Mónica Ojeda |
Mónica Ojeda: “¿Cuánta fuerza se necesita para arrancarle la cabeza a alguien?”
REVELACIÓN DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA
La escritora, máxima exponente del ‘gótico andino’, publica sus inquietantes cuentos de ‘Las voladoras’
Xavi Ayén
11 de noviembre de 2020
Escenas gore entre paisajes de ensueño. El cóndor que pasa mientras, abajo, las familias (siempre disfuncionales) se despellejan. Mordiscos, gritos, sangre, mutilaciones, saliva, catástrofes naturales, accidentes, perversiones... y, sin embargo, belleza, poesía y magia. El volumen de cuentos ‘Las voladoras’ (Páginas de Espuma) confirma a su autora, la ecuatoriana Mónica Ojeda (Guayaquil 1988) como uno de los nombres destacados de la literatura latinoamericana actual.
Tras la novela ‘Nefando’ (2016) –que, ambientada en Barcelona, relata la construcción de un videojuego pornográfico infantil en la deep web–, llegó ‘Mandíbula’ (2018), que sucede en un elitista colegio religioso femenino, y ahora, junto al poemario ‘Historia de la leche’ (Candaya), llega este recopilatorio de relatos que sintetizan su idea de lo que se ha venido en llamar “gótico andino”.
En los Andes se cree que cualquier mujer puede entrar en trance por la noche, subir al tejado, untarse las axilas con miel y volar. Puede ser tu hermana, tu madre, tu mujer... y por el día no recuerdan nada”
Residente en Madrid hace tres años, tras su paso por Barcelona, Ojeda bebe de la tradición oral de los habitantes de los Andes, como en el primer cuento, ‘Las voladoras’, donde aparecen unos seres del imaginario de los habitantes de la población de Mira: “Tienen la creencia de que cualquier mujer puede entrar en trance por la noche, subir al tejado, untarse las axilas con miel y volar. Puede ser tu hermana, tu madre, tu mujer... y por el día no recuerdan que han hecho eso. La noche destapa lo mágico, lo animal, y el día es el momento de la razón”.
No hay libro de Ojeda sin fluidos. Aquí, en ‘Sangre coagulada’, vemos que puede haber miles de sangres y de rojos, como sucede con la nieve y el blanco para los esquimales. “La voz es de una chica menor de edad que parece a ratos enajenada y a ratos, en cambio, ve la realidad con una claridad tremenda. Es una persona rodeada de violencia y sangre, la de los golpes que recibe, la de los animales que matan a diario, la de los abortos, la de la menstruación... Quise entender cómo hace para sobrevivir: ella, como todos, trata de atisbar la belleza incluso en la situación más hostil. Necesita ver belleza en la sangre”. Se trata “el abuso de poder, el físico y el de ganarte la confianza de alguien y a través de eso generar luego el daño. Me obsesiona cómo las personas son capaces de dañar tan abominablemente a personas de su entorno más próximo, las que supuestamente más quieren, me pregunto de dónde surge esa violencia tan voraz”.
Me obsesiona cómo las personas son capaces de dañar tan abominablemente a personas de su entorno más próximo”
‘Cabeza voladora’ es una distopía con un dentista terrorífico. “He investigado mucho los feminicidios en la zona andina. Hubo un cuerpo que se encontró sin cabeza, que más tarde apareció en un río. Se me quedó ese caso en mente: ¿cuánta fuerza se necesita para arrancarle la cabeza a alguien? Lo mezclé con las umas, que son unas brujas específicas de los Andes capaces de separar su cabeza del cuerpo; esas cabezas se van volando para hechizar a la gente que está dormida”.
Sobre su gótico andino, que condensa horror y belleza, afirma que “los volcanes son hermosos y a la vez te pueden destruir en dos segundos. Mi país tiene 50 volcanes, la mayoría activos, en un momento estallan y nos hacen desaparecer del mapa”.
En varios de los relatos, aparece la familia como contexto pavoroso. “Para el psicoanálisis, es el lugar primigenio del trauma, la creadora de los tabús, la estructura que regla y reprime. No ha sido mi caso, pero he vivido mucho tiempo rodeada de familias clasemedieras altas que han sido increíblemente violentas con personas que yo quiero, tengo muchos amigos con situaciones extremas de violencias físicas, sexuales y psicológicas”.
En el relato ‘Caninos’ vemos que todos los padres nos muerden, aunque ellos crean que están jugando: “Amar es morder, uno quiere comerse lo que ama, incorporarlo a tu cuerpo aunque eso implique desaparecerlo. Hay una violencia intrínseca en el amar, aunque todos tratamos de aminorarla y hacerla más pequeña”.
