Macron condecora a Houellebecq, “un romántico perdido en un mundo materialista”
El autor de 'Serotonina' recibe del presidente la Legión de Honor, máxima condecoración de la República
París 20 ABR 2019 - 08:01 COT
Un presidente con ambiciones literarias, autor en su adolescencia de una novela sobre la conquista de México guardada en un cajón y proclive a envolverse en la épica y en la lírica. Un escritor que probablemente sea el más político de sus coetáneos en Francia, dotado de un olfato privilegiado para detectar y reflejar en sus novelas las angustias de la época. Emmanuel Macron y Michel Houellebecq mantienen una relación peculiar. Se aprecian y respetan, aunque ideológicamente no coincidan. El primero entregó el jueves al segundo, en una ceremonia privada en el Palacio del Elíseo, la Legión de Honor, máxima distinción de la República.
“Usted es visceralmente europeo, yo soy el más europeo de los presidentes franceses. Le acusan de ser reaccionario, misógino, islamófobo, mientras que yo lucho por el progresismo, los derechos de las mujeres y el rechazo de las discriminaciones”, sonrió Macron al entregarle la medalla, según el diario Le Monde. Ambos se conocen desde hace años. En 2006, cuando Macron era ministro de Economía, la revista cultural Les Inrockuptibles publicó un extenso diálogo entre ambos. Ahí ya se veían las discrepancias pero también parecía haber sintonía personal. Entonces se tuteaban. Después Houellebecq comentó sobre Macron: “Es raro. Parece un mutante”.
A la ceremonia asistieron una treintena de amigos del Houellebecq, autor de la reciente Serotonina (publicado en castellano por Anagrama), novela que ausculta la Francia de finales de la segunda década del siglo XXI y describe a un personaje, un país y un continente en proceso de desintegración. Arroparon al novelista otros escritores como el inseparable Frédéric Beigbeder, el filósofo Alain Finkielkraut, periodistas de la revista conservadora Valeurs Actuelles, y el expresidente Nicolas Sarkozy. También el rockero Jean-Louis Aubert, la editora Teresa Cremisi, el periodista televisivo David Pujadas y el más letraherido de los miembros del Gobierno francés, el ministro de Economía y Finanzas Bruno Le Maire, que acaba de publicar dos libros en la prestigiosa editorial Gallimard: un ensayo político sobre futuro de Europa y una meditación elegíaca sobre un amigo muerto.
El ambiente era néoréac —estos neorreaccionarios chic con el talento para combinar el dandismo con el chaleco amarillo— pero sin excesos. Houellebecq ha logrado en Francia y el extranjero el aplauso de la crítica y el público de todas las ideologías. El rechazo a mayo del 68, el antiliberalismo, la islamofobia y la misoginia que señala Macron, y, en general, un pesimismo existencial sobre Francia y la civilización, se alinean en la tradición de grandes reaccionarios de las letras francesas desde finales del siglo XIX, la de Barrès y Maurras, Céline y los colaboracionistas en la Segunda Guerra Mundial, y la generación de los húsares de la posguerra. Es una cadena que mezcla el esplendor con la abyección y que tiene en Houellebecq su último eslabón.
Que Macron haya considerado que merece ser ordenado caballero de la Legión de Honor —medalla que “recompensa méritos eminentes adquiridos en el servicio de la nación, sea a título civil, sea bajo las armas”, como reza el artículo 1 del Código de la Legión de Honor—, no ha sentado bien a todo el mundo. Otro escritor —Jean-Philippe Domecq, menos conocido, menos vendido y menos aplaudido que Houellebecq— resumía algunas críticas en una tribuna en Le Monde. Sostiene que las novelas de Houellebecq son “portavoces de una ideología nauseabunda”, y le adscribe en una escuela literaria que bautiza como “sordidismo”. Domecq describe la entrega de la condecoración al autor de Plataforma, El mapa y el territorio y Sumisión como “el segundo tiempo fuerte que [Macron] marca en el campo literario”. El primero habría sido la ceremonia funeral de diciembre de 2017 en los Inválidos, panteón de las glorias militares de la nación, en honor a Jean d’Ormesson. Ormesson, poco conocido fuera de Francia, era una institución en su país. Representaba la nostalgia de una visión del mundo aristocrática, conservadora y bon vivant, la cara amable de la derecha literaria, una escritura culta y a la vez accesible. Honrar a Ormesson el aristócrata y a Houellebecq el maldito es un mensaje: un canon presidencial.
“Usted es un romántico perdido en un mundo que se ha vuelto materialista”, le dijo Macron a Houellebecq. “Usted ha reinventado la novela francesa”.
Al final de la ceremonia, el alcalde del distrito XIII de París, Jérôme Coumet, que estaba invitado, filmó al escritor saliendo el Elíseo, acompañado de su esposa, Lysis, cigarrillo en mano, corbata mal anudada y la medalla en el pecho, satisfecho. “Aquí no se pueden tomar fotos”, bromeó.
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