Guillermo Arriaga: “Lo que me interesa de un personaje es tratar de ver todos sus claroscuros”
El autor y director de cine mexicano dialogó sobre “Salva el fuego”, novela con la que obtuvo el Premio Alfaguara 2020 y en la que indaga en un romance macabro con un parricidio a sus espaldas. “Yo era novelista antes de hacer cine”, dijo
Guillermo Arriaga es un escritor con todas las letras. Claro, decirlo así luego de que haya sacado cinco novelas, que haya ganado el Premio Alfaguara por Salvar el fuego, puede resultar un tanto oportuno. Pero, probablemente, con su nueva historia haya finalmente conseguido aquello a lo que todo escritor aspira: confundir y hacer pensar en la propia moral del lector y conmover al corazón de quienes transitan el romance macabro de Marina y José Cuauhtémoc.
Por muchas cosas uno puede recomendar Salvar el fuego (Alfaguara), una de ellas es que es una historia mexicana desde la raíz. ¿Qué significa con decir que es mexicana? Probablemente es porque en ninguna otra historia de cualquier país del mundo una cárcel esté en el camino de mucha gente y que además los caminos de la gente se confundan y a veces sea sólo uno, el de la supervivencia.
¿Puede uno comprender a un parricida? Eso es lo que plantea Arriaga con José Cuauhtémoc, en muchas líneas que por un lado nos obligan a pensar en nuestra relación con el padre y por el otro son líneas inconscientes, pensamientos que el propio autor no tenía antes de comenzar la novela.
Arriaga se sienta y escribe. Como una vez la también novelista Laura Martínez – Belli lo dijo tan amablemente: Escribes la primera línea y luego la historia se va sola. Por eso es difícil a veces entrevistarlo por las cosas que quiso decir aquí o allá. Hay de todos modos cierto desfase narrativo, como un rompecabezas al que le falta una o más piezas, pero la historia es tan dolorosamente buena, que leer Salvar el fuego en estos días ha sido un bálsamo literario que no siempre se encuentra precisamente en la literatura contemporánea.
–Una de las cosas que reflexionas es sobre el parricida. Creo que la literatura es un poco para confundir nuestra moral y llevar la vida más allá, ¿coincides con eso?
–Yo cuando empecé a escribir la novela nunca tengo idea de qué va a tratar realmente. Tenía una noción de la trama. Voy descubriendo a los personajes. No sé de qué parte del inconsciente salen estas cosas. Pensé que en el pasado de José Cuauhtémoc había un hecho terrible, un hecho que ni él mismo podía manejarlo. Poco a poco a lo largo de la novela vamos viendo su relación con este parricidio y su relación con el padre, hay un momento en el que le dice a Marina, la protagonista, el fuego lo prendimos los dos.
–Me hizo revisar muchas cosas con mi padre
–Los padres son seres míticos. Yo, por fortuna, tuve a dos padres amorosos, pero en todas las culturas la figura del padre es bíblica. Ves la carta al padre de Franz Kafka, lees la carta y lo ves monstruoso y sin embargo era el tendero de la esquina. Kafka lo veía como un horror de ser humano. La figura del padre es bastante controversial, tendemos a mitificarlos, nunca lo vemos como seres humanos, es como si fueran cajas de resonancia por sí mismos.
–Marina y José Cuauhtémoc son dos héroes absolutamente rotos, con pasados tremendos
–A mí lo que me interesa de un personaje es tratar de ver todos sus claroscuros, el pasado de Marina es un poco menos truculentos que el de José Cuauhtémoc, ambos son huérfanos. Hay algo en la vida de Marina que siente que no fue construida por ella, no siente que toda esa felicidad es construida desde adentro, sino desde afuera, impuesta. José Cuauhtémoc, aun cuando está preso, parece tener más el control de su destino.
–Él toma decisiones todo el tiempo
–Sí, es un personaje que decide, cosa contraria a Marina que le deciden. Ese mundo de la danza, de sus dudas, de su cuestionamiento, me parece una mujer distinta a lo que vemos en una mujer rica.
–Por otro lado tiene a ese marido que es horrible
–No siento que sea tan horrible. Es el marido que toda suegra quiere. Las suegras mexicanas lo quieren así para sus hijas: un buen hombre, amoroso, simpático, pero a la vez simple, un poco con mal gusto. Creo que me simpatiza un poco, no fue educado para lo otro, todo el mundo se le canceló, pero en ese ambiente creció.
–Mirando un poco el tema del patriarcado, la verdad es que se me hace espantoso
–Pero él no es tan patriarcal. Es un hombre que hace las tareas, va y recoge los niños, les da de cenar, el asume tareas domésticas, no es un macho que deja que su mujer haga todo. Por su educación católica, le choca ver desnuda a su mujer en público, pero no creo que sea la figura del macho dominante. Al contrario, me parece un tipo muy simple, que no llega a comprender la complejidad que hace su mujer.
–Esos dos amigos, Héctor y Pedro, que tiene Marina, sirven un poco de conexión con el mundo, ¿verdad?
