Juan Rulfo mostró el valor del silencio
Carmelo Longo
14 DE MAYO DE 2017
Pocos autores consiguen tanto con tan poco como lo hizo Juan Rulfo, escritor mexicano de quien este martes 16 de mayo se celebra el centenario de su nacimiento.
Tal vez lo intensa de su vida, queriendo o no, la replicó en su corta obra, pues el autor quedó huérfano a los siete años y tuvo que abandonar su Acapulco natal para irse a vivir con su abuela en un pequeño y pobre poblado en San Gabriel, donde Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno (su nombre completo) terminó en un orfanato.
El llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955) fueron las obras sobre las cuales se desarrollaría la carrera y la influencia del mexicano en las letras latinoamericanas.
Para el escritor Ricardo Ramírez, el aporte fundamental “de la figura de Rulfo es el silencio. Logra introducirlo con fuerza en la literatura mexicana y tuvo tanta repercusión que trascendió mundialmente con sólo dos libros”.
Para él, tres elementos fueron fundamentales para que se construyera, a partir de una oferta tan corta, la referencia que es el escritor para las nuevas generaciones. “La lentitud, lo oral y el silencio. No necesitó más. Lo que él logró con apenas esas dos obras muchos autores quisieran hacerlo con una biblioteca extensa como la que algunos tienen. Hay quienes han publicado hasta 50 libros y no lo han conseguido”.
En 1980 se publicó su segunda novela, El gallo de oro, que si bien originalmente la escribió en 1956 no vio la luz hasta ese año, precisamente, porque fue apabullada por el éxito de los dos textos anteriormente mencionados. La prueba está en que esa edición fue publicada con poca revisión, lo que provocó que en 2007 se editara una nueva versión corregida. Un texto que si bien es referencia en las aulas escolares, no tuvo la trascendencia de sus antecesores, salvo en el cine, pues Rulfo, en lo que fue su retiro de las letras se dedicó a escribir guiones para la gran pantalla.
Sin duda, El llano en llamas es de obligatoria lectura para sus seguidores. Su primera línea se ha convertido en referente de la literatura, como el fin de semana lo destacó Juan Villoro en el diario español El País: “‘Estoy sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas’, así comienza el primer cuento de El llano en llamas de Juan Rulfo. De manera emblemática, un virtuoso del estilo se sirvió de una voz incierta para ese cuento inicial”.
Según los entendidos, “esa primera línea engancha al lector. Si un libro comienza así, es un éxito seguro”, reflexionó Alberto Sáez, director de la editorial Los libros del Fuego. “Su obra es una de las obras más extrañas y maravillosas de Latinoamérica. Sólo necesitó dos obras para mostrarnos cómo entender el silencio dentro de la literatura en un universo de posibilidades que muchos escritores respetan y emulan para escribir al estilo rulfiano”.
Agregó que una de las tantas muestras de ello es la biografía Las mañas del zorro (Reina Roffe). “En el índice de ese libro, el capítulo en el que ella se refiere a Pedro Páramo se titula: “El día en que Dios existió para que existiera Pedro Páramo”. Para un biógrafo que tiene que ser explícito para escribir sobre la vida de alguien, hacerlo de esa forma es porque está frente a una obra de arte de las letras”, agregó.
Una de las confesiones que hizo sobre su trayectoria la hizo en Venezuela. Fue en 1974, en la Universidad Central de Venezuela donde, según varios autores, el escritor mexicano reveló, por primera vez, el porqué se había alejado de la escritura: “Lo hice porque mi tío Celerino se murió. Él me platicaba todo”.
Contrario a sus cuentos que mezclaban la ficción con la realidad, realmente ese pariente existió. Era su apoyo y se convirtió en su guía por los pueblos que Juan Rulfo conoció y retrató en sus textos.
*Publicado en Últimas Noticias de Venezuela
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