Amar es morder, uno quiere comerse lo que ama, incorporarlo a tu cuerpo aunque eso implique desaparecerlo”
La mezcla de sexo y horror cruza toda su narrativa. “Me interesa el miedo como una emoción atávica, generadora de todos los discursos mitológicos y religiosos. Una de las cosas que más miedo da es la sexualidad, con tabús como el incesto, común a todas las sociedades y que trabajo en el libro. El sexo es el intento imposible de fundirte con otro, el deseo de alcanzar esa ‘petite mort’ que es el orgasmo y que tanto trabajó Bataille en sus ensayos, conectando eros y tánatos. El sexo es también el inicio de la familia”.
En ‘Slasher’, Ojeda le da una profundidad intelectual a la estética gore. “He investigado mucho, he visto muchas películas del género, he profundizado en el trabajo de los sonidistas de las películas de terror que, por ejemplo, cortan sandías para que suenen como cabezas rompiéndose”. En el ‘slasher’, o en el ‘giallo’ italiano, mueren “las mujeres que no son vírgenes, jóvenes y promiscuas, la única que sobrevive es una chica virgen y de características masculinas. Mis personajes no sobrevivirían en una película que siguiera los cánones. Exploro el poder del sonido para asustarnos, hasta qué volumen puede destrozarnos la audición, uso la imagen de la barriga de la madre como un tambor, el ruido de los volcanes, procedente de la Tierra...”.
El cuento ‘Soroche’, asimismo, es un falso documental de testimonios, en el que las narradoras podrían ser alumnas de un internado en ‘Mandíbula’. “La voz de Ana es muy dolorosa, tiene todo el odio posible que una mujer puede encarar y darse a sí misma, en un mundo ya sumamente cruel con las mujeres, a la vez ellas son sumamente crueles entre ellas. Son amigas pero incapaces de acompañarse realmente. Ana pasa por una violencia muy fuerte, la difusión de un video sexual privado suyo en redes”. No hay piedad en la descripción de la fealdad de su cuerpo porque “se está intentando suicidar a la vez que se describe. Lo he llevado al extremo, está destruida psicológicamente y llega a una especie de suicidio lingüístico”. Se da un contraste entre el paisaje de documental y los vídeos privados en la web. “No quiero hacer exotismo del mundo andino, hoy en día es eso, converge lo ancestral con lo más moderno. La gente del páramo tiene móvil y ordenadores, como su chamán que vive a dos casas”.
En ‘Terremoto’, el lector asiste a la belleza de la destrucción, tanta que casi desearía estar ahí. “No se lo recomiendo, yo estuve en el temblor de 2016 y casi me da un infarto”. Inspirado en Anne Carson, lo llama “un cuento-poema” protagonizado por dos hermanas incestuosas, pero “en un plano de igualdad, no se da ninguna situación de poder. Exploro el deseo prohibido en medio del apocalipsis”.
El escritor es como un chamán: conjura con las palabras para revivir a personas y emociones”
Finalmente, en el relato ‘El mundo de arriba y el mundo de abajo’, “mi favorito”, la voz dominante es la de un hombre. “Es sobre la violencia menos evidente: la de la propia vida, que contiene la muerte, que toca a tu puerta y se lleva a la gente que amas. Quería escribirlo a través de la voz de un chamán que ha perdido a su hija y a su mujer. Es un cuento sobre el duelo y la necesidad desesperada de hacer magia con las palabras para revivir un cuerpo. Él conjura y está dispuesto a llevar las palabras a donde sea para ver si son capaces de revivir a su hija”. ¿Un escritor es un chamán? “Eso me dijo el cuento, vi que hay mucho de la poética de la escritura, que es un conjuro. Yo lloro cada vez que leo ‘Sollozo por Pedro Jara’, el poema de Efraín Jara Idrovo a su hijo suicidado, como si estuviera siendo hechizada por esas palabras, que me hacen sentir intensamente la pérdida de un hijo, algo muy lejano para mí”. A su narrador una voz le repite: ‘No eres un chamán, eres un hombre’. “Es como cuando a nosotros nos dicen: ‘No eres artista, solo alguien de carne y hueso, vas a perecer, no estás aquí para perdurar’”.
‘Las voladoras’ coincide con la salida de su poemario ‘Historia de la leche’, que “hace una especie de reformulación de la historia mítica de Caín y Abel, contada con dos hermanas, y una madre que es como una diosa castigadora. Hay una parte mitológica clásica y otra andina, un paisaje que sangra y se abre, un peregrinaje de la hija que ha asesinado a su hermana para encontrar una identidad en el mundo. Exiliada del paraíso, luego es mujer casada y castigada. Habla de familias y del asesinato como una de las bellas artes”.
Ustedes harán lo que quieran pero a Mónica Ojeda no le daría uno la espalda en una calle oscura... ni siquiera en una bucólica montaña andina a plena luz del día.
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