Asco, literatura, Lispector
Por: Javier Rodríguez Marcos | 27 de septiembre de 2013
“Mi náusea es diferente de la náusea de Sartre. Mi náusea es verdaderamente sentida porque cuando era pequeña no soportaba la leche y casi vomitaba cuando tenía que beberla. Me echaban gotas de limón en la boca. Es decir, yo sé qué es la náusea en todo el cuerpo, en toda el alma. No es sartreana”. Así explicaba Clarice Lispector (1920-1977) en una entrevista su relación con el existencialismo que algunos críticos habían creído detectar en sus libros.
Sentadas las bases conceptuales del estudio llega el turno de Lispector a través de libros como La pasión según G. H., La manzana en la oscuridad o algunos cuentos de Lazos de familia que lejos de ilustrar una idea, la encarnan. "No soy un intelectual, escribo con el cuerpo", dice –en frase ya famosa- el narrador de La hora de la estrella, el libro publicado el mismo año de la muerte de su autora. Esa frase sintetiza bien la carnalidad de un estilo que consigue transmitir la impresión de que el asco del que habla no viene de la rive gauche sino de la boca de su estómago. Y el estómago es importante porque, siendo niña,Clarice preguntó una vez a su hermana mayor si pasaban hambre. La respuesta fue “casi”. (Hay, por cierto, un maravilloso volumen de cartas entre ella y sus hermanas).
La reedición de Cuentos completos y el rescate de la citada La pasión según G. H. –para muchos, su obra maestra- en la traducción que Alberto Villalba hizo para Península, demuestran que Clarice Lispector sigue ahí, inagotable, y que cada una de sus líneas es un cable de alta tensión. Ya hable de una cucaracha, de una misérrima mecanógrafa emigrada a Río o de la clandestina felicidad que se alimenta de admiración y envidia, sus libros producen, es cierto, la sensación de estar escritos con el cuerpo. A ese efecto algunos lo llaman autenticidad.
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