Era su pana, su hermano, su cuate. Le besaba en la frente delante de todo el mundo y se sentaba a su lado en el avión para contarle chismes y maledicencias. En su carrera a la presidencia, nadie fue más importante para Gustavo Petro que Armando Benedetti, de los pocos que se atrevían a tocarle a la puerta cuando se quedaba dormido o le metían prisa si llegaba tarde a un mitin (ocurría a menudo). Se encargaba de llenar las plazas de entusiastas y de encontrar aliados políticos. Como jefe de una campaña electoral que culminó en un increíble éxito, se ganó por derecho propio un puesto importante en el Gobierno pero, llegado el día, Petro lo envió lejos, a Caracas, a un rol menor de embajador. Le rompió el corazón.
Desde ese nombramiento en 2022, hasta hoy, han transcurrido dos años tormentosos para Benedetti, que se ha sentido desterrado, olvidado, mal pagado. Él quería un Ministerio o un despacho en la tercera planta de la Casa de Nariño, junto al del presidente. No se lo dieron porque Petro y los que le rodean, entre ellos la primera dama, Verónica Alcocer, pensaban que las causas judiciales no resueltas que le señalaban por corrupción acabarían explotando y perjudicando al nuevo Gobierno. Benedetti, entonces, se enquistó en algo que si no era rencor se le parecía mucho. Un fantasma recurrente en su vida le agarró de la mano: la adicción a las drogas y el alcohol.
Ahora, Benedetti ha decidido cerrar este capítulo de su vida. En la revista Semana, que dirigía hasta hace poco su amiga Vicky Dávila -ella acaba de anunciar sus intenciones de ser candidata para las elecciones de 2026-, ha revelado que renunciará esta semana a su puesto de embajador de Colombia en la FAO y que se marchará a México, a la ciudad de Mazatlán, para someterse a un proceso de rehabilitación por el abuso de sustancias. Decidió dar ese paso, según ha contado, por un quiste que le encontraron, un precáncer, que lo llevó a pasar unas semanas en Barranquilla para someterse a una pequeña intervención quirúrgica. En casa, rodeado de sus hijos, pensó que era el momento de cambiar de vida y recuperar su matrimonio con Adelina Guerrero.
Esta decisión supone desligarse de forma oficial del Gobierno de Petro, aunque asegura que continuará asesorando al presidente de manera privada. A pesar de las diferencias que han tenido estos años, nunca han dejado de comunicarse por el servicio de mensajería Line. Benedetti le escribe de forma insistente lo siguiente: “Gustavo, tú mandas, haz caso de tu instinto”. Eso solo quiere decir una cosa: no escuches a Laura Sarabia. Benedetti odia a Sarabia, la número 2 de Petro, porque antes de ser la mano derecha del presidente fue la suya, cuando él era senador y ella su secretaria. En campaña, Petro quedó muy satisfecho con Sarabia y la nombró secretaria personal, con un despacho a tres metros del suyo.
Benedetti pensó que, con Laura en el Gobierno, su nivel de influencia sería mayor, pero ella se independizó pronto del tutelaje de su anterior jefe. Él no se lo tomó nada bien y creyó que ella jugó un papel importante a la hora de que, una vez pasado el tiempo y se cerrasen algunas de sus causas judiciales, se le dejase volver a Bogotá, a la primera línea política. Esa tensión latente saltó por los aires cuando Benedetti le llevó una exclusiva a Vicky Dávila: A la niñera del hijo Sarabia, Marelbys Meza, la habían sometido a una prueba de polígrafo por el robo de una maleta en su casa. La Fiscalía se ocupó de ese caso y condenó a dos de los policías de la guardia presidencial, que además interceptaron el teléfono de Meza. Un tercero, el jefe del operativo, se suicidó cuando las autoridades lo llamaron a declarar.
Meza, hace unos días, rompió su silencio, después de haber pasado más de un año en el programa de protección de testigos. Este caso acabó con las destituciones, en agosto del año pasado, de Sarabia y Benedetti, cada uno de su rol. Con el paso de los meses, Petro recuperaría a Laura, hasta convertirla en su segunda de facto, y le daría a Benedetti la responsabilidad en la embajada de Colombia ante la FAO, en Roma, de la que ahora se desliga.
Benedetti, en su entrevista con Semana, le otorga muchas posibilidades de victoria a la periodista que ahora ha dado el salto a la política: “Existe una buena candidata, que es Vicky Dávila. Antes la derecha en nuestro país y en buena parte del mundo significaba fascismo, violencia; hoy la derecha significa familia, no a la dosis mínima, seguridad, familia, etcétera. Y hoy Vicky representa eso. Y creo que es la única candidata que realmente no tiene que ser postiza para ayudar a ese tipo de frente o a ese tipo de ideas que son las que hoy están ganando las elecciones en todas las partes del mundo”.
Benedetti considera que lo que necesita mejorar Dávila es justo en lo que él es experto: “Ya tendrá que ver cómo se organiza de verdad, porque lo más importante y lo más difícil en una campaña es la organización”. Sobre una hipotética reelección de Petro, ahora mismo prohibida por la Constitución, opina: “No habría con qué reelegirnos. (...). Yo creo que la izquierda, diferente a lo que la gente piensa, no tiene mucha opción. Pero ojo con este análisis. Petro, hoy en día, tiene el treinta y pico por ciento, eso en plata blanca son más o menos siete millones de votos. O sea que, si hay un cabeza a cabeza, 43-40 por ciento, 46-42 por ciento, Petro termina definiendo quién es el presidente de la República”.
Benedetti, de 57 años, es un camaleón de la política. Como senador liberal, apoyó primero a Álvaro Uribe, en el pico de su popularidad, y después se hizo muy cercano a Juan Manuel Santos, a quien acompañó en defensa del proceso de paz. Con cinco procesos judiciales que le inició el controvertido fiscal Néstor Humberto Martínez -no ha sido condenado por ninguno de ellos- se empezó a poner cuesta arriba su carrera política, pero logró tener la astucia de descifrar en 2020, todavía a dos años de las elecciones, que el país iba a pasar por Petro, y le apostó todo a él. Le salió bien la jugada, pero todo lo que ha ocurrido después no ha sido como había imaginado. (Entre medias, fue denunciado por violencia de género por su esposa durante una visita de ambos a Madrid).
¿Será este el último paso en política de Benedetti? Pocos lo creen.
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