Hebe Uhart |
Los ojos bien abiertos de Hebe Uhart
BIOGRAFÍA
La escritora argentina escribía de oído y ensalzaba la minucia. Tres novelas inéditas y la edición integral de sus crónicas realzan su reconocimiento tardío
Mercedes Cebrián
17 de junio de 2021
La argentina Hebe Uhart (1936-2018) pasará a la historia de la literatura como una de esas autoras que, a pesar de haber empezado a escribir y publicar muy joven, solamente en la edad tardía recibió la acogida y el reconocimiento que merecía. Los lectores con curiosidad hacia su escritura pueden encontrar el grueso de su obra en la editorial Adriana Hidalgo, que ha recopilado todos sus cuentos y novelas, y que esta primavera ha publicado en España la integral de sus crónicas y tres nuevas novelas inéditas, recogidas en el volumen titulado El amor es una cosa extraña.
Hebe Uhart, en casa.AGUSTINA FERNÁNDEZ |
El periódico argentino Clarín la consideró en su día “una escritora secreta”, si bien Uhart es hoy un secreto a voces, quizá desde que el escritor Rodolfo Fogwill, compatriota suyo, la calificó como la mejor cuentista argentina. Pero a Hebe Uhart los elogios y los cenáculos literarios le venían grandes: dedicada a la enseñanza, tanto en escuelas públicas como en los talleres literarios que organizaba en su propio apartamento del barrio porteño de Almagro, su perfil bajo le proporcionó una gran libertad que se aprecia en su estilo y en sus temáticas, así como en su mirada atenta a minucias y detalles como los rótulos de las tiendas o la decoración de las habitaciones de cualquier pensión modesta.
Para comenzar a trinchar el vasto universo personal de Hebe Uhart, se puede empezar por El amor es una cosa extraña, que recopila tres novelas cortas inéditas tituladas Beni, Leonilda y El tren que nos lleva. En ellas está presente su universo característico: el ambiente de las pequeñas localidades de distintas regiones de Argentina que ella recrea con particular encanto, el dilema de elegir entre la vida del campo o la de la ciudad (“La ciudad es un puro gasto, nomás gastadero de plata”, dice un personaje de Leonilda), o la reproducción de voces de personajes de diversa procedencia sociocultural, ya sea el portero de un edificio, una migrante de la región argentina de El Chaco que se muda a Buenos Aires o la maestra de una escuela rural.
Lo apasionante de la escritura de Uhart es que convierte en aventura literaria cualquier aspecto de la realidad en el que posa su mirada y, especialmente, su fino oído. Los objetos y posesiones con los que la gente se vincula en su cotidianidad cobran un protagonismo inusitado en la literatura de Uhart. Así ocurre en el inicio de Beni, donde se describe de este modo la vivienda de la protagonista: “En 1980, Luisa vivía en un departamento que parecía una cajita de zapatos. Si alguien entraba, de una ojeada veía toda la casa, incluso el baño. Era un departamento tan chico y tan simpático, que las visitas de mayor confianza tendían a usar todas las instalaciones para ver si no eran de juguete.”
Los elogios le venían grandes. Su perfil bajo le proporcionó una libertad que se aprecia en su estilo y en sus temáticas
El escritor Eduardo Muslip, antiguo alumno y amigo cercano de la autora, que junto a Pía Bouzas ha recopilado y editado estas tres novelas, anuncia que hay más textos inéditos en preparación, si bien Uhart no dejó instrucciones específicas acerca del destino de su archivo, hoy en la Biblioteca Nacional de Argentina: “La imagen de escritora que ella defendía era la de alguien que se definía por su propia práctica de escritura y no tanto por la creación de una idea de autora preocupada por ir armando unas obras completas.” Por todo esto, el adjetivo épico estaría en las antípodas del universo de Hebe Uhart, mucho más cercano al de Georges Perec y a su gusto por lo que él consideraba “infraordinario” —lo trivial, la minucia, el ruido de fondo—, si bien entre las influencias de la autora argentina se encuentran principalmente otros nombres como los de Felisberto Hernández, Julio Ramón Ribeyro o Flannery O’Connor.
En su faceta como cronista de viajes, Uhart dejó cinco libros, reunidos ahora junto a varios textos inéditos en el volumen Crónicas completas, prologado por Mariana Enríquez. Leer cualquiera de sus narraciones sobre viajes es un modo insuperable de iniciarse en la geografía y cotidianidad de la Argentina rural, de esos pequeños pueblos donde apenas pasa nada —cosa que para Uhart no es en absoluto un inconveniente— y donde la vida transcurre entre la tienda de alimentación, la escuela y la plaza central. En estas crónicas, y también en las que dedica a otras ciudades de América Latina como Asunción o Quito, Uhart despliega su reconocible humor deslenguado, que sorprende doblemente por la aparente ingenuidad de su tono: “Las chicas estaban pintadas, pero en vez de parecer la pintura expresión de coquetería, lucían como si las fueran a meter en una urna funeraria”, leemos en la crónica Un viaje desusado.
Cualquiera de estos textos es una excusa para que la autora ponga a trabajar su particular agudeza auditiva en lo relativo a las variantes del castellano, a sus acentos, neologismos y peculiaridades sintácticas. “Es más importante el tono, el ‘cómo lo dicen’, que lo que dicen. En ese ‘cómo’ se ve al personaje”. Esta afirmación y otros consejos relacionados con la escritura aparecen en el libro Las clases de Hebe Uhart, de Liliana Villanueva, antigua alumna de los talleres de la autora.
Los universos de Hebe Uhart no solo están poblados por gente de clase media o trabajadora, sino también por animales, por cuyo comportamiento sentía una enorme curiosidad rayana en la fascinación. De hecho, uno de los libros recogidos en sus Crónicas completas —el titulado Animales— lo protagonizan distintos tipos de pájaros y simios, cuyas acciones son el motor de la narración. Uhart nunca cesaba de mirar y escuchar con fines literarios, por eso advirtió a sus alumnos, acerca de los peligros de acomodarse en exceso al escribir: “Si uno vive siempre en una misma clase y no sale de ahí, no tiene más que hábitos de clase y pierde la riqueza en la mirada desde distintos ángulos, lo que da solvencia al escribir. Hay que tratar de pensar un poco ‘frangollando’, pensar con mezclas”.
Hoy seguimos leyéndola, o abordamos su obra por primera vez, cautivados por ese tono y esa libertad inconfundibles que caracterizan su literatura.
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