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La canción del indicativo telefónico
Empiezo por aclarar que a mí no me gusta el reggaetón, pero respeto a quienes lo oyen. Para los gustos se hicieron los colores (y los audífonos). Si a todos nos gustara lo mismo, el mundo sería un lugar tremendamente aburrido. Acepto que aún no he escuchado la canción del indicativo telefónico, sin embargo, lo primero que hice apenas estalló la polémica, fue leer la letra por internet y luego las críticas de la gente. Había decidido no hablar del tema por no opinar sobre algo en lo que casi todos estamos de acuerdo. Hasta que leí el tweet de alguien que sugería regular los contenidos artísticos y se me prendieron todas las alarmas.
Yo creo que la gracia no está en la regulación, gracia sería que los creadores entendieran por sí solos que existen límites, tonos y temas que deben tratarse con especial cuidado. Se llama tener criterio y, por desgracia, es algo que no dan en el tetero. Para desarrollar criterio hay que tener contexto, capacidad analítica y deductiva, sensibilidad, lecturas. En pocas palabras hay que saber dónde estás parado. No es que haya temas censurables, ni más faltaba, se trata, simplemente, de saber cómo abordarlos. Es la razón por la cual —y aquí voy a hablar de literatura porque es mi campo— trascienden libros como Lolita que cuenta la historia de un hombre mayor que se encapricha con una niña de doce años y decide raptarla. Muchos aducirán que la novela habla de la misma pedofilia que le estamos censurando a los reggaetoneros. ¿Por qué entonces alabamos Lolita y criticamos la canción del indicativo telefónico?
Existen varios motivos, pero quizá el más importante es que la novela muestra con inteligencia y calidad literaria una historia de ficción que ha servido para que los lectores entendamos la psiquis de un pedófilo y de una niña incapaz de tomar decisiones acerca de su cuerpo. He aquí la diferencia fundamental. Nabokov muestra, sugiere, nos pone a reflexionar, apela a la inteligencia del lector manteniendo siempre un punto intermedio, en el cual, ni cae en moralismos ni alaba el delito. Además, es importante entender que la novela fue publicada a mediados de los años cincuenta y es, desde el contexto de esa época, desde donde debe juzgarse.
La canción del indicativo telefónico, por su parte, hace todo lo contrario. No muestra la pedofilia sino que la exalta. Incita a ella. Vende el cuerpo de las niñas como si fueran objetos deseables que cualquiera podría comprar, usar y desechar. Asumen que a las niñas les gusta ser «malas» y que los hombres pueden hacer lo que quieran con ellas sin cuestionarse si eso está bien o no. Además, lucrarse económicamente a costa de una de las tantas tristes realidades de este país, es de una bajeza y un mal gusto imperdonable. Fuera de que hacen apología de un delito, la hacen de forma barata, facilona, ordinaria, plagada de estereotipos y mejor no sigo porque hoy no vine a hablar de estilo.
Lo único bueno de todo esto ha sido ver a la gente reaccionar. Comprobar que hay una masa crítica pensante que obligará a subirle el nivel a futuros contenidos. Existen muchos tipos de sanciones, pero la más efectiva siempre será la del público. Por suerte, hoy en día, la gente no traga entero.
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