viernes, 5 de abril de 2019

Triunfo Arciniegas / Mi cabeza es una sala de cine




Triunfo Arciniegas

Biografía

Mi cabeza es una sala de cine

La trayectoria de Triunfo Arciniegas incluye hitos de la reciente literatura infantil latinoamericana: Las batallas de Rosalino obtuvo a principios de los noventas el Premio Enka; Torcuarto es un león viejo ganó en 1998 el Premio Nacional de Dramaturgia para la Niñez y en 2003 su cuento La negra y el diablo alcanzó el primer lugar en el Premio de literatura infantil Parker.
Triunfo Arciniegas

Dulce animal de compañía, su más reciente novela, explora la sensibilidad erótica y afectiva por medio de una prosa de alcances líricos.

Es cierto, el erotismo recorre la obra de principio a fin pero nunca es el propósito. Se trata de uno más de los asuntos de la vida. Y ese erotismo se narra de manera delicada, precisa y pulida. Salvo los prólogos que abren las dos partes de la novela, la frase tiende a la brevedad. Mi cabeza es una sala de cine. Todo lo que tengo que hacer es transformar las imágenes en palabras. Y que las palabras atiborren de imágenes la mente del lector.

Me interesa conocer cuál fue el camino que lo llevó a encontrar el tono de la novela.

Es un trabajo de varias décadas, de toda la vida, podría decirse. Todo empezó como una serie de imágenes o fragmentos que conformaban un cuento, “Pequeños cadáveres”, otro título de la novela. Esa manera lenta, de frases breves y reiterativas, que hace pensar en un remolino que vuelve a pasar para recoger las hojas olvidadas, se mantuvo. El estilo es una larga paciencia. Ya lo dijo Flaubert. O la suma de las torpezas.

El acontecimiento de los toros sueltos en Pamplona, Colombia, sirve de punto de encuentro para algunos de los personajes principales. Hablemos de la estructura del libro. ¿Desde siempre pensó que la mejor manera para narrar la historia era empleando las voces de los personajes en primera persona? ¿Qué posibilidades estéticas encontró en ese registro?

En la escena de los toros se oculta de alguna manera toda la novela. Pero su verdadero inicio fue la matanza de los conejitos, una historia que me contaron en mi adolescencia y que corresponde a la sección de Renata. La anécdota se recrea en “Pequeños cadáveres”. El narrador nunca se aparta de la mujer, embarazada y enamorada de Daniel en las primeras páginas: va a su interior. Si bien se pierde un poco la mirada global o de conjunto, se recurre a los detalles, que otorgan verosimilitud al texto. La segunda sección se desarrolla en torno a Antonio, entonces un soldado, y la tercera se centra en el viejo, el padre de Renata. Estas tres secciones conforman la primera parte, “Tres noches”. Renata, Antonio y el viejo viven sus respectivas oscuridades. La segunda parte también recurre a tres personajes para sus tres secciones: Antonio, Daniel y Teresa.

Cada personaje tiene una historia contrariada de amor: al padre de Renata lo abandona Celeste y a Renata la abandona Daniel. Algo parecido le sucede al cabo del regimiento, que es dejado por su esposa. ¿El amor siempre está signado por la perdida, al menos en la literatura? ¿Cuáles son las historia de amor que más le seducen como narrador?

Amor perdido, un bolero que interpreta María Luisa Landín y que es parte de una escena fundamental, fue uno de los títulos de la novela, que tuvo unos cuantos. El desamor o la malparidez del amor, como quiera llamarse, y la muerte, son los grandes temas de la literatura. El amor feliz no funciona, ni acá ni en las telenovelas. Todavía leemos Romeo y Julieta y todavía la vemos en el cine porque se trata de una tragedia. Si hilamos más fino, diría que Dulce animal de compañía explora el doloroso tránsito de un amor a otro.

La suya es una trayectoria literaria muy amplia: en su bibliografía hay libros de casi todos los géneros. ¿Cuáles son sus rutinas de trabajo? ¿Tiene métodos de trabajo distintos para cada género?

He publicado cuento, novela, poesía y teatro. La rutina es la misma. Escribo la primera versión a mano, en uno de mis cuadernos de viaje casi siempre. Luego digito e imprimo. Hago tres lecturas, haciendo cambios, enriqueciendo ese esqueleto original, y luego limpio en pantalla y vuelvo a imprimir. Y así año tras año. Esta rutina se aplica a todo menos a la poesía, que viene cuando le da la gana. Pueden pasar años sin una sola de sus sagradas visitas. Lo mismo sucede con el cuento breve. Después de años, los cuentos breves vienen por tandas, como las desgracias, y la cosecha suele durar unos cuantos días. Es decir, de una sola y milagrosa semana pueden quedar diez o doce textos. Y de nuevo el silencio. Tal vez por eso sólo he publicado un libro de poemas, Mujeres, y uno de cuentos breves, Noticias de la niebla. En cuanto a la dramaturgia, se requiere de una condición esencial. Siempre escribí teatro para un grupo determinado. Como hace casi diez años que abandoné el magisterio y los distintos grupos que dirigía en las escuelas, no volví a escribir teatro.



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