Annie Ernaux: "La mujer helada me permitió replantearme mi itinerario como mujer"
La editorial Cabaret Voltaire publica la obra que la escritora francesa escribió en 1981
Jacinta Cremades
4 de diciembre de 2015
Una de las voces más originales de la literatura francesa, Annie Ernaux (Normandía, 1940) es una escritora discreta, reservada y profunda, tanto en su vida como en sus novelas. "Soy reacia a llamar a mis libros novelas, sobre todo a La mujer helada", me dice, nada más conocernos. En efecto, más que "novelas", sus libros, sus obras, nacen de ella misma, de su memoria, de sus recuerdos, de su pasado, escenas que van hilándose a la vez que avanza la escritura.
¿Es Annie Ernaux y el personaje de su libro la misma persona?
Profesora de literatura francesa en un colegio de la periferia de París, autora de libros que han marcado varias generaciones como El lugar (La place, 1983) que obtuvo el premio Renaudot y Los años (Les années, 2008), obra que abarca desde la posguerra francesa hasta nuestros días. En 2008 recibió el Premio de la Lengua Francesa por el conjunto de su obra. En España Annie Ernaux ha ido publicando en español la mayor parte de sus obras en varias editoriales (Alba, Tusquets). Sin embargo, La mujer helada, escrita en 1981 y que jamás cesó de reeditarse en Francia, se había mantenido al margen. Estos días, la editorial Cabaret Voltaire publica este relato que recorre la vida de una mujer desde su infancia hasta que se casa, tiene dos hijos y debe renunciar a sus deseos de ser profesora.
Pregunta.- ¿Le parece extraño hablar de su novela treinta años después de su escritura?
Respuesta.- Sí. La verdad es que me cuesta ponerme en las condiciones de escritura de este libro, es cierto, sobre todo porque yo lo escribí en su momento por pura necesidad personal.
P.- ¿Podemos decir que en su caso la escritura de sus libros le ha permitido sobrepasar las etapas de su vida?
R.- No considero la literatura como una resolución de los conflictos interiores o psíquicos. La literatura es escritura antes que nada. Hay que encontrar el tiempo, la forma, para mí es algo continuo que parte de uno mismo. Rechazo incluso el término de novela para lo que escribo. En 1981 se hablaba de novela, era mi tercer libro, pero luego hice quitar esa palabra en la edición francesa.
P.- A pesar de que la historia de esta narradora sea también la suya, usted consigue, a través de la escritura, que el lector se identifique con el personaje.
R.- Es una distancia que asumo a la hora de escribir. Considero lo que he vivido como si no fuera yo. En esa época, sentía un malestar absoluto y la escritura de La mujer helada me permitió replantearme mi itinerario como mujer. Por un lado estaba distanciada frente a este personaje de mujer que finalmente tiene una vida muy normal, no hay nada extraordinario en la historia de La mujer helada. Lo único que quizá sea diferente es la educación que recibe de una madre muy liberal, voluntariosa y feminista. El posicionarme ante este personaje me hizo pensar en cómo yo misma me había convertido en este tipo de mujer que se siente helada. ¿Qué había hecho yo para convertirme en ella? No es un manifiesto, como se escribieron muchos en los 70 y 80. No era mi posición. Yo partía de la realidad, como lo he hecho siempre, de lo que había vivido. No quería teorizar, nunca me ha interesado eso.
P.- ¿Tiene usted la impresión de haber sido una mujer helada? ¿Está describiendo una condición inherente a las mujeres de hoy en día?
R.- Es extraño que sea la sociedad la que encuentra normal que las mujeres se ocupen de los niños y la casa en prioridad. Que dejen de lado sus aspiraciones para ocuparse de las tareas de la cocina, de la casa, de la familia. Eso es lo que cuento en este relato. O lo que denuncio a través de este personaje femenino. Todos estos trabajos del hogar para los cuales esta chica no había estado preparada pero que asume porque la misma sociedad no concibe que los hombres los hagan. En treinta años, se han visto progresos, no digo lo contrario, pero estamos lejos de la igualdad, incluso en la educación de los niños. Generalmente las mujeres siguen ocupándose de ellos, de su salud, de las visitas a los médicos, de la comida, etc.
P.- Usted escribe incluso el término de "superwoman".
R.- Pues no estoy tan segura de que se haya avanzado. Las mujeres siguen realizando una doble jornada. En el trabajo y en la casa. La mujer siempre tiene la casa y la familia en la cabeza. El hombre no. Nosotras tenemos una especie de ordenador dentro de nosotras. Y, por otro lado, está orgullosa de ser la mujer perfecta. Perfecta en la casa y perfecta en la cama también. ¡En eso es quizá peor que antes!
P.- ¿Qué lugar ocupa La mujer helada en el conjunto de su obra? ¿Por qué piensa que ha sido elegido entre sus otros libros?
R.- Cada vez que se edita este libro es una sorpresa para mí. En un momento dado, en los años 90, pensé que este libro ya estaba anticuado. Hasta que me di cuenta de que La mujer helada seguía comprándose, en colección de Bolsillo. Esto dice mucho sobre el estado de la sociedad. Significa que no hemos avanzado tanto.
P.- Sus libros se escriben con escenas, imágenes, recuerdos que se suceden no en el tiempo sino en la mente del narrador. ¿Cómo se organiza la memoria en sus libros, es un proceso anterior a la escritura de su obra o simultáneo?
R.- Nunca es anterior. La memoria es solicitada, es un proceso en curso de escritura. Como si estuviera ahí y no hubiera pensado en ello hasta el momento de la escritura. Me meto completamente en la memoria, en el momento de mi personaje. Al principio del libro hay una evocación a las mujeres de mi infancia, campesinas. No había pensado en ello antes para nada, fue como sumergirme en mi infancia de repente. Luego, escribiendo, progreso. Pero me sumerjo en escenas, en imágenes, pienso que hay un sentido, una significación. No soy solo yo sino todas las mujeres. La escena de la olla a presión por ejemplo. Mis dos personajes están estudiando y cuando suena la olla, la que se levanta es ella y no él. Esta escena es para mí sintomática. Los dos, el marido y su mujer, están haciendo lo mismo pero, a la hora de la comida, la mujer es la responsable. Es simbólico. Así progreso en memoria y reflexión.
P.- A lo largo de La mujer helada usted nombra muchos otros autores, novelas, libros que leen los personajes. ¿Cuáles han sido los escritores que más han marcado su trayectoria como escritora?
R.- ¡Esa pregunta me la debería haber preparado! La lista cambia a lo largo de mi vida. Al principio, Flaubert y Virginia Woolf. Luego Perec, Simone de Beauvoir, esos son los que me vienen a la memoria.
P.- Una escritura tan volcada como la suya en el recuerdo, ¿es para usted una liberación o un sufrimiento?
R.- Ni lo uno ni lo otro. Escribir para mí es una necesidad. Cuando termino la redacción de un libro, como ahora, me siento vacía. No me siento liberada para nada. Lo único que deseo es volver a sumergirme en una nueva obra. Mi sentimiento es como el que excava algo muy profundo. Ahora veo el sentido de La mujer helada. Es un libro que me ha permitido divorciarme. Era un libro de performance como se dice hoy en día. Esta obra me permitió ir más lejos.
P.- Si le digo España...
R.- Aprendí el español a los 22 años, en la universidad. Lo aprendí muy rápido ya que tenía que pasar un examen. Me acuerdo que en el examen cayó Pío Baroja. Fui a España en los años 60, con una amiga. Recuerdo estar en la terraza de un café, en Burgos, y nos sorprendía cómo nos miraban.
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