–Me interesan ahora esas figuras. Podrían ser millonarios pútridos, pero sin embargo, con todas esas contradicciones de patrón explotador, hace esas películas ganadoras del Festival de Cannes, que tienen valores estéticos y sociales que le interesa a los críticos y al público muy especializado. No son personas que carezcan de mundo. A pesar de que son millonarios que vienen de la explotación de miles de obreros (sobre todo Héctor), al menos hacen su esfuerzo por tener un mundo aparte. Pedro hace un esfuerzo por llevar la cultura a través de su Fundación. Luego está el mundo gay, donde Héctor se sigue sintiendo que es una trasgresión brutal y Pedro ya ni piensa, ya pasó, hay ahora hasta planificadores de bodas homosexuales.
–¿Pusiste tu gusto estético al hablar de cine, de Cannes?
–No. Fíjate que no fue con ánimo de provocar ninguna reacción, lo que sí quería era mostrar en esas clases sociales como es la aparición del arte, porque luego en la prisión, los presos escriben sus cuentos en la cárcel y José Cuauhtémoc, cuanto más se agudiza el encierro, más se aboca a construir historias y más se salva a través de la literatura y la creatividad y por supuesto del amor. El arte puede ser visto desde diferentes perspectivas y lo digo sin ánimo de molestar a nadie.
–Ir al reclusorio es fuerte, no es bueno para mucha gente
–Es algo muy difícil. Yo no he ido a ningún reclusorio. Todo esto lo hice desde la imaginación. He estado en Los Ángeles, para alguna película, algunos de ellos vacíos, es muy fuerte caminar por una prisión vacía, otra caminar por una prisión con reclusos…la cárcel es el extremo de una sociedad. Donde un marginado va a parar a la cárcel, es el más marginado de todos. Aunque mucha gente dice que es libre porque ahí tiene dónde dormir, comida, baño y tiene amigos. Afuera muchas de esas cosas no se tienen. Cambia entonces la perspectiva del reclusorio. En una charla en Colombia, decían que muchos presos que se les ofrece la prisión domiciliaria, lo evitan, porque no quieren estar con su esposa (risas).
–Creo que los campos de concentración, el crimen organizado, son los extremos de la sociedad
–El campo de concentración es de alguna manera una cárcel. El crimen organizado tiene en la cárcel una especie de unidades habitacionales. En la cárcel se encuentra muchas veces el núcleo duro del crimen. A lo largo de la novela se va viendo la posición política de los grupos carcelarios. No son como autónomos. Son parte importante del dominio que tiene el crimen organizado.
- José Cuauhtémoc termina debiéndole la vida al narcotraficante, como a un Diablo…
–José Cuauhtémoc no quería vincularse con el narcotráfico, de pronto con la manera más burda y casi absurda termina debiéndole la vida al capo. Su enojo, que lo lleva a ser otra vez homicida, cuando había encontrado una vida para sí, es el que lo hace tronar.
–La historia de José Cuauhtémoc resulta muy atractiva, lee muchísimo, es rubio en una familia de indígenas
–Es un rubio con facciones indígenas, lo cual a Marina le resulta un poco extraño, le parece atractivo no por lo guapo, sino por la presencia que tiene este tipo, por el conocimiento, por lo que sabe, por la vitalidad que tiene este hombre. Es un tipo enorme, mide 1,90 metros. Su padre les decía que para que no los vuelvan a humillar y decirles pinches indios, ellos debían saber más que todos. Los más cultos y si no sirve la cultura, tienen que servir los golpes. El atractivo que tiene para Marina es que es un tipo muy culto y además tiene calle. No es un preso más, ha sido educado para estar en las élites.
–La historia con las garrapatas es tremenda, ¿qué es eso?
–Una vez en una cacería seguí a un venado y me llegó la noche, me quedé a dormir ahí y cuando desperté, tenía garrapatas hasta en las encías, en la lengua, en los párpados, en todo el cuerpo. Me convertí en un hombre rojo de tanta garrapata. Cometí la estupidez de tomar un cuchillo y de arrancármelas todas y tuve una infección generalizada. Subí a 41 grados y al mes se me infectó el corazón. Esa fue una inspiración personal.
–¿Dónde viste el tema de la menstruación ligado a la danza?
–Lo inventé. Yo no soy un experto en danza contemporánea, prácticamente no la había visto, se me ocurrió que podía ser un tema para ellas, el Nacimiento de los muertos.
–¿Estás viendo interés por parte de los lectores, que quieren tener la novela?
–Ha sido difícil tomar la temperatura de cómo está funcionando el libro, lo que te puedo decir es que cancelada mi gira hice una presentación por Twitter, que llegó a tener a 10500 personas escuchándola y ahora ya llevan 76 mil personas que lo han visto. Nunca había tenido una presentación de un libro tan exitosa.
–Esta novela descubrí que eres un escritor nato, con todas las letras
–Yo era novelista antes de hacer cine. Lo que traté de llevar al cine era la novela y nunca traté de traer el cine a mis novelas. Traté de que tuviera un tono de novela lo que hice en el cine y siempre me he considerado un novelista. Qué bueno que lo dices, porque hay algunos críticos que ignoraban que yo había escrito algo antes, que fui traducido a 20 idiomas y decían, ahí llegó el hombre de cine tratando de escribir novelas.
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