve al Congo”. Davis recibió tantas amenazas de muerte que tuvo que contratar guardaespaldas. Tenía tanto miedo de que atacasen a su mujer que apenas salían de casa y cuando lo hacían él llevaba una pistola o un bastón con un cuchillo oculto en la punta.
Pero hubo otro desplante racista que según contó su hija Tracey Davis en Sammy Davis Jr.: A Personal History with My Father resultó aún más doloroso para él. Cuando empezó a planear su boda, su amigo Sinatra le pidió que la pospusiese hasta después de las elecciones. El papel de Kennedy en el sur era complicado y temía que el apoyo de un matrimonio interracial afectase a sus posibilidades de ganar. Davis lo hizo y, a pesar de ello, tres días antes de la fiesta inaugural del presidente fue excluido de la lista de invitados. La victoria de Kennedy había sido muy ajustada y no quería airar a los delegados sureños con la presencia de una una pareja interracial. Había recaudado cientos de miles de dólares para el demócrata y recorrido el país haciendo campaña, pero de nuevo volvía a ser un negro al que se le cerraba la puerta de la fiesta de los blancos.
May Britt y Sammy Davis Jr. estuvieron casados durante ocho años, tuvieron una hija y adoptaron dos niños, pero en 1968 Britt descubrió la infidelidad de Davis con la actriz y cantante Lola Falana y, a pesar de los ruegos del cantante, solicitó el divorcio harta de que su marido viviese más para su trabajo y las juergas con sus amigos que para su familia. Incapaz de superarlo, Davis recurrió al alcohol, la cocaína y el nitrito de amilo.
A principios de los setenta su salud comenzó a deteriorarse y su música, a sonar desfasada. Sus mejores tiempos como artista habían quedado atrás. Pero su vida emocional se estabilizó y volvió a encontrar el amor, esta vez con una mujer negra, la actriz Altovise Gore. El reverendo Jesse Jackson los casó en 1970 y estuvieron juntos hasta que un cáncer se llevó a Davis el 18 de mayo de 1990. Kim Novak fue una de sus últimas visitas. Su intenso romance había sido breve, pero su amistad, eterna. Dos días después de su muerte, las luces de neón de los casinos del Strip de Las Vegas se apagaron durante diez minutos para homenajearlo. Treinta años antes, ni siquiera lo habrían dejado dormir allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario